10
La lluvia arreciaba con fuerza. Relámpagos y fuertes rayos se sucedían intermitentemente. La luz dentro de la escuela se había cortado.
Deanna había pasado de llorar hasta cansarse, a un estado de calma. ¿Qué sentido tenía preocuparse por entender y comprender lo que estaba pasando? ¿Qué ganaba con llorar? Nada. Dereck Lenoir era un hombre… diferente. Una persona confiable a la que Oliver apreciaba y ella… ni siquiera podía ponerle nombre a sus sentimientos. El hombre la inquietaba y esta inquietud solo podía provenir de lo que era, un hombre que podía cambiar su cuerpo como quisiera.
La figura del lobo, oscura y enorme fue visible justo frente a la puerta ventana, sin embargo no fue miedo lo que sintió… o quizás sí. El lobo rasguñó los cristales de la puerta y ella asintió, saliendo del estado de fascinación en el que había caído. No se movió, permaneció inmóvil mientras los relámpagos le dieron la luz que necesitaba para no volver a entrar en otra crisis nerviosa.
Y largó el aire contenido. Aire que no se había dado cuenta estaba reteniendo.
Está bien.
Dereck está bien.
Se repitió. Y todo pasó a verse mejor, pese a la creciente oscuridad y la tormenta de afuera.
Ahí, donde había un gran lobo, de improviso apareció el hombre. Desnudo. Alto. Imponente. El aire arremolinado mezclado con la lluvia le indicó que la puerta se abría para dejarlo pasar. Cuando el relámpago volvió a iluminar la estancia, sobre su cuerpo lucían las mismas prendas vaqueras con que lo había visto el primer día. Ese detalle la hizo sonreír. Cómo si la ropa hiciera alguna diferencia.
Vestido o desvestido. ¿Cambia en algo lo que es?
Él entró haciendo que el cuarto se achicara ante su presencia. Deanna no se movió. Seguía apretando su cuerpo, hecha un ovillo. El hombre caminó y se acuclilló ante ella. Deanna se movió y estiró sus brazos y se lanzó hacia él. Dereck la recogió a medio camino y la atrajo para terminar apretada contra su pecho. Ninguno de los dos dijo una sola palabra. En silencio. Deanna lo apretaba con todas sus fuerzas y Dereck hacía lo mismo. Tampoco supieron durante cuánto tiempo estuvieron así. Afuera la tormenta seguía cayendo con más furia.
—Estás helada.
—¿Sí?
—Espera —le dijo Dereck y la soltó.
Deanna se quejó mentalmente.
Movió sus manos y un abrigo de lana apareció entre ellos. Dereck lo abrió y ella lo miró hasta que se dio cuenta que tenía la boca abierta.
—Vamos, póntelo —le pidió suavemente.
Casi sin poder creerlo pese a que ocurrió frente a sus ojos Deanna metió primero un brazo.
—¿Cómo puedes hacer algo… así? —preguntó mientras ofrecía el otro brazo. Estaba empezando a aceptar lo que Dereck fuera y de repente hacía este… truco de… magia delante de ella.
—¿Es magia?
—No. No lo es.
—¿Qué clase de hombre eres señor Lenoir?
Dereck la arropó y ató el cinto del abrigo en la delgada cintura.
—Solo uno diferente, ya te lo dije. Esta… digámosle especie a la que pertenezco puede…. podemos… cómo lo explico para que lo entiendas, podemos modificar la materia.
—Creaste este abrigo de la nada.
—No. No puedo crearlo, solo… cambié la estructura de la cortina —Deanna llevó su vista hacia donde Dereck la dirigió— si no hubiera estado ahí, no podría haberte ofrecido nada.
—Lo dices como si pudiera ser tan fácil.
—No lo es. Lleva muchos años de entrenamiento.
—¿Cómo cambiar a lobo?
—Como cambiar a lobo.
—A tigre y… ave.
—¿Ave? Sí, un águila. O un búho.
—Volamos…
—Sí. ¿Tuviste miedo?
—No.
—Bien.
—Y eso me asusta.
—¿Te asusta no tener miedo?
—No, me asustan mis propios sentimientos. O quizás lo que realmente me asusta es aceptar, como lo hago, la clase de persona que eres.
—No soy un humano Deanna, o quizás sí, no lo sabemos. En todo caso soy uno diferente. Alguien que puede convertirse en animal, y mantener su inteligencia humana o un humano que puede usar todas las habilidades de los animales en que puede convertirse. Existe el nombre Weremindful, para ciertos de nosotros que pueden cambiar a animal, y a veces nos preguntamos si lo somos.
—¿Son muchos?
—Apenas un puñado. Pero tampoco lo sabemos con seguridad. Quizás sí, quizás no.
—¿De dónde eres?
—Provenimos de la Galia, la antigua Galia.
Increíblemente Deanna lanzó una carcajada y el cambió físico en Dereck fue evidente. Deanna hizo silencio de inmediato.
—Cambias. Tu rostro cambia.
—Sí. Lo siento.
—No te disculpes. ¿Cambias cuando quieres?
—Siempre pensé que así era —Deanna puso una pregunta en su rostro—. Es… largo de contar.
Cómo decirle que lograr el cambio llevaba años de entrenamiento y con solo verla los animales dentro de sí solo deseaban aparearse... con ella. Su risa había vuelto a ponerlo duro y el lobo había aflorado con solo oírla. Y ella lo había visto. No había dicho nada pero su pregunta lo había confirmado. Se hizo hacia atrás incómodo y se sentó en el suelo a su lado, apoyando sus antebrazos en sus rodillas y la espalda en el mismo sofá.
—¿Qué… pasó en la casa?
—He llamado a algunos amigos, enviarán algunos especialistas. Y hablé con Oliver. Ya está enterado de todo.
—¿Especialistas? ¿Por qué? ¿Qué pasó?
—Quienes volaron la casa…
—¿Vo…la…ron?
—Sí. Creo que las explosiones que escuchaste debieron ser bombas.
—¡Oh, por Dios!
—¿Hubo mucho daño?
—Lo siento. Sí lo hubo.
—¿Por qué? ¿Qué está pasando? ¿Por qué mi casa?
—No lo sé.
Pero lo sabría. Gallia ya estaba trabajando en las patentes de los vehículos que aparecieron. Había terminado aceptando que solo hicieron acto de presencia para controlar si alguien salía con vida del lugar. Ellos no habían puesto las bombas. Solo comprobaban los efectos.
—¿Quién? ¿Por qué harían algo así?
—No lo sé. Pero voy a averiguarlo. Oliver está equivocado, no es a él a quien siguen… creo que es a ti.
—¿A mí? Noo... imposible. No soy una persona pública, de hecho jamás me han fotografiado. Oliver fue muy firme con eso. Soy una simple maestra. No. No lo creo.
Lo que Deanna decía era lógico y entendible, pero no cierto. Ella se equivocaba. Si alguien hubiera estado dispuesto a matar a Oliver, habría dispuesto también vigilancia. Si todo el mundo sabía que estaba en Washington, ¿por qué molestarse en poner bombas en su casa? La noche anterior Oliver había sido entrevistado en un programa político televisado en vivo. No. Era a Deanna a quién querían muerta. ¿Por qué razón?
—Tengo entendido que no tienes familia.
—Solo a Oliver… a nadie más y no, no tengo enemigos. No puede ser.
—Deanna, Oliver está en Washington y anoche conté al menos cuatro explosiones… demasiadas. Alguien estaba muy decidido a que nada saliera de allí.
Deanna se apretó abrazándose. De pronto volvió a sentir frío.
—Si no hubiera sido por ti…
—Olvídalo.
—No tengo enemigos. Ninguno.
—A alguien molestas.
—Suena horrible.
—Es horrible.
—Creo que te equivocas.
—No correremos riesgos. Apenas amanezca nos enviarán un auto.
—¿Iremos con Oliver?
—No.
—¿No?
—No. Para todo el mundo…
—¿Sí?
—Para todo el mundo estás de vacaciones después de un incendio ocasionado por un cortocircuito. Estás descansando.
—¿Qué? —Deanna se puso de pie para mirarlo de frente. Dereck se irguió y se sentó sobre el sofá.
—Estoy seguro que es a ti a quién quieren ver muerta. No les daré esa oportunidad.
—Pero Oliver…
—Los únicos que saben la verdad son Oliver y Dominic. Y ellos están de acuerdo.
—¡Es… es una locura! Regresaré con Oliver.
—No.
—¿Qué dijiste?
—Dije no.
—¿Acaso piensa que voy a obedecerle?
Había dejado de tutearlo y se veía muy molesta.
—Lo harás.
—Está muy equivocado señor Lenoir.
—¿En verdad crees que nadie va por ti?
—¡Por supuesto que lo creo!
—¿Podrías considerarlo?
Su rostro le demostró que podía hacerlo. Y continuó:
—¿Y si van por ti? ¿Crees que Oliver estará a salvo? ¿Cuándo los frenos de tu camioneta no sirvieron, él iba contigo?
—Sí… no… no puedes manipularme así.
—¿Lo hago? ¿Correrás el riesgo e irás con Oliver?
Deanna giró apretando sus brazos para ponerse justo frente a la puerta de cristal de la oficina. Los relámpagos iluminaban su figura. Dereck se hizo hacia atrás. El lobo había aflorado con fuerza. Sus uñas se habían alargado y debió concentrarse en retener su figura humana. La observó largos minutos. Hasta que ella giró y lo buscó en la semi oscuridad que los rodeaba.
—¿Qué… quieres que haga? ¿Si no voy con Oliver… dónde me enviarás?
—Te llevaré a… mi casa.
—No.
—Deanna.
—No. A tu casa no.
—Oliver está de acuer…
—No me importa que Oliver esté de acuerdo. No iré a tu casa.
—Dame una razón.
Me gustas… fue la respuesta que pensó. Me gustas. Pero jamás podría decirle algo así. Ese hombre estaba prohibido para ella. Por muchas y sentidas razones.
—Una sola al menos.
Su tono de “te das cuenta que estás actuando como una niña malcriada” la molestó aún más que escuchar que decidía por ella.
—Miedo —se encontró respondiendo.
Lo sabía, ella le temía. Lo que era normal. Lo único anormal era pensar que ella podría pensar en él como un hombre diferente y nada más. Intentó ser conciliador, pero su respuesta le había dolido. Esa mujer estuvo destinada a ser su mujer y comprobar que le temía era muy duro.
—Sé que me temes. Pero no tengo otras opciones. Debemos aprovechar su desconcierto. No te vieron salir de la casa, pero tampoco saben dónde estás, ni si es verdad lo de las vacaciones, quizás hasta sospechan que has muerto en la casa. Si regresas con Oliver no podremos averiguar qué es lo que piensan ganar si desapareces. Y lo más importante necesitamos saber quién está detrás de todo esto.
—Tienes que entenderme.
—No debes tener miedo de mí. No voy a hacerte daño.
Eso lo sabía. Sabía que él la protegería, y también sabía que mientras más cerca estuviera más difícil se pondrían las cosas entre ellos.
—Tú no… no entiendes.
—No, no entiendo. O mejor dicho sí entiendo: Oliver me llamó para asegurarse que estuvieras bien. Y eso voy a hacer Deanna. No voy a molestarte, solo ponerte en un lugar seguro. Nada más. Serán muy pocos días, quizás ni siquiera una semana.
Deanna giró y se apretujó bajo su abrigo.
—Una semana —moduló.
Su vida se había vuelto en un caos, en tan solo unos días.