Capítulo Treinta y nueve

—Ah, ¿así que es ‘Bradley’?— Hank se echó a reír. —¿Te sientes atraída hacia él? Todavía está suspirando por su esposa desaparecida. No tienes ninguna oportunidad con él. Pero, sí tienes una oportunidad conmigo.

Él se acercó y deslizó su mano por los labios de Mary, a lo largo de su mandíbula para dejar que, posteriormente acabase reposando sobre su cuello. Ella se estremeció con repugnancia. —Estás temblando porque me deseas —susurró él, lentamente lamiendo sus labios.

—Tanto como deseo que me den una patada en la cabeza —respondió ella.

Su mano se cerró firmemente alrededor de su cuello.

—Oh, sí, estrangular a alguien es tan atractivo —susurró ella, los dedos de Hank asfixiando su aliento. —Apuesto a que consigues a todas las chicas de esta manera.—

Él gruñó, soltó su garganta y la envió a varios metros de la habitación dándole una bofetada en la mejilla, haciéndole caer de rodillas.

—No juegues conmigo, niña —amenazó, agarrándole por el pelo. —No vas a ganar.

Él la levantó del suelo tirando de un mechón de su pelo y la sacudió. Mary apretó los dientes, el dolor resonando profundamente en su cuero cabelludo, pero no iba a darle el placer de dejarle ver el daño que la estaba haciendo.

Estaba furioso, casi fuera de control. Se podía ver cómo transpiraba a través de los poros de su piel y como su respiración se aceleraba cada vez más. ¿Se había atrevido ella a retarle?

—He conocido a tu madre —dijo ella. —Una mujer encantadora... O al menos lo era.

Hank desvió su mirada por un momento. —Deja a mi madre fuera de esto —dijo.

—Mataste a tu propia madre —continuó Mary. —¿Qué clase de hombre eres?

Él soltó el mechón de su cabello que aún tenía agarrado firmemente en su puño. La mano que sostenía el arma estaba temblando. Se secó la frente con la otra.

—Ella me obligó a hacerlo —susurró. —Ella hizo que la matase.

Mary soltó un bufido. —Sí claro, al igual que las niñas —dijo ella. —Yo las vi también, a todas ellas. Vi cómo esperaban por ti.

—¡Cállate, puta!— Gritó, golpeándole en la cara de nuevo. —¡Cállate!

Él la agarró del brazo y la empujó a través de la habitación, la pistola clavándose contra su caja torácica. —Puedes ayudarme con su novio y luego te acercaré más a tus amigos fantasmas.

La guió a través de una puerta que conducía al garaje. La puerta de éste estaba cerrada, las luces sobre sus cabezas encendidas, y su camioneta en el centro de la habitación. Él la empujó hacia adelante. —Abre la puerta —le ordenó. —Lentamente.

Inhaló rápidamente, podía ver el cuerpo inmóvil de Bradley a través de la ventanilla.

—No está muerto todavía —se burló Hank. —Sólo está descansando un poco.—

Mary abrió la puerta con cuidado, inclinándose hacia adelante para compensar el peso de Bradley. Metió la mano y lo reposicionó, de modo que ahora estaba apoyado contra el asiento, en vez de la puerta, y luego terminó de abrir la puerta completamente para quitársela de en medio.

—Buena chica —se burló Hank. —Ahora muévele.

Mary se volvió: —¿Qué?

—He dicho que lo muevas —repitió Hank. —Lo necesito en la parte trasera de la camioneta.—

Mary sabía que la única razón por la que querría que Bradley estuviese allí era porque iba a esconderlo mientras lo transportaba a otro lugar. ¿Estaría más a salvo allí o en otro lugar?

—¿Estás loco?— Preguntó Mary, sabiendo la respuesta a esa pregunta. —Pesa más del doble que yo. Podría tirarlo al suelo.

Hank metió la pistola entre sus costillas. —Sí, tendrás que elegir entre eso o que le meta una bala en su cerebro en este preciso instante —dijo, —y luego te haré moverlo igualmente. Tengo entendido que el peso de una persona muerta es mayor aún.

Mary decidió no arriesgarse a presionar a Hank. No sabía si se estaría tirando un farol o no. Levantó el brazo de Bradley, la colocó alrededor de su hombro y luego se giró en ángulo para que su espalda entrase en contacto con el costado de él. Agarró su pierna y tiró de él hacia adelante, sacándolo del vehículo.

—Eres más fuerte de lo que aparentas —dijo Hank.

Abrió la puerta y dio un paso atrás. —Ponlo ahí —ordenó.

Mary luchaba con el peso de Bradley, pero fue capaz de llevarle hasta la parte trasera de la camioneta. Se dio la vuelta y se acercó hasta la zona de la cama, se fue echando hacia atrás poco a poco hasta que Bradley fue depositado en el suelo de acero. Mary se dio la vuelta y lo empujó más adentro, de forma que su cuerpo estaba tendido desde la parte superior a la parte inferior de la cama.

Ella respiró hondo y se volvió hacia Hank.

—Coge las esposas de su cinturón —ordenó. —Y no te molestes en buscar su arma. El jefe ya me la da dado muy generosamente.

Esto no puede ser bueno, pensó. Miró a su alrededor en el garaje, buscando otra opción, pero con él de pie a menos de un metro de distancia, apuntándole con un arma, su mejor alternativa era obedecer. Sólo le llevó unos segundos localizar las esposas. A regañadientes se las entregó a Hank.

—Y las llaves —le ordenó.

Maldita sea, pensó Mary, cogiéndolas y lanzándoselas.

—Ahora sube —dijo él, señalando la parte trasera.

Mary subió, deslizándose junto al cuerpo inerte de Bradley. —Oh, no —dijo Hank, acercándose. —Quiero que estés mucho más cómoda que todo eso. Acuéstate.

Mary se deslizó junto a Bradley. —Ahora, pon tus brazos alrededor de él —ordenó Hank.

Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello. —¿Crees que soy tonto?— Gruñó Hank. —Pon los brazos alrededor de su cintura.

No, no es tonto, pensó Mary. Un lunático, un imbécil, un asesino en serie, pero por desgracia, no es tonto.

Ella apretó su brazo por debajo del cuerpo de Bradley y puso el otro por encima de él. Hank se inclinó sobre el borde de la cama, pasó las esposas a través de un gancho de la misma y luego las puso alrededor de las muñecas de Mary, cerrándolas. —Esto impedirá que sigas tratando de escapar mientras termino de ultimar algunos detalles.—

Segundos más tarde, Mary oyó una puerta cerrarse y supo en ese entonces, que sólo dispondría de unos minutos para pensar en un nuevo plan.

Mary suspiró y apoyó la cabeza contra Bradley. Sí, no hay nada como estar anclado a un jefe de policía de 90 kilos para no tener ninguna posibilidad de salir huyendo. —Bradley —susurró. —Bradley, ¿puedes oírme?

Nada.

—¡Joder!— murmuró.

—Señorita O'Reilly?

Mary estiró la cabeza para mirar fuera de la camioneta. Mike Strong estaba de pie en el garaje. —He venido a pedirte perdón —dijo. —Sólo estabas tratando de ayudarme y yo me he dejado llevar.

Mary negó con la cabeza. Maldita sea, tenía la vida más extraña del mundo.

—Como puedes ver, Mike, estoy un poco ocupada en este momento —dijo. —Pero aprecio que te hayas pasado a pedir disculpas.

Mike les miró. —¿Va a mataros?

Mary asintió con la cabeza. —Creo que esa es la idea principal —dijo. —Ah, por cierto, fue Hank quien te mató. Te drogó para que no lo recordases.

Los ojos de Mike se abrieron ante el asombro y después los cerró con todas sus fuerzas. —Me mintió —dijo. —Quería que me culpasen a mí de todo lo sucedido.

Mary asintió con la cabeza. —Sí, y parece que va a salirse con la suya —dijo, con la esperanza de motivarle. —Con el Jefe Alden y yo fuera de la foto, nadie va a saber la verdad.

El fantasma se sacudió con rabia y pareció expandirse ante los ojos de Mary. Ya no era una víctima. Se irguió y su presencia era cada vez más contundente. —De ninguna manera voy a permitir que mi familia crea que yo maté a esas inocentes niñas —dijo. —Yo mismo se lo impediré.

Luego se desinfló un poco. —Pero ¿Cómo?

En ese momento, ambos oyeron los pasos de Hank acercándose. El pánico brilló en el rostro de Mike y desapareció.

—Bueno, la tregua no ha durado mucho —murmuró ella.

—¿Con quién estás hablando?— Hank gruñó, mirándola desde el lado de la camioneta.

—Con algunos de los fantasmas de las personas a las que has matado —dijo con sinceridad. —¿No los sientes? Están todos a tu alrededor.

Él palideció y miró a su alrededor. —Si estuvieran aquí, yo los vería —espetó.

Mary se encogió de hombros. —No, si no quieren que les veas —dijo ella, —pero te siguen. Donde quiera que vayas, te siguen.

—¡Te voy a hacer callar, puta!— Gritó a la par que clavaba su anillo en el brazo de Mary. —Y después me divertiré un poco contigo.

Pasó su mano por el brazo de ella, el hombro, el cuello y, finalmente, a través de sus labios. —Oh, sí, me voy a divertir muchísimo.

Mary se estremeció.

—¿En serio? ¿Mientras tu madre nos mira?— La voz de Mary, cada vez más apagada. —Qué pervertido.

Hank miró a su alrededor otra vez. —No está aquí —dijo. —¡Ella no está aquí!

—Lleva un vestido de estar por casa y tiene rulos en el pelo —dijo Mary con voz débil. —Te está mirando, Hank. Siempre te está mirando.

Miró a su alrededor una vez más, nervioso. Luego volvió a mirar a Mary, quien fingió estar inconsciente. —Sé que te gustaría que tuviese mi diversión aquí mismo —dijo. —Pero quiero cerciorarme de que tú también estés despierta para disfrutarlo.

Tiró de la colcha de la cama de vinilo desde la parte superior de la misma y la estiró hacia abajo, cubriendo los cuerpos por completo. Luego cerró la puerta. A excepción de la pequeña luz que permanecía en la parte superior de la puerta, Mary y Bradley estaba en total oscuridad. Mary oyó el arranque del motor y el sonido de la puerta del garaje. Momentos después, ella sintió cómo el coche salía por la calzada y se dirigía hacia la calle.

El brazo de Mary estaba un poco entumecido, pero no había sentido ningún otro efecto del pinchazo. Rezó para que Hank hubiese elegido el frasco de su escritorio. Respiró hondo, hasta ahora la cosa no iba tan mal.

La camioneta dio un volantazo en torno a una esquina y el movimiento causó que el cuerpo de Bradley rodase, prácticamente aplastando a Mary. Qué irónico sería, pensó Mary, morir aplastada por Bradley.

Apalancó sus pies contra el borde de la cama y empujó su cuerpo contra el de Bradley, reposicionándole para poder respirar.

—Gracias, jefe —murmuró, inhalando profundamente. —Ahora, es el momento de que surja nuestro plan.