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La gallina de los huevos de oro
―¿Tú crees, Martín, que lo que hicimos se pueda llegar a descubrir algún día? Porque si eso sucede, estamos fritos. Esos exabruptos de “Cap” de querer controlar temas en la campaña, por los que antes no mostró ningún interés, me ponen nervioso.
―No, Luis Antonio. No lo van a descubrir nunca. Es más, te doy por firmado que “Cap” nos agradecerá eternamente nuestro trabajo “desinteresado”. Te cuento, y esto aquí “entre nous”. ¡Totalmente confidencial, eh!, “Cap” ya me dio a entender que yo sería su Ministro de Finanzas. Si se concreta, nuestros planes funcionarán como trenecito nuevo.
―Bueno, parece que “Cap” está repartiendo la torta antes de hora. Él me dejó entrever que yo sería su Ministro de Recursos Naturales. Para algo sirven mis estudios en petróleo, ¿no te parece?
―Genial. Tú con petróleo y yo encargado de la plata. ¡Maravilla! Lo que nos comprometimos a hacer será pan comido.
―Tenemos que sugerirle a “Cap” un buen nombre para Ministro de Justicia; por si acaso…, jeje.
―Ya se nos ocurrirá un buen nombre. No te preocupes.
―Oye, lo que es indudable es que con el aporte que conseguimos, salvamos la campaña. Ahora se puede planificar todo sin que nada te constriña. ―¿Quién hubiera pensado que el hermanito y su amigo, rico pero tonto, nos hubieran puesto en las manos a la gallina de los huevos de oro?
Nadie, nadie se hubiera podido imaginar eso, o que tuvieran esos alcances.
Lo del Ministro de Justicia no es broma, ¡eh! Con un buen candidato, nuestra labor estará cumplida.
Sin lugar a dudas. Bueno, maestro, ¿te parece bien si vamos a cenar? Me muero de hambre y sé que en casa no hay comida.
De acuerdo, vamos. Ya le llamo a informar a mi mujer, para que no se preocupe.