La Memoria como una ayuda para la Visión

El valor de lo que nombramos "mirada analítica", puede aumentarse añadiendo a estos mecanismos actos deliberados de la memoria. Ver los objetos como señalamos en un capítulo anterior, desplazando rápidamente la atención de un punto a otro, siguiendo los contornos y contando los rasgos más sobresalientes de lo que estamos viendo; después cerrar los ojos, "dejarse llevar", y evocar las imágenes mnemónicas de lo que hemos visto. Reabrir los ojos, comparar esta imagen con la realidad, y repetir el procedimiento. Después de algunas repeticiones, se producirá una mejoría en la claridad y precisión, tanto de la imagen mnemónica, como de la imagen visual captada cuando los ojos están abiertos.

Es útil hacer estos actos de la mirada analítica y de recuerdo con los ojos de nuestro mundo familiar, como los muebles de la habitación en que vivimos y trabajamos, negocios, árboles y las casas de las calles que solemos frecuentar, etc. Esto producirá tres resultados positivos: primero, destruirá la mala costumbre de fijar la mirada, favoreciendo la fijación central; segundo, obligará a la mente a asumir el estado de pasividad alerta y de relajación dinámica, que nos lleva a un recuerdo más claro e incidentalmente a una visión más precisa; y por último, aumentará el conocimiento de la mente y su familiarización con los objetos que ve más frecuentemente, y al provocar esto, facilitará mucho la tarea de ver estos objetos.

Pero eso no es todo. El procedimiento señalado, también es beneficioso mientras que nos enseña la correcta coordinación entre la mente y su aparato sensorial. Muchas personas emplean su tiempo mirando una cosa y pensando en otra, viendo sólo lo imprescindible para no toparse con los árboles, pero ensimismándose al mismo tiempo en sus pensamientos, de modo que si alguien les preguntara ¿qué están viendo?, no podrían contestar, porque aunque tengan muchas sensaciones, conscientemente no perciben casi nada. Esta disociación de la mente y los ojos, frecuentemente causa alteraciones en la visión, especialmente cuando la persona que medita permanece con los ojos abiertos, fijando la mirada sin parpadear en ningún momento. Si deseadnos meditar y soñar despiertos, debemos cerrar los ojos, y con esa visión interna seguir conscientemente los episodios inventados por la imaginación. De igual manera, cuando nos entregamos al pensamiento lógico no debemos fijar la mirada sobre ningún objeto exterior que no tenga relación con el problema que se intenta evaluar. Cuando se mantienen los ojos abiertos, hay que usarlos para hacer algo que tenga importancia, por ejemplo, escribir notas que los ojos puedan leer, o trazar diagramas que sean útiles para el estudio. Por otro lado, si los ojos están cerrados, hay que evitar la tentación de detenerlos, una tentación que siempre es muy fuerte cuando se realiza un esfuerzo de concentración mental. Dejar que los ojos interiores vaguen sobre palabras imaginarias, esquemas o cualquier otra cosa que tenga importancia para el proceso mental que se está produciendo. En cualquier caso, hay que evitar las disociaciones entre la mente y el aparato sensorial. Si los ojos están abiertos, se debe ser consciente de lo que se ve. Cuando no se desea ver, sino soñar o pensar, hay que establecer una relación de los ojos con nuestros sueños o pensamientos. Si se deja que la mente vaya por un lado y los ojos por otro, se corre el peligro de afectar la visión, que es el producto de la cooperación entre un aparato sensorial físico y la inteligencia que selecciona y percibe.