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Al día siguiente Carlota denunció la desaparición de Arturo. Su coche fue encontrado la noche anterior en el aparcamiento de la plaza de toros de Las Ventas. En un principio el vehículo no fue retirado del lugar de estacionamiento. La policía no encontró nada anormal en que el automóvil permaneciese allí. Incluso uno de los agentes llegó a insinuarle a Carlota la posible existencia de una cita secreta de su prometido con alguna mujer. Raimundo acompañó a Carlota al día siguiente a poner la denuncia por desaparición. Sobre las dos del mediodía el teléfono del ático de la Castellana sonó:
—Juan Antonio, contesta tú —suplicó Carlota a su hermano.
—No, déjalo —dijo Raimundo, que les acompañaba—. Lo haré yo. Verás cómo es Arturo.
Raimundo descolgó el teléfono y contestó.
—Sí, soy su abogado. Sí, entiendo. Ahora mismo vamos hacia allí —Raimundo colgó el auricular y miró a Carlota, que permanecía abrazada a su hermano—. Le han encontrado…
Raimundo se encargó de cerrar la vivienda mientras Juan Antonio y Carlota salían precipitados camino del Instituto Anatómico Forense. Cuando los hermanos salieron del ático, Raimundo entró en el despacho de Arturo y buscó el manuscrito. Lo cogió junto con los apuntes que Carlota le había leído y se lo llevó.
Las diligencias policiales y forenses demostraron que Arturo Depoter había fallecido por un disparo de bala en la sien derecha de trayectoria descendente. La bala había quedado alojada en su cuello. A él lo habían matado después de haberle sedado con cloroformo. Rosario fue identificada como la autora material del asesinato del odontólogo. Tras sedarle con el cloroformo le disparó y le causó la muerte instantánea, después escribió una nota explicando su posterior suicidio. El forense ratificó que Rosario se introdujo en la bañera y, tras seccionarse las venas, se aplicó un pañuelo con cloroformo para evitar un posible arrepentimiento. Las cintas encontradas en el chalé de Rosario la involucraban directamente con todos los asesinatos que había cometido quien se conocía como el Octavo Jinete del Apocalipsis. Todos los indicios apuntaban a que Rosario había ido ejecutando una venganza contra el escritor Abelardo Rueda por el desprecio que éste le había hecho. Las denuncias que había interpuestas contra la joven ratificaron dicha tesis. El talón que Rosario había hecho efectivo y con el que efectuó la compra del chalé demostró que Arturo Depoter estaba siendo sometido a chantaje por ella. Chantaje que Carlota, Carlos y Raimundo, el abogado de la víctima, declararon conocer. Todo demostró que el fatal desenlace vino dado tras la entrega del segundo talón, que se encontró en la casa. La declaración de Carlota ayudó a la policía a verificar que Rosario se enamoró de Arturo tal como ella misma dejó escrito. Arturo, llevado por la desesperación, decidió hacer un nuevo pago a la mujer para intentar que ésta, de una vez por todas, le dejase en paz, ya que él pensaba que la joven estaba embarazada y que esa circunstancia le podría traer problemas en relación con su futuro enlace. La autopsia demostró que Rosario no estaba embarazada.
Las declaraciones de la policía a los medios de comunicación fueron escuetas: «Señores, el asesino al que ustedes apodaron el Octavo Jinete del Apocalipsis ha sido encontrado. Ya no cometerá más crímenes. Tras cometer el asesinato del prestigioso empresario y odontólogo don Arturo Depoter, se ha quitado la vida en su casa. Su nombre era Rosario Leginese, una enferma mental. Todo demuestra que hemos sido sometidos a un engaño perpetrado por una mente alterada pero sumamente inteligente».