Capítulo 2. La conspiración judeomasónica
CAPÍTITULO 2
La conspiración judeomasónica
JOSÉ A. FERRER BENIMELI
Universidad de Zaragoza
Entre los tópicos desarrollados con éxito por una cierta clase de literatura y publicaciones con finalidad exclusiva o primordialmente antihebráicas y antimasónicas, se encuentra el que identifica a la Masonería con el Judaismo internacional, del que sería una de sus armas de influjo y expansión[1].
Sin querer dar más importancia a un hecho que, tal vez, no supere la categoría de lo anecdótico, pero que no fue único ni en el tiempo ni en su localización, podemos citar el libro publicado en Barcelona en 1932 por el masón y exsacerdote Pey Ordeix, con el título Jesuítas y Judíos ante la República. Patología Nacional, donde, esta vez, el peligro judeomasónico es sustituido —precisamente por un neoconverso masón— por el peligro judeojesuítico a través de una serie de largos capítulos donde se habla de los «jesuítas transjudíos», y de la «sangre judaica del jesuitismo», del «catolicismo judaico» y del «judaismo católico[2]».
Entre ambos extremos se podría citar una serie de asuntos, o «escándalos», hábilmente utilizados por la prensa, como el caso Dreyfus, el de Stavinsky, etc[3]. que contribuyeron desde finales del siglo XIX a la identificación de dos instituciones que muy poco tienen que ver como tales, aunque a nivel personal haya habido y siga habiendo las interrelaciones propias de una sociedad, como la masónica, que quiere hacer de la tolerancia y fraternidad sus más firmes características.
En cualquier caso, la bibliografía relacionada con la Masonería y el Judaismo es tan copiosa como —en muchos casos— carente de valor, y abarca toda una gama de literatura que va desde los libros y revistas especializadas a los simples artículos de prensa, folletos, hojas y panfletos[4].
Hay quienes se preguntan si la Francmasonería es judía; otros identifican sin más a los masones con los judíos, o a éstos con la tolerancia moderna, o con el odio a la Iglesia. Estas características del peligro judeomasónico contra la Iglesia católica y contra algunos países en concreto, como, por ejemplo, España, fueron ya copiosamente cultivadas en el último tercio del siglo XIX entre otros por Vicente de la Fuente en su Historia de las Sociedades Secretas antiguas y modernas, y especialmente de la Francmasonería (Madrid, 1874); Tirado y Rojas, La Masonería en España (Madrid, 1893) y Las Tras-logias (Madrid, 1895), y poco después por Nicolás Serra y Causa, El Judaismo y la Masonería (Barcelona, 1907), en los que domina la idea fija de que el Judaismo es el padre y origen de la Masonería y de cuanto de malo y revolucionario ocurre en el mundo.
El odio hacia el judío —identificado sin más con el sionista— fue alimentado por publicaciones que, en muchos casos, tenían su origen en los célebre Protocolos de los Sabios de Sión[5], y sirvieron no sólo para mentalizar a ingenuos y fanáticos, sino para predicar, justificar y practicar todo tipo de violencias contra los israelitas, e indirectamente contra los masones, presentados ambos como abominables conspiradores. Y se hizo especialmente sensible durante la II República en tres sectores de la opinión pública: el católico, el falangista[6] y la prensa conservadora, coincidentes no solo en su actitud antimasónica y antijudía, sino incluso en su formulación.
IGLESIA Y MASONERÍA
Por lo que respecta al primer apartado Teodoro Ruiz publicaba sus Infiltraciones judeomasónicas en la Educación Católica (Madrid, 1932); J. Bahamonde, El nuevo régimen desenmascarado (París, 1932); Antonio Suárez Guillen, Los Masones en España (Madrid, 1932) y se reeditaba la obra del obispo Torras i Bagés ¿Qué es la Masonería? (Barcelona, 1932).
Ese mismo año el sacerdote catalán Juan Tusquets presentaba su libro Orígenes de la revolución española (Barcelona, 1932), e iniciaba una colección antisectaria y más concretamente antimasónica, bajo el título de «Las Sectas», con títulos como Los poderes ocultos de España. Infiltraciones masónicas en el catalanismo (Barcelona, 1932), José Ortega y Gasset, propulsor del sectarismo intelectual (Barcelona, 1932), Lista de talleres masónicos españoles en 1932 (Barcelona, 1932), La Masonería descrita por un grado 33 (Barcelona, 1933), Vida y propaganda sectarias (Barcelona, 1933), El Masonismo de Maciá (Barcelona, 1933), Masonería, Judaismo y Fascismo (Barcelona, 1933), La dictadura masónica en España y en el mundo (Barcelona, 1934), Los secretos de la política española (Barcelona, 1934), El espiritismo y sus relaciones con la masonería (Barcelona, 1934), La Iglesia y la Masonería. Documentos pontificios (Barcelona, 1934), El Judaismo (Barcelona, 1935)… Libros que por parte masónica tuvieron su respuesta en Ramón Díaz, La Verdad de la Francmasonería. Réplica al libro del presbítero Tusquets (Barcelona, 1932) y Matías Usero, Mi respuesta al P. Tusquets (La Coruña, 1933).
La colección dirigida por Tusquets se destacó por su agresividad, virulencia y reaccionarismo, más o menos comprensible dentro del contexto histórico de lucha política e ideológica en que tuvieron lugar. Y contribuyeron a crear en ciertos ambientes, católicos especialmente, un estado de ánimo y posturas antimasónicas en las que no siempre primaron ni la objetividad, ni la serena información, ya que en muchos casos los ataques contra la masonería, o si se prefiere el binomio masonería-judaismo, están basados en el falseamiento y deformación sistemática.
En esta campaña de prensa y mentalización contra la masonería, por parte de elementos clericales y de las derechas de la época, hay que citar también algunas revistas como Los Cruzados, Cuadernos de Información antimasónica, editados en Barcelona; Atenas, revista de Información y Orientación pedagógicas, que se dedicó desde su aparición a la actuación de la Masonería en el Ministerio de Instrucción Pública; al igual que el semanario Los Hijos del Pueblo, u otras revistas católicas como El Mensajero del Corazón de Jesús, Estrella del Mar, Sal Terrae, etc., que se ocuparon con frecuencia de la masonería.
Otro tanto habría que decir de ciertos periódicos como El Debate, obsesionado especialmente por el tema masónico, al que dedicó abundantes trabajos, como el de Luis Getino, La Masonería contra España, en su número extraordinario de febrero de 1934, o los titulados Los archivos de la masonería francesa (1 de abril 1934), La Masonería y el affaire Stawisky (enero 1934), etc.
Si todavía añadimos los opúsculos y hojas de propaganda antimasónica editados por el Apostolado de la Prensa, la F. A.E., de Broma y de Veras, etc., nos encontramos con títulos tan curiosos como Frailes, curas y masones y Los secretos de la Francmasonería (opúsculos núms. 114 y 69 del Apostolado de la Prensa). Manual de la Liga Antimasónica (Barcelona, 1933), Máximas políticas (extracto de un papel de 1823 cogido a los masones del G. O. español) publicadas en la revista De Broma y de Veras (mayo 1933), La Masonería (n.º 94 de «Rayos de Sol», editados por El Mensajero del Corazón de Jesús). La serie antimasónica de propaganda de la F. A.E., publicó, entre otras hojas, las tituladas: Masonería, Los hermanos Tres Puntos, Masonería y Comunismo, Odio masónico, Táctica masónica, etc.
Publicaciones que en muchos casos corresponden a una de las fases de la II República española como reacción de las derechas y del clero ante la actitud adoptada por las Cortes Constituyentes y por el propio gobierno republicano en relación con la cuestión religiosa.
Posteriormente, en 1937, el reverendo Tusquets fue nuevamente encargado de otra colección, que esta vez recibió el título de «Ediciones Antisectarias», publicada en el Burgos «Nacional» y en la que él mismo fue autor de La Francmasonería, crimen de lesa patria, Masonería y separatismo y Masones y pacifistas (Burgos, 1937 y 1939[7]). Como dice Jordi Canal, entre los personajes destacados en la creación del juego contubernista sobresale el eclesiástico Juan Tusquets, que proporcionó muchos de los argumentos —o más precisamente ideas— utilizadas por las derechas españolas durante la II República y la Guerra Civil de 1936-39 y, a la postre, por el franquismo[8].
Paralelamente las obras de León de Poncins fueron profusamente traducidas en España siendo una de las más reproducidas Las fuerzas secretas de la Revolución. Francmasonería y Judaismo (Madrid, 1936).
El tema judeomasónico tuvo por esas fechas un especial arraigo y vinculación en España. En este sentido resultan característicos tanto el libro de V Justel Santamaría, Bajo el yugo de la Masonería judaica (Sevilla, 1937), como el de Pío Baroja, Comunistas, judíos y demás ralea (Valladolid, 1938) en el que no solamente son importantes la fecha y lugar de edición, sino el que en él se diga que en todos los movimientos sociales subversivos hay siempre un fermento judaico, y se afirme textualmente que «en la protesta rencorosa contra la civilización aparece el Judaismo en forma de Masonería, comunismo o anarquismo[9]». En la misma línea están las obras de Ferrari Billoch, Así es la secta. Las logias de Palma e Ibiza (Palma de Mallorca, 1937), La Masonería al desnudo (Madrid, 1939) y Entre Masones y Marxistas (Madrid, 1939).
MASONERÍA Y FALANGISMO
En un segundo apartado la «conspiración judeomasónica» tuvo mayor incidencia durante la II República entre los ideólogos y medios de comunicación falangistas, y en menor medida en el tradicionalismo sevillano de Fal Conde[10].
En este sentido resulta significativo que el mismo año que Alfonso Jaraix y Juan Tusquets se ocupaban de los Protocolos y su aplicación en España[11], Onésimo Redondo traducía y publicaba en Valladolid los Protocolos de los Sabios de Sión. Para ello se sirvió del órgano de expresión de las J. O.N. S., Libertad, fundado el 13 de junio de
1931, y que acabaría siendo reemplazado por Igualdad, a raíz de ciertas suspensiones gubernamentales. Los temas más queridos del fundador de estos semanarios fueron la simpatía por el nazismo y fascismo y el antisemitismo a ultranza. Onésimo Redondo, a partir de una estancia en Alemania que le marcó profundamente, empezó a publicar en el semanario Libertad una traducción de Los Protocolos, siguiendo la versión francesa de Roger de Lambelin del año 1931, hecha exprofeso para Libertad[12]. Fueron un total de veintiún capítulos repartidos entre los meses de febrero y julio de 1932.
Onésimo Redondo volvería a ocuparse del tema en sendos artículos publicados el 27 de junio y el 11 de julio del mismo año, bajo el título de Los manejos de Judea: El autor y el precursor de los «Protocolos» y «El Precursor de los Protocolos».
Llama la atención la importancia dada en este semanario falangista al tema de los judíos con artículos como El peligro judío (n.º 3, 27 de junio 1932), tomado de El Judío Internacional de Henry Ford; El Comunismo y los judíos. Intervención de los hebreos americanos en la revolución rusa (n.º 16, 28 de septiembre 1931) también tomado del libro de Henry Ford; Las garras del judaismo (n.º 28,21 de diciembre 1931); Stawisky el judío (n.º 70, 15 enero 1934[13]).
Paralelamente, en el mismo semanario Libertad, la masonería protagonizó no pocos artículos ya desde 1931. Algunos títulos pueden ser significativos: Un sucio negocio masónico (n.º 10, 17 de agosto 1931); Fuerzas secretas: La Masonería como hecho actual (n.º 11,31 de agosto 1931); La Masonería y la enseñanza (n.º 27, 14 de diciembre 1931); La Masonería y la prostitución (en el mismo número); Lerroux y la Masonería (n.º 48, 9 de mayo 1932); … La Masonería triunfa (n.º 76, 26 de febrero 1934); La Masonería y los Cabarets (n.º 86, 4 de junio 1934); La Masonería es la que manda (n.º 115,31 de diciembre 1934); La Francmasonería y la verdad (n.º 127, 128 y 130 del 25 de marzo, 1 y 5 de abril 1935[14]).
Por su parte Ramiro Ledesma Ramos fundó en 1931 el «semanario de lucha e información política» La Conquista del Estado donde la masonería es implicada especialmente en la crisis política, social y económica de España siendo identificada con el Estado liberal-burgués. En un artículo de octubre de 1931 Ledesma Ramos dirá que las J. O.N. S. tienen dos fines prioritarios: «Subvertir el actual régimen masónico antiespañol, e imponer por la violencia la más rigurosa fidelidad al espíritu de la Patria».
La progresiva radicalización ideológica de Ramiro Ledesma Ramos —que le llevará incluso a la ruptura con el cuerpo falangista de Primo de Rivera y Onésimo Redondo— derivó hacia un extremismo verbal en el que identificó sin más el antimarxismo con la lucha radical contra la burguesía, el antiparlamentarismo y el ataque frontal a la masonería. Especialmente significativas son las siguientes palabras de Ledesma[15], aparecidas en La Patria Libre[16] en las que ya se configura el modelo de contubernio masónico:
La masonería, en su doble aspecto de secreta y exótica, es perjudicial para los intereses nacionales y para la seguridad de la paz y el orden público (…). En la pérdida de nuestras colonias, en todas las revoluciones y cambios de régimen, en las diversas campañas de propaganda antiespañola en el extranjero, se ha visto clara la mano de la masonería (…). Estamos alerta. La masonería tiene estudiados planes de gran envergadura, cuya realización es indispensable paralizar. Pero a la masonería solamente se la puede aniquilar desde el Poder, y utilizando todos los resortes poderosos del Estado (…). Procuremos defendemos contra ella como podamos. Este periódico intenta ser uno de los más firmes baluartes antimasónicos[17].
A las figuras de Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma Ramos hay que añadir lógicamente la de José Antonio Primo de Rivera, las tres analizadas con el rigor que le caracteriza por Ricardo Manuel Martín de la Guardia en su brillante trabajo dedicado a Falange y masonería durante la II República[18]. Efectivamente, José Antonio Primo de Rivera también se ocupó de la masonería en sus discursos y desde publicaciones como FE. y Arriba. Sobre todo centró su atención en la idea de dependencia que España mantenía respecto a poderes internacionales al servicio de las logias. En un discurso pronunciado en Cádiz el 12 de noviembre de 1933 llegó a decir que «España no es independiente. Los hombres que han regido España reciben sus consignas o de la logia de París o de la Internacional de Amsterdam[19]». Para José Antonio el llamado bienio progresista sirvió para que España fuera colonizada por tres poderes extranjeros: la Internacional Socialista, la masonería y el Quai d’Orsay. Y para remediarlo abogará por el uso de la violencia[20].
Primo de Rivera estaba convencido de quienes eran los culpables del caos político, social y económico por el que atravesaba la España de la II República, y en consecuencia defendió la instauración de un nuevo orden como vía única para acabar con la lucha de clases, la insolidaridad, el separatismo, el marxismo desintegrador, la masonería[21]…
Tras la fundación de Falange Española, el 29 de octubre de 1933, salió a la calle una nueva revista F. E.[22] en la que la mayoría de los artículos relacionados con la masonería están firmados por José Antonio Primo de Rivera. Ian Gibson comentando algunos de ellos dice que F E. odiaba a los masones tanto o más que a los judíos, viendo por doquier «la sombra de un triángulo que ya se ha hecho tristemente célebre en España». Otra de las ideas coincidentes con sus camaradas de ideología es que los masones estaban organizando una vasta conspiración internacional para hundir a España…; y en esta lucha de destrucción eran cómplices comunistas, socialistas, masones, judíos, pacifistas y demás enemigos internacionales del país[23].
El semanario Arriba, que sustituyó a FE continuó en su lucha contra el capitalismo judío e internacional y «la democracia masónica envilecedora del ser español[24]». Pero la redacción de Arriba no consideró necesario dedicar ni un solo editorial a la masonería. El tema masónico aparece en sus páginas diluido en el discurso general, sin ocupar un lugar central. Más que la influencia directa de José Antonio, encontramos la de otros líderes falangistas como Fernández Cuesta que no duda en afirmar que «la Falange quiere transformar España de arriba a abajo, acabar como sea con el separatismo, la masonería y el marxismo[25]», o de Emilio Alvargonzález: «Hay que arrojar de España esas intrusas influencias. Tenemos que ahogar la calculada e interesada actuación de sus medios: el capitalismo, la masonería, el socialismo y el comunismo[26]».
Sin formar parte del eje central y esencial de la Falange, sin embargo la masonería, a través del Arriba de la primera época, formará parte del discurso general del fascismo español, especialmente en la tipificación de la Anti-España: «Los enemigos de España son tres: el comunismo, el gran capitalismo intemacionalista y las pandillas políticas»; «los antiespañoles son los masones, separatistas, comunistas y socialistas», «hay que acabar como sea con el separatismo, la masonería y el marxismo», «con los judíos que entran, los masones que brotan, y los separatistas que se afianzan», siendo uno de los eslóganes favoritos: «Jamás las fuerzas antinacionales: ni el marxismo, ni la masonería, ni el separatismo[27]».
Aunque los dos grandes enemigos de la «España moral» en el discurso falangista son el marxismo y el capitalismo, sus compañeros de viaje son siempre la masonería y el judaismo, sin olvidar a socialistas, comunistas y separatistas. Por otra parte hay que destacar en primer lugar la supuesta obediencia de la masonería a poderes extranjeros, especialmente el judaismo —influjo tal vez del fascismo alemán— y en segundo lugar el hecho de que la masonería aparece siempre rodeada del resto de «enemigos»: marxismo, separatismo, capitalismo, comunismo, etc.
LA MASONERIA EN LA PRENSA CONSERVADORA
Coincidente en el tiempo, pero desde otra óptica, nos adentramos en el tercer apartado de la mano de Isabel M.ª Martín Sánchez y su extraordinaria tesis doctoral El mito masónico en la prensa conservadora durante la Segunda República[28], donde demuestra cómo la propaganda antimasónica y antijudía fue utilizada también por sectores de la derecha católica española, a través de la prensa, como arma ideológica para combatir al régimen republicano. Y en ella —al igual que en la literatura y prensa falangista— encontramos también las bases del discurso franquista posterior, caracterizado por su repulsa visceral hacia aquellos grupos —masonería, comunismo, judaismo— que la propaganda católica y derechista de la II República pintó unidos, en confabulación contra la patria. Estamos una vez más en el origen del que luego se hará popular «contubernio judeo-masónico-comunista», tan utilizado para sostener la dictadura, bajo la idea de la necesidad de proteger a España de esa amenaza. Tesis que viene a confirmar y completar lo ya avanzado por la misma autora y otros miembros del Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española [CEHME] en varios de sus trabajos [29].
Isabel M.ª Martín, al igual que Agustín Martínez de las Heras, demuestran con claridad como la difusión del mito masónico-judaico, a través de la prensa católica y de derechas madrileña, se instrumentalizó no sólo contra la masonería, sino fundamentalmente contra la República. Los periódicos de Madrid analizados son ABC, El Debate —también estudiado por Francisco Javier Alonso Vázquez—[30] El Siglo Futuro, La Nación, Informaciones y Ya, dejando fuera otros como Gracia y Justicia que ya fue estudiado por Fernando Montero Pérez Hinojosa[31] y que es coincidente en su doble carácter antirrepublicano y antimasónico, al identificar República con masonería. Razón por la que el descrédito de la República pasaba por el ataque y la burla contra la masonería. Burla caricaturesca que se extiende a los principales republicanos acusados de masones. Por otra parte la masonería es considerada culpable de todos los males que sufría el país, estando subordinadas a ella las demás fuerzas políticas y sociales. A su vez las logias son presentadas como los antros desde los cuales se dirigía la política española, conduciéndola hacia el caos. Labor en la que colaboraban, entre otros, el marxismo y el judaismo, sin olvidar el separatismo.
La novedad y coincidencia de los periódicos en cuestión, a los que se podrían añadir otros de «provincias», como La Verdad y El Triunfo, de Granada de los que se ocupa Eduardo Enríquez del Arbol[32], y prácticamente todos los castellano-leoneses desde los Diarios de Avila, Burgos y Palencia, al Adelantado de Segovia, El Norte de Castilla, Diario Regional de Valladolid, Heraldo y Correo de Zamora, etc. estudiados por Galo Hernández Sánchez[33] y Pablo Pérez López[34], radica en que el «mensaje» antimasónico y antijudío se encuentra no solo en los editoriales, noticias, comentarios, notas, avisos y colaboraciones, sino sobre todo en el discurso iconográfico, eminentemente «visual» y «humorístico» que resulta fundamental por su rápida aceptación y repercusión popular y su fácil incitación al estereotipo a través de chistes, viñetas, recuadros, etc.
El consabido mito de la relación entre masones, judíos y comunistas, que luego quedará configurado como «contubernio judeo-masónico-comunista» llega a tener una sección, por ejemplo, en Los Hijos del Pueblo, titulada «Judíos y masones», siendo uno de los temas recurrentes del semanario[35], al igual que el marxismo vinculado en particular con judíos y masones. Sobre este particular resulta sintomático el siguiente párrafo: «Para imponer su dominio a los pueblos, los judíos disponen de su Alta Banca, de la Prensa, que está casi toda entre sus manos, y de tres importantes organizaciones: la masonería, el socialismo y el comunismo[36]». Por su parte en Gracia y Justicia del 4 de enero 1936 se preguntaban:
Marxismo internacional,
Masonismo extranjero
Judaismo sin patria
¿Qué tiene que soportarlos España?
Y poco después (25 de enero), como complemento de los «versos» anteriores, volvía Gracia y Justicia con sus ripios acostumbrados:
Contra los judíos, la raza española
Contra los marxistas, los patriotas.
Contra los masones, España cara a cara
Contra la Masonería, el judaismo y el marxismo
y sus cómplices.
Contra los rusos, que son de abrigo, aunque el
pobre comunismo va a cuerpo.
El humor gráfico que destacan y recogen tanto Martínez de las Heras, como Isabel Martín Sánchez constituye una parte esencial en este tipo de prensa. Humor en el que la configuración del contubernio judeo masónico comunista cuenta con una rica e importante colección de chistes, viñetas, dibujos, etc. Esta iconografía se hizo igualmente profusa en carteles electorales y eslóganes, sobre todo a raíz de las elecciones de 1933 y 1936, y en las portadas de libros y folletos de la época. Así son representativos, entre otros, el cartel de Acción Popular de 1933 en el que están figurados cuatro fantasmas que llevan los símbolos del comunismo, masonería, separatismo y judaismo; y al pie se puede leer: «Marxistas, masones, separatistas, judíos quieren aniquilar España. Votad a las derechas. Votad contra el marxismo». O el de la Derecha Regional de Valencia, de 1936, en el que el mapa de España se ve atravesado por tres lanzas esgrimidas por tres brazos en los que se lee: Masonería, Separatismo, Comunismo. Más conocido es el de la Guerra Civil, en color, en el que sobre el fondo de una bandera española, un soldado con una escoba está barriendo a dos personajes que simbolizan los «politicastros» y la «injusticias social», así como al bolchevismo, masones, FAI y separatismo representados por sus correspondientes símbolos.
Paralelamente las portadas de algunas publicaciones de la época son suficientemente expresivas de la configuración visual del «contubernio» o conspiración en su triple versión judeo-masónico-comunista, que con algunas variantes (introducción del anarquismo, socialismo y separatismo) a partir de 1936 formará también parte fundamental de la ideología de Franco y su sistema. Así son de destacar las tres versiones de la portada del libro de Mauricio Karl (Carlavilla), Asesinos de España: Marxismo, anarquismo, masonería (Madrid, 1935[37]) en la que el escudo de España aparece roto y a su lado tres puños sangrientos levantados en alto, en cuyos antebrazos aparece la escuadra y el compás, la hoz y el martillo y la sigla FAI. Por su parte las Publicaciones de Propaganda Social editaron un folleto titulado Los Hermanos Tres Puntos, con tres recuadros característicos: en el primero la escuadra y el compás rodeados de la hoja de acacia, en el segundo la hoz y el martillo, y en el tercero la caricatura de un judío[38].
En vísperas de las elecciones del 36 que darían la victoria al Frente Popular hay dos viñetas tituladas «16 de febrero» muy parecidas en su intencionalidad. La primera pertenece a Informaciones del 11 de enero de 1936. Sobre el mapa de España se ve un zapato que de una patada echa del mapa el triángulo y el compás entrelazos con la hoz y el martillo, y el símbolo del separatismo representado con la barretina y la estrella de cinco puntas.
FRANCO Y EL «CONTUBERNIO»
Y así llegamos al epílogo o lo que podríamos denominar el todavía republicano primer franquismo en el que ya adquirirá carta de ciudadanía el famoso «contubernio» que acompañará a Franco hasta su último mensaje público en el balcón del palacio de Oriente, el 1.º de octubre de 1975 —pocas semanas antes de morir— cuando afirmó que contra España existía «una conspiración masónico-izquierdista en la clase política, en contubernio con la subversión comunista-terrorista en lo social». En este sentido conviene recordar que la cruzada antimasónica de Franco se remonta a los meses de mayo y agosto de 1935 cuando fueron cesados seis generales incluidos en la relación de militares masones presentada al Congreso de los Diputados el 15 de febrero de 1935 por el señor Cano López[39]. Los cesados fueron:
José Riquelme y López Bago, jefe de la 8.ª División Orgánica (24-V-1935).
Eduardo López Ochoa, jefe de la 3.ª Inspección del Ejército (10-VI-1935).
Toribio Martínez Cabrera, Director de la Escuela Superior de Guerra (13-VI-1935).
Manuel Romerales Quintero, jefe de la Circunscripción 0. De Marruecos (l-VIII-1935).
Rafael López Gómez, jefe de la 1.ª Brigada de Artillería (1-VIII-1935).
Juan Urbano Palma, jefe de la 8.ª Brigada de Infantería (8-VIII-1935[40]).
Siete días antes del cese del primer general masón, y a propuesta del ministro de la Guerra, Gil Robles [41] era nombrado jefe de Estado Mayor General del Ejército el general de división Francisco Franco Bahamonde, entonces jefe superior de las fuerzas militares de Marruecos[42] Una semana antes de este nombramiento había tenido lugar el del general Fanjul para la Subsecretaría de Guerra. Pocos días después el general Mola era designado jefe superior de las fuerzas militares de Marruecos y el general Goded director general de Aeronáutica, conservando en comisión de funciones de la Tercera Inspección del Ejército. El 13 de junio de 1935 el general Espinosa de los Monteros ascendía a General Superior de Guerra[43].
Curiosamente todos estos generales serían protagonistas de la sublevación militar del 18 y 19 de julio de 1936, así como de la subsiguiente guerra civil. Por su parte de los seis generales masones cesados por el equipo Gil Robles-Franco Bahamonde, cinco también fueron protagonistas de la guerra, pero en el lado republicano[44].
Con la sublevación militar del 18 de julio de 1936[45] la historia de la conspiración judeomasónica pasa de una fase teórica a otra de persecución y sistemática destrucción. El primer decreto contra la masonería data ya del 15 de septiembre de 1936 y está dado en Santa Cruz de Tenerife por el entonces comandante en jefe de las Islas Canarias, general Ángel Dolía[46].
En el primer artículo —de los cinco de que constaba— se decía que «la Francmasonería y otras asociaciones clandestinas eran declaradas contrarias a la ley Todo activista que permaneciera en ellas tras la publicación del presente edicto sería considerado como crimen de rebelión[47]». Como consecuencia del decreto los inmuebles pertenecientes a la masonería fueron confiscados. El templo masónico de Santa Cruz de Tenerife fue cedido a Falange Española, que distribuyó y colocó el anuncio siguiente: «Secretariado de la Falange Española. Visita de la Sala de Reflexiones de la Logia Masónica de Santa Cruz: mañana domingo día 30, de 10 a 1 horas, y de 3 a 6 horas. Entrada 0,50 ptas».
El 21 de diciembre de 1938, Franco decretaba que todas las inscripciones o símbolos de carácter masónico o que pudieran ser juzgados ofensivos para la Iglesia católica fueran destruidos y quitados de todos los cementerios de la zona nacional en un plazo de dos meses.
Esta última medida contra la masonería fue justificada por uno de los personajes más próximos al régimen de Franco con las siguientes palabras:
Nuestro programa según el cual el catolicismo debe reinar sobre toda España, exige la lucha contra las sectas anticatólicas, la Masonería y el Judaismo… Masonería y Judaismo, insistimos, son los dos grandes y poderosos enemigos del movimiento fascista para la regeneración de Europa y especialmente de España… Hitler tiene toda la razón en combatir a los judíos. Mussolini ha hecho quizás más por la grandeza de Italia con la disolución de la Francmasonería que con ninguna otra medida[48].
A este propósito, Mauricio Karl [pseudónimo del policía Carlavi11a, «especialista» en temas masónicos en la época de Franco] llegó a escribir estas palabras:
Dichoso Hitler que puede asignar y negar nacionalidades guiado por el índice de una nariz ganchuda o por un rito talmúdico. Más desafortunados nosotros, tenemos que guiamos para negar la nacionalidad por signos menos acusados: una confesionalidad masónica, no confesada jamás[49].
Acerca de la psicosis antimasónica que desde las esferas oficiales se creó nada más empezar la Guerra Civil resulta sintomático seguir día a día lo que los periódicos de Falange publicaban sobre la masonería. A título de ejemplo y siguiendo Amanecer, de Zaragoza, encontramos todos los tópicos tradicionales de las dictaduras de la época[50], a saber, la identificación de los masones con los judíos[51], con los marxistas[52], anarquistas[53], y Frente Popular[54], al hacerlos causantes de todos los males del país[55] así como de haber organizado una campaña internacional de difamación del movimiento nacional[56].
De hecho —como hemos visto— la campaña falangista contra la masonería se había adelantado, siguiendo el ejemplo de Italia y Alemania, al propio Franco. Campaña que se arreció con el inicio de la Guerra Civil. Así, una proclama falangista de agosto de 1936 decía lo siguiente:
¡Camarada! Tienes obligación de perseguir al judaismo, a la masonería, al marxismo y al separatismo. Destruye y quema sus periódicos, sus libros, sus revistas, sus propagandas. ¡Camarada! Por Dios y por la Patria.
Pocos meses antes, en la campaña electoral de 1936 que la CEDA había llevado a cabo contra el Frente Popular, los partidarios de Acción Popular utilizaron también proclamas muy parecidas, como la que decía:
¡No pasarán! No pasará el marxismo. No pasará la masonería. No pasará el separatismo. España cierra sus puertas para impedirlo. Gil Robles pide al pueblo TODO EL PODER. ¡Votad a España! ¡Contra la Revolución y sus cómplices!
Javier Tusell dirá a este propósito que, según la propaganda tradicionalista, «los grandes enemigos de España eran el comunismo, el judaísmo y la masonería» siendo esta propaganda monárquica y tradicionalista «la más extremista en el campo de la derecha», aunque Acción Popular también tenía buenos ejemplos[57].
En la prensa de la Falange, como el diario Arriba, de Madrid, ya en su número del 27 de agosto 1936 se incitaba a la «cruzada de España contra la Política, el Marxismo, la Masonería». Por su parte el periódico falangista de Zaragoza, Amanecer, en su número del 9 de septiembre de 1936, en un trabajo titulado «La Masonería y la Sociedad de Naciones», se decía, entre otras cosas, lo siguiente:
… las naciones que, como Italia y Alemania, han reaccionado a tiempo contra la ola marxista que, apoyada en los firmes pilares de la Masonería y el Judaismo, amenaza destrozar la civilización cristiana, y con ella las esencias espirituales de los pueblos, tienen que luchar en Ginebra contra un ambiente adverso, creado por la Sociedad de Naciones y la Asociación Masónica Internacional, que se dan cuenta del alcance que tiene el doble gesto de estos dos países que se disponen a defender a Europa de la barbarie roja.
Y no digamos nada de la desdichada decisión de la Unión Postal tomada a instancias del Gobierno marxista de Madrid, de cortar las comunicaciones al territorio español que se halla en poder de las gloriosas fuerzas del Ejército español, decisión que obedece, sin duda alguna, a que esos tenebrosos poderes que se llaman Masonería, Judaísmo y Marxismo ven cómo España, país que creían abonado para sus criminales experimentos, se sacude de sus garras opresoras, alzándose victoriosa y dispuesta a unirse a las naciones que defienden la cultura y la civilización.
Resulta verdaderamente desconcertante esta insistencia en identificar a masones, judíos y marxistas, que daría lugar al famoso «contubernio judeo-masónico-comunista», que como explicación simplista se esgrimirá durante más de cuarenta años para justificar todos los males pasados, presentes y futuros de España, siendo así que la masonería no tiene nada que ver con el judaísmo y que para entonces ya existía en la Unión Soviética una implacable persecución contra los masones, desde 1917, así como la prohibición o incompatibilidad, desde 1921, en todos los partidos comunistas del mundo de pertenecer al mismo tiempo a la masonería y al Partido[58].
De esta obsesión o psicosis judeo-masónica, que de forma tan llamativa se aprecia en la prensa de Falange de la época, participaban igualmente los diversos servicios de Información de la llamada «Secretaría personal del Generalísimo». En este sentido es elocuente el que bajo el título de Aktivmitglieder des Obersten Rats von Spanien [Miembros activos del Supremo Consejo de España[59]] decía lo siguiente:
- Augusto Barcia. Soberano Gran Comendador. Presidente del Consejo Español Bancario, una de las instituciones más importantes del Ministerio de Finanzas Judío.
- M. H. Barroso. Gran Secretario General del Supremo Consejo. Judío.
- Diego Martínez Barrio. Gran Maestre del Gran Oriente. Varias veces Ministro. Judío (?)
- Marcelino Domingo. Gran Maestre Delegado del Gran Oriente. Varias veces Ministro de Instrucción. Judío (?)
- Alejandro Lerroux. Siempre Presidente del Consejo o Ministro de Estado.
- Fernando de los Ríos. Siempre Ministro. Primer Ministro de Justicia de la República desde 1931. Judío.
- Emilio Palomo. Gobernador Civil de Madrid. Judío.
- Francisco Esteva Bertran. Gran Maestre de la Gran Logia Española. Judío.
- Escolano Zulueta. Ha sido Ministro de Estado. En su tiempo estuvo destinado como embajador en el Vaticano, pero el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pacelli, lo rechazó por masón. Judío (?)
- Louis Gersch. Gran Secretario de la Gran Logia Española. Es de origen alemán[60].
Pero así como los Servicios de Inteligencia informaban (?), con discreción, aunque no con objetividad, la prensa de Falange en los primeros meses de la guerra se dedicó a publicar listados de presuntos masones con un fin claramente de desprestigio y aniquilación del adversario llegando incluso a señalar —con una intencionalidad de incitación a la delación— aquéllos que «todavía» no habían sido detenidos o localizados. En realidad esta maniobra de intoxicación y manipulación destructora había sido ya utilizada en enero de 1936 en periódicos antirepublicanos como E l Siglo Futuro, ABC y La Época. Así, el 10 y 11 de enero El Siglo Futuro hacía público un listado de militares republicanos, con nombre y graduación, acusados de pertenecer a la masonería con una doble intencionalidad: la de corroborar la tesis del peligro masónico, infiltrado incluso en el Ejército, y, en segundo lugar, la de intimidar a ciertos militares, que, pertenecieran o no a la masonería, eran leales a la República, con lo que de esta forma eran puestos en entredicho ante un sector de la opinión pública y ante sus propios compañeros. Abundando en lo mismo, en sendos editoriales del mismo periódico se puede leer: «Peligro de los militares masones. Son reos de alta traición», o «Incompatibilidad del honor militar con la inscripción de una logia». Por su parte el periódico ABC, comentaba la famosa lista de militares masones en un artículo sin firma, «El peligro masónico» en el que dice que la masonería es más perniciosa que el comunismo, porque, por su peculiar ideario y organización, es más versátil e influyente. Y su postura ante la penetración de la masonería en el Ejército español es muy clara: «Palabras son que rabian de verse juntas, militar y masón, por incompatibles».
Como señala el profesor Juan Francisco Fuentes[61] hay que reconocer la habilidad y la eficacia de esta fórmula mixta empleada por la prensa conservadora durante la II República y, en particular, en los primeros meses de 1936 y así crear un estado de opinión contrario a la República utilizando contra ella el viejo mito masónico, actualizado con la incorporación del comunismo al famoso contubernio.
La sublevación militar de Franco puso de manifiesto la importancia de esta campaña de prensa en la preparación de la opinión pública en favor de un golpe de Estado. El general Mola, el «Director» de la conspiración, en su primera «instrucción reservada», de abril de 1936, ordenaba que el alzamiento se apoyase «en sociedades e individuos aislados que no pertenecieran a partidos, sectas y sindicatos que reciben inspiraciones del extranjero: socialistas, masones, anarquistas, comunistas, etc».
Además, el triunfo de la sublevación supondrá la elevación del mito masónico a la categoría de axioma: el discurso histórico del franquismo, y en primer lugar del propio Franco, se basará en la aplicación mecánica de la teoría conspirativa a la moderna historia de España.
El mito judeo-masónico-comunista alcanzó así su esplendor en este período y alimentó hasta la indigestión el discurso oficial. En los primeros años del franquismo —y en especial durante la Guerra Civil— la prensa, dócil transmisora de las consignas del poder, cumplió con entusiasmo su misión propagandística y mantuvo a la población alerta frente al enemigo exterior, motor de la famosa conjuración judeo-masónica.
Discurso que ha sido exhaustivamente estudiado por Juan José Morales Ruiz[62] que lo analiza fundamentalmente en la primera prensa franquista, siguiendo el diario Amanecer de Zaragoza durante los años 1936-1939. Otro tanto hace Juan Ortiz Villalba con la prensa de Sevilla[63], en especial con La Unión, así como con El Correo de Andalucía y ABC de Sevilla. Si bien de este último se ocupa en particular Concha Langa Nuño[64] para quien la presencia del contubernio es muy clara en ABC que presenta a la masonería especialmente vinculada con el judaísmo. En esta campaña difamatoria sigue los prototipos ya creados durante el período republicano haciendo a la masonería la responsable de la «funesta política republicana» que había llevado a la guerra.
Por su parte Pedro Víctor Fernández Fernández, en su análisis del Boletín de Información Antimarxista[65], reservado en exclusiva a los miembros del Cuerpo General de Policía, señala que su objetivo era la lucha contra el comunismo y las sectas secretas. Seguros de que existían conexiones entre judaísmo y masonería el Boletín[66] insiste que la filosofía francmasónica se inspira en principios cabalísticos, protestantes y sectarios, por lo que la masonería había sido presa fácil de la «incrustación judía» que había manipulado a su antojo los ritos. El «contubernio» aparece descrito desde la primera página de cada ejemplar.
En esta línea es igualmente interesante el análisis que Javier Domínguez Arribas[67] hace de las Ediciones Toledo, pero aunque corresponde también al primer franquismo, sin embargo es igualmente posterior a la II República, nuestro objetivo.
Más interés podría tener seguir la trayectoria de personajes que desde el principio fueron especiales protagonistas en la difusión y mantenimiento del «contubernio», como Joaquín Pérez Madrigal, al que, José Luis Rodríguez Jiménez[68], en un sugestivo trabajo sobre la utilidad de los conversos, califica de «jabalí a cavernícola». Igualmente revelador es el caso de Eduardo Comín Colomer[69] y su paso de aprendiz de periodista y redactor de El Noticiero, de Zaragoza y La Voz de Aragón, entre otros, a policía, cuando el 19 de julio de 1936 se integró primero en las Milicias de Acción ciudadana, para luego, a los pocos días prestar servicios como auxiliar de policía, inscrito en el Centro de Investigación y vigilancia, de donde pasaría rápidamente a la Secretaría de la Brigada Político Social.
A raíz de la Guerra Civil el complot judeo masónico —como hemos visto[70]— dejó de ser teórico para dar paso a la más dura y feroz represión que llevaría a la desaparición total de la masonería y a la eliminación física de gran parte de sus miembros, pero es ya otro capítulo, igualmente rico en bibliografía, pero que va más allá de la II República.
El 1 de marzo de 1939, los escasos supervivientes masones que atravesaban la frontera lo hacían portadores del siguiente salvoconducto masónico dirigido a todas las logias y masones «esparcidos por la superficie de la tierra»:
¡SABED!: Que en el día de la fecha y en atención a las causas que justifican el estado presente de la España liberal, perseguida por el triunfo de las fuerzas enemigas, la Francmasonería Española se ve obligada a abandonar su país, y espera de todos prestéis la ayuda moral y material a vuestros Hermanos que, en el exilio forzoso, no dudan recibir de vosotros[71].