CAPÍTULO 30

Tomei espía

Desde que tiempo atrás Tomei se encargase del diseño de las armaduras, entabló un contacto cordial con Blecsáder. Ambos solían verse en las inmediaciones a las fraguas. Sáder controlaba la producción de armas y además solicitaba trabajos especiales, como grilletes y cadenas, ahora muy comprensibles para Tomei, aunque en su día le hicieron pensar que era un gasto inútil de mineral. Se respetaban, pero Sáder era de esas personas que un día lo saludaban amablemente y departían como en un clima de amistad, y dos días después podía mirarlo serio o ser despectivo, creando así una desquiciante sensación de distanciamiento afectivo. Sin embargo, salvo el encuentro desafortunado en aquella cena, donde había cuestionado el traslado de Tondrián, en este tiempo de victoria después de Lamonien, Blecsáder había tomado la costumbre de acercarse a las fraguas cada semana a tomar un té con el arquitecto de los dioses. Le había repetido hasta tres veces unas disculpas amistosas por haber sido un detractor de sus planes en la gran batalla. Tomei sentía que se había ganado su respeto y que ahora le era más accesible. Rosellón le había contado que él estaba al tanto de su labor en las minas y en alguna ocasión había referido el tema sin tapujos. Podía decirse que se tenían confianza y esto lo aprovechó para preguntar.

—Me preocupa algo, Sáder… ¿Acaso nuestro rey no tiene espías? Quizá sea porque no estoy yo muy al tanto de las noticias, pero creo que, desde que empezó todo el conflicto, todavía no hemos descubierto ni un solo traidor.

En el castillo gobernaba ciertos asuntos el difunto Sebla y, ahora, sus responsabilidades se le habían adjudicado a Blecsáder. Tomei aprovechó que tenían reciente una de las reuniones de estrategia y lo había invitado de forma expresa a ese té que solían compartir. Deseaba abordarlo y hablarle con más confianza que nunca.

—Tomei, no sé qué intentas decirme… Sí que ha habido detenciones, sobre todo al principio. Pero no me los enviaron a las minas, así que no tengo idea de qué fue de ellos. Trescalio es un zorro, tiene oídos en toda la ciudad y alerta de vez en cuando al castillo sobre sospechas o rumores. Sé que a los detenidos por esos motivos Rosellón no los quiere ni como silachs. Es un hombre capaz de las crueldades más ignominiosas. Créeme.

—¿Alguno especialmente ilustre?

—¿A qué viene ese interés?

—Me preocupa que nuestros planes puedan ser filtrados… Respiró hondo, fingiendo hablar con incomodidad, y después bajó la voz para decir esto:

—No me fío de Decorio…

Blecsáder abrió mucho los ojos. Tomei había apuntado demasiado alto, quizás.

—Decorio es un traidor por definición. Eso lo sabemos ya… Yo tampoco me fío de él. Estoy convencido de que trabaja para los dos bandos. Pero me da a mí que desea más que nosotros que caiga Tendón. Su ambición no tiene límites. Sabe que, si Rosellón llega al poder, su pulso peculiar con la familia de los Véleron y los Arpetes, los Custel y Fadenos…, en fin, todos los nobles que no están bajo su yugo de influencia, se verán muy debilitados y aumentará su riqueza. Es un hombre extremadamente rico y poderoso, que no piensa más que en ser aún más rico y más poderoso. Con Tendón tocó techo: no puede ascender más.

—Claro, las leyes contra los privilegios de la nobleza en el ejército despertaron animadversión en toda la nobleza. A Tendón se la tienen jurada desde entonces.

Un joven sudoroso se arrimó a la mesa y se inclinó hacia la oreja derecha de Sáder después de respirar hondo mientras colocaba sus brazos en jarras.

—Tomei, perdona, pero me buscan para ver a lord Corvian.

Tomei asintió. Vio cómo el general se marchaba. Blecsáder no tenía amigos en Agarión más allá de los poquitos hombres de confianza que se había traído de Nuralia. Era un hombre misterioso. No era un militar abnegado como Gonilier, ni tampoco un político como Perielter. Su mezcla lo convertía en un hombre prudente y temible a la vez. Tomei sabía que debía tener mucho cuidado con él y precisamente suponía que acercarse, entablar más amistad, podía ser beneficioso para que Blecsáder no sospechase jamás de los vientos que Tomei dejaba soplar en su corazón.

Se despidieron y no fue hasta dos días más tarde que Blecsáder volvió a sacar la conversación que se había quedado pendiente.

—Es curioso… ¿Me preguntaste lo de las filtraciones al azar o sabías algo de Jasaro?

Tomei sonrió sin saber qué responder. Aparentó saber superficialmente algo, haber recibido un eco lejano.

—Jasaro es un noble venido a menos, no solo por culpa de la ley de la que me hablaste anteayer. Después de que el rey decidiera entregar Agarión a lord Corvian, saltándose todos los pactos nobiliarios de la región y poniendo en el castillo a un hombre ambicioso, joven, que no venía de alta alcurnia, Jasaro y su familia, que tenían aspiraciones, se tuvieron que conformar con migajas.

Blecsáder explicaba todo esto mirando a una de las esclavas que servía el té. No le quitaba el ojo de encima desde que habían llegado a las fraguas. La muchacha no estaba vestida de forma llamativa, pero era hermosa. «Una voluntaria…», eso decía a los demás esclavos, pero a Tomei comenzaba a parecerle sospechoso que tantos esclavos que servían en el castillo y demás lugares de influencia para la maquinaria de guerra no desearan la libertad que debían codiciar por naturaleza.

—El patrimonio de su familia quedó reducido a una hacienda a las afueras de Agarión y una escuela de orfebres por la que su linaje, Eleante, es conocido en toda Vestigia.

—Conozco las piezas de Eleante y la fama de su escuela.

—Pues Jasaro proveía el palacio de Agarión y parece que ocultaba mensajes en ciertos cargamentos con un destino revelador. Tenía licencia de comercio.

—Venteria.

Blecsáder asintió.

—Llama a tu esclava.

—No es mía. Trabaja para la fragua.

—Me gustaría conocerla. Llámala.

Tomei deseaba que Blecsáder desembuchara más información, pero aquella mujer lo distraía. No pudo sonsacar más, pero tenía un nombre. Cuando visitó a Tondrián en la torre, su amigo entendió como él que Jasaro podía ser una guía para lograr ese medio de comunicación con la capital.

—Eso fue lo que me contó.

—¡Por los dioses, ese Jasaro Eleante demostró valor!

—No me dijo nada más, no sé si está vivo o muerto.

—Mucho me temo que es más probable que sea lo segundo. Bien…, supongo que será complicado convencer a los Eleante para volver a traficar con información, pero creo que merecería la pena hacerles una visita.

Tomei parecía un estudiante.

—¿Cómo voy a hacer eso?

—Viaja a la ciudad y acude a uno de sus puestos de venta…

—Eso es peligroso, estarán muy vigilados después de lo de Jasaro.

—¡Creo que ya sé lo que debes hacer! La clave está en el transportista.