Capítulo 18

 

El corto trayecto que quedaba hasta la casa era relativamente corto en el carruaje y se dio cuenta de que en caballo le hubiera costado el doble de tiempo llegar. Además se sentía preocupada, en caso de estar embarazada no quería que su bebé sufriera ningún daño. Pero eso no lo podía comentar hasta haber terminado de contarle toda la historia al sargento. La voz de este interrumpió sus cavilaciones.

- De acuerdo, entonces lo primero será enviarla a casa de su marido

-No, no quiero volver a la casa del Marqués. Prefiero ir con mi madre, ha de estar preocupada por no tener ninguna noticia mía. Como le dije, a mi marido no creo que le importe si regreso o no. Como ha pedido la nulidad del matrimonio no tiene caso cruzar ni dos palabras.

-Entiendo marquesa pero lo más sensato sería hacerle saber que usted está de regreso y que no está de acuerdo con las medidas que está tomando.

-La verdad, sargento es que no me importa- con su mirada vacía lo miró directamente a los ojos y el no pudo evitar sentir un ramalazo de compasión por aquella joven que había tenido que pasar muchas penurias.

-Muy bien, entonces le recomiendo que dada la precaria situación se consiga un buen letrado para que la defienda en caso de que su cuñado decida inculparla de más delitos.

-No se preocupe sargento, en cuanto llegue a mi casa eso haré, le pediré a mi madre que contacte alguno.

-Muy bien, entonces después de dejarla en su casa, prepararé una visita a su marido para explicarle los cargos contra de su hermano.

-¿Le puedo pedir algo más?

-Si está en mis manos otorgárselo, por supuesto.

-No quiero que le diga al Marqués Manrique donde me encuentro. No quiero que se lo diga a su amante y la ponga sobre aviso.

-¿Está segura de esa decisión?

-Tan segura como lo estuvo mi "marido" al querer anular este matrimonio.

-De acuerdo entonces. Ya hemos llegado.

Al bajar del carruaje, las piernas estuvieron a punto de fallarle, sin embargo el sargento la sostuvo a tiempo de ver salir a una mujer de mediana edad con las lágrimas corriéndole por las mejillas.

-¡Inés! ¡Inés! hija mía, no sabes cómo he estado preocupada por ti- dijo llegando corriendo a ella y estrechándola en sus brazos.

-Cuando Julián me contó que habías huido con Ginés, supe que debía estar equivocado, pero era tal su indiferencia sobre tu paradero, que no supe a quien más recurrir y entonces ayer precisamente fui a dar parte a las autoridades.

-Tranquila madre ya estoy aquí y si entramos te contaré todo. Además debo presentarte al hombre que me rescató de hacer el doble de  tiempo que me hubiera llevado a mí hacerlo a caballo tan cansada como estoy.

-Disculpe mi mala educación, pero es mi única hija, caballero. Permítame presentarme soy Margarita Ibáñez viuda de Gonzaga.-haciendo una pequeña reverencia al hombre que la miraba fijamente con esos ojos grises que la perturbaron por un momento.

-Señora a sus pies- dijo besándole la mano-Mi nombre es Juan de Dios Riquelme soy sargento y acabo de llegar a la ciudad y por lo que veo ya tengo trabajo para empezar- dijo guiñándole un ojo.

Doña Margarita se puso colorada, desde que fuera obligada a casarse con su marido años atrás no se había sentido como una cría impresionable. y mucho menos con las mejillas tan calientes.

-Muy bien sargento, Inés, pasemos a la casa, tu a que te cambies y descanses después de comer y usted a tomar una taza de té. Después de haber traído a mi hija es lo menos que puedo hacer.

-Se lo agradezco pero tengo que partir y empezar a solucionar este embrollo en el que su hija está envuelta. Le aconsejo lo mismo que a ella, deben conseguir un buen letrado. En caso de no conocer a alguien de confianza yo les puedo recomendar a un gran amigo mío que es un excelente letrado. Aunque sus honorarios son algo caros.

-El dinero no importa, sargento mientras el nombre y la reputación de mi hija queden limpias. Por favor póngase en contacto con él y avíseme si está dispuesto a hacer tan largo viaje.

- Sin duda alguna es un joven al que no le importará hacer tan largo viaje. Es soltero y no tiene familia ni está comprometido. En cuanto me instale le mandaré una carta y cuando reciba respuesta le haré llegar a usted la misiva.

-Gracias Sargento, se lo agradezco mucho.

-Yo también sin usted aún me encontraría a más de la mitad del camino, sola y sin dinero.

-Agradézcanmelo señoras, cuando este asunto quede solucionado. Mientras tanto me retiro. Fue un honor Señora Ibáñez, Señora Manríquez.

Las dos vieron alejarse al carruaje y abrazadas como estaban entraron a la casa. Cuando al fin Inés estuvo instalada en su habitación bañada y comida, fue cuando su madre se atrevió a preguntarle toda la historia. Y lo que escuchó de los labios de su hija la llenó de tal indignación que el marqués Manrique dejó de ser a sus ojos el hombre bueno y correcto para cuidar de su hija.

-Lo siento mucho madre.

-¿Pero porque Inés? Tú eres una víctima más en este asunto. Y estoy de acuerdo contigo con respecto a tu marido, serás más feliz alejada de alguien que duda de ti a la primera de cambios y que sobre todo se busca una amante sin dudarlo y sin importarle tu paradero.

-Lo sé, pero hay algo más, no sé a ciencia cierta si estoy embarazada y si resulta que es así no quiero que Julián me obligue a entregarle a mi bebé. Es capaz de arrebatármelo.

-No te preocupes por eso de momento, vamos por pasos. Primero solucionaremos el embrollo en el que Ginés te ha metido. Y mientras tanto mañana haré llamar al doctor con toda la discreción del mundo.

-No quiero que por ningún motivo se entere mamá- dijo Inés con la voz quebrada por las lágrimas.

Hortensia había permanecido en silencio escuchando a su medio hermano, pero aquel mutismo no engañaba al hombre, sabía que de un momento a otro la relajada e indiferente expresión de su rostro se tornaría en una máscara de crispación y mal humor. No le tenía miedo, sería absurdo, pero sin duda no le resultaba agradable tener que soportar sus gritos y sus vejatorios comentarios.

-Y eso es todo lo que tienes que decirme –comentó con tranquilidad mientras se contemplaba las pulidas y cuidadas uñas- Dejas que se escapen en tus narices y luego no eres papaz de localizarlos –atrapó la mirada del hombre y expulsó el aire de sus pulmones de forma lenta y sonora, haciendo un gran es fuerzo para no ponerse a gritarle lo incompetente que era- Todos estos días y no has logrado ni un solo indicio de su paradero.

-Quizás el muchacho hizo caso de tu consejo y ahora esté lejos de aquí –se aventuró a decir.

-No seas idiota –su tono se elevó ligeramente- dónde piensas que podría irse sin dinero. Estoy segura de que el muy imbécil piensa que me la puede jugar, pero aún no sabe con quién se está enfrentando.

Se puso en pie repentinamente alterada, su autodominio había cedido y toda su rabia y frustración se reflejaban en su cara contraída por la rabia y sus pasos inquietos, que la llevaban de un lado a otro del reducido cuarto dónde se alojaba su secuaz.

-Nada está saliendo como planeé. Ginés ha resultado ser un obstáculo más molesto de lo que había imaginado y Julián… -bufó sin dejar de pasearse de un lado a otro- Julián es otro necio que no sabe apreciar un buen bocado cuando se lo sirven en bandeja.

-Quizás el bocado no le guste, aunque se lo sirvan en una fina bandeja –los ojos de Hortensia lo taladraron con tanta furia que ya se estaba arrepintiendo de haber abierto la boca.

-Sin duda ese no es el problema –siseó apretando la mandíbula- es su maldito sentido del honor y el deber lo que lo mantienen alejado de mi lecho –espetó exasperada.

-O tal vez… a pesar de todo, aún continúa enamorado de su esposa.

Sabía que estaba jugando con fuego, pero había descubierto que encontraba cierta satisfacción en provocar a su hermana, aunque luego le costara aguantar su endemoniado genio.

-No digas memeces –gritó- después de todo lo que ha pasado no puede seguir amándola.

-De todas formas, si no te escogió hace años cuando eras joven y apetecible… ¿por qué iba a hacerlo ahora que ya has perdido tu esplendorosa belleza?

La bofetada logró voltearle la cara ligeramente, no había contado con aquella reacción por parte de Hortensia.

Pero aquello ya había llegado demasiado lejos, una cosa era soportar sus gritos y sus histerias y otra muy diferente era que se creyera en el derecho de abofetearlo.

 

Cuando la mano de acero de Mamertino le atenazó el brazo y la sacudió con fuerza, Hortensia fue consciente de que había rebasado el límite.

Con los ojos desmesuradamente abiertos, contemplaba el barbudo rostro de su enfurecido hermano.

-Que sea la última vez que osas ponerme la mano encima, ¿entiendes? –inquirió zarandeándola nuevamente.

-Sí –balbuceó asustada- Y ahora suéltame, me haces daño.

Aunque trató de sonar autoritaria, su voz se negó a adoptar su habitual tono dominante.

-Está bien –dijo soltándola con brusquedad y cierto aire despectivo- pero no olvides que no soy un pelele al que puedes manejar como te venga en gana. Se demasiadas cosas sobre ti y tus chanchullos y ya me he cansado de que me trates como si fuera basura.

El tono amenazante no la amedrentó ahora que estaba libre de nuevo.

-Creo recordar que pago tu silencio de una manera más que generosa –aseguró echando fuego por los ojos.

-Sí, pero quizás ya no me conforme con tu dinero.

-¿Qué quieres decir? –preguntó entrecerrando los ojos.

-Que quizás haya llegado el momento de que el mundo sepa que tú y yo…

-¡Jamás! -estalló sin dejarlo terminar- Nunca reconoceré que eres el hijo bastardo de mi padre.

-Quizás prefieras que le haga una visita al alguacil y le cuente como ayudaste a tu esposo a poner fin a su sufrimiento…

-¡Cállate, maldito! –bramó abalanzándose sobre él con las manos trasformadas en garras y totalmente desquiciada. El pánico y la furia se habían apoderado de ella, cegándola por completo ante las consecuencias de lo que hacía.

No soportaría ni un minuto más las extorsiones de aquel despojo, ya había tolerado más de lo que era capaz.

Un alarido brotó de la garganta del hombre, cuando las afiladas uñas se hundieron con facilidad en su rostro, arañándolo de una manera salvaje.

 

Hortensia notó de pronto que algo la golpeaba el rostro, en ese momento pudo percibir el sabor ácido de la sangre resbalar por su boca y nariz…

Mamertio no podía hacer otra cosa para tranquilizarla, Hortensia estaba fuera de sí y no dejaba de golpearle e insultarle; él nunca había lastimado a una mujer, pero por todos los demonios esa mujer era insufrible, ¿qué otra cosa podía hacer?

En ese momento Hortensia se paró en seco a unos pocos pasos de él y subiendo poco a poco la mano pudo notar la sangre que salía de su labio, y con toda la rabia le gritó

-   ¡¡¡Serás malnacido!!!! ¡¡¡¡ me has destrozado la cara!!!!

Le escupió a la cara y salió corriendo por las escalaras para subir a su habitación, se sentía dolorida…

-   Pero que se ha creído ese imbécil.- siseó.- soy Hortensia Alfeiran y nadie osa a reírse de mí, y menos ese estúpido hijo de… En fin mejor me callo... Dios como me duele la cara….- se acercó al espejo.- bueno, por lo menos la nariz no la tengo rota… un poco hinchado el labio pero sin males mayores… tengo que pensar….

Pidió que la subieran el baño y la cena… no quería encontrarse otra vez que ese despojo…. Y mientras que le preparaban el baño no podía hacer otra cosa que dar vueltas por la habitación pensando en todo lo acontecido… una vez lo tuvo listo se metió en la bañera y ya sí pudo pensar detenidamente… aahh... maldición, esté idiota se le estaba escapando de las manos... bueno más bien todo el estúpido plan, maldito Ginés traicionero, con ese tenía una cuenta pendiente…. Bueno ya se le ocurriría algo…. Primero tenía que ir por partes… lo primero encargarse de su hermanastro…

-   A mí nadie me la juega… Dios, ¡estoy rodeada de inútiles!

Después del baño, cenó plácidamente, el dolor había disminuido y su furia pasó a una calma tensa… se convenció que las cosas se piensan mejor en frío… así que se metería en la cama y mañana sería otro día…

Por el contrario M no estaba precisamente más calmado, al revés, seguí a nervioso, conocía de sobra a esa bruja y sabía que el silencio de Hortensia era peor  que nada…

-   La calma antes de la tempestad.- dijo de forma irónica.

Esta actitud de ella le ponía en guardia, prefería mil veces verla perder los nervios que su silencio… sabía que la traición de Ginés no podía traer nada bueno, ese era uno de los motivos por los que Hortensia estaba más nerviosa... pero ¿quién iba a creer a un demente? No, Ginés no era el peligro… el peligro era Inés… maldita zorra…. Solo esperaba que no volverá nunca... ¿y si lo hace? Bueno me da igual… se tomó un trago… algo en su interior le decía que algo malo le iba a pasar… no le gustaba esa sensación… Dios... que noche más larga…

A la mañana siguiente Hortensia se levantó con mejor humor y con las cosas bien claras…. Lo primero que tenía que hacer era encargarse de su hermanastro…  nunca había visto tanta incompetencia, desde que le puso al frente del plan nada había salido bien, lo único que le traía eran más dolores de cabeza que alegrías; pero por suerte todo iba a cambiar… lo iba a envenenar…  ¿quién se iba a preocupar por un despojo? Sin él tendría un problema menos.

-   Jajajaja, nadie, va a tener sospechas… bien la decisión está tomada.- iba diciendo mientras caminaba hacia la mesita, cogió el bote.- unas gotitas y adiós, fin de Don M.- dijo con voz cantarina.

Salió de la habitación y se encaminó hacia el salón, en verdad estaba todo en silencio… bueno lo mismo está durmiendo. Cuando llegó y se sentó en la mesa le comunicaron que el señor había salido muy temprano esa mañana…

Maldición, pensó Hortensia para sus adentros, no está… bueno, no pasa nada, ya vendrá… siempre vuelve, dijo con una sonrisilla….

 

M, como ya predijo, no pasó una buena noche, seguía dándole vueltas al asunto de que Hortensia le iba a traicionar… salió de casa antes del amanecer al dar un paseo sin rumbo definido, no le agravada esa sensación de traición…. Sus pasos lentamente le llevaron a su taberna favorita, allí estaba Juan…

-   Buenos días M, qué te trae tan temprano.

-   Ponme un buen trago de lo más fuerte que tengas, amigo.

-   Marchando.

Sentado allí, en la taberna de su amigo, se le iban aclarando las cosas, tenía que hacer algo, si él caía, tenía que asegurarse que ella también, maldición, la conocía muy bien, esa mujer siempre se guardaba un as debajo de manga… entonces se le ocurrió la idea… Le pidió a Juan papel para poder escribir unas anotaciones, sería así como una especie de testamento en el caso de que le pasara algo… tenía que hundir a ese bicho… la arrastraría a la desgracia…. Iba a contarlo todo, desde el principio hasta el fin…

Una vez terminadas le dio ambas cartas a Juan...

-   Escucha Juan, si algo me llegara a pasar, entrega sendas cartas, una va para el Marqués y otra a Doña Margarita Ibañez, viuda de Gonzaga.

-   ¿Estás bien M?- Juan nunca preguntaba, hacia lo que le pedían, no le gustaba meter la nariz en las vidas de nadie.

-   Perfectamente amigo, tú guárdalas y recuerda que sólo en el caso de que me pasara algo.

-   Está bien, no te preocupes, haré lo que dices… está todo a buen recaudo… y mientras, toma hoy invita la casa.

-   Muchas gracias amigo.

 

A la mañana siguiente después de la extraña visita del que dijo ser hermano del marido de Hortensia.

Julián, bajo las escaleras con la intención de borrar de su mente todo aquel despropósito de hechos sin sentido.

Empezaría de cero, quería olvidar a Inés y Ginés, si realmente se querían, el no iba a inmiscuirse de nuevo, seguiría adelante con la nulidad del matrimonio, para que Inés pudiera casarse finalmente con el hombre que había amado siempre y él,  quizás con el tiempo encontraría alguna joven que pudiera darle hijos para la continuidad del marquesado.

Por un momento dio rienda suelta a su mente, imagino a Inés con una niña en brazos, con los ojos de su madre, una niña preciosa a la que el mimaba y consentía, su niña… sacudió la cabeza, eso no era precisamente intentar olvidar.

Señor-Domingo, lo esperaba cada mañana en la biblioteca, donde Julián tomaba la primera taza de café, mientras repasaban juntos la orden del día, hoy estaba nervioso caminando de lado a lado a pie de escalera.

-Que ocurre Domingo, pareces un gato enjaulado, desembucha ya lo que tengas que decir, tan importante es, que no puedes esperar a llegar a  la biblioteca, tienes que asaltarme a medio del camino, llego a tardar dos minutos mas y subes a buscarme a la cama… -bromeó, llego al último peldaño de escalera y continuo caminando hacia la biblioteca, Domingo lo seguía a corta distancia, frotándose las manos y con cara de preocupación

-Domingo…  estoy arto de tantas sorpresas e intrigas, estoy esperando

_la señora Inés regreso. Sola, hace un par de días, está en casa de doña Margarita, Carmen la cocinera que tiene a su hija trabajando en… - no pudo continuar, choco contra una pared, el marqués se había parado de golpe y girado para corroborar la veracidad de esa información

Domingo, respiró, maldijo en su interior, la diplomacia nunca había sido su fuerte.

El rostro de Julián, no expreso ninguna emoción, tan solo un leve movimiento de mandíbula lo delató, se envaró y apretó los puños, tras un breve instante, reaccionó y empezó andar

_Salgo_ dijo dirigiéndose a Domingo, necesitaba Salir, necesitaba pensar, despejarse. Todos sus buenos propósitos se habían ido al traste, quería olvidarse de todo de Hortensia, de la mina, de Inés y Ginés… Inés había dicho Domingo que ¿sola?...

Sin pensar se encontró en cuadras, una buena cabalgada, le ayudaría a despejarse a descargar tensión.

Oyó maldecir al mozo- ¡maldito animal!

-Que ocurre Pablo- Julián entro en los establos y encontró a Pablo, maldiciendo mientras se frotaba un brazo…

-El caballo de su mujer señor, digo de Inés… perdón, Sansón, es una bestia, des de que la señora se fue... quiero decir, que no está, que… bueno-se estaba metiendo en un jardín del que cada vez era más difícil salir y el marqués con su cara no ayudaba- que el condenado caballo no ha salido y no hay quien lo domine, he entrado en su cuadra para limpiar y me ha dado una coz, no me ha dejado ni acercar…

-¡Condenado diablo! Estoy arto…, ensilla a Zeus y ponle una brida a Sansón, me lo llevo, está ocupando una cuadra que necesito para otros caballos y aquí no hace nada. Es igual que su dueña

- Pero señor… a donde se lo lleva, la señora Inés adora al animal y cuando vuelva y no lo encuentre…

-Pablo ya me has oído o es que tengo que hacerlo yo

Pablo llevaba mucho tiempo como jefe de cuadras adoraba su trabajo y tenía un gran respeto por su patrón, su problema era que a veces hablaba demasiado, sobre todo cuando se ponía nervioso.

Tardo dos minutos en ensillar a Zeus, alguno más en poner la brida a Sansón.

-Aquí lo tiene Señor- le entrego las bridas de Sansón mientras Julián acababa de ajustar los estribos a Zeus.

Julián monto sobre Zeus y salió como alma que lleva el diablo, había salido de casa sin rumbo fijo, pero ahora tenía muy claro hacia donde se dirigía. Tenía que deshacerse de todo lo que le recordaba a Inés .Su caballo seria lo primero, y no, no era una escusa barata para acercarse a ella, no pensaba verla, dejaría el caballo y se iría

El camino fue breve, azuzó a Zeus y este se entrego a fondo en su carrera, compitiendo con Sansón para que no lo adelantase.

Entro en la finca de doña Margarita y freno los caballos ante un desencajado mozo, acongojado ante tal despliegue de fuerza bruta. Los animales resollaban y el marqués no tenía muy buen aspecto

-toma- dijo Julián lanzando las riendas de Sansón al muchacho, dale esto a tu señora, supongo que esto si lo habrá echado en falta

El muchacho intento hacerse cargo del animal sin mucho éxito

-La señorita está en casa, tiene visitas pero supongo que lo recibirá…

-No tengo ninguna intención de ser recibido, solo he venido a dejar el animal, me molestaba en mis cuadras y  necesita que lo monten

- Ufff pues lo veo difícil, no creo que la señorita lo pueda montar en unos meses, en su estado... ya sabe…creo que no es recomendable

- Se qué?

-bueno…- el muchacho empezó rascarse la cabeza y mirar hacia los lados, bueno ayer, el doctor…

Julián salto de Zeus y se dirigió a grandes zancadas hacia la puerta principal. ¿Es que tenía que ser el último en enterarse de todo?, maldita sea con los criados, primero Domingo y ahora el niñato este.

Llamo a la puerta y a punto estuvo de tirar a la señora Carmen que había salido abrir, no espero a ser invitado, entro como una tromba en la casa dirigiéndose al saloncito donde se oían voces, con una señora Carmen azoradísima pisándole los talones y diciéndole que no podía entrar así

Estaban en el saloncito tomando café con el letrado que había venido a discutir los pormenores de todo lo ocurrido.

Inés estaba sentada en el sofá ya su lado el letrado que no paraba de hacerle preguntas para tener  una idea de lo ocurrido, estaba agotada,  por la mañana el doctor y ahora…

Estaba absorta en su pensamiento y de pronto escucharon unas voces en el vestíbulo, ruidos y las puertas se abrieron de par en par.

Algo inesperado
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