A los jóvenes comunistas y socialistas que quieren pensar[386]

22 de julio de 1935

Actualmente la juventud siente honda preocupación por el peligro de guerra. Y con razón. Son sus cabezas las que están en juego.

Los marxistas revolucionarios repudiamos totalmente las prescripciones antibélicas de los dirigentes de las internacionales Segunda y Tercera. Predican el «desarme» y la «concordia» por intermedio de la Liga de las Naciones. Esto significa que creen en la posibilidad de cambiar la naturaleza del capitalismo mediante reformas pacíficas, dado que la lucha armada entre los estados capitalistas es tan inherente a su naturaleza como lo es la competencia entre los capitalistas individuales o sus trusts. Hay personas que se autotitulan Socialistas o Comunistas y caracterizan al estado capitalista como estructura imperialista de cabo a rabo, pero a la vez creen en la Liga de las Naciones, es decir, el mercado de valores de los estados imperialistas.

Para los marxistas, la lucha contra la guerra coincide con la lucha contra el imperialismo. Esta lucha no se libra mediante el «desarme» sino mediante el armamento del proletariado para el derrocamiento revolucionario de la burguesía y la instauración de un estado obrero. ¡Nuestra consigna no es la Liga de las Naciones sino los Estados Unidos Soviéticos de Europa y el mundo entero!

Hoy vemos en Francia, a los reformistas y a los autotitulados «comunistas» (que en realidad no son sino stalinistas) aliándose con los radicales con el propósito ostensible de combatir la guerra y el fascismo. ¿Quiénes son los radicales? Un partido imperialista en su totalidad que representa al Tratado de Versalles y al imperio colonial francés[387]. ¿Cómo se puede dirigir la lucha contra la guerra imperialista en alianza con un partido imperialista?

Lógicamente, los radicales se pronuncian en favor de la paz. También Hitler trata de lograr la paz con el sudor de su frente. Todos son partidarios de la paz: los curas, los banqueros, los generales. ¿Pero, qué significa el pacifismo de los gobiernos y partidos burgueses? Hipocresía vil. Cualquier ladrón prefiere, cuando es posible, robar el monedero de su víctima por medios «pacíficos», sin quitarle la vida. A Mussolini le gustaría, naturalmente, anexar a Etiopía «pacíficamente», esto es, sin los gastos y sacrificios de la guerra. A Inglaterra y Francia les gustaría poder gozar de su saqueo «en paz». Pero ¡ay de quien los moleste! Ese es el significado del amor de los capitalistas por la paz.

El pacifismo pequeñoburgués es, por regla general, sincero; pero justamente por ello es tanto más ciego e impotente, ya que en esencia no es sino la confianza que depositan los campesinos y los pequeños comerciantes en la posibilidad de mejorar a las clases dominantes, desarmar a los grandes bandidos capitalistas e inducirlos a coexistir en forma pacífica. Pero a pesar de sus buenas intenciones, el pacifismo pequeñoburgués se vuelve un opio que sirve a los capitalistas para adormecer a las masas en el momento oportuno y convertirlas en carne de cañón. Acusamos a los líderes de las internacionales Segunda y Tercera de ayudar al capitalismo, mediante su cháchara disparatada, a preparar una nueva matanza mundial. Ante una nueva guerra, en la mayoría de los casos, los reformistas y stalinistas tomarán partido por sus gobiernos, especialmente en Francia, Bélgica y Checoslovaquia. Quien desee realmente luchar contra la guerra debe hablarle al pueblo con claridad, debe reunir a los combatientes bajo una bandera revolucionaria, bajo la bandera de la Cuarta Internacional.

Entre las dos viejas «internacionales» (que en realidad ya no lo son) y nosotros, campeones de la Cuarta Internacional, existen muchas fracciones y grupos intermedios que denominamos centristas.

Esta denominación, a diferencia de lo que suponen muchos ingenuos, no es un insulto, sino un término estrictamente científico. Llamamos centristas a las corrientes que oscilan entre el marxismo (internacionalismo) y el reformismo (patriotismo), pero que por su propia naturaleza tienden a gravitar hacia el reformismo. El grupo francés Bataille Socialiste, de carácter centrista, se declara por la defensa de la patria combinándolo con el culto al pacifismo (Zyromsky) mientras tolera en su ala izquierda un vago internacionalismo (Pivert)[388]. Corrientes de este tipo se encuentran en numerosos países. En este período podemos presentar con toda justicia al Partido Socialista Obrero (SAP) alemán como ejemplo de centrismo. El SAP no es en absoluto una organización de masas. Pero agrupa a buen número de viejos funcionarios partidarios y sindicales exiliados, desparramados en varios países. Muchos de ellos son bastante diestros en el trabajo practico y poseen cierta educación teórica, pero su actividad jamás trasciende las concepciones centristas. Por eso están contra la Cuarta Internacional. Por eso combaten a los partidos y organizaciones que se agrupan bajo la bandera de la Cuarta Internacional. Por eso miran hacia la derecha en busca de amigos mientras arrojan sus dardos contra la izquierda.

De tanto en tanto llegan a declarar que en realidad no están en contra de la Cuarta Internacional como tal, pero que la consideran inoportuna. Esta objeción, empero, carece por completo de contenido. El problema no es matemático sino político, y el factor tiempo adquiere una importancia secundaria. Tampoco el socialismo es «oportuno» mientras no estemos en situación de realizarlo. Pero lo hemos inscrito en nuestra bandera y la desplegamos abiertamente ante las masas. Apenas nos convenzamos de que la lucha contra la guerra y por el socialismo requiere la consolidación revolucionaria de la vanguardia proletaria sobre la base de un programa nuevo, debemos poner manos a la obra de inmediato.

Quienquiera que hoy, como el SAP, se oponga a la Cuarta Internacional, a sus defensores y constructores, demuestra con ello que, consciente o inconscientemente, quiere dejarle una puerta abierta a los reformistas y a los patriotas. Para los ingenuos, está afirmación podría resultar «sectaria» o inclusive «calumniosa». Sin embargo, la posición más reciente, y absolutamente antimarxista, del SAP referente a la cuestión de la guerra confirma nuestra posición en forma irrefutable. Quien no haya leído la famosa resolución del SAP acerca de la «lucha por la paz» debe, ciertamente, procurársela y aprender ciertos pasajes de memoria[389]. Las frases altisonantes acerca de la revolución socialista y la dictadura del proletariado no pueden alterar el carácter verdadero, es decir, pacifista, de la posición del SAP, que propone agrupar a «todas las fuerzas» partidarias del desarme y de la paz para formar con este fin un «comité amplio». Quien proclame que los imperialistas —bajo la «presión» de las masas— pueden desarmarse pacíficamente, está negando la necesidad de la revolución proletaria. En efecto: ¿qué clase de revolución podemos librar contra una burguesía desarmada? Existe una innegable relación entre el pacifismo en la política interna y el pacifismo en la política externa. Por más que nos jure solemnemente que es un materialista, el hombre que acude a la iglesia en Pascuas sigue siendo para nosotros una miserable víctima de la curia. Quien combine frases sobre la revolución social con la agitación por el desarme pacifista no es un revolucionario proletario sino una miserable víctima del prejuicio pequeñoburgués.

Se nos suele decir: ¿acaso no existen en el SAP y en otras organizaciones similares, obreros revolucionarios abnegados a los que no debemos alejar de nosotros? Este argumento no viene al caso. Es muy probable —casi seguro— que en el SAP y en otras organizaciones similares existan obreros que no estén satisfechos con la política vacilante y ambigua de sus dirigentes. Pero la mejor manera de ayudar a estos elementos capaces de evolucionar consiste en desenmascarar implacablemente la política falsa de sus dirigentes.

Al principio, hasta los elementos más avanzados son tomados por sorpresa. Sin embargo, la crítica penetra en sus mentes. Luego se producen nuevos hechos que avalan nuestra crítica. Por último el obrero revolucionario honesto se dice los leninistas tienen razón, debo unirme a ellos. Así ha sido siempre el desarrollo del partido revolucionario. Así será en esta ocasión.

¡Jóvenes camaradas y amigos! Nuestra lucha contra todo lo que sea ambigüedad y confusión no se deriva del odio «fanático» ni, menos aún, de la enemistad personal. Nuestra época sombría siente poco respeto por el sentimentalismo, la consideración personal y otras bellas cosas por el estilo. Exige un programa correcto y una voluntad de hierro para alcanzar el triunfo. Ante las masas que buscan una dirección revolucionaria debemos desplegar la mayor paciencia y consideración. Cien veces, mil veces, debemos explicarles los principios revolucionarios mediante sus experiencias cotidianas. Pero a quienes se presentan ante las masas como dirigentes, desplegando su propia bandera, se les deben plantear las exigencias más estrictas. La primera es la claridad.

Los vacilantes, los confundidos, los centristas, los pacifistas vegetan durante largos años, publican periódicos, realizan conferencias y también, inclusive, logran éxitos organizativos temporales. Pero los grandes virajes históricos —guerras, revoluciones— los derriban como si fueran castillos de naipes. En cambio, las organizaciones que han alcanzado la auténtica claridad y conciencia revolucionarias desarrollan su mayor fuerza en épocas de crisis histórica. Entonces el filisteo se asombra y el filisteo de izquierda se regocija, pero sin comprender que el «milagro» de los éxitos sólo fue posible gracias a un trabajo de preparación prolongado y paciente y que la mejor herramienta para ese trabajo fue la intransigencia marxista.

En toda gran lucha ideológica vuelan chispas y astillas. Los centristas tienen la costumbre de utilizar este mísero material para desviar la atención de las cuestiones importantes y decisivas. Los obreros jóvenes que quieren pensar deben aprender a despreciar el chismorrerío malicioso e impotente de los centristas ¡Debéis estudiar los problemas exhaustivamente! Las cuestiones más importantes para formar a los revolucionarios proletarios en la actualidad son las posiciones respecto de la guerra y de la Cuarta Internacional. ¡Debéis plantearos estos problemas en toda su magnitud! Hace más de un año los bolcheviques-leninistas publicamos el folleto , La guerra y la Cuarta Internacional[390]. Conocer bien este documento programático es el primer deber de todo revolucionario que quiera tomar posición. No perdáis el tiempo; estudiad; reflexionad; discutid honestamente; ¡luchad incesantemente por la claridad revolucionaria!

Con saludos fraternales,

L. Trotsky

Escritos , Tomo IV
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