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Abrió los ojos y el rostro de James Colt estaba ahí.—¿Te sientes bien? ¿Sabes quién soy?
—Sí. Yo… sí. El señor Colt.
—¿Dónde crees que vas? —le preguntó al verlo intentar levantarse.
—Estoy trabajando.
—Estabas trabajando. Ahora estás en tu cama con órdenes del doctor de reposo por unos días.
—¿Qué?
Miró dónde estaba y se encontró con la habitación compartida de la pensión de la viuda. Levantó las manos y encontró su cara muy hinchada, no veía de un ojo y no se había dado cuenta. James le quitó la mano de la cara y le dijo:
—No te preocupes, estarás bien. Al doctor solo le preocupaba que no despertaras. Me alegra verte.—¡A mí también chico! —agregó Jonas del otro lado de su camastro.
—¡Jonas!
—¿Ahora quieres decirme qué hacías peleando con esos dos roperos?
—¿Peleando? Yo no peleaba.
—¿Ve señor Colt? Se lo dije. A Blue no le gustan las peleas.
—Ya hablaremos de eso cuando mejores. La señora Johnson va a cuidarte.
—¿Qué? No necesito que nadie me cuide. No es necesario.
Intentó una vez más sin éxito ponerse de pie y ni siquiera pudo moverse más que unos centímetros.
—Ni siquiera lo intentes, el doctor fue muy claro, los golpes en la cabeza son delicados. Harás reposo y la viuda va a cuidarte. Creo que lo mereces —agregó con una sonrisa—. ¿Verdad señora Johnson?
—¡Por supuesto señor Colt, lo que usted necesite, estoy a su más completa disposición.Blue notó los tonos detrás de cada palabra y lamentó que su boca estuviera tan hinchada y dolorida como para sonreír. En verdad se sentía aturdido y mareado. Cerró los ojos. Lo único que sintió es que alguien lo arropaba.