V

Al despertar, mucho antes de la salida del primer sol, Greg se dio cuenta inmediatamente de la extraña agitación que reinaba en la ciudad. Era demasiado temprano para que los ciudadanos que estaban levantados fueran muy numerosos. Pero los que lo estaban, hacían esfuerzos desesperados para establecer contacto con él.

Las silenciosas voces descendieron como un alud.

¡Por fin te hemos atrapado!

¡Ahora sabemos que eres culpable!

¡En cuanto podamos reunir el Consenso, haremos justicia, Blake!

Greg saltó rápidamente de la litera.

—¿Qué diablos significa eso?

No podrás seguir ocultando tu culpabilidad.

Lo sabemos todo.

Ronsted ha conseguido que Thorman admita, en una de sus grabaciones, que sostuvisteis una acalorada discusión.

Thorman dice que incluso le amenazaste de muerte.

—¡Eso es imposible!

Compruébalo por ti mismo.

La grabación está todavía ahí.

Greg se dirigió apresuradamente a la sala de mandos. En un rincón brillaba la luz del encendido del reproductor. ¡Ronsted la había dejado toda la noche abierta!

Lo siento, emitió el Jefe. Supongo que me olvidaría de apagarla.

Por lo visto, deseaba aclarar el caso en una especie de carrera contra el reloj.

Desde luego. Y creo que ahora ya está todo aclarado..., salvo la opinión en contra del Consenso. El Detective ha terminado su investigación cerca de todos los que poseen algún obstructor. Todos ellos han sido interrogados telepáticamente. Y no hay nadie que oculte su culpabilidad detrás de la protección de un obstructor.

¡Deje en paz la grabación de Thorman!, advirtió Greg. Es la última que hizo. Y no quiero que ninguna de las impresiones sea borrada o desfigurada.

—¿Hay alguien aquí? —preguntó el altavoz del reproductor.

—Soy Greg.

—Me pareció oír a alguien. ¿Has estado aquí desde que Thorman se marchó?

—No he estado aquí desde ayer. ¿Por qué?

—Alguien vino. Le oí moverse por la sala. Estuvo aquí casi una hora.

Greg miró a su alrededor y luego se asomó al pasillo. Se dio cuenta de que la compuerta principal estaba abierta. Ronsted la había encontrado abierta la noche anterior, y la había dejado tal como la encontró.

—¿Quién era?

—No lo sé. Le llamé, pero no me contestó.

Greg terminó de vestirse.

—No importa. Hay algo más importante. ¿Le dijiste a Ronsted que habíamos sostenido una discusión?

—Tuve que hacerlo. Me dijo que si no colaboraba se llevaría el cilindro para un microanálisis.

—¿Qué le dijiste?

Greg empezaba ya a sentirse atrapado.

—Lo que ocurrió, exactamente. Que te colocaste fuera de órbita en Colmillos de Sabueso cuando te comuniqué por radio que iba a trasladarme a tu base para pasar un par de días contigo.

Greg permaneció en silencio, con aire pensativo.

—Espero que lo comprendas —continuó el cilindro—. De todos modos, Ronsted hubiera obtenido la información a través del microanálisis y...

—¿Qué más le dijiste?

Una pausa.

—Que me amenazaste de muerte.

Greg captó la ráfaga de ansiedad en el trasfondo psíquico mientras desconectaba el reproductor. El creciente número de espectadores había sorbido ávidamente su conversación.

¿No os dais cuenta?, inquirió. ¡El cilindro-E de Thorman ha sido alterado! ¡No sucedió nada de lo que acaba de decir!

¡Desde luego que sucedió!

¡Estás mintiendo!

—¿Cómo podría mentir? —se lamentó Greg—. ¡Si tratara de engañaros, leeríais la verdad!

Tal como dijo Ronsted, descubriste un medio para ocultar parte de tu mente.

Todo está claro, Blake.

Las pruebas son abrumadoras.

Eres culpable.

ME INCLINO A FAVOR DE ESA TESIS, intervino el Monitor. PERO ES MUY TEMPRANO. SÓLO HAY UNOS CUANTOS DE NOSOTROS DESPIERTOS. SI ACTUÁSEMOS AHORA, NO REPRESENTARÍAMOS AL VERDADERO CONSENSO.

¡La culpabilidad de Blake es evidente!, emitió alguien. ¡Descubrió un medio para ocultar parte de su mente!

DESDE LUEGO, Y ESTABA PERFECCIONANDO EL MÉTODO CUANDO THORMAN SE SINTIÓ SOLO Y DECIDIÓ IR A PASAR UN PAR DE DÍAS CON ÉL. BLAKE SE SITUÓ FUERA DE ÓRBITA, PORQUE TENÍA QUE MANTENER ALEJADO A SU COMPAÑERO, A FIN DE QUE NO PUDIERA LEER LO QUE ESTABA HACIENDO.

—¡No es verdad! —insistió Blake.

ESO SOMOS NOSOTROS QUIENES HEMOS DE DECIDIRLO.

Escucha, Greg. Esta vez era su hermano. Tienes que venir a mi oficina antes de que el Consenso dictamine. Nos encontraremos allí. Es posible que exista aún una posibilidad. Recoge todos los cilindros-E que Thorman grabó desde que empezó el viaje a Colmillos de Sabueso.

Greg trató de leer en qué consistía el plan de Virgil. Pero el Monitor intervino de nuevo:

DEJADLE QUE VAYA A VER A SU HERMANO. SI REALMENTE CREE QUE ES INOCENTE, VIRGIL BLAKE PUEDE ABRIR SU MENTE, PERMITIÉNDOLE VER LA VERDAD ANTES DE SU EJECUCIÓN.

Apresuradamente, Greg pulsó el interruptor del depósito del reproductor y esperó hasta que todas las impresiones y rasgos de la personalidad volvieron al cilindro-E de Thorman. Luego sacó el cilindro de la ranura y se lo metió en el bolsillo.

A continuación se acercó al asiento de Thorman, en cuya parte inferior se encontraban los otros cilindros. Se inclinó... y apartó la mano instintivamente.

El cable de alta tensión que se extendía desde el techo de la nave hasta la columna de control había sido arrancado y colocado contra el asiento: si Greg hubiese tocado cualquier parte de la silla o del pequeño compartimiento que había debajo de ella, hubiera quedado electrocutado.

¿Qué era lo que Virgil había dicho?

"En este preciso instante, el verdadero asesino puede estar planeando tu muerte «accidental», de modo que el público de por zanjado el caso."

¡Déjate de historias!

¡Nos damos cuenta de tus intenciones!

¡Quieres hacernos creer que hay alguien más complicado en el asunto!

El cilindro-E de Thorman, se recordó Greg a sí mismo, había recogido unas impresiones nuevas durante la noche: el sonido de alguien moviéndose de un modo furtivo por la sala de mandos. Ahora sabía por qué.

No conseguirás engañarnos.

Si puedes ocultar una parte de tu mente, puedes utilizar ese medio para planear una falsa trampa mortal para ti mismo.

Quieres hacernos creer que las sospechas del Consenso no recaen sobre el verdadero culpable.

Greg arregló rápidamente el cable. Luego recogió un puñado de cilindros-E de Thorman y salió de la nave.

Las puerta de acceso a las oficinas de Virgil estaban de par en par, como si las hubiesen dejado abiertas a propósito para ganar tiempo. Leyendo hacia adelante, Greg vio que su hermano ya había llegado.

Encontró a Virgil muy ocupado. Acababa de colocar sobre el escritorio un reproductor, y estaba ajustando uno de los obstructores.

Levantó la mirada y vio a Greg.

Los cilindros-E de Thorman. ¿Los has...?

La esfera del obstructor se encendió con un brillo suave y plateado, interrumpiendo la emisión de Virgil.

Greg sacó seis cilindros.

—Fueron grabados durante los últimos cuatro meses. Tengo el más reciente en mi bolsillo.

—¡Bien! —exclamó Virgil—. Dámelos y empecemos a trabajar.

Greg penetró en el compacto campo del obstructor, dejando detrás de él la creciente tormenta psíquica.

—¿Qué vas a hacer?

Virgil cogió los cilindros.

—Si la última grabación de Thorman estaba alterada con falsas impresiones, es posible que otros cilindros hayan sido también alterados con el fin de crear una prueba contra ti.

—¿Y si lo estuvieran?

—En tal caso, quiero examinarlos psicoanalíticamente. Podríamos hacernos una idea acerca de la identidad de la persona que los ha adulterado.

Greg se encogió de hombros.

—Todo el mundo está convencido de que asesiné a Thorman. No creo que tenga muchas posibilidades de salvarme.

—Lo sé. Pero sigo opinando que podemos demostrar que eres inocente.

—El Monitor —dijo Greg— cree que puedo haber matado a Art y luego reprimido la traumática experiencia. Me gustaría que me sometieras a otra prueba para ver si está en lo cierto.

—¡Sería una pérdida de tiempo! En estos momentos, el Consenso puede estar...

—Correré el riesgo. Si descubrimos de un modo definitivo que no soy culpable, sabré el terreno que piso.

Virgil se pasó una mano por el rostro, con aire pensativo.

—De acuerdo, muchacho. Haremos otra prueba.

Cuando Greg recobró la conciencia, Virgil le estaba contemplando con una expresión de incredulidad.

—¿Y bien? —apremió Greg.

Virgil suspiró.

—¿Asesiné a Thorman? —insistió Greg.

Virgil asintió.

—Pero, ¿cómo? ¿Qué sucedió?

—No fue nada agradable. Los dos estabais borrachos. Aunque no fue un acto premeditado..., si es que ello puede servir de algo.

—Quiero saberlo todo.

—Llegasteis a la nave haciendo eses. Empezaste a buscar por la sala de mandos el bar portátil, "para echar un último trago". Pero, en vez del bar, encontraste el desintegrador. Te echaste a reír y disparaste.

—Y alcancé a Thorman...

Virgil inclinó la mirada al suelo.

—Era muy tarde. No había nadie lo bastante cerca de la nave como para leer en ti por casualidad. Unos segundos después perdiste la conciencia..., y eso es todo.

Greg se puso en pie y empezó a pasear nerviosamente por la oficina. Recordaba haberse dicho a sí mismo que si había asesinado a Thorman merecía ser ejecutado. Sin embargo, en aquel momento la idea de la muerte no le pareció tan aceptable como entonces.

—Asesiné a Art —susurró.

—Pero no fue un acto premeditado, muchacho. Tal vez el Consenso...

—El Consenso se rige por la ley del ojo por ojo y diente por diente.

Permaneció unos instantes silencioso.

—¿Reprimí el recuerdo del asesinato? —inquirió finalmente.

Virgil asintió.

—Fue algo horrible. Art Thorman, tu mejor amigo, con la cabeza destrozada. A pesar de que dormiste inmediatamente bajo los efectos de la borrachera, los remordimientos de conciencia luchaban por abrirse paso. Deseabas ser castigado por haber asesinado a Thorman, pero tu instinto de conservación contrarrestaba aquel deseo en tu subconsciente. De modo que reprimiste el recuerdo de lo sucedido. Sin embargo, los remordimientos no te dejaban en paz, y a pesar de que ocultabas tu culpabilidad a ti mismo y a los demás, tu subconsciente trataba al mismo tiempo de hacerte purgar tu culpa.

—¿La trampa mortal?

—Sí, la trampa mortal. La instalaste tú mismo... en el momento en que pareció que tenías una posibilidad de escapar a la justicia.

Greg se irguió.

—Bueno, ¿y qué me dices de la discusión a que se refiere el cilindro-E de Thorman? Estoy seguro de que tal discusión no existió.

—Tiene que haber existido —Virgil se acercó a la ventana y contempló la ciudad, que volvía a despertar a la vida—. No he profundizado demasiado en eso.

—Entonces, ¿por qué no lo recuerdo?

Virgil se volvió y se encaró con él.

—Lo ignoro. Pero parece evidente que cuando os encontrabais en Colmillos de Sabueso discutisteis acerca de algo. O tal vez sufriste un acceso de fatiga espacial. Sea como sea, le amenazaste de muerte.

Virgil extendió sus manos mientras explicaba:

—Ahora bien, una amenaza de muerte está íntimamente relacionada con el acto de matar en sí. Yo diría que, al reprimir el recuerdo de haber asesinado a tu compañero, diste un paso más y enterraste también el recuerdo de haberle amenazado.

Greg se dejó caer en la butaca y apoyó los codos en sus rodillas. No podía sustraerse a la idea de que millones de espectadores acechaban ansiosamente más allá del campo del obstructor. Cuando Virgil lo desconectara, la justicia sería rápida e impersonal...

Se oyó un ruido en la puerta y la pelirroja secretaria entró en la oficina. Su rostro reflejaba una gran agitación.

—¡Vamos a tener una ejecución! —anunció alegremente.

Greg y Virgil se miraron.

—El Consenso acaba de dictaminar —continuó la secretaria—. ¿No es maravilloso? ¡Será un acontecimiento! ¡Y tendremos todo un día de fiesta!

Miró a Greg.

—¡Caramba, Mr. Blake! ¿No está usted asustado? —Se volvió hacia Virgil—. ¿Puedo hacer fiesta hoy, doctor Blake? ¿Puedo asistir a la fiesta?

Virgil murmuró su consentimiento y la secretaria se marchó.

Greg dijo:

—No pienso quedarme con los brazos cruzados.

—¿Qué puedes hacer?

—Tal vez huir del sistema...

Greg miró fijamente los dos obstructores.

—No hablarás en serio...

Greg se acercó a su hermano y murmuró:

—Lo siento.

Y descargó el puño con toda su fuerza sobre la cabeza de Virgil.

Luego tocó la frente de su hermano con el electrodo. La carga de somnífero evitaría que pudiera ser leído al menos durante media hora. Para más seguridad, Greg ocultó los dos obstructores debajo de su túnica.