Robert Sapolsky: Mucha gente evita tener úlceras haciendo que otros las tengan

Profesor de Neurología de la Universidad de Stanford, y sus investigaciones se centran en el estudio del estrés y la degeneración neuronal.

Algunos libros:

- Porqué las cebras no tienen úlceras: una guía al estrés.

- MonkeyLuv

- Memorias de un primate (novela autobiográfica)

‹span style="font-weight:bold;"›I. ESTRÉS CRÓNICO, Y EL INVENTO DE LA POBREZA:‹/span›

¿Qué nos pasa ante el stress? La glándula suprarrenal libera cortisona en exceso, provocando daños irreparables, ya que la abundancia de cortisona se apropia de las hormonas asociadas a la memoria y potencia el estado de alerta general de ansiedad, inhibiendo por tanto la secreción de neurotransmisores como la DOPAMINA y la SEROTONINA, que son sustancias cuyo déficit desencadena la depresión.

Una manera de disminuir la ansiedad ó la tristeza maligna es hacer que otra persona se sienta mal ó se estrese (esto lo hacen los primates), es decir, se trata de desplazar la agresión al otro, es decir, mucha gente evita tener úlceras de estómago haciendo que otros las tengan, se trata de encontrar a alguien más pequeño que uno mismo a quien pasárselo.

La mayoría de los estudios concluye que las sociedades de cazadores y recolectores eran extremadamente igualitarias, pero que cuando creamos la agricultura, se crean también los excedentes y también las personas que querían controlar esos excedentes implantando así las jerarquías, se puede decir que a partir de aquí SE INVENTA LA POBREZA, que es una forma de subyugar a los otros que no se había dado antes en toda la historia del planeta, IDEAMOS UN SISTEMA QUE APLASTA A LA GENTE, esto es un sistema que jamás un primate haya soñado, ya quisieran tenerlo.

Se afirma que las clases existen de por sí, pero que hasta la invención de la agricultura no existía sistema alguno para subyugar a las clases más inferiores.

Los primates no humanos tienen la percepción de los problemas cuando ocurren, pero sólo los primates humanos pobres son los que sienten y piensan ¡Dios mío ¿cómo pagaré las facturas?¿Qué futuro les espera a mis hijos si no estudian?!SOLO LOS HUMANOS SE SIENTAN Y TIENEN LA SENSACIÓN DE ANSIEDAD, DE PÉRDIDA DE CONTROL, UNA INSEGURIDAD QUE IMPREGNA LA VIDA

‹span style="font-weight:bold;"›II. ENTREVISTA SOBRE EL TEMA ANTERIOR DE EDUARDO PUNSET A ROBERT SAPOLSKY

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EP:

Vamos a hablar del estrés y de lo que sucede en nuestra mente y en nuestro cuerpo. Cuando mi cerebro le dice a un dedo que debe moverse, puedo entenderlo, pero ¿cómo es posible que el cerebro por sí mismo, de forma automática, pueda empezar este complejo proceso de restaurar el efecto estresante en mi salud?

RS:

En ocasiones se trata de un proceso muy consciente, en el que uno para y piensa: “¿Cuántos días tengo hasta la fecha de entrega? Díos mío, sólo quedan 4 días.” E inmediatamente se obtiene una respuesta de estrés. Otras veces es debido a la “preconsciencia”, una palabra que se utiliza en la actualidad: quiere decir que es un proceso en el cerebro en el que algo hace surgir una respuesta de miedo de la que no se es consciente. Una de las cosas que se ha observado con las personas que sufren un desorden de estrés postraumático es que en el entorno hay estímulos que provocan el miedo sin que ellos se den cuenta: “¡Ajá! Esta persona tiene la misma voz del que me hizo aquello. ¡Ajá! Éste es el mismo tipo de callejón oscuro en el que me pasó aquello.” Es decir que con unos estímulos preconscientes es posible que de repente el corazón comience a latir rápidamente, y que la sensación de pánico aparezca, y es posible que todo esto suceda sin darse uno cuenta de por qué sucede.

EP:

Es fantástico. Quiero decir, que sólo pensando en algo… Puedo comprender que si me encuentro a un león en la esquina comience este proceso de restauración; pero que sólo por imaginarme que puede que haya un león en la esquina, comience un proceso tan complicado y sofisticado como el que describes en tu maravilloso libro Por qué las cebras no tienen úlceras…

RS:

Básicamente, como tú has dicho, para un mamífero el estrés significa que alguien te va a comer en los próximos dos minutos, o que estás a punto de comerte a alguien. Y todo lo que hace el cuerpo, en esas circunstancias, es maravilloso, es exactamente lo que se debe hacer: se moviliza la energía, desde lugares del cuerpo en los que está almacenada, a músculos que se ejercitan, aumenta la presión de la sangre para liberar la energía de forma más rápida y, como has dicho, se cancelan todo tipo de proyectos a largo plazo. Por ejemplo, si te persigue un león, hay que ovular en otro momento, hay que llegar a la pubertad otro día, no hay que pensar en crecer, la digestión puede esperar, los anticuerpos ya se crearán esta noche… si es que se llega a la noche. Hay que cancelar todo lo que no sea esencial. Por supuesto, el problema llega cuando nos convertimos en unos primates muy sofisticados psicológicamente, que pueden generar la misma respuesta de estrés simplemente al pensar, al tener un estado psicológico.

EP:

Es cierto que una forma de disminuir la ansiedad, o la tristeza maligna, es ladrar a otra persona y hacer que otro se sienta mal. Esto es lo que obviamente hacen los primates ¿no?

RS:

Una de las mejores cosas que puede hacer un animal estresado para reducir el estrés -y esto también nos incluye a nosotros, los humanos- es hacer que alguien se estrese y que se sienta mal: desplazar la agresión al otro. Esto está muy bien documentado, y desgraciadamente es una repuesta para soportar el estrés, y es una respuesta que hace que el mundo sea mucho peor. Mucha gente evita tener úlceras haciendo que otros las tengan. No conozco las estadísticas en España, pero en los EEUU, en cuanto hay un periodo de recesión económica, hay un incremento del abuso a menores, hay más violencia de género, hay más “estoy de mal humor, estoy estresado, tengo que encontrar a alguien más pequeño que yo a quien pasárselo”. Desgraciadamente esto es algo muy típico de los primates.

EP:

Tú señalas que se puede morir como una víctima de algo que estresa o del estrés psicológico, pero también se puede morir de placer, de un exceso de placer, que hay placeres que pueden matar ¿Es cierto?

RS:

Sí, y es una parte del problema del estrés que no se puede dejar de considerar. Si estás en plena crisis, ¿qué hace tu corazón? Latir como un loco. ¿Cómo está la presión sanguínea? Muy alta. Por otra parte, si recibes las mejores noticias de tu vida, tu corazón también late muy rápidamente, la presión de la sangre está muy alta. Y si se está a punto de tener un orgasmo, el corazón y la presión están igual que en los otros casos, de manera que hasta cierto punto la fisiología es idéntica, tanto la de una ira extrema, como la de una activación física extrema por una emergencia o por placer o por euforia, todas son idénticas. Si se analizan los ciclos cardiacos de una persona, no se puede apreciar la diferencia entre si una persona acaba de matar a otra o ha tenido un orgasmo. Hace una docena de años un ex vicepresidente de los EEUU murió bajo lo que parecían ser circunstancias sexuales con alguien que resultó no ser su mujer. Esto generó bastante interés mediático aquí, y nosotros los fisiólogos estábamos encantados porque teníamos un gran ejemplo de libro de un placer mortal.

EP:

Es increíble. De manera que si estuviéramos hablando en Internet, no en videoconferencia, y te dijera, Robert, no me digas nada y envíame sólo información relacionada con los latidos del corazón, la presión de la sangre y las hormonas, yo por Internet -sin verte- podría saber si estás a punto de morir pero no sabría si era porque estabas a punto de ser atacado por un león, o porque estabas en medio de un orgasmo, que tiene efectos similares.

RS:

Sí, es un hallazgo increíble, y siempre me recuerda esa famosa frase, maravillosa, de Elie Wiesel, el famoso premio Nobel de la Paz que sobrevivió a un campo de concentración, y que hablaba de la importancia de recordar las lecciones de la historia. Decía que “lo contrario del amor no es el odio, es ser indiferente al sufrimiento ajeno”. Hasta cierto punto el amor y el odio, fisiológicamente, no son contrarios, sino increíblemente parecidos.

EP:

En nuestros ancestros, los primates, lo estresante era la dominancia jerárquica: el chimpancé que domina y que está dando patadas a otros de una forma injusta, simplemente para divertirse, o como decías antes, para tener menos ansiedad él mismo haciendo a los otros que sientan ansiedad. Pero por lo que has dicho, en nuestro caso no se da exactamente esta jerarquía de dominio. Es algo que todavía no has mencionado, pero lo que sugieres es que tiene que ver con la forma en que el poder, este dominio, se ejerce: y esto es el poder político. O sea que quizá deberíamos intentar reflexionar mejor sobre el motivo por el que esta pequeña subyugación del poder sobre los pobres se produjo en el caso de los homínidos como nosotros y no en el caso de los chimpancés.

RS:

Esta es una pregunta excelente, Eduardo, y si se analiza más detenidamente hace que uno quiera ondear la bandera roja y correr a las barricadas. Cuando se estudian los primates no humanos, hay a menudo unas jerarquías. Si se es un animal inferior, normalmente se tiene más estrés, el cuerpo funciona peor y se tienen más enfermedades. Pero además, todo esto viene acompañado de muchos calificativos. Depende de lo estable que sea la jerarquía, depende del tipo de ecosistema, depende de la personalidad del animal. Es decir que cuando se estudia a los primates no humanos y se obtienen todos estos calificativos, esencialmente indican lo sutiles que son estos animales. Y entonces se analiza a los humanos en las sociedades occidentales, en las sociedades más o menos industrializadas, capitalistas o socialistas, matriarcales o patriarcales, religiosas o no religiosas, y en cada una de ellas existe la misma maldita jerarquía: si se es pobre se tendrá una salud peor. Entonces la pregunta es si esto sucede porque los humanos son menos sofisticados socialmente que los bonobos y los chimpancés. Es obvio que no es así. Lo que esto significa es que hace 20.000 años los humanos inventaron la agricultura, y antes de eso se habían pasado el resto de la historia como cazadores-recolectores, y la mayoría de estudios demuestran que las sociedades de cazadores-recolectores son extremadamente igualitarias, y que cuando creamos la agricultura inventamos también los excedentes de alimentos, y también se inventaron las personas que querían controlar los excedentes: implantamos las jerarquías. Y esencialmente, fue entonces cuando los humanos inventamos la pobreza, inventamos una forma de subyugar a los primates de una manera que no se había dado antes en la historia del planeta. Hemos ideado un sistema que aplasta a la gente.

EP:

Es decir que, cuando los humanos inventaron la agricultura y la pobreza, descubrieron una forma de subyugar y esclavizar a las clases inferiores que los chimpancés y otros animales nunca habrían soñado. Son más sutiles de lo que lo somos nosotros.

RS:

Sí, los primates no humanos son lo suficientemente inteligentes para decir: “¡aja!, veo cómo se acerca el humano que está al otro lado del campo, y ahora voy a tener problemas y tener una respuesta de estrés anticipatorio”, y esto es algo psicológicamente muy sofisticado, y puede ser una característica de los monos de una escala inferior. Es sólo el ser humano pobre el que se sienta y piensa: “Dios mío cómo pagaré las cuentas a final de mes, cómo alimentaré a mis hijos la semana que viene, qué futuro tienen mis hijos si no les puedo pagar unos estudios universitarios”. Sólo los humanos se sientan y tienen la sensación de ansiedad, de pérdida de control, que impregna, que se filtra en cada neurona del cerebro como una característica definitoria: esta forma de hacer en la que el cuerpo deja de funcionar bien es algo que nunca antes se había visto en el mundo no humano.

EP:

Los efectos de esa pobreza, de esa pobreza subyugadora, están siempre presentes, hasta la muerte. ¿Es así?

RS:

Hasta un cierto punto, es así. Incluso dos generaciones después de que una familia haya dejado atrás la pobreza, todavía hay actitudes de ansiedad, una inseguridad que está como base de todo y que hace que no se sientan seguros. Lo que es increíble es que, fisiológicamente, la privación, el trauma del estrés al principio de la vida, dejará un impacto para siempre. Y en cierto sentido, el ejemplo más curioso de esto, como has mencionado, es que incluso cuando se consigue ser rico, en la mente se sigue oyendo el eco de esa pobreza, y en el cuerpo también. Existen estudios que demuestran que incluso en el estadio fetal, en el tercer trimestre de embarazo, si no llegan todos los nutrientes necesarios, el metabolismo del cuerpo estará afectado para el resto de la vida. Cuando se tiene 60 años, se puede ser Bill Gates y, sin embargo, el páncreas recuerda que el tercer trimestre del estadio fetal fue terrible.

III. ENTREVISTA DE EDUARDO PUNSET A ROBERT SAPOLSKY SOBRE LA DEPRESIÓN:

EP:

Si alguien tiene (por lo menos eso sostienes) una variante específica de un gen llamado 5-HTT, esta persona tendrá más riesgo de padecer depresión. Y alrededor del 10 y el 20% de nosotros sufrimos depresión, ¿no? Pero para que este gen conduzca a la depresión, es necesario un entorno concreto, de lo contrario no cambiará nada. ¿Es esto cierto?

RS:

Sí, y estoy seguro que el estudio que publicó esta conclusión pasará a los anales de la ciencia como el artículo más importante de psiquiatría biológica en 25 años, porque hizo dos cosas perfectas. Hay muchos motivos para pensar que la depresión constituye un trastorno bioquímico; algo que no funciona en la química cerebral. Y los mejores indicios apuntan a que se trata de un mensajero químico llamado serotonina, que influye en todo esto. El fármaco más popular del mundo para prevenir la depresión es el Prozac…

EP:

El Prozac…

RS:

Un inhibidor selectivo de la recaptación de la serotonina… la serotonina es el neurotransmisor que se encuentra en pleno centro de toda la reflexión sobre la depresión. Y se llevó a cabo este estudio, un estudio fabuloso, enorme y ambicioso, durante 20 años, que terminó demostrando que hay un gen que guarda relación con la depresión. ¡Es apasionante!

Así que éste fue el primer gran descubrimiento: hay un gen que codifica una proteína que determina cuánta serotonina se comunica entre las neuronas. Y podríamos decir: «¡Ya está! ¡Hemos descubierto la causa de la depresión! Si tienes el gen equivocado, mal asunto, padecerás depresión crónica».

EP:

Todo son genes

RS:

Todo son genes, hasta que llegamos al segundo aspecto importante, el más importante del estudio: para cualquier cosa que hayamos aprendido sobre genética durante los últimos 3000 años, lo que deberíamos plantearnos una y otra vez es: los genes no determinan nada, los genes determinan ciertas cosas en entornos concretos. La interacción entre los genes y el entorno… ¡ni siquiera puedes licenciarte como biólogo si no repites esto entre sueños por la noche! ¡Es tan importante! Pero nadie piensa en ello…

EP:

Cierto

RS:

Pero como decías, según este estudio ¿acaso resulta que si tienes la versión incorrecta de este gen vas a padecer depresión? ¡En absoluto! Estadísticamente no es así. Es necesario tener la versión incorrecta del gen y estar expuesto durante el período de crecimiento a un entorno estresante…

Así que el estudio constituye el ejemplo perfecto de no se trata del gen de la depresión, sino de un gen que hace que seamos más vulnerables a la depresión en determinados entornos estresantes.

EP:

Así que sostienes que los genes, en realidad, crean proteínas pero no crean comportamientos directamente. Aunque, por supuesto, si tienes la versión correcta o incorrecta del gen y estás en un entorno deprimente desarrollarás una depresión. Posiblemente por esto, R, afirmas que los genes explican los potenciales y las probabilidades, pero no el destino.

RS:

Por lo general sí, pero hay ejemplos dramáticos, como con esta enfermedad, la fenilcetonuria… se produce un problema en un solo gen, pero en el gen que evita que las toxinas entren en el cerebro… Si alguien tiene el gen equivocado, su cerebro será un auténtico desastre a la edad de dos años. Ante una cosa así… ¡madre mía! ¡Realmente parece que un solo gen determine totalmente el comportamiento!

EP:

RS:

Hasta que se modifica el entorno, se pone a esta persona en un entorno en el que su dieta esté controlada de un modo determinado, y resulta que puede vivir una vida saludable y feliz con esta enfermedad, pese a tener este gen. En cierto modo es el ejemplo más extremo, pero una y otra vez, no tiene ningún sentido hablar de lo que hace un gen, especialmente respecto al comportamiento, especialmente respecto al comportamiento humano, sin decir que este gen hace esto en un entorno específico.

EP:

Imagínense, hagan el mismo ejercicio conmigo ahora. Vamos a casi cerrar los ojos, descansar. Vamos casi a respirar como respiran los que hacen meditación, si no me equivoco, me corrigen, pero cuando aspiras sacas un poco del estómago y cuando expiras así lo contraes. Y en esta calma que tenemos ahora busquen los latidos de su corazón, y cuando den con ellos empiecen a contar. Uno… dos… tres… y ahora piensen que cada vez que se da uno de estos latidos, es un latido menos que le queda para vivir. En una vida puede haber miles, millones de latidos; cada uno de estos latidos que pasan nos acerca más de la muerte.

Y ahora, claro, uno tiene que pensar en la muerte, ¿no? Y a mí, por lo menos, se me acelera el pulso ahora de pronto y, en lugar del ritmo que tenía antes, pausado, oye, empieza a ir más deprisa.

Esto es un claro ejemplo de una de tus mayores contribuciones: el poder de la imaginación. Con sólo imaginarlo me pongo casi enfermo, algo pasa en alguna parte de mi cerebro; puede que pase algo devastador. ¿Qué sucede?

RS:

De algún modo, cabe pensar que muy pocos de nosotros moriremos de viruela o malaria o de fiebre amarilla o algo por el estilo, sino que moriremos de enfermedades occidentales, en las que el cuerpo se deteriore durante setenta u ochenta años: diabetes, hipertensión, cáncer… lo que pasa es que llegamos a algo fundamental de la medicina actual, que es que podemos influir en el funcionamiento de nuestro cuerpo mediante el pensamiento, la memoria, las emociones. Y esto no tiene nada que ver con si sobreviviremos o no al ántrax o a la viruela, sino que concierne al modo en el que nuestro cuerpo sepa llevar la diabetes, la cardiopatía… etcétera, etcétera. Y cuando entramos en el terreno de los primates inteligentes y sociales como nosotros, entramos en un ámbito en el que el pensamiento y las emociones y la capacidad de cambiar el modo en el que nuestro cuerpo funciona y responde, y cambiarlo de un modo drástico, resultan cruciales para definir quién de nosotros está sano y quién enferma.

EP:

¿Y qué le pasa a nuestro cuerpo? Es decir, ¿qué le puede pasar al cuerpo cuando pensamos en algo funesto?

RS:

Pues, irónicamente, la clave de lo que funciona mal, lo que le haces al cuerpo cuando vas y piensas: «¡ay, dios mío, moriré algún día!» o bien «ay, dios mío, ¡se me olvidó pagar la factura de la luz!» es exactamente lo que querrías que hiciera el cuerpo si fueras un mamífero normal. Si fueras un mamífero normal y tuvieras una sensación de emergencia, sería porque alguien te intenta devorar o bien porque eres tú el que intentas devorar a alguien; y porque estarías corriendo para salvar tu vida por la sabana. ¡Todo lo que hace el cuerpo en estas circunstancias es fabuloso! Se segregan un montón de hormonas de estrés, que le aportan energía al torrente sanguíneo para que los músculos funcionen mejor; aumenta el ritmo cardiaco; aumenta la tensión arterial; se cancelan todos los proyectos de construcción a largo plazo, porque la lógica es que, si un león te persigue, no es el momento de alcanzar la pubertad u ovular, mejor dejarlo para otro momento. Se paraliza el crecimiento, la digestión, la reproducción…

EP:

¡El sexo! [Simultáneamente]

RS:

¡Exactamente! Mejor producir esperma en otro momento, no cuando corres para salvar la vida. Todo esto tiene muchísimo sentido si tienes estrés como lo tienen los mamíferos normales, porque se trata de un breve período de terror físico absoluto. ¿Pero qué hacemos nosotros? Vamos y lo activamos pensando que está desapareciendo la selva tropical, que está desapareciendo la capa de ozono, que el planeta se está calentando, o que todos moriremos algún día. Y activamos exactamente la misma respuesta de estrés. Y la clave de todo este campo es que, si lo activas de un modo crónico, por motivos puramente psicológicos, te hará enfermar, porque el sistema no ha evolucionado para esto.

EP:

Realmente hay casos; habéis realizado mediciones de algunas personas, y el hipocampo, esta región específica del cerebro, queda devastada, puede perder hasta un 20%. ¿Todo esto por un mero pensamiento?

RS:

Sí, y esto es muy inquietante. La mayor parte de los médicos han aceptado en los últimos 50-60 años que el estrés puede tener algún efecto sobre la tensión arterial, y cosas así. ¡Pero lo que sólo hace 20 años que sabemos es que el estrés también puede tener efectos malísimos en el cerebro! Todos sabemos que, cuando estás estresado, tu memoria no es tan buena y te olvidas de las cosas… Pero, como dices, lo que resulta más importante es que el estrés puede matar neuronas de una parte del cerebro, una región cerebral llamada hipocampo, que tiene mucho que ver con el aprendizaje y la memoria…

EP:

¿Ah, sí?

RS:

Que es la región que sufre daños en la enfermedad de Alzheimer, y mi laboratorio y otros laboratorios han estado observando durante 20 años que esa zona queda dañada por las hormonas del estrés. ¿Y cómo se aplica esto a los humanos? Lo que sugieren los estudios, para volver al punto inicial, es que las personas con una depresión clínica grave, que se ha prolongado durante muchos años, tienen niveles muy elevados de hormonas de estrés (la hidrocortisona es la versión humana) y presentan una disminución del hipocampo, con los problemas de memoria que ello conlleva; cuanto más dura la depresión, tanto mayor es la disminución. Y esto empieza a sugerir que el estrés no sólo es algo que tiene que ver con el funcionamiento del cuerpo, sino el motivo por el que unos cerebros envejecen más rápido que otros.

EP:

Más rápido que otros

RS:

¡Sí, exacto!

EP:

R, tengo un perro, bueno, una perra: se llama Pastora. Y el verano pasado, mientras escribía un libro sobre la felicidad, sobre lo que la ciencia puede aportar sobre la felicidad, ¿sabes? Me percaté de que Pastora, mi perra, era peculiar en un aspecto… su plato está fuera, en una pequeña terraza. Y cada vez que voy a buscar su plato a la terraza, empieza a saltar por todas partes, ¡yo casi no puedo caminar! Hasta que yo recojo el plato, y voy a la cocina con él, y Pastora empieza a corretear como loca y tengo que decirle: «vamos, Pastora, cálmate, ¡que ni siquiera puedo llegar a la cocina!» Bueno, una vez en la cocina, le lleno el plato con cereales o un poco de jamón, y ella se queda esperándome, ¿sabes? Si tardo un poco más de lo habitual empieza a ladrar, y luego vuelta a empezar mientras saco el plato a la terraza donde come… Durante años me he preguntado: ¿pero qué pasa? Porque cuando le doy el plato, ¡a veces ni siquiera se lo come! Pero antes el animal cambia totalmente, es decir, rebosa felicidad. Así que me dije: «¡Caramba!» estaba escribiendo el libro Viaje a la Felicidad, Las últimas claves de la ciencia y me dije: «¡oye! ¡La mayor felicidad parece estar en la sala de espera de la felicidad!» Todo es cuestión de expectativas… es decir, cuando la perra obtiene la comida, se ha acabado ya el momento en el que la he visto realmente feliz. Y en tus libros, he encontrado el mismo tipo de razonamiento… también dices que es justamente en la anticipación del placer donde reside el placer. Así que lo que segregas qué es, ¿dopamina?

RS:

EP:

Dopamina… creo que algunos investigadores habéis descubierto que segregas dopamina, o el perro, mi Pastora, segrega dopamina, antes de comer, no mientras come. ¿Es así?

RS:

Un ejemplo perfecto; explica, estoy convencido, tantísimo del mundo…

EP:

Es increíble, ¿no?

RS:

¡Lo es! Antes hablábamos de la dopamina. La dopamina tiene que ver con el placer, se creía que, cuando consigues una recompensa, esta parte del cerebro segregaba dopamina… resulta que esto es un error. No se trata de la recompensa, sino de la anticipación de la recompensa. Puedes entrenar a una rata de laboratorio para que, cuando se encienda una luz en la jaula, deba presionar cinco veces la palanca para conseguir comida. La primera vez que la rata obtiene la comida, sube la dopamina. Pero al cabo de un tiempo, ¿cuándo sube la dopamina? No cuando la rata consigue la comida sino cuando se enciende la luz.

EP:

¡Como Pastora!

RS:

¡Exactamente como Pastora! Porque la rata está ahí pensando: «¡Esto es genial! ¡Genial! Conozco esa luz, sé dónde está la palanca, puedo alzarla, esto será fabuloso, puedo hacerlo, ¡todo está controlado!» Todo reside en la capacidad de anticipación, ahí es cuando sube la dopamina. Mira, recuerdo un amigo mío de la universidad que tenía una de las visiones más cínicas del mundo, pero que encaja con esto hasta cierto punto, solía decir: «una relación es el precio que

Hay que pagar por haberlo deseado tanto».

EP:

Una relación estable

RS:

Sí. Es como… si ya supiera lo que hacía la dopamina. Pero hay algo incluso más interesante que se descubrió en un estudio fantástico hace un par de años. Muy bien, la rata presiona la palanca y ahora obtiene la recompensa, todo igual, sólo que ahora hacemos algo diferente. En lugar de facilitar la recompensa una vez se ha hecho la tarea, ahora hace la tarea y consigue la recompensa sólo un 50% de las veces.

EP:

Ya veo…

RS:

Se introduce cierta incertidumbre. Y lo que se observa es que, ¡justo después de presionar la palanca, hay un aumento de dopamina como nunca antes se había visto, en la química cerebral, justo hasta el momento en el que la rata descubre si consigue o no la comida! Es decir: cuando se incorpora la dosis justa de «quizás», es incluso mejor que cuando se trata de «¡ahí viene sin duda!»

EP:

¡Dios mío!

RS:

Lo que hay que hacer, según demuestran estos estudios, es mantenerlo justo sobre el 50%. Con un 25% ó 75% no se consigue un aumento tan grande de dopamina. Si se llega justo a este punto de incertidumbre, el cerebro dice: «¡esto será genial! ¡Ahí viene! No, ¡tal vez no venga! No lo sé; ¡pero hoy me siento afortunado…!» Es mera anticipación. La gente que estudia el estrés, la psicología del estrés, siempre recalca que si sientes que no tienes control, te sientes muy estresado. ¡Pero hay un contexto, sin embargo, en el que tener poco control, las máximas leyes de la imprevisibilidad, sienta genial! ¿Cuál es la diferencia? ¡Porque en este contexto te sientes optimista! Lo percibes como un entorno benévolo. «Posiblemente todo saldrá bien, y si no es esta vez será la próxima…» y ese «quizá» es tal vez lo más increíble que te puedas imaginar. Cuando salió este estudio, se comentó cuánto nos ayuda esto a entender la adicción y el juego…

EP:

¡Claro!

RS:

Porque si te fijas en un casino, lo que los diseñadores y dueños del lugar logran de un modo fantástico es partir de una circunstancia en la que hay alrededor de un 1% de posibilidades de obtener una recompensa, manipular el entorno magníficamente, psicológicamente, para que en cambio sientas que tienes un 99% o quizá incluso un 51%; tergiversar lo que es básicamente un entorno malévolo y convencerte de que es un entorno benévolo y que «quizá, quizá, quizá esta vez…» es como… ¡si tu cerebro nadara en dopamina! Y de eso trata la adicción de la anticipación…