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Casi sin expresión James giró sus cartas y todos en la sala exclamaron al unísono. Había ganado. Una vez más.Blue movió su cabeza sonriendo y salió del salón.
—Parece que fui un buen maestro —dijo Scott cuando los hombres se retiraban. Habían pasado casi cuatro horas jugando.
—Lo fuiste.
—En muchas cosas ¿no? —insinuó Scott con voz oscura.
Muchos años atrás el jovencito que era se hubiera sentido emocionado, pero hoy era otra persona, una completamente diferente. Supo a qué se refería y ni siquiera le siguió la corriente.
James llamó a un miembro de seguridad y le indicó que retirara el dinero sobre la mesa.—Han pasado muchos años Scott, demasiados como para recordar algo.
Cuando el de seguridad cerró la bolsa con un candado y se retiró acompañado, James se puso de pie.
—Ha sido un placer —le dijo. Y salió detrás de los hombres.
Scott apretó los dedos en un puño. El maldito seguía teniendo una suerte endemoniada. Miró al barman y supo donde obtendría la información que necesitaría para vencerlo.
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Siempre cuenta el dinero que se apuestaLas reglas del juego.
—¿Perdón, me puedes ayudar?
Blue levantó la cabeza con rapidez. El hombre frente a él había jugado la noche anterior con James y perdido una gran cantidad de dinero. No había duda que era muy madrugador recién estaba saliendo el sol y ya estaba arriba. Generalmente los jugadores dormían hasta muy tarde. El hombre lucía una hermosa sonrisa en su rostro y se veía muy amable.
—¡Por supuesto señor…—Scott, solo llámame Scott, nada de señor.
—¿Qué necesita?
—Estamos en La Crosse, ¿verdad?
—Sí así es.
—Con quién debería hablar para bajar por unas dos horas, debo verme con alguien por negocios.
—Con nadie.
—¿No se puede?
—¡Oh, sí, claro que se puede! De hecho paramos en todos los puertos durante dos horas en la mañana para comprar comestibles frescos. ¿Quiere bajar con nosotros? —Sería maravilloso. Claro que sí. Voy mi chaqueta y te espero… ¿dónde?
Blue sonrió y le señaló el lado por donde se ponía la rampa.
—¿Me esperas, entonces? —le preguntó.
—Aquí estaré.
No había nada difícil saber quién era el joven que atraía a James. El barman se había mantenido más bien reservado, pero estaba seguro que ambos tenían que ver… íntimamente. Pero ahora lo averiguaría. Le costaría horas de sueño, pero cuando volvieran el bocadito sería mantequilla en sus manos.