Sus Causas
La miopía es casi siempre un estado adquirido que surge durante la infancia. Se le atribuye al trabajo que los escolares deben realizar, y se han hecho grandes esfuerzos, en todos los países civilizados, para bajar la intensidad de esos trabajos, aumentando el tamaño de letras que se imprimen los libros escolares y para mejorar la iluminación de las escuelas. Los resultados de estas reformas han sido desalentadores, pues la miopía es hoy más común que en el pasado.
Esta lamentable consecuencia parece deberse a tres causas principales: primero, el intento por mejorar las condiciones luminosas que predominan en las escuelas ha fracasado en algunos aspectos. Segundo, las reformas realizadas han sido mal enfrentadas. Y tercero, los reformadores han obviado constantemente las causas psicológicas de la visión defectuosa (un descuido especialmente grave tratándose de niños).
En cuanto a la iluminación, los reformadores no han llegado al punto necesario. El doctor Luckiesh ha demostrado experimentalmente que las tareas que requieren actividad visual se hacen más fácilmente, y que la tensión nervioso-muscular baja, cuando la intensidad de la iluminación se aumenta desde una a cien bujías-pie. No se ha experimentado con más altas intensidades, pero no hay causas para suponer que la tensión muscular nerviosa (índice de esfuerzo y fatiga), no continuaría bajando al aumentar la iluminación hasta mil bujías-pie. Ahora bien, un niño en una escuela moderna correctamente iluminada, puede sentirse contento si tiene para trabajar de veinte bujías-pie. En la mayoría de las escuelas, tendrá que contentarse con diez e incluso con cinco. Hay razones para suponer que muchos chicos podrían salvarse de la miopía si contaran de la luz necesaria. Actualmente, sólo los niños con hábitos perfectos en la visión pueden llevar a cabo sus trabajos escolares sin esfuerzo extra para sus ojos.
Pero el esfuerzo es la causa fundamental del mal funcionamiento y, éste, en lo que a niños se refiere, implica miopía.
En su deseo para mejorar la iluminación, los reformadores no han ido muy lejos, pero en su intento para mejorar la tipografía de los libros escolares se excedieron, y caminaron en dirección equivocada. Para ver con claridad y sin esfuerzo, la mejor impresión no es necesariamente la más grande. Es cierto que las letras grandes tienen el aspecto de poder ser vistas más fácilmente, pero debido a esto, constituyen una tentación para ojos y mente. El niño intenta ver todas las líneas de esta enorme letra con igual claridad al mismo tiempo. Como resultado, la fijación central se esfuma, los ojos y la atención dejan de desplazarse, se genera el hábito de fijar la mirada, y en lugar de mejorar la visión, se empeora. Para una visión correcta, la mejor impresión no es la mayor sino la más clara, es decir, aquella en que existe gran contraste entre el fondo y las letras negras. Ante a esta impresión, la mente y los ojos no tienen la tentación de querer ver extremadamente bien. En resumen, el tipo más pequeño incita a leerlo con fijación central y en estado de relajación dinámica. En efecto, el doctor Bates ha empleado la impresión más pequeña disponible para reeducar la visión enferma. Hace leer a sus pacientes no sólo el tipo diamante (el más pequeño que hay en imprenta), sino también reducciones microscópicas, que sólo pueden hacerse con la cámara fotográfica. Este tipo microscópico no puede ser leído sino cuando ojos y mente están en un estado de absoluta relajación dinámica, y mediante una perfecta fijación central. Con un buen maestro que sirve de ayuda, cualquier persona, aunque tenga graves defectos de la visión (hablo por experiencia propia), puede leer palabras impresas en tipo microscópico. Y el resultado no es la fatiga ocular, sino un enorme mejoramiento temporal de la visión para otros fines. No es sencillo leer sin maestro en este tipo microscópico, y el imprudente puede desear hacerlo en forma errónea. Por esto, no voy a hacer aquí una detallada explicación del procedimiento Si lo menciono, es sólo para mostrar que la relación entre los grandes caracteres y la visión correcta no es tan clara como imaginan los que preparan los libros escolares.
Al descuidar las causas psicológicas de la visión defectuosa entre los alumnos, los reformadores han asegurado el fracaso en parte de sus intentos. Aún si la iluminación de las escuelas se mejorara considerablemente, aún en el caso de que se pudiera utilizar la mejor impresión para los libros de texto, muchos niños presentarían miopía, y otros defectos de la visión. En efecto, los niños se aburren, y algunas veces están temerosos de su "reclusión" durante horas sin hacer otra cosa que leer y escuchar cosas que les parecen sin sentido, además de estar obligados a efectuar tareas, que no sólo les parecen complejas sino también sin objeto. Por otro lado, el espíritu de competencia y el miedo a los castigos o al ridículo provocan en los niños un estado de angustia, que influye negativamente sobre todas las partes del organismo, sin excluir los ojos y las funciones mentales relacionadas con la visión. Además, las exigencias encolares son tales, que los niños deben observar continuamente cosas que no conocen. Todos los días se escribe sobre el pizarrón una nueva fórmula matemática, los alumnos deben leer una nueva página de gramática, o dibujar algún nuevo mapa, viéndose forzados a prestar "especial atención a cosas que no les son familiares, es decir, cosas que son particularmente complicadas de ver y que exigen cierto esfuerzo de los ojos y de la mente, incluso cuando se tienen los mejores hábitos en la visión.
Aproximadamente el 70 por ciento de los niños está lo suficientemente bien equilibrado como para poder resistir la enseñanza sin alterar su visión. Los demás salen de la escuela con miopía o algún otro defecto ocular.
Hay causas psicológicas de la mala visión que probablemente jamás podrán eliminarse de la escuela. Son relacionadas a la necesidad de reunir a los niños para enseñarles disciplina y cómo sacar provecho de sus libros.
Otras causas si pueden ser eliminadas, pero sólo llegado el caso de que los maestros sean genios o ángeles. ¿Cómo poder lograr que un gran número de alumnos de cada generación no esté amedrentado o aburrido?
Sin embargo, hay un sector en el que las causas de la mala visión pueden eliminarse con firmeza y sin gran dificultad. Es posible mitigar el esfuerzo ocular y mental producido por la continua repetición de situaciones en que los niños deben apreciar cosas que no les son familiares. La técnica para lograr esto fue propuesta por el Dr. Bates, y durante muchos años fue usada con buen resultado en determinadas escuelas de diversas partes de los Estados Unidos. A causa de los cambios empleados en estas escuelas, y por la presión ejercida por la ortodoxia organizada, las prácticas sugeridas por el Dr. Bates fueron gradualmente abandonadas. Esto es lamentable, pues existían pruebas de que realmente se lograba conservar la visión del niño, y la naturaleza de los ejercicios es tal que se puede asegurar su inofensividad…
La técnica que propone el doctor Bates para aliviar el esfuerzo ocasionado por el continuo examen de nuevos objetos, es muy simple. Consistía en colgar la escala de Snellen en algún lugar visible de la sala, pidiendo a los niños, una vez familiarizados con esa escala, que la observaran por un instante siempre que tuvieran algún problema al ver la pizarra, un mapa, o las páginas de un libro. Cuando la escala ya era bien conocida, los niños no tenían problemas para ver sus letras graduadas. Ese hecho de ver les daba nueva fe en su propia capacidad, aligerando el esfuerzo provocado por tener que prestar una concentrada atención a alguna cosa extraña y nueva.
Fortalecida su confianza y alcanzada la relajación, los niños volvían a su trabajo, observando que su capacidad visual había mejorado mucho.
La escala de Snellen posee ciertas desventajas. Por esto, sería conveniente reemplazarla por algún calendario comercial del tipo señalado en un capítulo anterior. También sería correcto aconsejar a los niños que, cuando noten que su visión decae o se cansan, dirijan la mirada hacia cualquiera de las observaciones o advertencias que normalmente están escritas en la pared de la sala escolar. Todo lo que se necesita es que las palabras, letras o números, sean totalmente familiares, porque así se consigue neutralizar el efecto de lo que el niño desconoce.
No es necesario agregar que no hay razón para que este procedimiento deba limitarse a la sala de la escuela. Un calendario, o cualquier otra cosa parecida con una impresión clara, es un agregado útil a enseres de cualquier habitación donde se hagan trabajos que impliquen la visión de objetos desconocidos o raras combinaciones de elementos familiares. El esfuerzo puede ser rápidamente combatido si se observa -analíticamente o con desplazamiento oscilatorio en pequeña escala-, palabras o números bien conocidos. Agregar un momento de palmeado, y si es posible de asoleado, y se evitará que el incipiente esfuerzo se convierta en fatiga y en problemas en la visión.