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James se cansó de esperar a Blue y subió. Entró silenciosamente y se encontró a Blue en el suelo. Asustado gritó y corrió hacia él.

—¡Blue! ¿Qué…?
—Estoy bien, estoy bien —aclaró Blue levantando su cabeza una vez más avergonzado.
—¿Qué sucede? —James usó un tono de voz más bajo y se sentó justo frente a él también en el suelo.
—Lo siento… señor Colt, yo… —intentó ponerse de pie.
James lo retuvo con fuerza para que no se moviera.
—Cuéntame qué pasa Blue.
—Es… es… —otra vez y sin querer sus ojos se llenaron de lágrimas— es… todo.
—¿Todo qué?

—Todo esto —señaló alrededor— que me cuiden estando herido… que podamos comer… que le haya dado a Jonas y Rosie un precioso cuarto… que me haya defendido de esos hombres… eso. Lo siento, no quería llorar delante de usted.

—Bueno, también lo he hecho por interés.
—¿Interés?
—He pasado la mitad de mi vida solo, supongo que ahora el Amo es mi hogar, y ustedes son mi familia.
—Somos esclavos.
—¡Eran… esclavos! Ahora son familia. Solo cuido lo que es mío.

James sabía que mentía, lo sabía perfectamente. Cada decisión que había tomado la había hecho solo pensando en hacer sentir bien a Blue. Le gustaba, mucho, y desde que su padre lo hizo echar de su casa no sin antes de mandarlo a golpear casi hasta matarlo, jamás había vuelto a preocuparse por nadie como lo hacía por Blue. No sabía qué cosa en ese chico desgarbado llamaba su atención: su soledad, el hecho de haber sido un esclavo toda su vida, el tener que cargar con dos razas siendo despreciado por algo en lo que no tuvo nada que ver, o su tremenda timidez, su inteligencia, la aceptación con que asumía cada cosa… o esos ojos tan azules. Había pasado cada noche de pesadilla arrullándolo. ¿Qué horribles demonios lo comían de noche que lo ponían en ese estado? Estaba decidido a que quedaran atrás, a convertir las noches de Blue en noches de paz… sí solo eso, noches de paz. James mentía y lo sabía. Solo cuidaba lo que era suyo, y aun cuando Blue no lo supiera Blue sí era suyo, le pertenecía y siempre protegía lo que le pertenecía.

—Vamos, tienes trabajo, debes pagarme este cuarto que tanto te gustó —al ver su cara de terror, lanzó una carcajada—. Calma Blue, es solo un chiste. No tienes nada que pagar.

Se puso de pie y estiró su mano. Blue levantó la suya dubitativo pero tomó la de James quien lo empujó y lo puso de pie. Luego lo soltó y salió del cuarto.

Blue estaba temblando. Acababa de darse cuenta que James Colt le gustaba.
Y mucho.

5

Siempre cuenta las cartas que tiene una baraja
Las reglas del juego

Miró con ojos desorbitados la lujosa oficina que había instalado en la primera planta.
—Siéntate —le ordenó como solía hacer. Blue obedeció al instante. James le pasó una lista escrita—. ¡Léela!
—¿Mañana?
—Mañana.
—¿Por-por… qué?
—Por varias razones: necesitas vestir bien si vas a ser mi administrador.
—¿Su administrador? No creo que pueda yo…
—No te lo estoy preguntando Blue, lo doy como un hecho.

Lo había pensado bien, para llevar El Amo del Mississippi como quería necesitaba alguien que conociera el negocio, y Blue sería perfecto, era inteligente y aprendía rápido. Cuando pudiera hacerlo solo, él se ocuparía de cumplir su segundo sueño: una hacienda de cría de caballos de raza. Su abuelo había tenido y criado caballos de pura raza árabe y le había enseñado todo lo que tenía que saber. Encontraría la oportunidad de poner en práctica todos esos oxidados conocimientos, por su abuelo en primer lugar y para demostrarle a su padre, que no necesitó su dinero y apoyo, ni siquiera su nombre para triunfar.

—No quiero volver a ver en mi vida que dos animales te golpean y no sabes cómo defenderte. Desde mañana tendrás clases de defensa dos horas por día. Yo te las daré. Tuve un buen maestro.

Y era cierto. En su deambular por las calles de Nueva York, lugar al que fue a parar cuando su padre lo echó de su casa, tuvo la bendita suerte de encontrarse con un viejo maestro shaolín. El hombre le enseñó cómo defenderse sin siquiera transpirar, a mantenerse frío y equilibrado, a saber cuándo podía y cuando era mejor dejar de lado una pelea. Todo lo que sabía se lo había enseñado. Él haría lo mismo con Blue. Nadie jamás volvería a golpearlo, se aseguraría de ello.

La lista era corta: de 7 a 9 entrenamiento; a las 11 horas cita con el señor Lafourcade, el mejor sastre de la ciudad.

—Ya hablé con Rosie, hará una dieta especial para ti. Debemos poner algo de carne en esos huesos antes que te elijan para estudiar el cuerpo humano.

James levantó justo la cabeza y alcanzó a ver a Blue mirando sus brazos.
—Pollo, huevos, verduras...
—¿Y si no me gustan? —preguntó osado.
James sonrió, Blue estaba cambiando y él ni se daba cuenta de ello.
—¿No te gustan?
—Me... me encantan.
—Lo sé, Rosie me hizo la lista de todas las cosas que te gustan y las que odias. En base a ellas armamos la dieta.
—Ohhh… —sin saber qué cosa decir miró de nuevo la lista, solo agregaba: preparar invitaciones—. ¿Preparar invitaciones?

—Sí. Ocúpate de eso. Primero haz la lista de a quienes invitarás, agrega al gobernador del estado, esposa e hijos y a los políticos más destacados, incorpora a los…

—Comerciantes, los dueños de haciendas, los que tienen dinero.
—Esa es la idea.
—Entiendo. ¿Y los jugadores habituales?
—A esos también, vaya a saber si no tendremos que sobrevivir con ellos.
—Como está quedando el Amo no lo creo.
—¿Te agrada?
—Es realmente hermoso. Voy agregar a la lista a la gente del teatro.
—¿Del teatro?
—A ellos les gustan las cosas hermosas, y el Amo les encantará.
James lo miró por un largo minuto y agregó bajando la cabeza y siguiendo con su escritura.
—Tú también.
Blue se congeló. ¿Qué había querido decir con “tú también”? Sacudió su cabeza.
—Prepararé esa lista para que la vea. Podría hacerlas imprimir señor Colt.
—Es una buena idea. —Podría… podría...
—¿Podría qué?
—Hacer un diseño para agregarle a la invitación. Se le da… bien el dibujo.
James llevó su silla hacia atrás y estuvo pensándolo un largo rato rascando la cabeza con su lápiz. Luego sonrió.

—Sí, creo que he elegido muy bien. Haré unos diseños, elige luego el que más te guste. A propósito —señaló del otro lado una puerta—. Esa es tu oficina desde hoy.

—¿Qué? ¿Mi… mi oficina?
—¿Tengo que repetir todo dos veces? Sal de aquí, tengo trabajo.

Blue se levantó de un salto y cruzó hacia su oficina. Era un calco exacto aunque más pequeña de la de James, se tomó el cabello con ambas manos. Recorrió el cuarto tocando los muebles hasta que se sentó en la cómoda silla y apoyó los brazos en ella.

—¿Te agrada?
La voz de James lo sorprendió. Se puso de pie como un resorte.
—Sí. Mucho —respondió avergonzado.
James rio y giró para seguir trabajando dejando la puerta de comunicación abierta.