La acción del Sol no daña
Los enemigos del método Bates, cuentan historias dramáticas sobre los efectos del asoleado de los ojos.
Afirman solemnemente que quien haga esto, quedará ciego inmediatamente o (cuando esto no sucede) en un futuro cercano. Mi propia experiencia, así como la investigación realizada entre muchos individuos que han enseñado y practicado esta técnica, estoy seguro de que estas historias son falacias. Cuando los ojos se asolean de la forma antes narrada, no se producen consecuencias peligrosas. Al contrario, los órganos quedan suavemente relajados, la circulación, se acelera y la vista mejora. Además, muchas inflamaciones, en los ojos y párpados, suelen desaparecer rápidamente cuando los ojos son expuestos al sol. No hay nada de sorprendente en esto. La luz solar es un potente germicida, y usada con moderación, constituye un valioso agente terapéutico cuando actúa sobre el cuerpo humano.
No hay alguna razón para que no tenga sobre los ojos el mismo efecto positivo que tiene sobre otros órganos externos.
El Sol provoca peligrosos resultados en los ojos cuando la gente fija su mirada en él. Por ejemplo, luego de observar el desarrollo de un eclipse, muchas personas comentan que han sufrido alteraciones temporales de la visión, y los alpinistas algunas veces experimentan cegueras parciales o hasta completas. En la mayoría de los casos, este estado desaparece después de un tiempo breve, no dejando daño alguno. Entre los millones de personas que han empleado la técnica propuesta por el doctor Bates y sus discípulos, son muy escasos los que han sufrido esas alteraciones. Haciendo caso omiso del consejo de los maestros (la necesidad de oscilar la cabeza continuamente), algunos individuos han fijado su mirada sobre el Sol. Si los resultados no son positivos, sólo ellos son los culpables.
Lo cierto es que, como casi siempre pasa, la luz solar es benéfica para nosotros en cantidades razonables, y es mala cuando se abusa de ella de un modo incorrecto. Si un individuo es tan necio que come cinco kilos de fresas en una cena, o que bebe un cuarto litro de aceite de ricino o un centenar de aspirinas, las consecuencias se deberán a su necedad. De cualquier forma, las fresas, el aceite de ricino y la aspirina se venden sin ninguna restricción. Lo mismo puede afirmarse de la luz solar. En ningún verano faltan los necios que toman baños de Sol hasta quemarse la piel y sufrir las consecuencias (altas calenturas). No obstante, los baños de Sol son permitidos y aconsejables, pues son beneficiosos para quien los toma de un modo razonable. Lo mismo pasa con los ojos. Si a pesar de los buenos consejos algunos tontos fijan su mirada sobre el Sol, y temporalmente alteran su visión, no veo el por qué desalentar a aquellos que con inteligencia se someten a la práctica antes detallada, y que seguramente resultara positiva.
Quienes sepan tomar el Sol con los ojos cerrados, y luego con los ojos abiertos, notarán una progresiva disminución de su malestar ante las iluminaciones brillantes. El temor a la luz y la molestia que ella causa desaparecerán. Se dejarán para siempre lentes oscuros, los guiños y los gestos, así como el esfuerzo que siempre se liga con el miedo y el malestar.
Para sostener las reacciones comunes a la luz, hay que practicar diariamente una versión modificada de la técnica detallada. Si la luz se nos presenta desagradablemente brillante al salir de casa, se cerrarán los ojos por un instante y luego, pensando en otras cosas, volverán a abrirse suavemente. Después dirigiremos los ojos hacia el sol manteniendo los párpados cerrados durante algunos segundos (oscilando siempre la cabeza de un lado a otro y luego abriendo los ojos). Después, cuando se contemple la claridad del medio que nos rodea, parecerá muy tolerable y no se sentirá esfuerzo ni tensión. Esto se repetirá con intervalos frecuentes al salir a la calle en los días muy claros.
Con esto, aprenderá a mantener los ojos en un estado de relajación dinámica y a mejorar la visión.
En la noche puede usarse un foco brillante de luz artificial como substituto del sol. Para esto, así como para leer, es muy útil un reflector de 150 watts. Estas lámparas son plateadas en su cara posterior, transparentes en su frente, y el rayo de luz que envían produce una iluminación de 1000 piebujías a un metro o metro y medio de distancia. Usando el mismo procedimiento que el empleado con la luz solar, se hará caer su centro sobre los ojos cerrados y después sobre los ojos abiertos. Lo mismo que en el caso del Sol, se obtiene una mejoría en la relajación, en la circulación y en la visión. Quienes deseen aumentar la iluminación, pueden reflejar la luz desde el foco hacia sus ojos mediante un espejo redondo. En el reflejo del espejo, el calor y la iluminación no cambiarán mucho de los rayos solares en un día brillante.