II

Las voces silenciosas permanecieron con Greg: amonestándole, vituperándole, acusándole, queriendo saber si su falta de conocimiento del crimen era el resultado de su borrachera o un truco sin precedente para escapar al castigo.

Para Greg resultaba inconcebible que pudiese haber asesinado a Art Thorman, su amigo más íntimo desde diez años atrás.

Tu amigo más íntimo, ¿eh?, se mofó un acusador. Lo hiciste tú, y probablemente sabes que lo hiciste.

Cállate, Marl. Dale una oportunidad, como dice el Monitor.

Greg esperó a que llegara el empleado del crematorio antes de abandonar la nave. Por medio de relevos a través de mentes compasivas había localizado el crematorio, situado al otro lado de la ciudad, más allá del alcance telepático, y había encargado la acostumbrada ceremonia final, sabiendo que Art no tenía parientes.

Cuando salió de la nave para dirigirse a la oficina del Monitor, se estremeció ante el peso de las recriminaciones y las denuncias que le asaltaban por todos lados. En la plataforma de tránsito, alquiló un taxi aéreo cuyo conductor era un hombre de edad madura con una reluciente calva.

En cuanto el vehículo se hubo puesto en marcha, el conductor ofreció:

No creo que lo hiciera usted.

—Gracias —dijo Greg, sin el menor entusiasmo.

El conductor recurrió también a la vocalización:

—Edna..., es mi esposa, ¿sabe? —una aclaración inútil, porque Greg había establecido ya el parentesco a través de la mente de su interlocutor—, Edna dice: "Puedes apostar lo que quieras a que es culpable". Pero el pequeño Algernon, mi hijo, es un excelente juez en materia de caracteres, a pesar de que no tiene aún completamente desarrollada su facultad telepática. Algernon dice...

¿Greg?

Reconociendo la identidad del que trataba de establecer contacto con él, Greg se sobresaltó.

Sí, Virgil. ¿Qué quieres?

Deseo ayudarte.

Hasta ahora nunca deseaste ayudarme.

Estás en un grave apuro, Greg. Tal vez pueda hacer algo por ti.

Greg notó que el conductor había captado el intercambio telepático que acababa de establecer con Virgil Blake. Y notó también que el hombre volvía cortésmente su atención a otra parte.

Sé que no he sido un hermano ideal, Greg. Pero de eso puede ser tan culpable tu propia testarudez como mi temperamento dominante.

Desde luego. Siempre deseaste todo lo que yo tenía... empezando por Estrella.

Vamos a olvidarnos de ella. Ya no cuenta para nada.

No, se dijo Greg a sí mismo. Virgil se había cansado de ella después de haber demostrado que podía tomarla.

Aquella amarga reflexión no fue captada por Virgil.

Tal vez he obrado de ese modo como reacción a tu obstinado sentido de la independencia.

Y Greg no detectó en la conciencia de su hermano nada que indicara más que orgullo lastimado como base de su anterior hostilidad.

Debajo del vehículo, la policroma extensión de Spaceport City resplandecía con el brillo de sus dos soles gemelos. Y en la ciudad, millones de personas aguardaban impacientemente el momento de hacer justicia.

Por eso quiero ayudarte, Greg. Soy psiquiatra.

Lo sé. Uno de los más eminentes del sistema. Pero no te permitirán hacer nada que signifique una obstrucción a la justicia.

¡Claro que no lo permitiremos!, exclamó una voz anónima.

¡Desde luego que no!, corearon un centenar de voces.

Greg ignoró aquella intrusión.

¿Cuál es tu propuesta, Virgil?

No creo que unos combinados puedan producir una intoxicación tan grave como para que un hombre no recuerde en absoluto lo que ha hecho..., de un modo especial si hay una muerte violenta de por medio.

¿Entonces?

Sospecho que se trata de una represión subconsciente o de una amnesia provocada.

¿Amnesia provocada?

Sí. Y si la respuesta es ésa, significa que hay alguien más complicado en el asunto.

¿Qué es lo que sugieres?

Exploración psicoanalítica. Comprobar si estás ocultando algo inconscientemente.

De nuevo, Greg rebuscó en la mente de su hermano alguna segunda intención. ¿Por qué motivo Virgil, con el cual no había mantenido contacto, ni siquiera telepático, durante quince años, se mostraba tan solícito en aquella ocasión?

Inmediatamente, detectó la dolida reacción de Virgil.

Era una emoción sincera, lamentando el olvido en que había tenido durante años enteros a su hermano menor. Él descubrirla en la mente desnuda de Virgil hizo que Greg se sintiera confortado y agradecido.

No te reprocho que seas suspicaz, muchacho, concedió magnánimamente Virgil. ¿Cuándo empezamos?

Los pensamientos de Virgil empezaron a debilitarse a medida que el vehículo se acercaba a la Administración. El psiquiatra estaba quedando rápidamente fuera del alcance telepático normal.

Me pondré en contacto contigo mañana por la mañana. Y, Virgil..., si estoy reprimiendo el recuerdo de un horrible crimen, quiero que asome a la superficie. No quiero que trates de ocultarlo para salvarme.

No podría hacerlo, muchacho. Si ése fuera el caso, todas las personas que leyeran en nuestras mentes se enterarían.

De acuerdo. Si maté a Art, intencionadamente o incluso accidentalmente, merezco todo lo que pueda sucederme. Art era un muchacho excelente.

El vehículo inició su descenso sobre la Plaza de la Administración. Rodeado de elevadas construcciones de acero, el parque y su complejo de edificios oficiales poseían una desnuda belleza, desprovista de toda inscripción y de toda señal indicadora.

Greg empezó a recibir sutiles impresiones de identidad y de información.

Aquéllas son las oficinas del Monitor del Consenso, transmitió suavemente una alargada y esbelta estructura situada al norte de una gran piscina.

Greg se concentró en el edificio y en sus psicoemisiones y fue recompensado, a su debido tiempo, con el resto de la información que deseaba:

La oficina del Primer Ayudante del Monitor se halla situada en el Piso Doceavo. La del Monitor se encuentra en el Piso Decimosexto, Ala Sur.

Leyendo el punto de destino en la mente de su pasajero, el conductor detuvo el vehículo sobre su almohadilla de aire delante de la entrada principal.

Greg se apeó, contempló cómo se alejaba el vehículo y luego estudió el edificio que tenía delante.

¡Entra de una vez!, apremió alguien.

¡Nos estás haciendo perder el tiempo!, reprochó otro espectador.

¡Deja que sepamos si eres culpable!

Inmediatamente, una miríada de voces ofensivas penetraron en la conciencia de Greg.

—¡De acuerdo! —gritó—. ¡Ya voy!

Cruzó la terraza, concentrándose en la escena de muerte violenta en la nave y maldiciéndose a sí mismo por no ser capaz de recordar lo que había sucedido. Luego, repentinamente, experimentó la sensación de que se estaba traicionando al admitir que, en virtud de alguna rara circunstancia, podía haber matado a Thorman.

¡Desde luego que no podía haberlo hecho! Era un estúpido al acudir allí y someterse a una injusta investigación. En el instante en que descubrió el cadáver de Art debió huir a un lugar seguro... antes de que el Consenso tuviera la posibilidad de ordenar su ejecución.

Una ola de furor estalló en el nivel receptivo de su conciencia a medida que el conocimiento de lo que acababa de pensar pasaba de mente en mente con meteórica rapidez.

¡Eso demuestra que es culpable!

¡Completamente!

¡No, no lo demuestra!

¡Quería huir! Lo has leído, ¿no?

Pudo tratarse de una reacción normal provocada por el temor.

¡Y un cuerno!

Continúa sin tener ningún recuerdo consciente del crimen.

Naturalmente. Lo ha reprimido.

Entonces, ¿por qué sintió el deseo de huir?

Motivación subconsciente.

¡Tonterías!

¡Vamos a matarle... ahora mismo!

¡Un momento! Recordad lo que dijo el Monitor...

¡Al diablo el Monitor! Ya es hora de que nos ocupemos...

Greg avanzó rápidamente y penetró en el edificio.

Cuando llegó delante de la puerta, el psicoemisor anunció suavemente:

Se encuentra usted delante de la oficina de Felco Irwan, Monitor del Consenso.

Greg entró y fue abordado inmediatamente por una rubia que llevaba una ajustada túnica de secretaria.

Sígame, por favor, sugirió cortésmente.

Sentado detrás de su escritorio en la oficina interior, Felco Irwan era un hombre de aspecto agradable, con una doble barbilla y mejillas sonrosadas. En circunstancias menos graves, su rostro hubiera sido de los que provocan una involuntaria sonrisa.

Siéntese, Mr. Blake, ordenó. Me alegra comprobar que continúa usted vivo.

—¿Por qué?

Irwan respetó la elección de la comunicación oral.

—Porque ello demuestra que nuestro pueblo sabe posponer la justicia instintiva a la obligación de obrar rectamente, a pesar de que ésta es nuestra primera experiencia con el crimen.

—Hace unos instantes, no parecían muy dispuestos a posponer nada.

—Está usted aquí, ¿no es cierto? —dijo el Monitor, sonriendo.

A pesar de su aspecto insolente, el Monitor hablaba con una rapidez que concedía a Greg pocas posibilidades de prever lo que iba a decir a continuación.

En el transfondo telepático, había un paciente silencio. Los espectadores se limitaban a escuchar. Pero su ansiedad era como una densa niebla.

—Bueno, continúo vivo y estoy aquí —resumió Blake secamente—. ¿Y ahora, qué?

Irwan se inclinó hacia adelante.

—He recibido numerosos informes telepáticos acerca de su contacto con Virgil Blake. Un hombre excelente. Y un excelente psiquiatra. Me alegro de que se haya puesto usted en sus manos. En realidad, uno de los dos motivos de que le hiciera venir aquí era el de proponer alguna forma de psicoterapia.

—¿Y el otro motivo?

Soy Elar Ronsted.

Y yo soy Stafford Wawerly.

—Ellos son el otro motivo —explicó el Monitor.

Greg identificó el origen de los dos Contactos como procedente de otra serie de oficinas al otro lado de la Plaza.

Yo soy el Jefe de Policía, declaró Ronsted.

El otro añadió, dándose importancia:

Y yo soy el Detective.

Desconcertado, Greg miró al Monitor, inquiriendo:

¿Qué significa Policía? ¿Qué significa Detective?

También a nosotros nos intrigó un poco, al principio, confesó Ronsted.

Siempre habíamos creído que nuestras oficinas eran puramente nominales, añadió el Detective, hasta que el Monitor nos dijo que tenía un trabajo para nosotros.

Greg quiso saber:

—¿Qué tiene que ver eso conmigo?

—La Policía —explicó el Monitor —era una fuerza armada dentro de una comunidad. Eso ocurría en la época pre-empática, cuando el crimen se elaboraba en el aislamiento psíquico. Su tarea consistía en proteger a la comunidad de los delincuentes.

Y el Detective era el oficial que desenmascaraba al delincuente, intervino Wawerly. Cuando se cometía un crimen, descubría quién lo había cometido, cómo y por qué.

Greg captó la jactanciosa expansión del pecho del Detective.

—Éste, Mr. Blake —dijo el Monitor Irwan en tono solemne, es un crimen que se sale de lo corriente. Podríamos darle el nombre de anacronismo. Y he llegado a la conclusión de que están indicados los antiguos métodos de resolución. En consecuencia, he encargado el caso al Jefe Ronsted y al Detective Wawerly.

Puede usted confiar en mi... departamento, señor, declaró Ronsted.

Descubriremos al autor, prometió Wawerly.

—El Jefe y su Detective se pondrán en contacto con usted más tarde, Blake —aseguró Irwan.