NANA Y MANANA

FARIDA TAHRAWI

Esto eran dos chicas, una se llamaba Nana y otra Mañana, y las dos eran huérfanas y muy, muy pobres. Vivían con una tía viuda que las trataba muy mal, y que se llevaba todo el dinero que ganaban. Estaban muy unidas, y para poder vivir trabajaban duramente de sol a sol en el campo.

Todas las noches, aparte de charlar mucho, se miraban la una a la otra y se describían las caras sin parar, así que un día, como ellas creían que se parecían mucho, decidieron decirle a todo el mundo que eran hermanas.

Una mañana, Manana se despertó muy decidida y le dijo a Nana:

—Oye Nana, ¿por qué no nos vamos lejos de aquí?, no nos merecemos esto; somos guapas y podemos probar suerte en otro sitio, vamos a buscar trabajo a otra parte.

—Sí, Manana, creo que llevas razón, yo tampoco soporto estar aquí más tiempo.

Y Manana preguntó:

—Pero ¿adónde podríamos ir?

Y Nana contestó:

—No lo sé, podíamos ir al zoco grande, a lo mejor conocemos a cualquier familia que quiera ayuda en casa.

Tenían un poco de miedo porque nunca habían salido de su casa si no era para trabajar. Pero por fin decidieron irse, y una mañana engañaron a su tía diciéndole que iban a por leña y alimento para los animales. Llegaron al zoco y se asustaron un poco al ver tanta gente, tanto que iban todo el tiempo agarradas de la mano para no perderse la una de la otra. Y cuando se cansaron de pasear, se sentaron a descansar encima de un gran pedrusco. Y todo el que pasaba se quedaba maravillado de lo hermosas que eran.

Entre tanta gente pasó un hombre adinerado de incógnito que les preguntó:

—¿Quiénes sois?, ¿qué hacen dos chicas como vosotras aquí solas en el zoco?

Ellas dos pensaron que aquel hombre las iba a sacar del apuro, así que quisieron ser simpáticas con él, y Nana contestó:

—Somos hermanas y vivíamos con nuestra tía, pero nos hacía la vida imposible, teníamos que trabajar todo el día y encima se quedaba con nuestro dinero.

—¿Y sois hermanas de verdad?

Snada – 1945, Villa Sanjurjo (Alhucemas). Niñas rifeñas. (Archivo Plácido Rubio Alfaro, Málaga).

Al hombre adinerado no le interesaba que fueran hermanas[17], pues le gustaban las dos y quería casarse con ellas.

—Bueno, en realidad no lo sabemos. Como nos llevamos muy bien y nos parecemos tanto, hemos decidido decirle a todo el mundo que somos hermanas.

—Yo no os veo gran parecido…, en cualquier caso si necesitáis un trabajo a lo mejor me podéis ser de gran ayuda en mi casa. Estoy casado con dos mujeres pero viven en casas diferentes.

Así, con el tiempo, el hombre adinerado se casó con las dos chicas y las sacó de la gran miseria en que estaban.

Y después de andar por aquí y por allí, me puse el calzado y se me rompió.

Alhucemas, 20 de julio de 2002