CAPÍTULO 18

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Lorena salió del edificio de Joel y llamó a su primo Álvaro. Apenas hubo palabras, ya que ella, tras soltar un «tenemos que hablar», le especificó dónde lo esperaba y que llegaría en diez minutos. Por el tono de voz de su prima, Álvaro sabía que algo no iba bien y fue a su encuentro dispuesto a averiguar qué la tenía tan enfadada. Cuando Lorena llegó, vio a su primo en la barra tomando una cerveza y, echando chispas, se acercó a él.

—Pero ¿¡tú de qué coño vas!?

Álvaro la miró sorprendido por el modo en que le hablaba, sin entender nada.

—Vaya, prima, parece que no te han sentado muy bien las vacaciones… ¿Qué te ocurre?

—¿Que qué me ocurre?… Que estoy hasta los putos ovarios de que tengáis que hablar a mis espaldas de MI vida, de lo que hago, de lo que dejo de hacer o de con quién salgo. Pero, vamos a ver, ¿me meto yo en tu vida?

—Vale, vale, Lorena, empieza por el principio porque no entiendo nada.

Lorena se pasó las manos por el pelo y dio algunos pasos para intentar calmarse un poco. Estaba enfadada, muy enfadada, con su primo y en general con su familia.

—El otro día te hablé de Joel y vi que ibas poniéndote lívido cada vez que te daba más detalles sobre él, y me informaste de que creías que lo conocías y que me alejara de él si se confirmaban tus sospechas… —lo soltó todo como un torrente.

—Y mis sospechas cada vez están más confirmadas… Mira, Lorena, cuando Joel tenía…

—¡Cállate! —gritó Lorena tapándose los oídos—. Cállate. No quiero que ni tú ni nadie que no sea él me cuente eso que me tiene que contar. Así que mantén la boca bien cerrada si no quieres que te la cosa.

Álvaro comprendía lo que le decía su prima. Se había enterado de que él les había contando a sus padres el pasado de Joel, y ahí la tenía, delante de él y con la furia desatada…, pero no pensaba dejar que se fuera sin darle a entender que Joel no era bueno para ella y que debía alejarse de él.

—No te pienso pedir disculpas por lo que hice, Lorena. Tus padres tenían que saber quién es el capullo con el que sales, y tu padre estuvo de acuerdo conmigo en que esa relación debe terminar.

—Ni se te ocurra volver a insultarlo —gruñó amenazadora Lorena señalándolo con el dedo índice y cada vez más cabreada—. Además, pareces no saber que las personas cometemos errores en nuestra vida, pero de ellos aprendemos y cambiamos para ser mejores personas, que es lo que Joel ha hecho.

—El problema, querida prima, es que lo de Joel no fue un simple error. Lo que hizo no se podrá corregir en la vida.

—¡Que cierres la puta boca! Que me la suda lo que digáis, ¿y sabes por qué?…, porque yo creo en las segundas oportunidades y es la que Joel está aprovechando siendo la persona tan maravillosa que es, y si tú, mis padres o el mismísimo papa no lo queréis ver, es problema vuestro.

—¿Es que no entiendes que nos preocupamos por ti?

—¿Y vosotros no entendéis que tengo veinte años y sé perfectamente lo que debo y no debo hacer? Dejad de meteros en mi vida.

Tras permanecer unos momentos mirándose a los ojos, que solo desprendían furia por la situación y la intensa discusión, Lorena se dio la vuelta y se despidió con un «ya nos veremos».

Después de haberse desahogado con su primo, sacó del bolso el móvil y llamó a sus padres para que supieran que estaba bien. Les explicó la discusión con Álvaro y lo dolida que se sentía con todos por querer controlar su vida. A pesar de la insistencia de sus padres para que regresara a casa y hablaran con más calma, Lorena les informó de que iría una vez finalizado el clásico, ya que no estaba precisamente calmada. Aún quedaban algunas horas para que empezara el partido, pero decidió volver a casa de Joel para pasar el resto del día con él y con Leo cuando llegase. Entre sus brazos, Lorena le contó la discusión con su primo. No le dijo exactamente el motivo de la pelotera, sino solo que estaba harta de que se empeñase en controlar su vida.

Lorena y Álvaro nunca habían tenido una bronca tan fuerte, pero tenía claro que ella no se iba a disculpar. Tendría que hacerlo él cuando se diera cuenta de que con Joel era feliz. Joel, tras calmarla con sus tiernos besos y numerosas caricias, le levantó la barbilla para que le mirase a los ojos.

—Tranquila, cielo. Ya veréis como lo solucionáis. No sé qué ha pasado exactamente, pero puede que él lo haga por tu bien.

—Joel, no quería decírtelo, pero lo que quiere mi primo es que me aleje de ti —le confesó Lorena mordiéndose el labio inferior y preocupada por su reacción—. Creo que ellos sí están al tanto de tu pasado, y mi primo ha empezado a darme algún detalle, pero nada más comenzar le he hecho callar. Solo quiero que me lo cuentes tú cuando te veas preparado, pero no me hagas esperar mucho, por favor.

Joel, aún con Lorena en brazos, permaneció callado: la familia de Lorena sabía de él y eso lo intranquilizaba. No podría soportar que lo separaran de Lorena.

—¿Estás bien? —preguntó Lorena al advertir su silencio.

—Sí, es solo que me siento intranquilo por eso de que quieran separarte de mí. Es comprensible, pero demostraré a tu familia que he cambiado y que no soy ese chaval que arrojó su vida por la borda.

—¿Y cómo vas a hacerlo? No es que me oponga, pero me preocupa mi familia, y cómo vaya a comportarse contigo.

—Un día tendremos que cenar con tus padres y conocernos. Habrá que aclarar algunos asuntos y demostrarles que no soy malo para ti.

Lorena permanecía recostada en su pecho mientras le dibujaba pequeños círculos en el vientre por encima de la camiseta. Joel tenía razón. Sus padres debían conocer a Joel y así se darían cuenta de que nunca le haría daño y de que a su lado era feliz y se sentía protegida y segura.

A las ocho llegó un eufórico Leo acompañado por su chica, Noa. Ambos negaban que existiera una relación amorosa, definiendo lo suyo como un simple rollo. Un rollo que ya duraba seis meses en los que ambos habían sido fieles. Lorena y Noa eran culés, mientras que sus chicos pertenecían al bando merengón, y durante el partido hubo falsos enfados al ver las faltas que cometían a sus respectivos equipos. Cuando el equipo de ellas marcó el primer gol, ambas se pusieron a gritar y a saltar, pero sus chicos las cogieron por la cintura para sentarlas de nuevo y les taparon la boca para evitar tener que aguantar su celebración. A Noa, a diferencia de Lorena que se reía a carcajadas, esto le molestó un poco, por lo que abrió la boca y mordió la palma de Leo.

—¡Augh, serás bruta! —se quejó Leo.

—A mí nadie me tapa la boca, corazón. Así que no he tenido más remedio que recurrir a mis dientes.

—Espero que luego lo utilices en otros lugares y no para causarme daño precisamente —le susurró cerca de la boca antes de besarla apasionadamente.

—¡Eh, que algunos no son de piedra! —reprochó Joel mientras Lorena no dejaba de reír en su regazo.

Los cuatro siguieron viendo el partido entre risas y numerosas muestras de cariño, y cuando marcó gol el equipo de ellos y se pusieron de pie para abrazarse y celebrarlo, Lorena y Noa se tiraron sobre sus espaldas para que pararan, pero no tenían suficiente fuerza ni para ponerles la mano en la boca.

En el descanso, las dos amigas se encargaron de recoger los platos en la cocina mientras los chicos dejaban un poco decente el salón. Cuando se quedaron solas en la cocina, Lorena no pudo pensar en todo lo que le estaba haciendo su familia con respecto a Joel sin conocerlo y al ver cómo le cambiaba el gesto a su amiga, Noa le preguntó:

—¿Te pasa algo?

—Resumámoslo en problemas familiares.

Lorena le contó que Álvaro le había hablado de Joel a sus padres y su padre no aprobaba la relación, a diferencia de su madre, que sí estaba dispuesta a darle una oportunidad a Joel.

—¡Qué fuerte! No me hubiera esperado eso de Álvaro.

—Yo tampoco. Nunca me había enfadado tanto con él.

—Lorena, yo estoy al tanto de lo de Joel. No conozco toda la historia y lo único que sé por Leo es que tiene un pasado difícil, pero ahora no veo nada malo en él. Ha cambiado.

—Estoy segura, Noa. El problema es que mi familia no lo ve. ¿Podemos dejar de hablar de esto?

—Está bien.

—¿Y tú qué? ¿Vas a seguir fingiendo que entre Leo y tú no hay nada?

—No fingimos. Entre nosotros hay sexo…, y muy bueno.

Lorena rio ante la expresión de su amiga.

—No me refiero a eso y lo sabes. Me refiero a sentimientos.

—Es… complicado —dijo Noa cogiendo un trapo para secar el plato.

—Pero ¿por qué?

—Muy fácil: Leo no es de relaciones serias, y paso de pensar en un futuro junto a él porque tarde o temprano esto se acabará y, por muy enamorada que esté, no servirá de nada para mantenerlo junto a mí.

—¿Te has enamorado de él?

Lorena estaba asombrada ante la confesión de su amiga. Noa era reacia a los enamoramientos, pero sabía que tanto Leo como Noa sentían lo mismo el uno por el otro. Solo había que mirarlos para darse cuenta de que no podían vivir separados.

—Da igual, Lorena. Creo que lo mejor es que esto se acabe antes de que me haga más daño.

Dicho esto, Noa se dirigió al salón con Lorena siguiéndola de cerca al intuir lo que su alocada amiga iba a hacer.

—Leo, yo me voy ya.

—¿Por qué?, si aún queda la segunda parte del partido… ¿Pasa algo?

Joel al ver el gesto de Lorena, supo que, en efecto, algo ocurría entre esos dos. Presentía que la noche no iba a acabar bien, y prestó atención a la escena.

—Leo, no quiero que sigamos viéndonos.

—¿Qué dices…, he hecho algo que te haya molestado? —quiso saber Leo acercándose a ella para cogerle la mano.

—No, no has hecho nada —negó retirándose para que él no la tocara—. El tiempo que hemos pasado juntos ha sido increíble, pero es que… si sigo así contigo voy a hacerme daño. Tú eres un seductor al que le gusta cambiar de chica y yo como una idiota me he enamorado de ti y no voy a soportar que te canses de mí y te vayas con otra… Así que adiós, Leo.

Noa se dio la vuelta y, tras recorrer el pasillo, se fue. Leo, aún sorprendido por lo que le había dicho, se quedó quieto y mudo. ¿Qué decía aquella loca?

—¡¿Pero qué haces ahí parado?! —le gritó Lorena—. Ya estás moviendo el culo y saliendo a por ella. No es malo sentir amor por otra persona —aseguró mirando a Joel—, así que ya estás saliendo por esa puerta a decirle lo que sientes.

—Totalmente de acuerdo con Lorena —confirmó Joel rodeando a su chica con los brazos.

Leo, tras asentir con la cabeza a sus amigos, se fue corriendo y empezó a bajar las escaleras de tres en tres hasta llegar al portal. Al salir, vio a Noa sentada en unas escaleras llorando, con la cabeza hundida entre las piernas. Sigilosamente, Leo se acercó a ella y poco a poco se agachó para susurrarle al oído:

—Te quiero, mi fiera.

Noa levantó la cabeza y, secándose las lágrimas, se incorporó de un salto.

—No, tú no me quieres… ¡Solo me dices eso para poder volver a colarte entre mis piernas! Vete de aquí, Leo.

Leo sabía que no lo tendría fácil, así que le cogió la mano y se la colocó en el pecho a la altura del corazón.

—¿Lo sientes? Mi corazón solo late de esa forma cuando estás tú cerca. Cuando te veo o pienso en ti sonrío como un imbécil. Eres mi primera y última imagen que tengo todos los días, día a día. Me gustan tus enfados, tus comentarios, tu manera de llorar cuando ves una película romántica, tu sonrisa, tus ojos, tus besos y tus caricias. Me encantas, Noa, y poco a poco has hecho que me fuera enamorando de ti hasta que he caído rendido a tus pies. Porque mi vida sin ti ya no sería la misma, y no pienso permitir que te separes de mí. Si es necesario, te secuestraré y te encerraré en mi casa, donde te besaré y mimaré hasta que consigas creer que te quiero. ¿Me has entendido, fiera?

—Es lo más bonito que me han dicho nunca… ¡Te quiero, mi amor!

Noa se lanzó a los brazos de Leo para besarle con pasión. Sus mejores amigos contemplaban todo desde la terraza.

—Vaya, veo que todo ha salido bien —indicó Lorena con una sonrisa mientras los dos tortolitos se besaban.

—Son los dos unos cabezotas… Esperemos que hayan asentado un poco la cabeza.

—Confiemos —convino en un susurro Lorena—. Aunque fijo que nos seguirán dando más de un quebradero de cabeza. Esos dos no pueden vivir dos días sin discutir. Yo creo que lo hacen por las reconciliaciones.

Volvieron al salón para ver el final del partido. Quedaron empatados, pero a ninguno le importó el resultado, ni siquiera prestaron verdadera atención al juego. Solo hablaron de Leo y Noa mientras se acariciaban y besaban. El partido acabó y Lorena debía irse a casa, a pesar de las ganas que tenía de quedarse con Joel y volver a despertar entre sus brazos como en su escapada. Joel no se dejó engatusar por la cabezonería de Lorena en volver a casa en un taxi y al final él la llevó de vuelta. Se despidieron en el coche tras cientos de besos y ambos se fueron a descansar.