CAPÍTULO 10

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—¡Tonta! ¡Sí es que eres tonta!… Lo tenías a huevo. Yo le hubiera llevado detrás de unos árboles, y ahí me lo hubiera tirado.

—¡Noa, mira que eres bruta!

Lorena y Noa se encontraban sentadas en una mesa de la cafetería de la universidad. Era la hora de comer y Lorena había aprovechado para contarle a su amiga su escapada con Joel al parque donde su abuela la llevaba de pequeña. Noa le estaba echando una pequeña bronca por ser tan terca y no haberse lanzado. Estaba claro que ambos se deseaban, pero ninguno de los dos era capaz de dar un paso adelante.

—Pero, vamos a ver: estabais solos y en un lugar precioso… Era perfecto para daros vuestro primer beso.

—Noa, no nos conocemos mucho. No hubiese sido lo correcto.

—Lo que tú digas… Una cosa más: cuando vuelvas a quedar con él, no me llames para ir con vosotros; con las chispas que echáis, temo que se incendie el lugar donde nos encontremos —se mofó Noa.

Lorena suspiró y, acabando su Coca-Cola de un trago, acercó más su silla a la de su amiga.

—Si te digo la verdad, ¿dejarás el tema?

—Sabes que no. Pero, venga, cuéntamelo.

—Está bien. Me moría por besarle. He soñado y fantaseado con ello. Joel, además de guapísimo, es atento y encantador. Me hace sentir especial. Es todo lo contrario del imbécil de Alan. Además…

—¿Además? —preguntó con intriga Noa.

—Ha estado a punto de besarme ¡tres veces! —confesó Lorena enseñándole tres dedos de la mano derecha.

—¿Y por qué no acabó el trabajo? —se quejó Noa.

—La primera vez porque nos interrumpió Leo, la segunda fue Rubén y en el parque…, un cisne —dijo entre pequeñas carcajadas.

—¿Un cisne? —repitió extrañada Noa.

—Pues sí, pero no te lo voy a contar. Me voy a clase… Nos vemos luego —se despidió bruscamente Lorena tras darle un beso en la mejilla a su amiga.

—¿En serio no me lo vas a contar?

—No —confirmó Lorena desapareciendo con una sonrisa por la puerta de la cafetería.

*   *   *

El viernes, Lorena estaba en casa de los señores Escudero, un amable matrimonio de treinta y cinco años que, tras años varios intentos de aumentar la familia, lo consiguieron el año anterior, cuando la mujer dio a luz a un niño y a una niña, de quienes Lorena cuidaba los viernes. Tras haberle dado el biberón al pequeño Alberto y quedarse este profundamente dormido, le tocaba el turno a Ariadna, quien al principio se resistió, pero al final se lo tomó todo. Lorena se encontraba con la pequeña en brazos, meciéndola e intentando dormirla cuando notó que su móvil vibraba en el bolsillo de su vaquero. Al ver que era Joel, no lo dudó y, con una sonrisa, descolgó.

—Hola —dijo Lorena en voz baja.

—Hola, Lorena, ¿qué tal la vuelta a clase? —preguntó Joel sin saber qué decir. Lo único que deseaba era hablar con ella.

Sin cambiar el tono de voz, Lorena respondió:

—Bien. Con mucho lío, pero bien.

—¿Por qué hablas tan bajo? ¿Estás afónica o te he pillado en mal momento y no puedes hablar?

—No, no estoy afónica, y sí que puedo hablar. Lo que pasa es que estoy intentando que la peque se duerma… Y parece que lo voy consiguiendo —aclaró Lorena al ver que a Ariadna se le cerraban los ojitos.

—¿«La peque»? —preguntó Joel extrañado.

—Los viernes trabajo como niñera de unos mellizos. Deben estar dormidos para las nueve, pero la nena se ha resistido media hora más. Espera un momento, que voy a dejarla en su cuna.

—De acuerdo.

Lorena fue a la habitación de los mellizos, donde Alberto dormía desde hacía un buen rato, y, tras tumbar a Ariadna y taparla con ternura, cerró la puerta del dormitorio y se dirigió al salón para seguir hablando con Joel.

—Ya estoy —informó Lorena en un tono normal.

—¿Se han dormido?

—Sí. Ahora esperaré a que lleguen Carmina y Roberto, sus padres, y me iré a casa a descansar. Estoy muerta y necesito dormir durante al menos quince horas seguidas.

—¿A qué hora suelen llegar los padres de los mellizos?

—Pues depende… Como muy tarde, a las once. Obviamente, me tengo que quedar aquí hasta que vengan, por si los mellizos se despiertan.

—Oye, ¿a qué hora empiezas mañana el turno en el pub?

—Voy de doce de la noche a cinco de la mañana. Venid cuando queráis.

—Allí nos presentaremos en algún momento.

Estuvieron hablando hasta que el ruido de la puerta de entrada hizo que Lorena se despidiera de Joel y colgara. Los señores Escudero habían llegado a casa y, tras agradecer como siempre a Lorena su trabajo y ella contarles que los pequeños se habían portado muy bien, cogió el abrigo y abandonó la vivienda. Al salir del portal, se paró en seco al reconocer a quien estaba allí esperándola.

—Alan, ¿qué haces aquí?

—¿No puedo esperarte para verte? —dijo acercándose a ella de forma intimidatoria hasta que la espalda de Lorena chocó con la puerta de cristal del portal.

—No, no puedes. Déjame irme —replicó Lorena mientras intentaba sin éxito que la liberara de su encerrona.

—Nena, tú y yo tenemos que hablar.

Alan la agarró de la cintura para acercarla más a él y hundirle la nariz en el delicado cuello de Lorena.

—¡Suéltame! —exigió colocándole las palmas de las manos sobre el pecho para empujarlo.

—No, nena, no te voy a soltar hasta que te des cuenta de que Joel García es un puto asesino. Él no es una opción para ti, Lorena. Vuelve conmigo. —Y le lamió el cuello, lo que le provocó arcadas—. Te haré feliz.

—Me harías feliz si me dejaras vivir mi vida, si me dejaras en paz y te olvidaras de mí. Además, no te creo lo de Joel. Rubén me lo confirmó. ¿Tú crees que Rubén me dejaría salir con un asesino?… Pues yo creo que no —adujo Lorena con la mirada cargada de furia—. Alan, suéltame. Si no lo haces por las buenas, lo harás por las malas.

—Eres una débil, nena. No puedes hacer nada. Eres incapaz.

Roja por la ira, Lorena le dio un fuerte empujón que hizo que él la soltara, para a continuación propinarle un rodillazo en sus partes, lo que provocó que Alan cayera de rodillas con ambas manos cubriéndose la zona afectada.

—No soy una débil, Alan. El único cobarde y débil aquí eres tú, que necesitas una novia sumisa para sentirte un hombre. ¡Das pena!

Con las piernas temblorosas, Lorena dio media vuelta y se encaminó hacia su coche. Lo único que quería era estar ya en casa para poder descansar.

Al llegar a su destino, aparcó enfrente de su portal, pero no salió del coche. Llevaba quince minutos sentada en el asiento del piloto, las manos al volante y con la radio como único sonido inundando el interior del pequeño vehículo. Las piernas no dejaban de temblarle. Tras enfrentarse a Alan, había sentido una gran liberación, pero al rato el miedo la invadió. Él era capaz de cualquier cosa… Su relación venía de tres años atrás. Se conocieron cuando Lorena comenzó a trabajar de niñera cuidando de la hermana pequeña de Alan. Por aquel entonces, él era encantador, protector y romántico. Hacía a Lorena feliz, la mimaba y la cuidaba, y fue con él con quien perdió la virginidad. Ocho meses después de empezar la relación, Lorena encontró trabajo en el pub y los celos empezaron a consumir a Alan. Odiaba ver como los tíos intentaban ligársela cuando pedían sus consumiciones. Lorena siempre les sonreía, aunque en el fondo deseaba patearles la boca a todos. Alan comenzó a maltratar psicológicamente a Lorena y a manipularla, haciéndola sentir inferior. No paraba de gritarle lo zorra que parecía cuando trabajaba en el pub y que si no lo dejaba acabaría convirtiéndose en una puta. A partir de ahí Lorena fue sintiéndose insegura y no dudaba en hacer todo lo que Alan le pedía. Una noche, de eso hacía quince meses, fue a trabajar al pub a espaldas de Alan, ya que este le había prohibido volver a ese lugar; pero Lorena necesitaba el dinero para su familia, así que, a pesar del temor que sentía por él, se presentó en el pub. Él la descubrió y, furioso, se dirigió de un salto detrás de la barra para darle una bofetada, lo que hizo que Lorena cayera al suelo. Asustada, ella cogió una botella de ginebra y se la estampó a él en la cabeza, dejándolo inconsciente. Ese día Lorena puso fin a todo tipo de relación con él, con ese mentiroso manipulador que, aparte de estar destrozando su vida con sus malas artes, por si fuera poco, la estaba engañando con una universitaria desde hacía seis meses. Tras esto, Lorena estrenó una nueva etapa en su vida… Ahora, dejando atrás el amargo recuerdo y ya más segura, Lorena salió del coche y entró en su casa. Deseaba que llegara el día siguiente para ver a Joel.