Capítulo Diecinueve
Se sentía como un acosador. No había ninguna razón por la que estar sentado en su coche patrulla frente a la casa de Mary. No había ningún motivo, salvo una amenaza muy sutil por parte de su jefe.
Bradley se preguntó cuánta indagación habría hecho el alcalde y con quién habría hablado. Sabía que su antiguo jefe no tenías más que elogios hacia el trabajo que había realizado mientras estuvo trabajando para él durante muchos años. Pero eso había sido hace siete años y durante el último año que Bradley trabajó en el cuerpo, se había tomado muchos días personales, y otros tantos en los que se había ausentado sin permiso.
Podía recordar aquel día de verano de hacía ocho años con perfecta claridad. Él conducía su coche patrulla por su ruta habitual cuando entró la llamada. Atraco a una casa. Disparos. Estaba en alerta de inmediato, pero cuando escuchó la dirección del incidente, se puso como un poseso.
Después de todos esos años de entrenamiento, hizo que lo sabía que tenía que hacer. Llamó automáticamente a la operadora, haciéndole saber que él estaba respondiendo a la escena del crimen. Ni siquiera recordaba haber conducido hasta su casa. Lo único que recordaba era a él subiendo su coche sobre la acera y corriendo desde la unidad hasta la entrada principal que se encontraba abierta.
Su jefe tuvo que detenerlo físicamente en el vestíbulo. —Corriendo sin control, tocando cosas que no debes tocar, no estás ayudando nada —le había susurrado con dureza. —Ahora, quiero que me avises cuando estés un poco más tranquilo y te dejaré proceder.
A Bradley sólo le llevó un par de minutos hasta que empezó a parecer un poco más dentro de sus cabales. —¿Dónde está Jeannine?— Preguntó.
El jefe negó con la cabeza. —No está aquí —dijo. —Tenemos una orden de búsqueda y captura en marcha. No hay sangre. No hay signos de violencia, pero el lugar ha sido destrozado.
Bradley miró a su alrededor. Mirando por primera vez. Era como si un tornado hubiese arrasado el interior de su casa. El mobiliario estaba todo patas arriba, las fotos estaban fuera de las paredes, libros y objetos de decoración por la habitación y cajones arrancados y tirados por el suelo.
—¿Estás trabajando de encubierto en alguna cosa en este momento?— Le preguntó su jefe. —¿Alguien podría estar enfadado contigo?
Bradley negó con la cabeza. —No. Nadie en quién pueda pensar ahora mismo.
—Bueno, probablemente, en estos momentos, no puedes pensar con demasiada claridad de todos modos —dijo su jefe. —Danos un minuto, luego haré que uno de los chicos te acompañe por la casa para que puedas decirnos si falta algo.
—Aparte de mi esposa —dijo Bradley apretando los dientes.
El jefe asintió con la cabeza. —Sí, aparte de Jeannine.
Bradley no podía creer que ella no estuviese allí. Tenía que estar en casa. Tenía que estar bien. Esto tenía que ser un gran error. Ellos no debían estar buscando en los lugares correctos.
—Jefe, no puedo permanecer aquí quieto por más tiempo —dijo, —tengo que...
—Williams —el jefe llamó a otro oficial. —Quiero que dejes a Alden que busque por toda la casa. Dale toda la asistencia que pueda necesitar.
Bradley le hizo una señal. —Gracias.
Cada habitación estaba más dañada que la anterior. El que había hecho eso en su casa, lo había llevado a cabo de un modo sistemático y puramente destructivo. Revisó todos los lugares donde él creía que ella se podía haber escondido - armarios, espacios estrechos, el ático y el garaje hasta el cobertizo. No había ni rastro de su esposa. Luego volvió y comprobó todos esos lugares por segunda vez.
—Alden, ven aquí —el jefe le llamó cuando Bradley iba a volver a rastrearlo todo por tercera vez. —Tengo que hablar contigo un momento.
Temiendo lo peor, Bradley corrió hacia él. —¿Se sabe algo de ...?
El jefe negó con la cabeza. —No, no, nada de eso —dijo. —Tengo que hacerte una pregunta. ¿Tú y Jeannine, estaba todo, ya sabes, bien entre vosotros?
Bradley estaba asombrado. —¿Crees que yo...?
—No, no —el jefe lo detuvo de inmediato. —Sabes que a veces las mujeres se cansan de la vida de madres y esposas que llevan. ¿Podría Jeannine haber decidido que ya era hora de desaparecer? ¿Podría haber hecho ella todo esto?
De inmediato recordó como justo una semana antes se encontraban mirando el monitor en el despacho del doctor, viendo el bebé que crecía dentro del vientre de Jeannine. Estaba radiante cuando cariñosamente acarició su protuberante barriga. —Es preciosa —susurró entre lágrimas.
Él se inclinó y le dio un beso en la frente. —Igual que su mamá —le dijo en voz baja, impresionado por la imagen en la pantalla. —No para quieta.—
Jeannine soltó una carcajada. —Sí, espérate a que tenga dos años.
Lleno de alegría, se sentía como si fuese a estallar de felicidad.
Bradley negó con la cabeza. —No. De ninguna manera —dijo con firmeza. —Ella está, ambos estamos, muy emocionados con el bebé. Nos enteramos la semana pasada de que va a ser niña. Jeannine compró pintura rosa. Se suponía que yo debía pintar el cuarto del bebé este fin de semana. No, de ninguna manera me habría abandonado.
En los próximos meses y años que siguieron, Bradley se preguntó acerca de esta respuesta una y otra vez. ¿Estaría equivocado? ¿Estaría cansado de él? ¿Había otro hombre? ¿Estaría viviendo en otro lugar, criando a su hija con otro hombre?
El jefe le permitió participar en la investigación. Pero después de un año, cuando todas las pistas se habían secado, Bradley dimitió y continuó con el seguimiento de cada pieza insignificante de información, por su cuenta. Viajó por todo el país, comprobando depósitos y hospitales donde alguna vez hubiese estado ingresada cualquier embarazada llamada Jane Does, buscando en registros de estadística vital los nombres de todas las niñas que hubiesen nacido en el mismo momento en que su hija habría nacido, leyendo los periódicos, entrevistando a otras fuerzas policiales y pasándose horas muertas en Internet buscando algo, cualquier cosa que pudiese ayudarle a encontrar a su esposa y a su hija.
Hace dieciocho meses, por fin se detuvo y analizó su vida. Había perdido su casa, sus ahorros, su trabajo, sus amigos y casi hasta la cabeza. Y no estaba más cerca de resolver el misterio de lo que había estado en los seis años y medio atrás. Una cosa que sabía a ciencia cierta era que necesitaba un nuevo comienzo. No podía seguir viviendo en la ciudad donde todo había sucedido.
Una llamada de su antiguo jefe le había abierto las puertas de nuevo, fue entrevistado y consiguió trabajo como Jefe de Policía en Freeport.
—Así que ahora, aquí estoy —murmuró con disgusto, —acosando a alguien para mantener al jefe feliz. Sí que has recorrido un largo camino, tío.
La luz del porche trasero de la casa de Mary se encendió. Bradley se enderezó en su asiento y miró por la ventanilla lateral del coche. Rápidamente vio como Mary salía de su casa, vestida de negro una vez más.
—Bueno, aunque sólo sea por eso, no va a ser una noche aburrida —dijo mientras ponía el motor en marcha y lentamente sacaba el coche por la calle.