LOS HUEVOS DE PASCUA

El huevo ha sido considerado por los pueblos más antiguos como símbolo de la creación y como un símil divino que no tiene principio ni fin. De un huevo se decía que habían salido todos los seres. Un huevo representaba el mundo o más bien al autor del mundo y era un emblema de Mitra, Isis y Orfeo. Plutarco dice que los fenicios veneraban un Ser Supremo al que representaban en forma de un huevo. Lo mismo sucedía con los caldeos, celtas, hindúes y chinos.

Según dice Bastús, autor al que acudo con mucha frecuencia porque sus obras son un resumen enciclopédico del saber de mediados del siglo pasado y era hombre como yo dado a curiosidades de usos y costumbres:

Los druidas buscaban con gran cuidado y con una superstición extremada los llamados huevos de serpiente. Decían que eran de un tamaño poco mayor que los de gallina y que estaban llenos de una infinidad de pequeñas serpientes. Con estos huevos suponían podía conseguirse cuanto uno desease, y sobre esto contaban mil fábulas absurdas. Algunos historiadores modernos suponen que los druidas llevaban en sus insignias la figura de uno de los creídos huevos de serpiente.

Los griegos y los romanos ofrecían huevos a los dioses cuando querían purificarse. Los servían igualmente en los banquetes fúnebres para purificar las almas de los muertos.

Cuando entre los primitivos cristianos se observaba la Cuaresma con toda la rigidez de la antigua disciplina eclesiástica, estaba prohibido comer no sólo carne y lacticinios, sino que también era vedado el uso de los huevos. De esta abstinencia había de resultar un gran acopio de ellos, al concluirse aquel período de mortificación. Entonces se introdujo la costumbre de mandarlos bendecir el Sábado santo y, llegada la Pascua, regalarse mutuamente gran cantidad de ellos entre las familias más íntimas y allegadas.

La moda introdujo también luego el uso de teñir los huevos de varios colores, de azul, amarillo y colorado, y las gentes más pudientes los mandaban platear y dorar, formando con ellos vistosas pirámides, con las cuales, a manera de ramilletes, se obsequiaba a personas distinguidas.

Los cristianos los tomaron como símbolo de la resurrección de la cual Jesucristo les había dado el ejemplo y el precepto: y entre los varios colores que los teñían, el color rojo era en memoria de la efusión de su sangre en la cruz.

Restos de las referidas costumbres son los roscones adornados con dos o más huevos que se regalan por el día de Pascua. En Cataluña se los llama moties, ya que, según parece, en su centro se colocaba una figura de mono.

Otros vea en estas costumbres un origen más antiguo. Entre los orientales, como ya he dicho, el huevo es la representación de la creación que ha desarrollado el germen de todas las cosas. Con el inicio del año, que en varias naciones comenzaba en el equinoccio de primavera, era costumbre hacerse presentes mutuamente y regalar como símbolo de la eternidad uno o más huevos bellamente decorados.

Y para terminar digamos que los primeros relojes de bolsillo fueron llamados huevos de Nuremberg por su figura redonda parecida a un huevo y por haberse inventado en aquella ciudad por el relojero Peter Bell.