La traición stalinista en l’Humanité[267]

Publicado el 26 de abril de 1935

Las masas trabajadoras buscan la línea política que logre evitar la guerra o que, si ésta estalla pese a los esfuerzos del proletariado, derroque al régimen capitalista, que es el responsable de la guerra, y lo reemplace por el régimen socialista.

Queremos demostrar cuál es la verdadera línea de la Internacional Comunista respecto a la guerra tomando simplemente citas —que todo el mundo puede verificar fácilmente— de l’Humanité, el diario del Partido Comunista Francés.

La Comintern define la línea internacional en el sexto requisito para la admisión, de esta manera:

Todos los partidos que deseen afiliarse a la Tercera Internacional tienen que denunciar no sólo el social-patriotismo sino también el social-pacifismo, con toda su falsedad e hipocresía; deben explicar sistemáticamente a la clase obrera que sin el derrocamiento revolucionario del capitalismo ningún tribunal internacional de arbitraje, ningún debate sobre la reducción de armamentos, ninguna reorganización democrática de la Liga de las Naciones preservarán a la humanidad de la guerra imperialista.

Esa era la línea de ayer.

Hoy, desde que se reconstruyó la Comintern (después de la expulsión de los leninistas) en base al dogma del «socialismo en un solo país», es decir, independientemente de la revolución mundial, la línea internacional de esa organización es la que sigue:

Defensa de la política de paz de la URSS, que consiste en propuestas de desarme dirigidas a las naciones imperialistas y pactos de ayuda mutua contra «cualquier agresor».

Esa línea política se basa en la premisa de que hay naciones imperialistas interesadas en la paz y otras interesadas en la guerra.

Tenemos que saber —dice Peri[268] en l’Humanité del 11 de abril de 1935— si las potencias que no están interesadas en la guerra garantizarán la paz con promesas de asistencia mutua o si caerán en la línea de los planes para una nueva división de Europa concebidos por Hitler.

Aquí se refleja toda la línea de la Comintern. Veamos otra vez lo que dice Peri en l’Humanité del 16 de abril de 1935:

¿Cuál es la única fórmula que puede dificultar la guerra en el sistema actual? Es evidente que la mejor fórmula sería el desarme total o parcial que propone y defiende la URSS pero al que se oponen todas las demás potencias. Si no prospera la reducción general de armamentos, a la que la URSS no tiene intención de renunciar, el gobierno soviético y con él el proletariado de todos los países europeos consideran que un sistema de pactos cuyos firmantes acuerden boicotear a toda nación agresora significará un gran obstáculo en el camino a la declaración de la guerra. Tenemos que ver las cosas como son y comprender que toda otra fórmula de acuerdo es vana y peligrosa.

En estas condiciones, ¿cuál es el objetivo de la Comintern? Unirse a la diplomacia soviética en el intento de convencer a los distintos imperialismos «interesados en la paz» de la necesidad de los pactos de asistencia mutua.

Lo siguiente demuestra cómo encara la tarea el periódico del PC Francés (l’Humanité, 2 de abril de 1935):

Pero ¿qué piensa entonces el gobierno de la Unión Nacional de Francia de la actitud del gobierno de la Unión Nacional de Gran Bretaña? Ya no es un secreto para nadie que Laval[269] está prestando oídos a las propuestas de Hitler. ¿Cree acaso que un acuerdo con los nazis contra la Unión Soviética beneficiaría al imperialismo francés? ¿Olvida que el movimiento de masas contra la guerra y en defensa de la Unión Soviética es mucho más fuerte en Francia que en Inglaterra?

¿Olvidó ya la época, no tan distante, cuando el gobierno imperialista francés pudo pacificar el movimiento de masas de obreros y soldados en favor de la dictadura del proletariado solamente deteniendo de inmediato la guerra contra los soviets?

En otras palabras, si el imperialismo francés desea sobrevivir a la guerra, que preste oídos al consejo de los discípulos de Stalin, que concluya un pacto con la Unión Soviética.

Para ayudar a Laval a comprender, Peri se vuelve positivamente vivaz e insistente:

En nombre de la Entente Franco-Británica Laval cayó en esas criminales evasiones que tan frecuentemente denunciamos aquí y que hoy debemos denunciar con más vigor todavía.

Todo indica que Laval dejó de lado el Pacto Oriental[270] y la asistencia mutua. El ministro de asuntos exteriores deliberadamente renunció a la única fórmula capaz de preservar la paz y detener el armamentismo. Su deplorable actitud le valió las felicitaciones de Der Völkische Beobachter[271] del día de ayer. Pero llenará de ira a todos los que realmente desean conquistar la paz. (l’Humanité, 4 de abril).

Blum incluye a Pertinax, de L’Echo de Paris, entre los amigos «vergonzantes» de la URSS (Le Populaire, 21 de abril) porque, realista burgués como es, considera el problema de la alianza con la URSS desde el punto de vista de la relación de fuerzas, sin otorgarle ninguna importancia a las promesas vagas. A Pertinax sólo le conciernen los intereses «franceses». Si sólo le importaran los intereses «rusos», no hay duda de que escribiría como lo hace Peri, verdadero amigo de la URSS:

Otros creen que el señor Laval y John Simon[272] estarían dispuestos a remplazar el proyecto de un Pacto Oriental por una Ailanza Aérea abierta a todos los suscriptores del Pacto de Locarno[273], la URSS y la Pequeña Entente. Se jactan de haber conseguido para ello el apoyo de Polonia y de Alemania.

Bien, podemos afirmar sin pensarlo dos veces que este sistema no tiene nada que ver con la paz. Los que lo apoyan precipitarán el gobierno de los cañones, que las masas quieren evitar a toda costa.

La agresión no se evitará si el único riesgo que corre el agresor es el de no obtener colaboración activa. La pasividad es por sí misma un estímulo para los aventureros.

En el caso concreto que consideramos, el sistema inventado por el señor Laval se limitaría al acuerdo de que Alemania puede seguir adelante con sus proyectos en Oriente, de que Francia no la asistiría pero al mismo tiempo no se opondría. (l’Humanité, 4 de abril).

Peri y el PC de Francia desde el punto de vista de los intereses nacionales de la burocracia soviética, y Pertinax desde el de los intereses nacionales de la burguesía plantean, de hecho, la misma línea política.

Si, como nos informó Thorez en julio de 1934, son los comunistas los que quieren bien a su país, se deduce que los que no lo quieren, los burgueses, son «los traidores».

Esto es justamente lo que nos informa Cachin en un artículo del 10 de abril, en el que saca esta conclusión:

Desenmascararemos a los explotadores del país, a los peores enemigos del pueblo francés, sin traicionar nuestra obligación de defender la paz y el pan de sus víctimas.

Cachin, que actúa como un experto maestro cuando se dirige a los traidores, no logra ser comprendido por los verdaderos patriotas, como resulta de su denuncia de Taittinger[274]:

Taittinger, el fascista, divulga impunemente los comunicados diplomáticos y militares oficiales que recibe en los puestos oficiales que ocupa en los distintos comités del Parlamento. Así le proporciona a Hitler nuevos argumentos en favor del rearme y echa leña al fuego del fascismo a través del Rin. ¡Y este ‘patriota’ que se conduce de manera tan traidora exige al mismo tiempo que se reprima a los antifascistas!

De lo que deducimos que el país, al presente dirigido por la burguesía, no comprende dónde están sus verdaderos intereses.

Pero P. Vaillant-Couturier no hace ningún esfuerzo para ocultarlo; encara una cruzada «para recuperar la cultura francesa».

Si el proletariado, según Marx, ‘no tiene patria’, ahora, como internacionalista, tiene algo que defender: el patrimonio cultural de Francia, su riqueza espiritual, el trabajo de sus artesanos, de sus obreros, de sus artistas y de sus pensadores. (l’Humanité, 13 de abril).

En otras palabras, si bien el proletariado no tiene patria, para l’Humanité tuvo una durante algún tiempo: el patrimonio francés. «Conquistar el país» significa para Cachin y P. Vaillant-Couturier[275] reconquistar, con el frenesí de l’Humanité, sus posiciones de 1914.

De tales equívocos no puede resultar otra cosa que la traición. Felizmente para el proletariado, la Comintern y sus distintas secciones propagandizan su traición sin ambigüedad ni vergüenza.

El deber del proletariado en el caso de que se declare la guerra está planteado en el llamado del 18 de abril de todos los partidos comunistas europeos:

Saludamos los progresos realizados en el terreno militar por el único país obrero, los avances en el fortalecimiento del Ejército Rojo de obreros y campesinos, verdadera garantía de la paz; saludamos todo fortalecimiento de las fronteras de la patria socialista; apoyaremos por todos los medios al Ejército Rojo de la Unión Soviética en el caso de una guerra contrarrevolucionaria contra la Unión Soviética y lucharemos por la derrota del imperialismo alemán y sus aliados, por la derrota de toda potencia que le declare la guerra a la Unión Soviética.

Colaboraremos de todas las maneras posibles, incluso con el sacrificio de nuestras vidas, por el triunfo de la Unión Soviética socialista en su guerra contra todos los que ataquen a la tierra del socialismo.

El proletariado ya no luchará por la derrota de su propio gobierno imperialista sino por la derrota «del imperialismo alemán y sus aliados».

En otras palabras, el proletariado francés irá a la guerra junto con su burguesía para derrotar al imperialismo alemán. A eso se lo llama defensa nacional.

El llamado del PC Francés en ocasión de las elecciones municipales confirma lo que decimos (l’Humanité, 21 de abril):

El deber más sagrado de los proletarios de todo el mundo es derrotar a los agresores de la Unión Soviética y a los aliados de éstos.

Los comunistas quieren la unificación de todos los franceses que trabajan en las fábricas, los muelles, las oficinas, los comercios, los laboratorios, las escuelas, las universidades y de los trabajadores de todas las nacionalidades y razas que comparten sus sufrimientos y esperanzas.

Es decir, una doble advertencia. Ciegos serán los trabajadores que no saquen de aquí las lecciones correctas y las consecuencias pertinentes[276].

Escritos , Tomo IV
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