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Pastel sin dorar no sale del horno
La llamada telefónica de Jairo Londoño a Ramiro Recabarren fue muy breve:
- Te llamo, amigo, para pedirte que tengas paciencia. A Diego Ernesto Pizano Vélez le tenemos sometido a una vigilancia muy estricta. Hemos hecho hasta aquí maravilla y media, pero hoy lo que te puedo contar es que, gracias a la colaboración de un juez, no hay llamada telefónica que haga o que reciba (sea de sus teléfonos fijos o de sus celulares) que no sea debidamente registrada y grabada. Cada uno de sus visitantes está registrado en foto o video, y, de ser posible, en ambos medios. Le estamos siguiendo también la pista a su hermano Francisco, que estamos de convencidos que es su socio y quien hace los contactos. Pero hasta ahora, no tenemos pruebas concluyentes que sean válidas ante la Fiscalía; por ello, hasta que el pastel no esté dorado, no quiero sacarlo del horno. De todas maneras, quería que tú lo supieras.
Gracias por tu llamada, Jairo. Esperaremos el tiempo que sea necesario. No te oculto que estoy impaciente por resolver este caso pero esperaremos lo que sea, a fin de resolverlo totalmente y de la mejor manera.
De acuerdo, amigo. Un abrazo para ti y todo tu equipo.
Lo propio para ti y los tuyos. Estamos en contacto.
Ramiro colgó el teléfono y cerró los ojos. Llevaban ya algún tiempo dedicados a esta investigación y el progreso que habían hecho era realmente ínfimo. Había aparecido, en realidad gracias a una inspiración de Gabriel y a una inteligente treta del Teniente Tena una extraña relación entre el doctor Oswaldo Rojas y el occiso Emir Barro que todavía no había sido aclarada. Suponían que alias “Mortiño” había asesinado a Barro aunque ni siquiera sobre ese particular podían estar cien por ciento seguros. Mortiño dejó una pista sobre un tal “Don José”, al parecer su jefe, y si de allí, con la colaboración de la Policía colombiana, no salía algo concreto, volvían a fojas cero. Era frustrante. Pocas veces en su carrera había sentido esa sensación. No podía quejarse del trabajo de su gente. Eran de lo más brillante y profesional del Cuerpo, pero no avanzaban. No avanzaban. Y sólo pensar que él pidió hacerse cargo de esta investigación. “¿Para qué, para fracasar?” Le provocaba dolor de cabeza.