CAPÍTULO 20
La búsqueda comienza
—Esos hombres vinieron a buscarme a esta isla.
Después de un rato de silencio, se decidió a narrarle todo lo sucedido. Lorkun contó las cosas como mejor supo: el secuestro de Patrio Véleron, su investigación sobre la maldición, la trama política que parecía desatarse en Vestigia a manos de Rosellón…
—Ese barco era de Vestigia. No tenía signos ni distintivos oficiales. Las armaduras negras no parecían ser nuestras, pero el habla de los intrusos es de Vestigia. No hay duda, algo grave está sucediendo allí. Lo peor, Nila, es que mucho me temo que ese barco vino aquí siguiéndome.
Le explicó todo lo que había aprendido en la biblioteca de Venteria y cómo Birgenio, el bibliotecario, había sido atacado por hombres de Rosellón.
—Los que lo hicieron me buscaban a mí. Birgenio les habló de mi viaje a la isla de Azalea, de mi búsqueda del remedio a la maldición silach.
—La maldición silach…
Lorkun explicó la peripecia de Lavinia y la triste historia de las niñas infectadas.
—Por eso me persiguen. Saben que yo poseo los conocimientos necesarios para lograr que la maldición se revierta. En Venteria me perseguían. Vine intentando avisaros de este desastre. Cuando vi que los sacerdotes del templo se defendían bien, me relajé. Pensé que la isla con Mialco era un lugar seguro. Jamás imaginé que ese demonio aparecería… Nuestros enemigos manejan fuerzas muy superiores a las nuestras.
—Lorkun, por más que lo intentes, yo no te veo responsable de lo que ha pasado aquí. ¿Qué era esa cosa? Ese Lasartes…, él fue quien destruyó nuestra casa y sembró de muerte un lugar de recogimiento y oración. Él es el responsable.
—No lo sé. Mialco lo llamó «Espectro Elemental».
Entonces, como el recuerdo de una vieja canción, Lorkun recordó las palabras de la guardiana, las palabras que le había dicho a Remo en el agua hirviendo.
—Es un Espectro del que debemos huir. Nila, creo que sé lo que tenemos que hacer ahora.
—¿Qué?
—Buscar la Puerta Dorada.
—¿Qué es? ¿Una puerta sin más? ¿Por qué debemos ir?
—No lo sé, pero hierve en mí la necesidad de emprender esa búsqueda y siento que el tiempo que no dedique a esa misión estoy malgastándolo. Ayúdame, Nila…
—Iré contigo a los confines de esta tierra para restaurar tu paz. Solo te pido una cosa a cambio.
Lorkun no sabía realmente si era conveniente que Nila viajara con él. Estaba seguro de que iba a ser muy peligroso, pero le gustó mucho la idea de no separarse de ella.
—Solo te pediré que, cuando encontremos esa puerta, cuando hayas cumplido tu cometido, aceptes ser el sumo sacerdote de la Orden del dios Kermes.
—Nila, eso no es algo que se ponga como condición, eso es un destino; si acaso ese es el mío, lo seré…, pero no te aflijas si no hay destino. No te aflijas si lo que encontramos en la búsqueda es oscuridad y miedo. Puedes quedarte aquí, con tus hermanos. En cuanto yo parta y me separe de este puerto, Azalea volverá a ser un lugar seguro.
Ella negó con la cabeza y le cogió una mano.
—En la parte norte de la isla hay un pequeño embarcadero. Está oculto por varios peñascos, así que no creo que lo hayan descubierto esos ignorantes. Allí hay algunas embarcaciones recias. Servirán para viajar a Vestigia. Hice la travesía en muchas ocasiones en este tiempo, Lorkun. Me interesé muchas veces por las rutas y sobre cómo poner rumbo a un lugar concreto. Creo que podría orientarme y, si los vientos nos son favorables, podré llevarte al puerto de Nurín.