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No cabía un alma dentro de El Amo del Mississippi. Se había tenido que levantar la pasarela de acceso porque se había cubierto el límite de personas que James había dispuesto.
Vestido con un impecable frac negro James saludó uno por uno a todos los clientes que iban subiendo por la rampa. Hizo bromas, alagó a las damas, y les entregó el menú del chef, para quienes solo quisieran disfrutar del viaje y no jugar.
Los croupier se habían pasado largas horas con James preparando todo mientras Blue terminó ocupándose de cada detalle del viaje. Del resto del personal contratado, de las luces, la decoración, la música en vivo; el lujo en cada uno de esos detalles, volvió loca a la gente. Nunca se había visto algo así. El Amo acaba de poner la vara muy alta para los demás casinos flotantes.
Blue miraba a la elegante pareja bailar y sintió en su oído.—¿Quieres bailar?
—¡Jim!
Asustado se dio vuelta mirando si alguien había escuchado. Pero nadie parecía prestarle atención. James sonrió feliz. Lo tomó del brazo y lo arrastró consigo hasta la puerta del armario donde se guardaban los elementos de limpieza, lo empujó hacia adentro, miró a todos lados y lo siguió.
—¿Qué?James lo empujó y se tiró sobre él en el apretado espacio y buscó su boca. Lo besó, restregó su cuerpo contra el suyo, lo hizo gemir, lo soltó abruptamente, y salió dejándolo encerrado y solo.
Blue se tocó los codos que se habían golpeado con el armario interno de madera, se frotó y sonrió, solo, en la más completa oscuridad.
Salió esperando que no hubiera nadie cerca y así fue. Se había armado un recorrido en su cabeza para controlar que todo estuviera como había planeado, pasó por la cocina, habló con Marcel, y se acercó a Rosie quien levantó la cabeza para mirarlo.
—Estás hermoso muchacho.Blue se puso colorado. Seguro era la ropa que James le había hecho hacer, seguía siendo el mismo, bueno había aumentado de peso y comenzaba a tener algo de músculo debido al entrenamiento a que James lo seguía manteniendo. Cada día que pasaba mejoraba más y más.
Sin saber qué hacer o qué decirle, se le acercó y la besó en la mejilla.—Iré a… la cabina.
—Saluda a mi Jonas —pidió.
La cabina era el lugar más tranquilo del barco. Asomó su cabeza y preguntó:
—¿Todo bien?
—Todo muy bien chico. El río está tranquilo y la noche limpia, estrellada y con una buena luna. ¿Cómo están las cosas arriba? —Muy movidas.
—Excelente, eso pondrá contento al señor Colt.
—Sí —respondió. Sí, James estaba feliz. De pronto su boca se llenó con su sabor y supo que se había puesto colorado. Giró y dijo—: bien.
De ahí pasó por la barra de bebidas.—¿Todo bien?
—Sí señor Blue.
Solo los nuevos empleados le decían señor Blue.
—Debería hablar con el señor Colt.
—¿Sobre?
Señaló hacia atrás. Una pareja bebía sentados en una mesa.
—¿Cuál es el problema?
—El tipo se está emborrachando, y poniendo muy violento con la mujer.
—Me ocuparé de eso. Si pide más bebida dásela adulterada con agua.
Blue se acercó a los guardias de seguridad, estratégicamente ubicados y les transmitió lo que el barman le había dicho.
—Cuiden a la mujer.
—Sí señor —respondió uno de ellos.
El siguiente piso era la sala de juegos. Ingresó y todo parecía marchar muy bien. James estaba conversando con dos hombres en una mesa, sin jugar, cuando lo vio se puso de pie y se le acercó. —Ven aquí —le dijo James señalándole una mesa.
—¿Otro armario? —James rio.—No. ¿Te gustaría?
—Sí.
Luego de otra carcajada lo siguió hasta una mesa muy chica y se sentó. Blue lo siguió.
—¿Ves al entusiasta hombre vestido de marrón?
El hombre alentaba ruidosamente a jugar, su voz se escuchaba por sobre el resto.
—Es un Gancho.
—¿Gancho?
—Sí, está simulando jugar para que su compañero, el que está sentado fumando con pipa, ¿lo ves? gane.
—¿Simulando?
—Sí, los distrae y su compañero aprovecha para hacer trampas. ¿Dónde vas?
—A buscar a un guardia que me ayude a sacarlo.
—No. Aún no. Déjamelos a mí.
La sonrisa de James era amplia.
—Estás disfrutando, ¿verdad?
—Mucho. Hoy muchos aprenderán que en mi casino nadie hace trampas.
Se puso en pie y se auto invitó a la mesa. Por el rostro del Gancho y su compañero, pensaron que James era dinero fácil. Esta vez fue Blue el que sonrió. Se quedó quieto mirando las tres jugadas siguientes. Los otros jugadores se retiraron y solo quedaron los socios. No tenía que ser muy inteligente para darse cuenta que James les estaba diciendo con claridad lo que les pasaría si seguían haciendo trampas en su barco. Los hombres se pusieron de pie y salieron del salón.
Blue se levantó y se acercó a James.—Diles a los guardias que los vigilen, ellos tienen prohibida la entrada al salón hasta que se bajen.
—¡Eres maravilloso!
—¿Lo dices por la forma en que resolví este asunto? —su voz sonaba presuntuosa y lucía una gran sonrisa.
—Nooo, no por esto.
—¿No?
—No. Por lo del armario.
Blue giró y salió del salón. James lanzó otra carcajada.
8
Las manos siempre deben estar sobre la mesaLas reglas del juego.
Baton Rouge no parecía la capital del estado, de hecho comparada con Nueva Orleans era una ciudad mucho más tranquila y menos transitada. Blue había ido anotando cada elemento de la lista pedida por la tripulación del Amo, desde Marcel hasta Dermont. Había ido recorriendo minuciosamente cada casa comercial, y tachando religiosamente el equipamiento conseguido. El día se había presentado bastante oscuro con amenazas de tormenta.
Blue salió del almacén de ramos generales y se detuvo mirando su lista, solo faltaba comprar algunas especies que Marcel le había recomendado muy especialmente y ya podría regresar a casino.
Esa mañana se había levantado muy temprano, y sin despertar a James había salido no sin antes dejarle una breve nota: “Tengo cosas que comprar. Ya regreso”. Sin darse cuenta y por leer la lista casi derribó a una persona que tenía delante. Rápidamente intentó disculparse haciéndose hacia atrás.
Cuando levantó la cabeza supo que no había sido un choque muy afortunado y que no terminaría con una simple disculpa. Cuatro ex soldados, si las ropas que vestían no mentían, lo rodearon.
—Vaya, vaya miren que tenemos aquí. ¿Eres ciego? —Disculpen por favor, iba leyendo…—¿Leyendo? Ahora los mapaches leen… ¿escucharon algo más gracioso?
Los tres hombres echaron a reír.
Blue intentó saludar con su cabeza y girar pero lo detuvieron.
—No nos gustan los mapaches que son tan maleducados.
—Ni los que saben leer.
—¿Cómo puedo disculparme caballeros? —preguntó Blue. Su voz no salió tan firme como esperaba, pero al menos pudo completar la pregunta.
No hubo respuesta.Blue intentó salir de entre ellos pero no pudo. De pronto uno de ellos lo agarró de la chaqueta y lo giró de regreso.
—¡Heyyy!! ¡Qué linda chaqueta! —dijo uno de ellos—¡Quítasela! —ordenó a uno de los dos hombres que se habían colocado atrás.
Blue, se puso firme y rogó recordar cada una de las lecciones de defensa recibida.