Capítulo 10
Inés llegó apresuradamente a la cocina donde su marido la esperaba con una radiante sonrisa. Cada vez que lo veía su corazón empezaba a latir desenfrenadamente. Aunque él nunca llegó a mencionar que la amara la noche anterior y aunque no hiciera falta su paz mental estaría completa si el llegara a pronunciar esas palabras mágicas. Pero sobre todo que el reconociera en viva voz que no sentía nada por su amiga de la infancia, Tess.
-Llegas tarde
-Eres un exagerado, Julián apenas 5 minutos después de que tú hayas bajado. Si mal no recuerdo tuve que correrte de la habitación porque no dejabas que terminara de vestirme.
-Bueno tal vez un poco exagerado pero tú tienes la culpa. Desde el inicio me has tenido hechizado.
Domingo los escuchaba en silencio y daba gracias al señor de que por fin su amo encontrara el amor, después de tanto sueño truncado y tantas responsabilidades sobre sus hombros era justo que la vida lo recompensara.
-¿Qué es eso que traes en la mano?
-Oh, son unos documentos que Ginés me dio cuando me lo encontré en las escaleras, le prometí que les echarías un vistazo y que después platicarías con él para ver que te parecen. Para él es muy importante tu opinión y dado que esto puede ayudarlo a encontrar su camino y establecerse, le dije que yo te los daría personalmente.
Tras darle los documentos Julián los leyó rápidamente para saber de qué era lo que su esposa estaba hablando.
-¿Negocios? ¿Ginés ha hecho negocios?- parecía tan asombrado que su rostro era todo un poema-pero negocios con quien, pensé que a Ginés no le interesaban para nada, de hecho él jamás ha tenido que mover un dedo para hacer algo. Él simplemente se ha dedicado a gastar y nada más.
-No juzgues tan a la ligera Julián tal vez tu hermano ha decidido que es tiempo de hacer algo por él mismo y dejar de depender de ti, mencionó algo de duplicar todo lo que tienes. Y aunque sé que suena arriesgado no puedes dejar de apoyarlo.
-Lo sé Inés pero realmente no puedo decirle que sí porque sí. Tendré que estudiar estos documentos detenidamente en mi despacho. Le diré a Domingo que los lleve mientras tú y yo asaltamos la cocina y nos llevamos lo que creamos necesario para un picnic matutino.-guiñándole un ojo empezó a preparar las cosas.
Pero la mente de Julián bullía de ideas, de preguntas sin respuesta y esperarlas de su hermano sería mucho pedir. Tal vez pudiera investigar por medio de sus contactos una vez que leyera los documentos que le esperaban en su escritorio. Y si no obtenía las respuestas adecuadas tendría que mover algunos hilos poco recomendables que le debían unos cuantos favores. Todo eso tendría que ser de manera discreta para no alertar a nadie. Y sí los negocios no tenían ninguna doble cara entonces apoyaría a Ginés con todo el gusto del mundo. Pero si resultaba lo contrario entonces su deber era proteger a su hermano menor.
-Julián
-¡Julián! ¿En donde tienes la cabeza?
-Perdón querida estaba imaginando algunas cosas placenteras que podríamos poner en práctica tú y yo mientras estamos en el picnic.-con una mueca pícara se acercó a ella y le plantó un beso tan sensual y cargado de deseo que dejaron de pensar por un momento en donde estaban y que planes tenían.
-Eres terrible –exclamó entre risas tratando de alejarlo ligeramente de sí- La idea me parece maravillosa, –añadió, adornado su semblante con una expresión algo más seria- pero no debemos olvidar que estoy de luto, si alguien nos viera…
-Tranquila, ya he pensado en ello –la interrumpió acercándola nuevamente a su cuerpo- no saldremos de la propiedad. Además, conozco el lugar ideal para que las miradas indiscretas no nos importunen.
-En tal caso no tengo nada que objetar –respondió recuperando la sonrisa.
-Entonces en marcha –indicó a la vez que tomaba la cesta con las vituallas- No está lejos, podemos ir dando un paseo ¿qué te parece?
-Una idea maravillosa –manifestó estrechando la mano de Julián con la suya.
Se sentía feliz por haber aclarado las cosas con Julián, y a pesar de que él no había confesado sus sentimientos hacia ella, el brillo de sus ojos y su encantadora sonrisa la hacían sospechar que eran similares a los suyos.
Le encantaba verlo sonreír. Cuando lo hacía sus facciones se relajaban y su expresión se suavizaba, confiriéndole un aspecto más joven y dinámico. Una imagen muy diferente de la que ella siempre había visto, la del hombre serio y estricto que no se permitía ni la más mínima distracción de sus responsabilidades.
Ese carácter recio y controlado era el causante de que ella siempre hubiera preferido a Ginés, mucho más alegre y divertido, espontáneo y un poco alocado, siempre dispuesto a disfrutar de las cosas buenas de la vida.
Ahora se daba cuenta de las diferencias que había entre ambos hermanos y de lo equivocada que había estado al juzgarlos.
Se dejó arrastrar fuera de la casa y en silencio caminaron hacia el lugar que Julián había escogido para pasar una agradable mañana, en compañía de su adorable esposa.
Le hubiera gustado permanecer más tiempo en el pabellón. Pero no era el momento de desaparecer, quizás al cabo de unas semanas podría organizarlo para poder pasar allí unos días. Pero antes tenía cosas que solucionar, además de comprobar ese tema de la inversión en que Ginés estaba interesado, también estaba el tema del luto… ciertamente tendrían que posponer la escapada al pabellón para otro momento más oportuno.
Ginés los vio salir de la casa cogidos de la mano, como una pareja de enamorados. Sintió que la sangre le hervía dentro de las venas. Sería posible que hasta el amor de Inés le hubiera robado… pero poco importaba ya. Su plan se había puesto en marcha y pronto obtendría resultados.
Esa idea le provocó un estremecimiento de placer que lo llevó a sonreír. Se alejó de la ventana y se dejó caer sobre la confortable cama. Un pequeño dolor en el brazo, le recordó que aún no estaba del todo restablecido. Cualquier día de esos terminaría haciéndose daño de verdad, pero no, ya no tendría más necesidad de recurrir a tales artimañas, porto todo, todo sería suyo.
Cada ver que lo pensaba era como si un potente revulsivo lo llevara a actuar. Se incorporó con decisión y contemplando su aspecto en el espejo de cuerpo entero de su cuarto. Se enderezó el pañuelo y estiró la casaca de fino paño que se entallaba a su delgado cuerpo como un guante. Satisfecho con lo que vio, abandonó la estancia.
Sintió que su suerte no podía ser mayor. Mientras deambulaba sin rumbo fijo por las calles de la ciudad, descubrió a Hortensia, que salía de una de las tiendas. Iba cargada de paquetes y aparentemente sola. No desaprovechó la oportunidad y se encaminó hacia ella.
-Si no me equivoco, creo que no te vendría mal que te echaran una mano –le susurró casi al oído.
-Ginés –exclamó sobresaltada- me has asustado –le sonrió- Pero sí, tienes razón, no me vendría mal una mano caritativa que me ayudara con las compras, creo que me he excedido, como siempre –rió divertida y con su habitual buen humor.
-¿Dónde está tu calesa? –preguntó a la vez que tomaba algunos paquetes de las manos de la mujer.
-Al final de la calle.
-De acuerdo, vayamos a dejarlos allí y luego me concederías el honor de acompañarme en un paseo por el parque –comenzó a caminar sin esperar una respuesta.
Tesi sonrió tras él y se dispuso a seguirlo. Ese Ginés era un soberbio, pero era sumamente divertido, sería agradable estar en su compañía, con él siempre se divertía.
-¿Cómo continua tu brazo? –preguntó mientras caminaban entre los transeúntes en dirección al parque.
-Mejor, pero aún duele. Pero no hablemos de eso, si no pienso en ello, duele menos –dijo dedicándole una sonrisa cargada de picardía- Cuéntame en que estáis metidos tú y mi hermano en estos momentos.
No tenía el menor interés por saberlo, pero era una información que no estaría de más poseer, por lo que escuchó atentamente las palabras de Tesi, incluso hizo algunas preguntas que dejaron sorprendida a su vieja amiga.
-¿Desde cuándo te muestras tan interesado por este tipo de asuntos? –su expresión evidenciaba lo anonadada que se encontraba.
-Bueno, llega un momento en la vida de todo hombre que debe tomar las riendas y mirar hacia el futuro. Creo que a mí me ha llegado ese momento.
-Julián debe de estar muy orgullosos de ti. Él siempre ha deseado que te interesaras por los negocios, estoy segura de que está muy contento con este cambio.
Le palmeó la mano cariñosamente.
-¿Por qué no lo compruebas tú misma? Podrías acompañarme a casa, seguro que tanto Julián como Inés se alegran de contar con tu presencia en nuestra mesa.
-No estoy muy segura de que Inés se sintiera demasiado emocionada con mi presencia –dijo sonriendo con picardía.
-Tonterías. Ahora que ella y Julián parecen haber arreglado las cosas entre ellos, estoy convencido de que le encantará verte.
Las palabras de Ginés, intrigaron a Hortensia. ¿Sería cierto que aquellos dos ya se habían arreglado? Ciertamente Ginés tenía razón… eso tenía que verlo con sus propios ojos.
-Pues a qué estamos esperando.
Ginés igualó la radiante sonrisa que iluminaba el rostro de Tesi, con una pequeña reverencia le mostró el camino de regreso a su carruaje.
Ginés y Hortensia subieron al carruaje que los esperaba al final de la calle, después de haberse encontrado con ella, Ginés había pensado en un plan para acabar con la felicidad reciente de Julián, como dijera el dicho divide y vencerás. Después de todo el amor de Inés no había sido tan fuerte si ella realmente pensaba que su hermano podía estarla engañando con una de las mejores amigas de la infancia de la familia.
Mientras él pensaba en cómo deshacer todo lo que la pareja había logrado Julián le demostraba a Inés con cada una de sus caricias cuán importante era. Sin embargo pensó él ya era hora de decirle cuanto significaba para él, cierto era que no se lo había mencionado la noche anterior por miedo a ser rechazado pero cuando ella le había dicho que lo quería se había olvidado de todo menos de volver a tener a su esposa entre sus brazos.
-¿Julián?-Inés le tocó la mano suavemente para llamar su atención-¿En qué piensas?
-En que ayer no terminamos de arreglar todos los malos entendidos Inés, sé que tú dudas de mí y que piensas que Hortensia pueda ser una sombra entre nosotros. Pero sinceramente Inés piensa si tus dudas son justificadas, jamás he hecho algo que te demuestre lo contrario o ¿sí? Al contrario si no me importaras no habría hecho lo posible por reconciliarnos. No sé cómo hacer para que me creas y mucho menos para que no dudes de lo que siento por ti.
Inés estaba callada, no decía nada solamente lo veía, ¿significaba eso que ella no lo creía? ¿qué seguía sin confiar en lo que tenían los dos? Tenía miedo, pero más miedo tenía de pronunciar las palabras y que toda la felicidad que habían tenido se esfumara de repente.
-Julián no necesitas hacer nada. Tal vez sea yo la que necesite confiar en ti ciegamente y no dudar de la amistad que tienes con Hortensia. Tal vez deba ponerme en tu lugar, como cuando dudabas de Ginés y de mí y entender.
-Si pudiera hacer que me creyeras Inés, eres lo más importante para mí. Haz iluminado mi mundo, has hecho que las dudas, temores y sombras se esfumaran y que las cosas se vieran de diferente color. Sé que no es suficiente pero no sé como demostrarlo.
Solo quiero que me digas las palabras que yo te dije anoche, pensó Inés, que me digas que me amas como yo a ti y que juntos podremos vencer todos los temores que tengamos. Sin embargo la respuesta de ella fue muy diferente.
-No te preocupes Julián, no tienes que demostrarme nada, te lo repito. La confianza es indispensable y tú tienes toda mi confianza. De ahora en adelante cuando venga Hortensia la recibiré amablemente--aunque la cara se me caiga de la sonrisa tan falsa que le pondré, pensó Inés- incluso la animaré a venir más seguido.
-No sabes cómo te lo agradezco Inés esto significa mucho para mí- la besó tan tiernamente que los dos se olvidaron de platicar y se dedicaron a hacer cosas mucho más placenteras. El gemido de Inés provocó en Julián un deseo de amarrarla a él para que nunca, nunca pudiera escapar.
Ginés estaba cómodamente sentado en uno de los sillones de la sala frente a chimenea con Tesi al lado, platicando y divirtiendo a su invitada hasta que aquellos dos aparecieran. Tenía ganas de ver la cara de Inés cuando viera a su supuesta rival. Ya tenía todo ensayado mentalmente, él iría al lado de Inés y dejaría a Julián a solas con Hortensia. Entonces le metería dudas Inés para que su poca confianza se tambaleara. Después la abrazaría y esperaría el momento en que Julián saliera de la habitación para que los viera juntos.
Sí era un magnífico plan, que podría llevar acabo cuanto antes si aquellos dos aparecieran pronto. Estaba empezando a enfadarse de verdad y eso no era bueno, se estaba aburriendo con Tessi, ella siempre fue la incondicional de Julián no de él. Y por más encantador que fuera ella no le importaba lo más mínimo.
-Y ya que has decidido que es tiempo de involucrarte en los negocios Ginés, cuéntame que es lo que tienes pensado. ¿Te has animado con algún proyecto en particular? ¿Tienes inversores o sólo tú piensas correr con todos los riesgos?
Ginés pensó durante un momento la respuesta, no podía decirle el supuesto plan, por si ella empezaba a hacer preguntas. Cierto era que se había procurado en cubrirse las espaldas, nunca estaba de más ser precavido. Ella podría contarle algo a Julián que no le conviniera o podría empezar a meter dudas con respecto a su supuesto proyecto.
-De hecho Hortensia, aún no sé concretamente que negocio, tengo algunos planes pero sólo son eso, planes. He pedido la opinión de Julián hoy precisamente, pero ha salido con Inés así que espero que me pueda ayudar.
-Eso es magnífico Ginés, tu hermano estará encantado de ayudarte en todo lo que pueda y lo hará sin dudar, de eso puedes estar seguro.
Julián e Inés acaban de llegar al vestíbulo procedentes de la cocina, donde habían dejado la cesta vacía, cuando Domingo se acercó con resolución hacia ellos. Tras hacer una breve inclinación de cabeza se dirigió a Julián.
- En el salón están el señor Ginés y la señora Hortensia – no era la manera correcta de llamarla pero para Hortensia, que conocía a Domingo desde que era una niña, era la mayor concesión que había obtenido del regio mayordomo.
Tras mirar sorprendido a Inés y comprobar que ella tampoco sabía nada de esa visita se dirigió de nuevo a Domingo.
-¿Han venido juntos?
-Sí, señor. Por lo visto se encontraron en el pueblo y el señor Ginés la invitó a pasar la tarde y a almorzar con ustedes.
- Eso sí que es raro. Ginés y Tesi nunca se han llevado bien. –le comentó Julián a Inés encogiéndose de hombros. – Por favor, Domingo, dígales que en seguida estaremos con ellos en el salón, y por favor vigílelos para que no se saquen los ojos – le pidió Julián guiñándole un ojo al mayordomo. Domingo tuvo que controlar la sonrisa que se escapaba de sus labios al oír la pequeña burla de su señor. Hacía años que Julián no estaba de tan buen humor. Con una inclinación se despidió de ambos y se dirigió al salón para anunciar la llegada de los marqueses de Manrique.
- yo pensaba que Ginés y Hortensia eran amigos – comentó Inés mientras subían la escalera para adecentarse un poco y cambiarse de ropa.
- Se soportan, pero nunca ha existido una estima mutua – y volvió a encogerse de hombros mientras entrelazaba sus dedos con los de Inés - por eso me extraña que Ginés la haya invitado.
Media hora después entraban al salón donde Tesi tomaba una copa de jerez con agua y Ginés apuraba su tercera copa de brandy aunque fueran apenas las dos de la tarde. Al verles entrar ambos se pusieron en pie y Ginés se sorprendió al observar que Inés se acercaba sin rastro de temor o enfado a Hortensia. Es más su semblante era tan resplandeciente como si fueran viejas amigas. La sorpresa desconcertó momentáneamente a Ginés, pero la máscara de caballerosidad y amabilidad apareció rápidamente en su semblante.
- Hortensia, qué sorpresa encontrarte en casa. Si nos hubieras avisado habríamos estado aquí para recibirte – Confesó Inés que había decidido practicar con el ejemplo y confiar plenamente en Julián. Ciertamente el comentario también sorprendió a Tesi, era casi milagroso el cambio ofrecido por Inés. Tras sentarse en el sillón a su lado y con su mejor sonrisa ambas entablaron una ligera conversación que ayudó a que ambas dejaran a un lado los pequeños enfrentamientos anteriores y empezaran a mostrar su verdadero carácter.
- Lo cierto es que no tenía pensado venir a la hacienda, pero me encontré con Ginés y me invitó a cenar con vosotros. Espero no molestaros – Por primera vez la incomodidad se instaló en Tesi, se daba cuenta que su comportamiento anterior había sido algo infantil.
- No, claro que no. Para Julián es un placer tenerte aquí, y para mí también, espero que podamos conocernos algo más – apostilló Inés tras un segundo de vacilación. Ya estaba, lo había dicho, solo esperaba no tener que arrepentirse de tender esa mano de amistad hacia Hortensia.
- No hay nada que me gustaría más. Para mí sería un placer considerar amiga a la persona que ha provocado ese cambio en Julián – y sin darse cuenta Tesi aferró la mano de Inés, como si de verdad fueran amigas, un gesto inconsciente de cercanía y sinceridad. Ambas mujeres se giraron para mirar a un sonriente Julián que conversaba en esos momentos con su hermano.
Al otro lado de la habitación, un Ginés furioso despotricaba interiormente por la perra de Hortensia. En vez de mostrarse altiva y despertar los celos de Inés parecía casi una sumisa debutante en su primer baile. Al demonio con todas las mujeres, ahora debía centrarse en Julián y en su plan de inversiones para ver la caída del marqués de Manrique.
Aun cuando Inés le había asegurado que confiaba en él, jamás hubiera esperado una reacción como la que había tenido la tarde anterior frente a la inesperada visita de Tesi.
Se había mostrado encantadora, la perfecta anfitriona. Verla charlar y sonreír junto a su amiga, le había provocado una gran sensación de orgullo y satisfacción. Siempre había sabido que Inés sería la mujer ideal para ser su marquesa a pesar de ese carácter suyo, en ocasiones demasiado temperamental.
Sentado tras la mesa de su despacho, esas ideas daban vueltas en su cabeza, mientras en sus manos reposaban los documentos que Ginés quería que examinara.
Volvió a centrar toda su atención en ellos. En principio parecía estar todo en orden, hasta parecía un negocio realmente rentable. Lo que no terminaba de encajar, era la participación de Ginés en aquel asunto. No quería ser mal pensado y prefería asirse a la idea de que realmente su hermano había cambiado, quizás después de todo llegaría a ser un hombre de provecho y no uno de esos parásitos que vivían de las rentas.
De todas formas, aunque los documentos parecían legítimos, esa misma tarde se los haría llegar a su contable. Quería asegurarse de que todo estaba en orden antes de aconsejarle a su hermano sobre el tema y si todo era correcto, como creía, tal vez el mismo se arriesgara en aquella empresa. Pero antes de comprometer su dinero, debía estar seguro de que nadie estaba tratando de timar a Ginés.