EL PESCADOR Y LAS DOS ÁNGELES[20]
MAHJOUBA
Este era un hombre que se iba rodos los días de pesca. Y cuando se le hacía de noche, se quedaba a dormir en una cueva, y entonces siempre veía a dos mujeres durmiendo junto al agua. Tenían el pelo tan largo, tan largo que, parte de él, lo usaban de esterilla y otra parte para taparse. Y cuando veían que se levantaba el pescador, se metían al agua rápidamente.
Después de que pasara esto muchas veces, el pescador fue a ver a un anciano sabio, y le dijo:
—Cada vez que voy de pesca y me quedo a dormir allí, salen dos mujeres del agua y duermen en la orilla. Son muy guapas y tienen el pelo larguísimo. Y en cuanto me ven, desaparecen.
El anciano sabio le contestó:
—Son ángeles.
Y el pescador le respondió:
—Y ¿cómo podría apresarlas?
El anciano sabio le preguntó:
—¿Tienes vacas?
—Sí.
—Pues entonces, hay que elegir dos vacas. Cuando paran, la primera leche de la vaca[21], que se la tome el toro [padre]. Luego hay que atar [a cada mujer] por el pelo a los cuernos de un toro, y entonces que los toros tiren fuerte.
Y eso fue lo que hizo. Parió una vaca y él le dio la primera leche al toro; y luego parió la segunda, pero no pudo darle al toro la primera leche. Cogió dos cuerdas. Cada una, la ató a los cuernos de un toro. Y cada cuerda, al pelo de las ángeles. Y el toro que se había bebido la primera leche tuvo fuerzas suficientes para arrastrar a la ángel, mientras que el toro que no se la había bebido, tiró de la ángel tan fuerte que la ahogó.
La llevó a su casa [a la ángel], se casó con ella y tuvieron tres hijos, dos niños y una niña. Pero empezó a preguntarse entonces:
—¿Cómo voy a vivir con una esposa muda?
Así que se volvió a casar. Y la segunda mujer maltrataba a los niños [de la primera]. Así que la ángel cogió a sus hijos y se fue. El marido, al verlo, se fue a por la segunda mujer, que salió corriendo, y él detrás, corriendo, corriendo, hasta que [ella] se cayó al mar. Cuando estuvo seguro de que la mujer se había ahogado, volvió a casa.
Archivo Central de Melilla.
Pasó mucho tiempo y se vio solo, así que se volvió a casar. Y tenía una esclava. Y un día, de repente, cuando la esclava estaba limpiando, entraron tres niños y empezaron a saltar por encima de los muebles. Ella no entendía qué estaba pasando, así que se fue a buscar a su amo y le contó lo sucedido. El amo no le hizo caso. De modo que volvió adonde estaban los niños y se puso a gritarles:
—¡No ensuciéis las cosas de mi amo!
—Tu amo es nuestro padre.
—¿Cómo va a ser vuestro padre?
La esclava volvió donde estaba el amo y le dijo:
—Ahí hay tres niños que dicen que son hijos suyos.
Cuando apareció el padre, uno de los niños empezó a gritar:
—¡Soy Mansour, hijo de Aixa, la que vive en una cueva!
El padre, muy, muy extrañado, les dijo:
—Llevadme donde está vuestra madre.
Se fue con ellos hasta donde estaba la madre y cuando llegaron y ella los vio le entró tanta alegría que empezó a hablar. Y entonces se fueron todos juntos a casa.
Y después de andar por aquí y por allí, me puse el calzado y se me rompió.
Alhucemas, 15 de agosto de 2002