CAPÍTULO 9
FIJACIÓN CENTRAL

En los siguientes tres capítulos, tocaremos algunos procedimientos tendientes a facilitar la movilidad de los órganos defectuosos de la visión. Por más de cincuenta años, la psicología experimental ha proclamado que el conocimiento correcto del mundo exterior depende del movimiento. Esto es de enorme importancia para la visión. No obstante, por alguna razón inexplicable, los oftalmólogos ortodoxos nunca le dieron mayor importancia a esa circunstancia. Se han conformado, y todavía hoy lo hacen, con recetar "muletas" para una simple mejoría de los síntomas. Después, ya no se preocupan del paciente. El primero que ha dedicado sus investigaciones a estos problemas tan importantes, ha sido el doctor W.H. Bates. A pesar de esto, sus esfuerzos solo han encontrado indiferencia profesional y la reputación de ser un caprichoso y hasta un charlatán.

Antes de señalar los procedimientos destinados a fomentar los hábitos de movilidad, tocaré brevemente los estados mental y fisiológico que hacen necesarios esos procedimientos.

Como mencioné en la primera sección de este libro, la atención se desplaza constantemente de una parte a otra del objeto real al que se observa, o de un aspecto del pensamiento que se considera a otro. Respecto a la visión, este desplazamiento continuo de la mente se acompaña generalmente por un desplazamiento equivalente del aparato sensorial. El motivo de esto hay que buscarlo en la estructura del ojo, que sólo toma imágenes claras en la porción central de la retina denominada mácula lutea, con un punto de máxima precisión.

Por esto, vemos con la máxima precisión sólo aquella pequeña área que vemos directamente en el centro de la visual. Existe, sin embargo, una importante excepción. Durante la noche, cuando hay poca luz, la sensación más clara y perfecta se logra con las porciones periféricas de la retina. Esto fue descubierto hace siglos por los astrónomos, quienes observaron que cuando se contempla directamente una constelación, sólo se distinguen las estrellas más brillantes, mientras que cuando se mira a un costado de ella, pueden descubrirse otras estrellas de menor magnitud. Según el eminente físico francés Francoise Arago: "para ver objetos poco iluminados, se necesita no mirarlos". Por ello, cuando intentamos encontrar nuestro camino en la oscuridad, no hay que mirar de frente, pues no se percibirán los objetos oscuros ubicados delante de nosotros. Pero si llevamos la cabeza primero hacia un lado, y luego hacia el otro, podrá verse lo que está directamente frente a nosotros, a través del ángulo de nuestros ojos.

Lo contrario ocurre cuando vemos durante el día, o con iluminaciones artificiales brillantes. En estas circunstancias (y todo lo mencionado a partir de ahora es aplicable a una buena iluminación), sentimos y vemos mejor esa parte del mundo visible que forma su imagen sobre la mácula y la fovea. Todas las imágenes tomadas por las porciones periféricas de la retina, observan una forma más confusa y colores menos fijos que las recogidas por la pequeña zona central.

A la distancia media de la lectura, 25 centímetros aproximadamente, podemos ver sin inconvenientes toda la página de un libro. Pero la zona de mayor claridad, es un círculo de centímetro y medio de diámetro, y el máximo grado de precisión lo constituye una sola letra ubicada en el centro de ese círculo. Esta letra representa aquella parte del mundo visible cuya imagen cae en un momento dado sobre la fovea centralis. Este círculo forma su imagen sobre la mácula, que rodea a la fovea centralis. El resto de la página, es apreciado por las porciones periféricas de la retina, observándose menos claramente.

Establecemos entonces la existencia de una zona central de sensación más precisa, y como resultado, la atención se dirige de un punto a otro del campo visual. Esta movilidad de la atención lleva a una movilidad similar en los ojos. A medida que la mente desplaza la atención de una parte a otra del objeto considerado, los ojos se mueven automática e inconscientemente, de modo que la parte a la que se dirige la atención sea la más claramente sentida, o dicho en términos fisiológicos, de modo que los rayos luminosos reflejados en la zona que es motivo de nuestra atención, caigan directamente sobre la mácula y la fovea centralis. Cuando esto sucede, se dice que la sensación se ha dado con "fijación central". Para apreciar cualquier parte de un objeto con fijación central o con máxima claridad el ojo, debe ejercitarse un enorme número de pequeños y rápidos desplazamientos desde un sector a otro. Si no puede desplazarse, no se verán todas las partes del objeto con fijación central y, por tanto, no lo verá con la máxima claridad.

La movilidad es la condición corriente y natural del ojo. En la infancia, la mayoría de los individuos aprenden inconscientemente a mantener sus ojos y su mente en este estado de movilidad, percibiendo los objetos con la fijación central. Lamentablemente, y por diversas causas, los buenos hábitos pueden desaparecer. De cualquier manera, el "yo" consciente dificulta el accionar correcto y normal. Como consecuencia, la atención quedará fija en lugar de desviarse fácil y continuamente desde un punto a otro, mientras los ojos dejan de desplazarse y la mirada se mantiene estática. El mal funcionamiento produce el esfuerzo mental y físico que, a su vez, da lugar al mal funcionamiento. Debido al esfuerzo y al deficiente funcionamiento, el aparato de la sensación sufre deformaciones y vicios de refracción, produciéndose muchas alteraciones físicas que entorpecen la visión. La visión declina, y como los malos hábitos se hacen más pronunciados con el tiempo, los ojos (sobre todo cuando están provistos de lentes) pierden cada vez más su capacidad de autorregulación y sus defensas contra las enfermedades.

Esta inmovilidad en la mirada, va acompaña siempre de esfuerzo y de visión defectuosa, cosa que no puede sorprender. Cuando el individuo fija su mirada, quiere lograr lo imposible, e intenta al mismo tiempo ver todas las partes de una extensa zona con igual claridad. Pero, como ya mencionamos, la estructura del ojo es de tal naturaleza que no puede apreciar todas las partes de una zona tan claramente como aquella pequeña parte que es observada con fijación central; es decir, la parte cuya imagen cae sobre la mácula y la fovea centralis. La estructura de la mente es tal, que no puede llevar a cabo su labor de percibir, a menos que su atención vaya continuamente desde un punto a otro del objeto considerado. Fijar la mirada, es ignorar estas condiciones necesarias para una sensación y visión normales. En su deseo por alcanzar este fin, que es lograr la mayor visión posible, la persona que fija la mirada olvida el único medio idóneo para alcanzar tal fin. En su lugar, hace hasta lo imposible. Los resultados, como era de esperarse, son negativos: fatiga, con los siguientes vicios de refracción y visión defectuosa.

En algunas circunstancias, el hábito de la fijación central se debe adquirir cuando se es adulto, ya que no puede ser asimilado antes debido enfermedades oculares padecidas durante la infancia. No obstante, en la mayoría de los casos se adquiere al mismo tiempo que los demás hábitos de uso normal, perdiéndose posteriormente como resultado de intervenciones del "yo" consciente. Éste, con sus temores, pesares, dolores y ambiciones, actúa negativamente, impidiendo el buen funcionamiento de los órganos físicos, del sistema nervioso y de la mente.

Cuando se pierde el hábito de la fijación central por un tiempo prolongado, la mácula y la forea pierden parte de su sensibilidad natural por la falta de uso. Al mismo tiempo, el hábito de intentar apreciar los objetos con igual claridad con todas las partes de la retina nos lleva a un excesivo estímulo de algunas o de todas las zonas periféricas que, entonces, tratan de hacer mayor su sensibilidad para responder satisfactoriamente a este estímulo. Hay casos en que este proceso alcanza tal desarrollo, que el individuo se crea una falsa mácula en alguna parte de las zonas periféricas de su retina. Cuando esto pasa, obtiene su máxima visión, no mirando de frente, sino cuando el objeto es observado en determinado ángulo de desvío. Esta visión lateral nunca será tan precisa como la visión normal en la zona macular central. Pero por la pérdida de sensibilidad de la mácula, por falta de uso, y por la continuidad de los hábitos erróneos, esa visión es la mejor que tales ojos y tal mente pueden obtener.

Sin embargo, en la mayoría de estos casos, la pérdida de los hábitos correctos de la movilidad y de la fijación central, así como la adquisición de la mala costumbre de fijar la mirada o de querer ver todas las partes de una amplia zona con igual claridad, no llega a ese grado extremo de fijación periférica. Alguien que fija la mirada, sigue mirando de frente, pero como intenta ver todo con igual precisión, reduce la sensibilidad de la mácula y de la fovea, dando pie a una relación indeseable y anormal entre la mente que percibe y las zonas periféricas de la retina, que llegado este punto se usan más que la zona central para obtener la sensación. La fijación excéntrica se extiende sobre toda la retina, en lugar de limitarse, como en los casos extremos de una falsa mácula, a un punto cualquiera.

No tener fijación central y movilidad, significa carecer de visión normal. Por eso Ía enorme importancia de los procedimientos que enseñan a los individuos, con visión normal, a conservar los hábitos correctos de los cuales, aunque ellos no lo sepan, depende su buena visión, y que ayudan a las personas con visión defectuosa a vencer los malos hábitos, culpables de la disfunción. Las personas que nunca han logrado la fijación central, y las que cuya fijación periférica llega a un grado extremo, necesitarán de los servicios de un maestro hábil v con experiencia:

El reposo, si se les enseña cómo deben practicarlo, será también muy beneficioso para ellas. Sobre todo, para estas personas, pasaremos a describir las técnicas simples y eficaces, que detallamos a continuación.