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La orquesta tocaba ubicada en la terraza, muchas parejas bailaban y la alegría y el buen clima parecía caracterizar el viaje. El Amo había recogido a sus pasajeros en Saint Louis, pasaría por Davenport, La Crosse, Winona y desembarcarían en Minneapolis, cinco días corridos. Algunos disfrutaban del baile, otros conversaban en las mesas que se habían dispuesto en la misma terraza, y otros tantos habían elegido disfrutar de las mesas de juego.

La cena fue servida en el comedor, con un gran pastel. Sophie tocó al piano una melodía y le cantó a su padre. Blue miraba todo con ojos sorprendidos.

—¿Y esa carita? —James apareció de golpe a su lado. Casi no lo había visto en todo el día.
—Solo pensaba.
—¿En qué?
—No sé, el día exacto de mi cumpleaños. Y jamás nadie me hizo un pastel.

—Mi madre se encargó de mis cumpleaños, hasta que cumplí los quince. Me encantaban mis cumpleaños, mi abuelo siempre tenía para mí un regalo especial.

—¿Era el padre de tu madre?
—No. De mi padre.
—Te quiso mucho.
—Creo que tanto como mi padre me odiaba.
—¿Por qué te odiaba?
—No lo sé. Pero encontró la excusa perfecta para deshacerse de mí.
—¿Y cuál fue?
—A ver si recuerdo… indecente, inmoral, pervertido… antinatural…
—Entiendo.

—Tenía quince años el día que me encontró follando con el hijo de un amigo suyo. No pongas esa cara, fue mi primera experiencia. Solo fue algo de sexo, ni siquiera bueno. Y fue hace mucho tiempo.

—¿Qué hizo cuando te encontró?
—Me acusó de pervertir al hijo de su amigo.
—¿Cuántos años tenías?
—Quince.
—¿Y el otro chico?
—Veinte.
—Ohhh.

—Sí, ohhh. Mi madre le rogó de rodillas que me perdonara, que era muy joven, pero ese día me echó a la calle. Solo con lo que tenía puesto. Tres días después me enteré que mi abuelo había muerto de la impresión ese mismo día. Durante cierto tiempo pensé que era culpa mía…

—Entiendo de culpas.
—Lo sé. Pero ahora sé que no fue así. Mi abuelo me amaba, él habría comprendido… estoy seguro.
—¿Lo crees? ¿En algún momento, lo… crees?
—¿Qué cosa? —Eso...
—¿Eso…?
—¿Somos… indecentes, pervertidos… esas cosas?

—Alguna vez lo pensé. Ya no. Esto es lo que soy: un hombre que ama a otro hombre. Y si me dieran a elegir, seguiría eligiéndote… eligiendo vivir exactamente como vivo.

—Si no hubiera tanta gente cerca te besaría.
—¿Solo un beso?
—Sí. Es una lástima que en la terraza no tengamos un armario para revisar.
—No, pero tenemos dos cuartos que se comunican.
Blue rio.
—Disculpe Señor James —dijo uno de los empleados temporarios del viaje.
—¿Sí?
—El señor Colter requiere su presencia, dice que quiere hablar con usted.
Así que lo había reconocido, después de todo. Miró a Blue.
—Llévalo hasta mi oficina. Lo veré ahí.
—Bien señor —el hombre giró y se retiró.
—¿Estás bien?
—Lo estaré.
Eso significaba que no lo estaba. Blue frunció el ceño. ¿Qué estaba pasándole?
—¿Me lo dirás?
—Claro que sí, amor.

Se puso de pie y rozó con su mano la de Blue demorándose un largo segundo. Blue deseó poder besarlo y abrazarse a él. Y no sabía por qué. Algo lo tenía intranquilo y quizás tuviera que ver con el invitado del Vicepresidente.

James bajó al segundo piso, y se dirigió rápidamente a su oficina. Tadeus tenía la misma posición que solía adoptar cuando era un niño. Las manos unidas a la espalda, el pecho erguido y la actitud de “no se te está permitido contradecirme”.

James caminó hacia su escritorio y se sentó.
—¿Querías verme?
—Así que, hasta aquí llegaste.

Esperó en silencio mientras James cruzaba sus piernas y se repantigaba sobre el respaldar del cómodo sillón. Luego se sentó del otro lado del escritorio

—¿Estás interesado en saber qué hice todos estos años?
—Por supuesto que no. Me dijo Taylor que al parecer eres un hombre rico.
¿Qué podía decirle?

—¿Rico? —pensó en Blue, y en toda su tripulación del Amo y sonrió, Tadeus ni siquiera merecía una respuesta— Sí, creo que lo soy. ¿De eso quieres hablar?

—Quiero hacerte una propuesta.
—¿Una propuesta? ¿A mí? Me intrigas.
—Sophie Taylor ha quedado muy impresionada contigo. Y su padre también. Estoy dispuesto a perdonarte todo, y regresarte a tu lugar en la sociedad. —¿Perdonarme? ¿Por qué cosa me perdonarías?
—Vincent Taylor se lanzará a la presidencia, y un hijo político con tu aspecto y antecedentes, sería beneficioso para el partido.
—¿Quieres casarme con su hija?
No pudo evitar reír en voz alta. Su risa puso aún más rígido a su padre.
—Eso te convertiría en un hombre respetable —deslizó entre los dientes Tadeus.
Así que así estaban las cosas.
—Soy un hombre respetable. ¿Qué te hizo pensar que aceptaría algo tan estúpido?

—Dicen que eres un hombre inteligente, un hombre verdaderamente inteligente al menos lo consideraría. Me contaron que te has ganado la vida como jugador. Una buena jugada supone arriesgarse.

—Soy un buen jugador, quizás el mejor, y eso significa conocer cada carta sobre la mesa. Esto me hace preguntarme qué carta tienes escondida bajo la manga. ¿Sabe Taylor por qué me echaste de casa? ¿O mejor aún, sabe que mandaste a dar una lección a tu hijo que lo envió casi medio año a un hospital? Supongo que no. Lo escuchaste hablar de mí y decidiste recordar que soy tu poco amado hijo. Poco amado pero funcional.

La puerta se abrió de improviso y un afligido Phil apareció en ella.
—¡Lo siento señor James, no sabía que estaba aquí! Perdone.
—¿Necesitas algo Phil?
—Llegó este telegrama, señor. James hizo un además y Phil ingresó y le entregó el telegrama doblado. Lo desplegó y con una rápida mirada ordenó
—Dile a Blue que venga, esto es para él.
—Sí, señor.
Miró a su padre y preguntó:
—¿Dónde estábamos? Ah sí, estabas por contarme la verdadera razón por la que estás intentando recuperar a tu hijo.
—Desde que murió mi padre, las cosas se han puesto difíciles. Y me lo debes.
—¿Te lo debo? ¿Qué cosa te debo?
—Mi padre murió por tu culpa…

El corazón de James se encogió. Muchas veces se había preguntado si había sido el responsable de la muerte de su abuelo. Muchas veces y en cada una de ellas se había convencido que no había sido así. Una fiera cólera lo llenó e intentó contenerla.

—Es increíble como el tiempo te hace ver las cosas. Solo tenía quince años, él no murió por mi culpa. Él tuvo un ataque. Tú hablaste con él, ¿qué le dijiste?

—¿Qué crees que le dije? Comprender que su “amado” nieto no era más un asqueroso pervertido. Eso lo mató.

James se levantó del sillón tirándolo con fuerza hacia atrás, apretó las manos en puños. Necesitó de toda su fuerza de voluntad para no abalanzarse sobre el hombre y golpearlo. Su voz fue dura y contenida, pausada buscando encontrar un punto de equilibrio.

—Sólo tenía quince años. Y me culpaste de todo, sin siquiera preguntarme.
—¿Preguntar? Estabas en la cama con un hombre. ¿Qué tenía que preguntar?

—Exactamente eso: qué hacía un niño mimado de quince años en la cama de un hombre. Me acuerdo muy bien de ese día. El abuelo te lo dijo, mi madre te lo dijo —su voz se quebró—, de rodillas te lo pidió y solo llamaste a los empleados y ordenaste que me sacaran de la casa.

De pronto tomó una lapicera de arriba del escritorio y la tiró hacia la pared. El ruido lo trajo de vuelta a un estado de cordura. Se sorprendió de estar tan exaltado, ¿cómo había llegado a eso después de tantos años? Aflojó sus manos y luego obligó a su cuerpo a relajarse. ¿Qué estaba haciendo? ¿Dando explicaciones? ¿Pidiéndolas? A estas alturas no necesitaba ninguna de las dos opciones. Miró a su padre y calmadamente le dijo:

—Mi abuelo murió no por lo que le dijiste sino por lo que “me hiciste”.
—Eso es tiempo pasado. Estoy dispuesto a perdonar lo sucedido. Con una condición por supuesto.
—¿Perdonar? Entiendo, y una condición, ¿cuál sería esa…?
—Debes casarte con Sophie Taylor.
—¡Qué hijo de…!

La puerta se abrió y Blue ingresó. El clima podía cortarse con un cuchillo. Era evidente que ambos hombres estaban discutiendo. No supo si ingresar o disculparse o simplemente salir cerrando la puerta.

—Blue, pasa… llegó un telegrama para ti.
—Disculpa. No sabía que estabas aún ocupado.
—No. Está bien. Pasa.

Tomó del escritorio el mensaje y se lo extendió hasta que Blue lo tomó en sus manos y lo leyó. El telegrama avisaba que había sido enviado a Davenport el cargamento de champagne solicitado. Blue miró a James algo sorprendido. No era tan urgente como para mandarlo a buscar.

James le sonrió.
—Tengo… —Blue señaló hacia afuera— cosas que… hacer.
—Tranquilo, amor… estoy bien.
Tadeus saltó de su silla y miró enfurecido a James para salir del cuarto.
—¿Qué cosa fue eso?

Blue estaba curioso, la provocación había sido deliberada, lo sabía, pero… ¿por qué razón James le había dicho “amor” delante de un extraño. Había algo que no sabía.

—Eso fue mi padre.
—¿Él?
—Él. Increíble ¿no? ¿Sabes que quería?
Blue negó.
—Ofrecerme su perdón, recuperar mi nombre y todo eso con una sola condición.
—¿Cuál?
—Casarme con Sophie Taylor.
—Ohhh.
—Sí. Ohhh.

Blue avanzó hacia él y le dio un suave beso en la mejilla. Antes de que se retirara James lo retuvo entre sus brazos, lo rodeó y Blue subió sus brazos para devolverle el abrazo y acomodó su cabeza sobre su hombro, apretándolo con fuerza.
—Así que su presencia era lo que te tenía mal.

—No lo esperaba. No pensé que alguna vez podríamos volvernos a ver.
—¿Ha sido malo?

—Muy malo. Pensé que el tiempo había calmado todo, pero cuando lo vi solo quise golpearlo. Todo volvió como si hubiera pasado ayer. ¿Sabías que mi madre murió de tristeza el mismo año en que me echó de casa? Y lo supe cuatro años después. ¡Cuatro! Ni siquiera pude estar en su funeral, ni siquiera me enteré. ¿Y viene a decirme que me perdona? No es a mí a quien debería pedir perdón, sino a mi abuelo y a mi madre y ya no están. Así que son solo palabras.

—¿Qué harás?

—¿En el futuro? Nada. Esperar que lleguemos a Minneapolis y verlo bajarse de mi barco. ¿Ahora? Pienso llevar a mi chico a la cama. ¿Crees que aceptará?

Blue miró los ojos verdes y húmedos de James. Tal vez las cosas habían pasado hacía mucho tiempo, pero las cicatrices, como la de su espalda, estaban ahí, marcadas, quizás como las suyas, para siempre. Esbozó una sonrisa. Él entendía perfectamente lo que significa ser marcado. Sus propios ojos se llenaron de lágrimas.

—Creo que no te pondrá ningún obstáculo. Pero deja que dé una última recorrida a ver si todo está bien.
—Corta recorrida. —Muy corta.

11

Los cortes de una baraja siempre deben ser cuidadosos
Las reglas del juego.

—Jim…
De la cama pasó a la mesa dispuesta en el camarote principal y sonrió encantado.
James había preparado una coqueta mesa con un candelabro con cuatro velas en el centro.
—¿Jim?

—Acá —respondió del otro lado de la mampara que separaba el cuarto de la enorme bañera que habían compartido más de una vez.

Apenas lo vio comenzó a despojarse del elegante traje que estaba usando: la chaqueta, la corbata estilo lazo, la camisa de amplias mangas y puños apretados, las botas, los pantalones y con él la ropa interior. James sonreía al verlo moverse exageradamente. ¡Cuánto había cambiado este Blue del otro tímido y callado que ni siquiera levantaba la vista para contestar! Blue había descubierto que tenía sentido del humor y podía hacer reír a James.

Su apresuramiento le provocó una caída aparatosa que llevó James a lanzar una carcajada. Se puso de pie y se tiró en la bañera apareciendo sobre su pecho chorreando y soplando agua. —¿Mejor? —le preguntó casi pegado a su rostro.

James bajó apenas su cabeza y lo besó. Metió su lengua y atrapó la de Blue.
—Ahora sí.

Blue se movió y rodeó su cintura con sus piernas mientras lo rodeaba con sus brazos por sus hombres. Se afirmó en el borde de la bañera y lo besó.

Unos segundos después ambos se frotaban mutuamente en una vorágine de lengua y labios. Blue bajó sus manos y tomó su pene, ya estaba duro y ansioso. Blue sonrió ante la evidencia en sus manos, jugó con ella haciendo mohines mientras James lo miraba serio. Podía sentir como el toque de sus manos agitaba su respiración. Lo único que denotaba su estado de excitación, bueno, no lo único, su pene se había convertido en una firme barra.

—¿Vas a jugar mucho tiempo pequeño? —le preguntó respirando con dificultad.
—No señor.

Lo soltó, se afirmó en el borde de la bañera justo sobre sus hombros, se levantó y se dejó caer suavemente. Ambos jadearon al unísono. Blue inició lentos movimientos facilitando la penetración de James.

—¿Le agrada señor? —preguntó sosteniendo su mirada.

—Demasiado —fue la respuesta que hizo sonreír a Blue—. Deja de jugar —le ordenó. Sus manos se ubicaron sobre la parte baja de sus nalgas y Blue se vio obligado a levantar sus piernas dándole el completo mando. James lo levantó y lo dejó caer para sentirse completamente inserto en su cuerpo. Ambos gritaron sus jadeos.

James hizo su cabeza hacia atrás, cerró sus ojos y Blue recostó la suya sobre su hombro mientras las manos y los brazos de James imponían un ritmo feroz que pronto los llevó al esperado clímax. El agua dentro de la bañera se movía desbordándola, pero ninguno de los dos se percató de ello.

Blue se corrió primero mezclando su espeso semen con el agua caliente de la bañera.
Poco después James se corrió, bajó su cabeza y besó la boca de Blue.
—¿Qué haría sin ti mi amor?
—Ssshhhh, no digas cosas así. Eso es llamar a la mala suerte.
Un rato después James preguntó:
—Piensas hacernos dormir en la bañera.
—Sí.
—Hice preparar una rica cena para que comamos escuchando esa maravillosa música que trajiste.
Blue de inmediato levantó su cabeza y preguntó:
—¿Música? Sí, ahora la escucho.
Luego sonrió traviesamente buscó el rostro de James y dijo en un tono bajo:
—Me gusta más la música que hacemos juntos.
James le respondió besándolo dulcemente otra vez.
—A mí también. Tengo hambre. Me dejas hambriento.
—¿Yo? ¿Quién pidió la bañera?

Blue se levantó y salió del agua tomó una enorme toalla y se lo puso rodeando su cuerpo, luego tomó otra y la levantó mientras esperaba que el agua chorreara de su cuerpo. Blue se quedó con las manos sosteniéndola mirando completamente embelesado el fuerte cuerpo de James.

James solo sonrió. La mirada de Blue fue de arriba hacia abajo, fue tan admirativa que James se puso duro.
—¡Ohhh! —exclamó Blue.

—¡Ohhh! —contestó James y esta vez fue él quien sonrió. Le quitó la prenda, secó su cuerpo y luego se puso su bata. Blue caminó con la toalla anudada bajo sus axilas y así se sentó en su lugar en la mesa y comenzó a servir los dos platos.

—Jamás te desprendas de Monsieur Leblanc.
—No lo haré.
—Ni de Rosie.
—Tampoco lo haré.
—Ni de mí. Por favor…
James miró a Blue y comprendió que se había puesto serio.
—¿Te preocupa la charla que tuve con mi … Tadeus?
—Podrías recuperar todo lo que te fue quitado.
—Lo único que me quitó en verdad nunca podré recuperarlo. No es opción.
Blue lo miró interrogante.
—A mi madre y mi abuelo.
—Entiendo. Jim… ¿no quieres hijos?
—Solo te quiero a ti.
—¿Por qué me elegiste? Eres tan…. hermoso, inteligente… rico.
James sonrió.
—¿En verdad crees que soy hermoso?
—Mucho.

—¿Por qué te elegí? No lo sé. Me gustó tu aspecto: los ojos claros, la piel morena, esa inocencia que te acompaña, tus cicatrices, las de tu espalda y las de tus sueños… el increíble inventario que me entregaste... el tono de tu voz… tu timidez… hasta la forma en que te ruborizas.

—¡Yo no me ruborizo!
—Lo haces, tengo testigos. Adoro que te ruborices. No sé por qué tú y no otro u otra…
—Siempre supiste que te gustaban los hombres.
—¿Siempre? No. Lo estaba descubriendo cuando mi padre me echó de mi casa.
—Yo no lo sabía.
—Lo sé.
—¿Lo sabías?
—Lo sospechaba. Por eso me tomé todo el tiempo del mundo para convencerte.
—¿Me has convencido?
Blue rio.
—¿Cuándo supiste que me habías “convencido”?
—Cuando casi mueres por salvar a Casandra.
Blue bajó el rostro y jugó con su comida. —¿Y si tu… y si ese hombre, le dice a los demás que duermes conmigo?
—¿Tienes miedo que me rechacen?
—Podrían no querer venir al Amo y jugar.

—Blue, hay algo que debes saber: el Amo no es mi única propiedad. Y sí soy un hombre rico. Nunca debes preocuparte por el dinero. Jamás te faltará. Soy muy bueno en los negocios, mi abuelo me enseñó y eso fue algo que mi padre jamás aprendió.

—¿Nunca soñaste con casarte, tener hijos…?
—No.
—Yo… sí. Me gustan los niños.
—Bueno, podría ponerme en campaña para darte niños.
La mirada de espanto de Blue lo hizo reír.
—¿Me entregarías a una mujer? —preguntó en verdad horrorizado.
James lanzó una fuerte carcajada. Luego lo señaló con su dedo índice desde el otro lado de la mesa

—Métete algo en esa bella cabecita que tienes. Tú, eres mío. Solo mío. Jamás te entregaría a nadie. Pero sabes ¿cuántos niños huérfanos hay en este mundo?

Blue sonrió y se levantó de improviso, enganchando su toalla con su propio pie y cayó malamente sobre el cuerpo de James.
Completamente desnudo.
James lo acomodó en su regazó, lo besó largamente y luego lo levantó y lo llevó hasta la cama.