Leszek Kolakowski: Creo que nuestra cultura necesita tanto a quienes defienden la fe como a quienes la critican

Recién llegada de las largas vacaciones os pongo esta entrevista que Humberto Beck le hizo a este filósofo polaco, muerto en julio de 2009, en el que se habla de las relaciones entre la religión y la filosofía. Es un descubrimiento a través de un blog muy interesante que ronda por estos mundos virtuales, el de Álvaro de La Rica, que os pondré al final de esta entrevista, al igual que la fuente de donde la he sacado, la web de Letras Libres. Aquí va:

PREGUNTA: Más allá de su aspecto como influencia formativa en la historia de las ideas, ¿cuál es el papel que hoy juega la religión en la filosofía?

LESZEK KOLAKOWSKI: Sabemos de alguna manera a qué nos referimos al pensar en filosofía ya que hemos leído a Platón, Descartes, Kant y Hegel. Conocemos las preguntas básicas que los filósofos han intentado responder, aun cuando sabemos que no se han encontrado en general respuestas satisfactorias para ninguna de ellas. Las preguntas de Platón, Descartes y Kant todavía están presentes y definen lo que la filosofía es. Sin embargo, nunca estamos seguros de lo que es la religión. Algunas personas se inclinan por creer que la religión es una colección de postulados sobre Dios, las maneras en las que Él rige el mundo, acerca del bien y el mal, acerca de la inmortalidad. Y otras personas creen que estos postulados pueden ser discutidos, de manera similar a las doctrinas filosóficas, mediante argumentos racionales. (Sin embargo, aun si suponemos que hay respuestas racionales e independientes de la revelación para muchos de los problemas religiosos, todavía podemos argumentar que la idea de revelación es legítima y creíble.) Concebida así, la religión no sería otra cosa que teología, distinguible de la filosofía sólo por el tipo de preguntas que se plantea.

Pero para otros críticos la religión no es una colección de postulados. Es fe, en el sentido de San Pablo y Lutero: significa confianza. Confiar en Dios no es un acto que esté precedido por la creencia racionalmente sostenida de que Dios en verdad existe. El credo ut intelligam agustino implica que la fe viene primero. La fe es una actitud mental y se expresa a través de rezos y actos de obediencia a mandamientos divinos, no a través de “postulados religiosos”. Sin duda, en nuestra época la vida religiosa no puede quitarse de encima el lenguaje cuasi filosófico, pero debemos recordar que algunos de los grandes pensadores cristianos nos advirtieron que lo que digamos de Dios no puede ser cierto en el mismo sentido en que lo son las frases matemáticas o empíricas. Dios está más allá de nuestro lenguaje, y nuestras creencias acerca de Dios no pueden convertirse jamás en partes de la filosofía. Los filósofos se preguntan acerca de Dios, pero sus respuestas, por sabias que sean, no se convierten propiamente en partes de la religión.

P: ¿Qué puede decir la filosofía, incluso la más hostil, a lo divino, a la religión?

LK: Creo que nuestra cultura necesita tanto a quienes defienden la fe como a quienes la critican. Cada uno obliga al adversario a fortalecer sus actitudes y así se fortalecen entre ellos, contrario a lo que cada uno pretende.

P: La famosa expresión de Dostoyevski en Los hermanos Karamazov: “Si Dios no existe, todo está permitido”, implica una conexión entre la existencia de un principio divino y la realidad de la ética. ¿La ética realmente se vacía de contenido sin un recurso a lo divino? ¿Es posible una ética completamente secular?

LK: El famoso dictum de Dostoyevski puede ser cierto para quienes creyeron alguna vez en Dios y perdieron la fe. No es creíble si sugiere que sin Dios la distinción entre el bien y el mal es inválida. La gente completamente secular mantiene esta distinción en mente. Los partidarios de la filosofía empirista argumentan que esta distinción es sólo la expresión de emociones y que las frases que dicen que algo es bueno o no en un sentido moral son inverificables y por tanto carecen de sentido. Yo rechazo esta doctrina.

El empirismo mismo no es un postulado empírico sino una decisión arbitraria de los filósofos. No hay nada ilegítimo en decir que esto o aquello es bueno o malo. A saber, es una idea metafísica y probablemente implica que hay un orden moral en el universo y que la intuición humana puede acceder a ese orden. Si ese orden fue creado por Dios es una pregunta distinta; podemos creer que existe tal orden y que nos es accesible sin necesariamente suponer que Dios es su autor. La intuición moral no es menos creíble que la intuición que usamos para interpretar datos sensoriales, y el hecho de que la gente difiera en sus juicios morales no anula la veracidad o la falsedad de esos juicios.

El dictum acerbum de Dostoyevski puede ser confirmado convincentemente -y con frecuencia se le cita en este sentido- por las experiencias de nuestro tiempo: crueldades inenarrables perpetradas por regímenes sin Dios. Esto es sin duda cierto, pero sabemos a lo largo de la historia de crueldades similares perpetradas en nombre de Dios o por la causa de Dios. Quizá la gente que cometió esos crímenes podría haber dicho: “Si Dios existe, entonces todo está permitido.”

En contrapartida, es verdad que en términos históricos la mayor parte de la gente sabe de la distinción entre el bien y el mal gracias a fuentes religiosas y la ha aceptado como algo otorgado por Dios. Así que quizás el dicho de Dostoyevski contenga algo de verdad después de todo.

P: Ciertos filósofos contemporáneos, como Gianni Vattimo, reconocen en el cristianismo un relato valioso y efectivo en la medida en que puede inspirar ciertas actitudes deseables, al tiempo que ellos mismos parecen vaciarlo de todo contenido sobrenatural. ¿Es la religión, y en específico el cristianismo, meramente un lenguaje o la constatación de una dimensión real del mundo, del misterio como aspecto constitutivo de la condición humana?

LK: Si la gente repitiera algunas normas ancladas en la tradición religiosa pero, por haber perdido la sensación de realidad de esta tradición, sólo las conservara como façon de parler, entonces no las podrían observar con seriedad por siempre. Al estar desconectadas de su origen, tales normas desaparecerían en una generación o dos. La vida religiosa se agotaría si se le redujera a un hábito lingüístico. Si repetimos “No matarás” al tiempo que olvidamos que es parte de un decálogo, tendríamos que buscar otra respuesta cuando se nos pregunte “¿y por qué no?”, y no habría jamás certeza en esa respuesta. Es por esto que no debemos esperar que el contenido normativo del cristianismo se preserve puramente como un hábito del lenguaje y que esas normas sigan funcionando.

P: Secularmente se ha acusado a la religión de infundir un olvido de la vida terrenal en favor de la búsqueda de la salvación eterna. Un conocido verso de Paul Éluard -“Hay otro mundo, pero está en éste”- se puede interpretar como una refutación poética de este dualismo. Al mismo tiempo, sin embargo, este verso parecería admitir otra lectura: es precisamente en y desde esta realidad que el ser humano se abre a la trascendencia. ¿Cuál sería su opinión al respecto? ¿Es la religión una afirmación o una negación de la vida?

LK: No estoy seguro de lo que Éluard tenía en mente. El desprecio por la vida terrenal puede ser parte de la tradición budista, pero no del cristianismo. Todo lo contrario: una razón (aunque no la única) por la que debemos tomar en serio nuestra vida “aquí y ahora” es porque puede ser decisiva para nuestro destino eterno. Si debemos amar a otros seres humanos e incrementar el bien y no el mal en el mundo es porque tomamos en serio nuestro “aquí y ahora”, no porque soñamos con abandonarlo.

P: En una reciente reseña de su libro ¿Por qué hay algo en vez de nada?, John Gray afirma: “Como Kant, Kolakowski parece sugerir que el resultado final de la filosofía es apuntar hacia más allá de sí misma: si la razón culmina en paradojas irresolubles, el salto de fe ya no parece algo tan irracional.” ¿Estaría usted de acuerdo? ¿El conocimiento de los límites de la razón conduce a la fe?

LK: Conocer los límites de la razón puede dar pie al nihilismo o a la búsqueda de la fe. ¿Cuál es mejor? No hay una respuesta racional para esta pregunta.

P: Dietrich Bonhoeffer señalaba críticamente que si bien Dios como hipótesis “tapa-agujeros” había sido superado en la moral, la política y la ciencia, persistía en las “cuestiones últimas” del sufrimiento y la muerte. La postura de buscar a Dios en los límites de la razón ¿no es una continuación de esta idea reductora de lo divino cuestionada por Bonhoeffer? ¿Está la condición humana predispuesta a abrirse a alguna forma de trascendencia?

LK: Sí, Dios sin duda ha sido empleado como un modo de desechar las llamadas “cuestiones últimas”. Pero Dios no explica el mundo en el mismo sentido en el que la gravedad explica ciertos movimientos de los cuerpos celestes. Necesitamos tener la sensación de que el mundo tiene un sentido, y esta necesidad no es algo accidental, no es una invención de filósofos. En sí misma, esta necesidad no nos provee de pruebas doctrinales. Si hay algo como la naturaleza humana, esta necesidad es parte de ella (lo que no supone que por fuerza todos la compartan). Tenemos razones suficientes para pensar que esta es una necesidad exclusivamente humana y que no la compartimos con criaturas que son supuestamente nuestros parientes, como los conejos, los murciélagos o los pericos (con quienes se afirma que tenemos ancestros comunes).