CAPÍTULO 13
LA PARTE MENTAL DE LA VISIÓN
Los ojos nos dan las impresiones sensoriales visuales que componen la materia prima de la visión. La mente se alimenta de esta materia prima que elabora, dando origen el producto final: la visión correcta de los objetos externos.
Cuando la visión es anormal, el defecto puede producirse por causas que pertenecen a una u otra de las dos estructuras fundamentales: la física y la mental. Los ojos, o el sistema nervioso ligado a ellos, pueden sufrir lesiones accidentales o verse afectados por enfermedades, en cuyo caso, la obtención de la materia prima de la visión se suspenderá en su fuente. Por otro lado, la eficacia de la mente como intérprete de los sensa sin elaboración, puede alterarse por alguna de las numerosas disfunciones psicológicas posibles. Cuando esto pasa, la actividad de los ojos como aparato sensorial se desordena también; cuerpo y mente representan una unidad, y el mal funcionamiento psicológico se nota en el mal funcionamiento físico. Con la alteración del funcionamiento fisiológico del ojo, la utilidad de la materia prima que proporciona disminuye, y esto a su vez, hace mayor la ineficacia de la mente como elaboradora de tales materiales.
Los oftalmólogos ortodoxos se reducen a encubrir los síntomas de la visión enferma mediante las "útiles muletas" de los anteojos. Actúan solamente sobre el ojo que siente y olvidan totalmente la mente que selecciona, que percibe y que ve. Es un caso de Hamlet, pero sin el Príncipe de Dinamarca. Lógicamente, cualquier tratamiento racional de la visión defectuosa debe tener en cuenta la parte mental de la visión. En el método de reeducación visual elaborado por el doctor WH. Bates y sus continuadores, se le da la atención no sólo al que provee las materias primas, sino también al elaborador del producto.
Las causas psicológicas que impiden que la mente lleve a cabo una buena tarea de interpretación, algunas están ligadas íntimamente a los mecanismos de la percepción y de la visión, mientras que otros no tienen relación alguna. En la última categoría pondremos todas aquellas emociones negativas que son motivo frecuente de mal funcionamiento y, en definitiva, de enfermedades orgánicas en cualquier parte del cuerpo, incluyendo los ojos. Ala primera categoría pertenecen algunas emociones conflictivas específicamente relacionadas con el hecho de la visión, ciertos funcionamientos defectuosos de la memoria y de la imaginación. Estos funcionamientos defectuosos reducen la eficacia mental como intérprete de los sensa.
Comentar los métodos para eliminar o combatir las emociones negativas está fuera del alcance de este libro. Sólo puedo repetir con otras palabras lo dicho en la primera parte.
Cuando el "yo" consciente experimenta emociones como el miedo, la angustia, la zozobra, el dolor, la envidia o la ambición, la mente sufre tanto como el cuerpo, y una de las funciones psicológicas que más se altera como resultado de esto es la visión. Estas emociones alteran la vista, en parte por su acción directa sobre los sistemas nervioso, glandular y circulatorio, y en parte al reducir la eficacia de la mente. No es exageración cuando se dice que "está ciega de rabia"; cuando por el terror ven "todo negro" o se "les nublan los ojos". En fin, la zozobra puede alterar de tal modo, que el individuo ya no puede ver ni oír, exponiéndose a graves accidentes. Las consecuencias de estas emociones no siempre son transitorias. Cuando ciertos sentimientos negativos son muy intensos y prolongados, provocan en quienes las sufren graves enfermedades orgánicas, como las úlceras gástricas, tuberculosis y alteraciones de las arterias coronarias. También pueden producir disfunciones duraderas de los órganos visuales, tanto en su parte mental como en la física, y ese mal funcionamiento se refleja en esfuerzo mental, tensión muscular y vicios de refracción. Quien quiera tener una visión normal, debe hacer lo posible para escapar de esas emociones perniciosas, y aprender el arte de ver. Gracias a él, los efectos negativos de tales emociones sobre los ojos y la mente pueden ser total o parcialmente vencidos. Esto es todo lo que puede mencionarse sobre aquellos obstáculos mentales que impiden la visión normal y que no están íntimamente relacionados con el acto de la visión.
Para un estudio más preciso de las emociones negativas y de los medios para combatirlos, habrá que recurrir a los psiquiatras, moralistas y escritores que hablen sobre problemas religiosos, ascéticos y místicos. En tan pequeña introducción al "Arte de Ver", sólo puedo mencionar el problema y seguir adelante.
Valoremos ahora aquellas trabas mentales a la visión normal que están íntimamente ligadas al verdadero mecanismo de la visión. Ciertas emociones conflictivas, normalmente asociadas a la visión en los individuos con visión defectuosa, ya fueron mencionadas. Ya hablamos sobre el temor a la luz y los medios para acabar con ese temor. Mencionamos también el ansia por ver demasiado bien, lo que origina una incorrecta dirección de la atención, que se refleja en la mirada fija, tanto mental como físicamente; y nos hemos ocupado, con cierto detalle, de los procedimientos para cambiar los malos hábitos y para terminar con las emociones indeseables responsables de ellos.
Tomemos en cuenta ahora otro temor, íntimamente relacionado en la mente de todos los que tienen una visión defectuosa, con el acto de la visión, y responsable, en cierto modo, de la eterización del mal funcionamiento visual: el temor a no ver bien.
Observemos la genealogía de este temor. El "Arte de Ver" en una forma normal y natural se obtiene inconscientemente durante la infancia. Después, debido a alguna enfermedad física, o más frecuentemente al esfuerzo mental, desaparecen los hábito? correctos de la visión, el funcionamiento normal y natural; la mente pierde su eficacia para interpretar los mensajes exteriores, la conformación física del ojo se altera y, como resultado, la visión decae. De esta visión anormal nace, en muchos casos, un cierto estado de tensión. El individuo cuya visión es defectuosa piensa que cada día verá peor. En la mente de muchas mujeres, y también hombres, llenos de aflicción, ese miedo los lleva a la convicción pesimista e invariable de que a ellos la visión normal les está vedada.
Esta pensamiento inmoviliza la mente y los ojos. En todas las situaciones en que tales individuos deban hacer uso de la vista, temerán que su visión sea mala, y hasta estarán convencidos de antemano de que no podrán ver, resultando, efectivamente, que no ven. La fe positiva da fuerzas al hombre para mover montañas, y la fe negativa lo hace incapaz de levantar una paja.
En la visión, al igual que las demás actividades de la mente y del cuerpo, es fundamental cultivar una actitud de confianza e indiferencia. La confianza representa nuestra capacidad para hacer la tarea, y la indiferencia nos protege de posibles fracasos. Debemos estar seguros de que venceremos en todo si empleamos los medios apropiados y tenemos la paciencia necesaria, pero no tenemos que desalentarnos si no logramos realizar la tarea en el tiempo que nos fijamos.
Si la confianza no va acompañada por la indiferencia, puede ser tan mala como la falta de confianza, pues si estamos seguros de nuestro triunfo, quedaremos confusos y avergonzados cada vez que fracasemos, y la confianza será sólo fuente de emociones negativas, las cuales aumentarán la probabilidad del fracaso.
Para los que cuentan con visión anormal, la posición mental correcta puede ser expresada más o menos con éstas palabras:
Yo sé teóricamente que la visión defectuosa puede mejorarse. Estoy seguro de que si aprendo el "Arte de Ver" mejoraré mi defectuosa visión. Practicando el arte de la visión, como lo hago ahora, posiblemente veré mejor, pero si no veo tan bien como esperaba, no me sentiré defraudado o triste, y continuaré por mi camino hasta conseguir que mi vista mejore.