EL ERIZO Y EL ZORRO SE VAN A ROBAR

MAHJOUBA

Esto era el erizo que fue un día a buscar al zorro, y cuando se lo encontró le propuso ir a robar leche cuajada. Le dijo el erizo:

—Vamos a aprovechar ahora que la dueña de esa casa de ahí ha salido a por leña para robar la cuajada.

Así que se metieron en la casa, y descubrieron que el cántaro[18] donde se hacía la cuajada rebosaba de tan lleno como estaba. Entonces el erizo le dijo al zorro:

—Como yo soy muy pequeñito, si empiezas a comer tú, entonces no voy a alcanzar [con el morro a la cuajada].

Y dijo el zorro:

—No, quiero comer yo primero.

Y empezó ñam, ñam, ñam, hasta que dejó el cántaro a la mitad. Entonces el erizo se quiso poner a comer, pero se cayó de cabeza adentro. Comió un poco y, mientras comía, la cuajada se le fue metiendo entre las púas. Y en esto dijo el zorro:

—¡Ha llegado la dueña!, ¡yo me voy!

Y el erizo gritó desde el fondo del cántaro:

—¡En, tú, súbeme, súbeme!

Y el zorro dijo:

—Sí, sí, que te crees tú que te voy a subir.

Y el erizo dijo:

—Bueno, pero al menos agáchate y acércame la oreja que te quiero dar un recado para mis hijos.

Y cuando el zorro se agachó, el erizo hizo presa en la oreja con las garras y así pudo salir. Entonces se fueron juntos, y se encontraron con las crías del erizo y con las del zorro. Y las del erizo empezaron a rechupetear las púas de su padre, y así fue cómo también ellos pudieron comer cuajada. Pero, las del zorro empezaron a protestar:

—Papá, papá, los hijos del erizo se están inflando a cuajada y nosotros mirando. ¿No nos has traído nada?

Y el zorro pensó:

—Al erizo lo voy a matar un día, siempre me deja mal.

De modo que al día siguiente le propuso ir a un silo subterráneo a robar. Al erizo le pareció muy bien, así que desataron el burro, se montaron los dos, y dijo el zorro:

—El silo de Fulanito de Tal está siempre abierto.

Y se pusieron en marcha hacia allá, y cuando llegaron, el erizo le dijo al zorro:

—Baja tú primero.

El zorro le contestó:

—No, mejor baja tú primero, que eres más pequeño.

Así que el erizo bajó primero, llenó varios sacos de trigo, y dijo al zorro:

—Ya tengo los sacos llenos.

Y el zorro contestó:

—Pues qué bien, porque el dueño ya está llegando.

Y el erizo dijo:

—Pues súbeme, rápido.

Pero el zorro le dijo:

—Já, ahí te quedas.

—Ay, ay, pero por qué me haces esto… De todas formas, échame la canasta que quiero llenarla, para que se la des a mis hijos.

Y dijo el zorro:

—Tómala, ahí la tienes.

El erizo llenó la cesta [con granos de trigo], hizo un agujero, se metió, y le dijo al zorro: «¡Ya puedes subir la cesta, que ya está llena, y dale recuerdos a mis hijos!», y entonces se tapó echándose trigo por encima. El zorro tiró de la canasta, la cogió con la mano, se montó en el burro y el erizo empezó a ulular, y continuó haciendo «uuuh» todo el rato, mientras el zorro miraba a su alrededor con miedo. Y así llegaron a donde estaban los hijos; los del erizo empezaron:

—¿Y nuestro padre?

—¿Dónde está nuestro padre?

—Se quedó en el silo. ¡Qué pena!

Y en ese preciso instante asomó el erizo la cabeza y dijo:

—Pero ¿quién te crees que eres para asustar así a mis hijos?

Y después de andar por aquí y por allí, me puse el calzado y se me rompió.

Alhucemas, 6 de agosto de 2002