5
Primero sintió los leves pasos y luego el perfume de azahar. Giró su cuerpo y la vio. Ella estaba de pie en la puerta de entrada de la biblioteca.
Su rostro reflejó la sorpresa, era evidente que no esperaba verlo ahí. Apenas intentó regresar sobre sus pasos, Dereck le habló:
—Señora North.
La voz pareció deslizarse por su cuerpo atrapándola, su corazón retumbó y se detuvo. Lentamente se dio vuelta para enfrentarlo. Los últimos dos días había tomado algunas decisiones y averiguar qué clase de… hombre… era Dereck Lenoir… era una de ellas.
Dereck vio el terror en su rostro. Sintió la imperiosa necesidad de asegurarle que jamás le haría daño, quería quitar ese miedo de su rostro.
—¿Sí?
—Tenemos que hablar señora.
—¿Sobre… e-e-el… tigre?
—Sobre mí, el tigre, sí…
—¿Y el lobo?
Dereck tragó saliva, afirmó con su cabeza y extendió su mano para señalarle uno de los sofás de la sala. Ella se sentó frente él. Se apretó abrazándose. Solo la pequeña mesa ratona los separaba.
—No tenga miedo —le dijo casi en un susurro. Dee no le contestó—. Estoy aquí para cuidarla.
Ella no respondió, solo afirmó con su cabeza.
De pronto, Dereck no sabía por dónde empezar.
—Yo…
—Hay leyendas… —empezó Dee rompiendo el silencio.
—Sobre hombres lobos —la interrumpió Dereck—, probablemente nacidas pensando en nosotros.
—¿Nosotros? ¿Hay más como usted?
—No muchos, algunos pocos.
—¿Hombres lobos?
—Weremindful.
Ella solo lo miró, en silencio y Dereck tomó aire y le largó lo que había estado pensando en cómo decirle durante horas y horas.
—A veces las leyendas tienen una base real, los weremindful, son… somos una especie diferente, una mezcla de humano y animal, cada generación es más humana que animal. Se cree que antes los weremindful preferían vivir sobre esta tierra en su forma animal más que humana, y solo en muy contadas ocasiones se acercaban al hombre y cuando lo hacían podían adoptar una forma humana para no asustarlos. También dicen que lo hacían cada vez que querían… aparearse. Pero no hubo un contacto cercano entre humanos y weremindful que les permitiera conocerse mutuamente; era peligroso. Lo que es diferente suele ser considerado peligroso. Supongo que de ese escaso contacto nacieron las leyendas sobre hombres que se convertían en lobos… cuando era al revés.
—Y tigres —agregó casi en un susurro Deanna.
—No todos los weremindful se pueden convertir en más de un animal, soy… somos muy pocos en realidad. Al menos que yo conozca. Como los animales tendemos a mantenernos en manadas… y es muy probable que haya más como nosotros… sin que lo sepamos.
—Oliver lo sabe, ¿verdad?
—Sí, yo se lo dije… hace años.
Ella asintió con su cabeza. Estaba segura cuándo había sido.
—Y nunca me lo dijo.
—¿Lo hubiera creído?
—Antes del día de la boda… creo que no. Pero intenté varias veces hablarle del… tigre.
—En la boda… sí.
—Por eso lo llamó, ¿verdad?
—Supongo que sí, pero además somos amigos.
Apenas lo dijo, sintió la culpa rodearlo. Un amigo no desea a su mujer como él lo hacía. Estar tan cerca de ella hacía estragos en él. Su perfume, la dulzura de su aliento era tal que sentía que hasta podría beberlo… apretó los puños a los costados del sillón, de pronto la idea de besarla lo puso más incómodo. Intentó alejar la oleada de deseo que lo había cubierto inspirando con fuerza para salir de la nube a la que solo se había subido, sin lograrlo. Su naturaleza were lo hizo consciente del calor que emanaba su cuerpo, cada fibra de su ser animal y humano, era plenamente receptivo a ella, a su olor, a su encanto, al dulce tono de su voz. Lucía el mismo tipo de ropa que le había visto, pantalón de vestir y una camisa a tono, el celeste pálido de la misma le daba a su rostro un marco especial, destacando sus ojos azules. Sus labios atrajeron su atención nuevamente, el tigre y el lobo lucharon por salir. La intensa necesidad lo hizo ponerse violentamente de pie. No podía cambiar delante de ella. Tenía que controlarse. El famoso control Weremindful parecía desintegrarse ante su sola presencia.
—¿Duele? —Le escuchó preguntar. Y giró su rostro hacia ella.
¿Duele?
—¿Qué?
—Su cambio. ¿Duele?
No. Su cambio jamás dolía lo que dolía y tremendamente, era no poder acercase y tocarla.
—No. No duele.
—Yo… busqué información en la… web.
Él no contestó solo mantuvo su mirada.
—No hay nadie que diga que… que es real. Se cree que son…
—Mitos. Lo sé. Es una manera de protegernos… el mantenerlo en secreto.
—Sí. Entiendo.
El golpe en la puerta y la aparición de Perdita en la sala la sacó de su abstracción. La miró sin preguntarle nada. La empleada saludó con una cabeceada a Dereck y regresó su mirada hacia Deanna.
—Señora Deanna, el señor North ha llegado para visitarla... el señor Jules.
—¿Jules? ¿Aquí? —La mujer solo afirmó—. ¿Ahora? —de pronto pareció comprender que debía enfocarse realmente en lo que Perdita decía, asintió con su cabeza y su puso de pie. Sus piernas se aflojaron de improviso y tarde comprendió que Dereck estaba ahí para sostenerla. Encontrarse casi pegada a su amplio pecho la hizo mantener el aire y retirarse como si se hubiera quemado.
—Señora… —dijo la empleada.
Deanna miró el serio rostro de Dereck y fue plenamente consciente de los ojos del lobo en él. Marrones, oscuros, rodeados de un aro amarillo. Si Perdita notaba el cambio ocurrido en ellos el secreto acabaría.
—Señor Lenoir… —susurró asustada.
Dereck olió su miedo y se maldijo por ser tan desconsiderado. Se hizo más atrás.
—No tenga miedo.
Perdita los miraba de uno a otro. A Dereck solo veía de espalda. Se acercó más a Deanna.
—¿Se siente bien señora?
Para que no siguiera avanzando Deanna se le adelantó.
—Claro que sí.
—Deanna —dijeron desde el umbral de la puerta.
Dereck giró para encontrar al hombre que ya estaba ingresando. Su sola presencia puso al tigre en alerta. Y el tigre jamás se equivocaba.
Jules North tenía cerca de cuarenta años y vestía como una auténtico nerd: pantalón de traje azul, camisa blanca y chaleco azul. Cabello castaño y ojos marrones detrás de gruesas gafas de metal y un fino bigotito recortado muy prolijamente. Traía una pequeña maleta de viaje que abandonó al ingresar a la biblioteca y avanzó hasta una sorprendida Deanna.
—Siempre tan hermosa —le dijo, estirando ambas manos hacia ella. Deanna elevó una de las suyas y el hombre las tomó entre las suyas para llevarlas hasta su boca y besarla efusivamente.
Dereck apretó sus garras hasta sangrar.
La presencia de Perdita atrajo la atención de todos, y Dereck hizo un sobrehumano esfuerzo por controlarse. Ahora entendía con absoluta claridad por qué le había sido antipático desde el segundo que lo vio. El hombre deseaba a Deanna, podía sentir su olor.
—Señorito Jules llevaré la maleta hasta su recámara —ofreció la mujer en un inglés muy duro.
Jules giró hacia ella sin soltar a Deanna. Un gruñido atrajo a todos, sorprendiéndolos. Deanna, Jules y Perdita dirigieron su mirada hacia él.
—¿Qué fue eso? —preguntó Jules.
—¿Qué cosa? —el rostro de Dereck era impasible.
—Ese… pareció un… gruñido… o algo así.
—Yo no oí nada —respondió Dereck cruzando sus brazos sobre su pecho—. ¿Y usted? —miró a Deanna esperando una respuesta.
Deanna lo miró por un larguísimo segundo y sin decir una sola palabra negó con su cabeza. ¿Qué podía decir?
—Puede ser… un lobo. Lo he visto andar por los alrededores —agregó Dereck.
Jules lo miró sorprendido. Se suponía que Deanna estaba sola, eso le habían informado.
—¿Y este caballero, Deanna, es uno de tus guardias? —Jules avanzó decidido hacia él. Al ingresar a la sala lo había ignorado ostentosamente y al parecer había cambiado de actitud mirándolo con fijeza.
—Sí —respondió Deanna—. Jules, él es el señor Dereck Lenoir, mi sobrino Jules North —le presentó.
—Sobrino político —aclaró sonriéndole a Dereck mientras estiraba su mano. Dereck la tomó y se dio el gusto de apretarla con fuerza.
La sonrisa de Jules se borró de inmediato. Cuando Dereck lo soltó giró abiertamente dándole la espalda y se dirigió a Deanna.
—Pensé que tío Oliver había olvidado esa manía persecutoria. No vi un solo guardia desde que llegué.
—No los hay. Creí que estabas en Londres.
—Lo estaba. Pensé que podría hacerte compañía. Mañana a la tarde doy una conferencia en el Armstrong, es una visita cortísima. Recién me entero que Oliver viajó al congreso ¿Sigo siendo bienvenido, verdad?
Dereck miraba a Jules sin decir una sola palabra. El hombre definitivamente no le gustaba y jamás dejaba de lado lo que su instinto le decía.
—Por supuesto que sí. Perdita…
—Sí señora. Llevaré su equipaje. ¿Solo trajo esa maleta?
—Solo esta. Estaré dos días. Me gusta viajar liviano. ¿Almorzamos juntos? —preguntó mirando a Deanna.
—Sí. Está bien.
—¿Me disculpas un momento?
—Sí.
—Me doy una ducha y me cambio de ropa. La espera en el aeropuerto fue mortal —agregó como disculpa— Londres parece que está al otro lado del mapa —agregó riendo—. Ya regreso.
Deanna solo afirmó.
Sin saludarlo, Jules giró para salir cuando Dereck lo detuvo.
—Señor North. ¿Puedo preguntarle cómo se enteró del viaje del senador?
—¿Qué? —giró extrañado—. Me lo acaba de decir Perdita ¿Por qué lo pregunta? ¿Sucede algo?
—Simple curiosidad —respondió. Seguía parado firme con los brazos cruzados bajo su amplio torso.
—¿Eso es todo señor… Lerner?
—Lenoir. Eso es todo.
Encogiéndose de hombros le sonrió a Deanna y salió del cuarto entablando conversación con la empleada que se había quedado esperando por él y observado todo el intercambio.
—¿Pasa algo?
—¿Viene seguido de visita?
—¿Jules?
—Jules.
—Pues sí, unas tres o cuatro veces al año. Vive en Londres.
—A usted no le gusta. ¿Por qué?
—¿Qué?... ¿Có... cómo lo sabe?
—Percibí su olor. Lo rechaza. ¿Por qué?
—Yo… no.
—Dígamelo.
—No… lo… sé. Él…
—¿Sí?
—Me… me hace sentir incómoda.
—Usted le gusta.
Sí eso era todo, Jules North la deseaba y maldita la gracia que le hacía, pero lo entendía. Había algo en ella, algo… una mezcla etérea de inocencia y lujuria. Y si él lo había percibido, cualquier macho también lo haría.
—Soy la esposa de su tío.
Sí. Era la esposa de North. Lo tenía grabado a fuego.
—¿Alguna vez se le insinuó?
—¿Qué? —primero fue sorpresa, sintió su rostro ponerse colorado y agregó molesta— ¡Por supuesto que no! Es un… caballero.
—Sí… eso parece.
—Jules es de la familia. Una buena persona. No… sospeche de él. Es total casualidad que haya llegado en estas… circunstancias.
—Entiendo.
—Yo… veré el almuerzo.
Dereck cabeceó y aflojó sus manos, habían permanecido apretadas; le había sido muy difícil controlar al tigre. De solo olerlo había sentido el deseo animal de destrozarlo. Él también estaba molesto. No creyó en lo que había dicho. ¿Venir solo por un día y medio para ver a su tío? Extraño. Pero fácil de averiguar. El hombre había observado que no había guardias, ¿acaso eso significaba que se había preocupado por ellos?