CAPÍTULO 15

La carta innecesaria

Cuando lord Perielter Decorio recibió la mensajera de parte de su primo, tuvo un principio de extrañeza. Primero, porque su estancia en Agarión era secreta y, desde luego, no le convenía llamar mucho la atención en notarías y demás centros de información muy dados al espionaje. Sin embargo, se adjudicó la culpa a sí mismo, pues él había enviado palomas desde Agarión a gente de confianza como sus primos regentes Furberino de Debindel y Aslec de Gosield. Fue avisado de la nota y, cuando la leyó, tuvo otra vez la tentación de extrañarse al repasar su contenido. El mensaje era totalmente innecesario a excepción de la última línea, donde hablaba de que había logrado convencer a Acela de apoyar el plan. Le costaba trabajo creer esa información a sabiendas del carácter horrible que gastaba la mujer. Se inquietó por el favor que la esposa seguro había logrado arrancar a cambio de ser dócil en ese asunto.

Fue quizá la posición de privilegio, la visión desde la sombra que siempre le pertenecía. Perielter tuvo confianza en que nadie más podía ver lo que él veía, ni tramar como él lo hacía. Confió en la nota sin imaginar que pudiera ser objeto de engaño quien mejor engañaba. De hecho, innecesaria o no, estaba seguro de que el notario la habría comunicado a Rosellón y se dispuso él mismo a mostrarla.

Caminaba por el corredor desde sus aposentos hacia el Salón de las Águilas. Era el lugar favorito para Rosellón Corvian a la hora de organizar reuniones en los últimos tiempos. Se topó con Sebla antes de agotar el corredor que lo llevaba a la antesala.

—Una tarde espléndida para estar cerca el invierno —comentó el joven general con un buen humor enraizado en algo más profundo que sus meras palabras. Después de tener varias atenciones con él, Perielter le había cogido afecto al joven.

—Sebla, sé que estás haciendo méritos para algo más que mantener un estatus militar loable como el que tienes.

Era conocido en los corros del castillo que pretendía a la hija del arquitecto Tomei, una muchacha hermosa y bien educada que serviría como esposa a un plebeyo encumbrado a las altas esferas militares como era Sebla. Perielter sabía que él podía llegar a ser un hombre importante en la Vestigia que estaba por llegar. Estaba en el momento perfecto en el que los hombres importantes se dejan aconsejar y aceptan favores, favores que después devuelven por no contravenir su buena fama ni su palabra.

—Creo que puedo aconsejarte cómo lograr tener más notoriedad en esta rebelión que nos ha de colocar como líderes en la nueva Vestigia.

—Os escucho.

Le caía bien más allá del interés que le suscitaba. Por eso le habló del asedio inminente a Debindel y de lo tremendamente «fácil» que iba a resultar, con el acuerdo que tenía con su sobrino.

—Si yo estuviera en tu lugar, me postularía como candidato a tomar la ciudad de Debindel.