Rosa Montero: La otra cara de Sissi.
Lo que pongo a continuación no es una entrevista, es un artículo que escribió Rosa Montero que me encantó, y que ella tituló "Criaturas Dolorosas". Y dice así:
Preparando un trabajo para un periódico sobre la emperatriz Elizabeth de Austria, la célebre Sissi, me he dado de bruces con un personaje marginal, Rustimo, un pobre "morito ó negrito contrahecho", como le definen los testimonios de la época, el cual fue al parecer un regalo del Sha de Persia a la emperatriz.
Siempre me han fascinado esos personajes crepusculares, los bufones, los esclavos, los enanos que aparecen en los libros de historia de prestado, asomando sus caras asustadas por las esquinas de los cuadros cortesanos, vestidos de sedas para mayor escarnio, pobres seres grotescos que se cotizaban por su fealdad ó por su debilidad; por lo miserable de su condicion, en cualquier caso, lo cual hacía relumbrar aún más, en comparación, la grandeza del amo, como si se tratara del espejo de la madrastra de Blancanieves. ¿Quién es la más bella? debía preguntarse la hermosa y egocéntrica Sissi, contemplándose en su negro retinto de deformados huesos; y el pobre Rustimo debía contestar, sin necesidad de decirlo con palabras, sino con su mera presencia y con cada una de sus maltrechas células: siempre tú, mi reina.
Por debajo de los pomposos anales oficiales y de las crónicas de conquistas, imperios, guerras y magnicidios, transita este tumulto de personajes rotos, estos hijos de la miseria y el desconsuelo que, por pura carambola del destino, han llegado en el recuerdo hasta nuestros días. Como Soplillo, que acompañó la adolescencia de Felipe II y que era un enanito delicado y hermoso, con cara de príncipe, como se ve en el cuadro de Villandrando, pero con solo 80 centímetros de altura (aunque su altura fuera descomunal).
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El caso de Rustimo es mucho peor. Primero por la época: estamos hablando de finales del siglo XIX, cuando la esclavitud estaba siendo unánimente repudiada y prohibida en todo occidente, de manera que Rustimo era ya un residuo social obsoleto, en verdad un disparatado capricho de la emperatriz. Elizabeth había tenido antes un macaco con el que solazarse, pero tuvo que encerrarlo en el zoo porque el animal se empeñaba en sobar a las damas. Entonces fue cuando llegó Rustimo.
Era tan horrorosamente feo y tan deforme que los ocrtesanos abominaban de él, y se negaban a sentarse en el mismo coche, ó a cuidar de sus necesidades. Una de las camareras de honor de Sissi le llamaba "pequeño monstruo" y "mono negro"; y otra decía que era "demasiado para animal e insuficiente para hombre". Es de suponer el desternille que todo esto debía de causar en la emperatriz. Elizabeth llegó a mandarlo bautizar, y la ceremonia se celebró en el salón de juegos de Valeria, la hija pequeña de Sissi: "hoy bautizamos a Rustimo", escribe la emperatriz: "todo fue muy solemne y ridículo a la vez; hubo lágrimas y risas. El negrito estaba muy emocionado y lloraba"
Es fácil imaginar lo que debió de ser la vida de Rustimo en la corte de Viena: su llegada sin conocer ni una palabra del idioma, y el desprecio constante de la gente. Se sabe poco de él: cuando Valeria creció y ya no podía usarlo de juguete, y, sobre todo, cuando la emperatriz se cansó de él, Rustimo fue "jubilado", como dicen las crónicas. Esto es, le echaron. Eso fue en el año 1890; unos meses más tarde fue ingresado en el asilo de los pobres de Ibbs, donde murió en 1892. Tal vez se lo quitaron de encima porque estaba enfermo; ó tal vez, es lo más probable, enfermó de pura pena, como enferma un perro abandonado.
Sí, en efecto, estas criaturas dolorosas que habitan en los confines de la vida oficial son como el espejo de la madrastra de Blancanieves; y, al igual que él, terminan reflejando la personalidad auténtica, la verdad profunda del dueño del azogue. Por eso Elizabeth de Austria será en mi memoria eternamente fea a la luz de su comportamiento con Rustimo.
Rosa Montero, Madrid 23 de agosto de 1998.