4 Viernes, 3 de marzo

 

 

Después de solicitar unos días para el entierro de Vicky y para llorarla en la soledad de su hogar, había vuelto a la Universidad. Pensó que sería mejor mantener la mente ocupada que seguir deprimida en casa.
Acababa de terminar de impartir una de sus clases. Había notado que la lección había resultado de lo más aburrida —los bostezos de los alumnos se habían visto multiplicados con respecto a los que ya iban siendo habituales—. Había mostrado una indiferencia que no era normal en ella, solía exponer sus disertaciones con gran pasión y hacerlas participativas, cosa que hoy no había conseguido. No le cabía ninguna duda de que sus alumnos habían reparado en su estado apático.
—¡Cristina! —Se detuvo al escuchar su nombre. Una joven la estaba llamando y se acercaba corriendo por el pasillo. Siempre le había dicho a los estudiantes que la tutearan, era absurdo que la llamaran por el apellido o de usted, le hacía sentirse muy mayor.
—Hola, María. —La saludó. María era una alumna brillante que solía sentarse en su clase en primera fila. Siempre atenta a todo lo que decía y haciendo unas preguntas muy inteligentes que daban lugar a interesantes debates. Era muy avispada.
—Me estaba preguntando si te encuentras bien. Hoy te he notado rara en clase. —Hizo una pausa, no sabía cómo continuar—. Me refiero, a lo de tu amiga. El otro día en el telediario...
—No, no me encuentro bien. Encontrar a tu mejor amiga asesinada en su casa, no se lo deseo a nadie. —María se había quedado estupefacta, no se esperaba esa contestación—. Perdona, no quería decir eso. —Cristina se había dado cuenta de su brusquedad, aún no estaba preparada para hablar del tema, y la había pillado por sorpresa—. Me tengo que ir. —Prefirió alejarse, a seguir soltando necedades.
Aceleró el paso para refugiarse en su despacho, empezaba a notar cómo las lágrimas se acumulaban en sus ojos, dispuestas a derramarse.

 

Se encontraba en su escritorio, comiendo, a la vez que corregía algunos de los parciales que sus alumnos habían hecho unos días antes. Llevaba mucho retraso, ya llegaba tarde a la fecha en la que tenía que publicar las notas, tendría que pasarse todo el fin de semana trabajando.
Aunque sus compañeros la habían avisado para ir a comer, no le había apetecido pasar ese rato de esparcimiento con el profesorado. No se encontraba con fuerzas para relacionarse con otras personas. Por lo que había preferido quedarse sola, ingiriendo un penoso sándwich de pavo repleto de mahonesa que había sacado de la máquina, el que le había parecido menos malo. Además, en su despacho se sentía en calma, siempre lo había considerado como un segundo hogar. Lo había decorado a su gusto, era verdad que la mesa y las estanterías eran modelos típicos de oficina, el mismo que tenían el resto de profesores, pero le había dado un toque personal colocando algunas láminas de cuadros famosos. La pintura era uno de sus hobbies. También había colocado algunos recuerdos que había traído de sus múltiples viajes, esos que hacía con Vicky como compañera de aventuras y de los que disfrutaban ambas como niñas pequeñas. Se pasaba mucho tiempo encerrada entre esas cuatro paredes, como para que el lugar se mostrara frío e impersonal, ya fuera revisando exámenes, haciendo tutorías con sus alumnos o investigando para algunos artículos que había publicado. A su edad, acababa de cumplir treinta, no era habitual contar con publicaciones en revistas especializadas, por lo que se sentía muy orgullosa de ello, y la Universidad se lo tenía en cuenta. Era la niña mimada del departamento.
Alguien llamó a la puerta, por lo que dejó a un lado el examen que en ese momento estaba corrigiendo. Levantó la cabeza para ver quién era, a esas horas y un viernes, pocos estudiantes vendrían a visitarla, sobre todo teniendo en cuenta que no era día de tutorías.
—Adelante. —Cuando se abrió la puerta, el que apareció fue Javi, uno de los profesores. Ambos se conocían desde los tiempos de la Universidad, habían estudiado Psicología juntos, y luego, habían seguido el mismo camino, el de la enseñanza. Eran buenos amigos, conectaron desde un primer momento, quizás por su pasión por la Psicología o por algunas aficiones comunes, como los museos y el cine.
—Hola, ¿qué tal te encuentras? —Javi la miraba con preocupación.
—Mal. Estoy mal.
—¿Cómo es que no me dijiste nada? Hubiera estado contigo, apoyándote. —Conocía a Cristina y sabía que prefería pasar el duelo sola, se sentía incómoda abriéndose a los demás. Sin embargo, él era justo lo opuesto a ella en ese sentido, por lo que le costaba comprender por qué escogía la soledad.
—Lo sé, pero necesitaba mi espacio. —Javi se apoyó en la mesa, a su lado, y le acarició el brazo en un intento de consuelo. Al sentir esa muestra de cariño, a las que no estaba acostumbrada, no pudo aguantar más y se echó a llorar. Él se agachó y la abrazó mientras se desahogaba. Sabía que Vicky era una persona muy importante para ella, y no se podía imaginar lo que era saber que había sido asesinada, y menos aún, encontrar su cuerpo—. Perdona, es que aún no me he hecho a la idea. —Se intentó recomponer, secándose con la palma de la mano las lágrimas que le corrían por la mejilla.
—¿Por qué no te coges unos días? —Javi se volvió a apoyar en el borde de la mesa, notaba la incomodidad de Cristina por haber perdido los papeles.
—Ahora no puedo. Y además, tampoco quiero. Es peor estar en casa dándole vueltas una y otra vez a lo mismo. Prefiero estar trabajando, así hay ratos en los que no pienso en... ella. —Javi se fijó en el sándwich que tenía encima de la mesa, al que apenas había dado un bocado, lo que no le extrañó, porque la pinta que tenía no era para nada apetitosa.
—Te propongo algo. Deja esto —señaló todos los papeles que tenía encima de su mesa—, y vamos a comer algo rico. —Ella lo miró, y a continuación miró el sándwich que se estaba comiendo, todavía continuaba con el estómago cerrado, seguía sin probar bocado.
—Javi, agradezco tu propuesta, pero tengo mucho que corregir. Como estos días no he venido, se me han acumulado los exámenes.
—Estoy seguro de que puedes hacerlo en otro momento. Hoy es viernes, así que te invito a comer y si te portas bien te llevo al cine. —Le guiñó un ojo—. Seguro que así también desconectas un rato de todo. —Cristina analizó la sugerencia que le acababa de hacer, y aunque su primer impulso fue rechazar la invitación, después de pensárselo unos segundos, no le pareció mala idea, seguro que le venía bien airearse un poco. Una de las grandes cualidades de Javi era hacerte olvidar los problemas y hacerte reír, otra de las razones por la que siempre le había agradado su compañía.
—De acuerdo, ¿y qué película sugieres? —Ella no tenía ni la más remota idea de lo que había en la cartelera en ese momento.
—Me han hablado de una película que está fenomenal, tiene buena crítica tanto del público como de los expertos, y ya sabes que eso no es habitual. Pero primero tienes que portarte bien. —Le sonrió. La alegría de él empezaba a resultarle contagiosa, lo cual agradeció enormemente.
—¿Cómo se llama? ¿De qué va?
—No me acuerdo del título, y no te voy a contar de qué va para no estropeártela. Es una sorpresa. —Cristina supuso que él tampoco tenía ni idea de lo que estaban proyectando en los cines. Se imaginó que cuando llegaran, decidirían la película.