Capítulo Veinte

Mary pensó que le debía una a Earl. Bradley no le había molestado durante todo el día. Y muy probablemente lo pensaría dos veces antes de llamarle chiflada de nuevo. Así que, a pesar de que ella estaba prácticamente exhausta, se encontraba tumbada en la cama esa noche, vestida con vaqueros negros, un jersey de cuello alto negro y unas deportivas del mismo color, con su chaqueta de cuero echada sobre la barandilla para facilitar su acceso.

El reloj dio la medianoche y comenzaron los pequeños y familiares ruidos. Mary esperó a que Earl atravesara la cocina y subiera las escaleras. Su figura ensangrentada llegó hasta la puerta de su habitación. Mary se sentó en su cama. —De acuerdo teniente, ¿por qué no me muestras lo que te ha hecho demorar tanto?

Earl se dio la vuelta y comenzó a dirigirse de nuevo hacia el recibidor, Mary justo detrás de él. El muñón donde su cabeza solía estar, era bastante asqueroso, así que Mary bajó su mirada a los pies del fantasma, que forcejeaban para avanzar sobre la alfombra.

—Recuerda Earl, yo no soy como tú - así que nada de traspasar paredes, dijo Mary, mientras cogía su chaqueta. —En vez del sótano, tal vez podríamos usar la puerta trasera.—

Earl hizo una pausa y se encogió de hombros.

—Es muy raro ver a alguien sin cabeza encogerse de hombros —decidió Mary.

Earl llegó hasta el primer piso y, en lugar de girar hacia el sótano, se dirigió hacia la puerta trasera. Cuando llegó, empezó a golpear contra ella con todo su cuerpo. —Espera. Espera. ESPERA— Grito Mary, moviéndose hacia Earl. —Yo la abro, ¿de acuerdo? No tienes que tirar mi puerta abajo.

Alargó la mano hacia el pomo y lo encontró cubierto de la sangre de Earl. —¡Qué asco!— Exclamó. —¿Tenías que hacer eso?

Giró el picaporte y abrió la puerta. El aire frío entró corriendo y trajo consigo una ráfaga del olor podrido que emanaba de Earl. —Umm, no es nada personal, pero yo voy a estar más contenta cuando estés del otro lado.

Earl bajaba muy lentamente por las escaleras, hacia el patio trasero y luego por la calle. Una vez allí su modo de andar cambió, como si estuviese marchando. —Se nota que fuiste soldado —dijo Mary corriendo por la calle tras él, tratando de mantenerse contra el viento lo más posible.

Un gato obeso estaba posado sobre la barandilla frontal de una casa de estilo colonial, viendo revolotear las polillas alrededor de la luz del porche. Volvió lentamente la cabeza mientras Mary y Earl se acercaban, listo para enviar una desdeñosa mirada de —Te estoy ignorando—. Pero cuando echó un buen vistazo al espectro, su reacción fue inmediata - de pie, con la espalda arqueada y los pelos de punta- se zambulló en el porche y subió al árbol más cercano.

—Lo siento —exclamó Mary. —Si no estás abajo mañana por la mañana, llamaré a los bomberos.—

Habían recorrido unos dos kilómetros y medio, cuando Earl comenzó a desacelerar. Giró a la derecha de Carroll Street y se dirigió a la gran finca que era ahora el Museo Histórico del Condado de Stephenson.

La casa de los Taylor, una mansión hermosa de piedra caliza, se sentaba en medio de las afectuosamente cuidadas plantas de madera ornamentales. Los Jardineros Taylor, un grupo de devotos voluntarios, habían dedicado horas creando los pequeños jardines y entornos que simulaban parques a lo largo de las tres parcelas.

Mary siguió el camino sinuoso que conducía a la parte delantera de la casa. Grandes árboles bordeaba el sendero, sus ramas desnudas iluminadas por la luz de la luna llena. Mary miró hacia la casa y vio las sombras familiares de los antiguos residentes revolotear al lado de las altas ventanas. Este era un lugar lleno de fantasmas satisfechos que de vez en cuando visitaban los lugares que amaban cuando aún estaban vivos. Encontrarse con ese tipo de fantasmas era siempre una alegría.

Mary miró a su alrededor y vio a una anciana arrodillada en medio de un pequeño jardín inglés. Estaba arrancando metódicamente las malas hierbas. Mary se acercó más y la mujer se volvió. Sonrió a Mary y se perdió en la noche.

Mary se dio cuenta de que el teniente no se había deteniendo en la entrada principal de la casa, sino que se había desplazado a lo largo del lado sur de la misma, más allá de la terraza acristalada. Mary corrió hacia delante, con cuidado de no hacer nada que pudiese disparar alguna alarma, no necesitaba más incidentes con la policía. Pasó por al lado de la cocina que estaba justo al lado de la entrada y siguió hacia la parte trasera de la propiedad.

En un rincón, muy por detrás de la mansión, había una moderna caravana que albergaba la oficina del Director del Museo y las salas de reuniones. Al lado del vehículo, había una valla de hierro forjado que albergaba el cementerio de la familia.

Earl se detuvo en la puerta de hierro y le hizo un gesto a Mary. Ésta abrió la puerta para él, se deslizó y se detuvo. Hizo una pausa por un momento y esperó a que Mary se unirse a él. —Queda poco, Earl, ya estamos casi al final del camino.—

Se trasladó a la parte noroeste del cementerio, se volvió hacia Mary y señaló. En la lápida de piedra caliza usada apenas se podía leer el grabado. Mary se arrodilló junto a él y sacó su linterna. SOLDADO DE LA UNIÓN DESCONOCIDO - ABRIL DE 1864.

Eso tenía sentido. Los Taylor a menudo alojaban soldados de la Unión antes de que partiesen para la guerra. Eso era su manera de honrar la muerte de un soldado desconocido.

Mary sacó una tarjeta que había preparado esa noche, decía: —Teniente Earl Belvidere.— La golpeó suavemente contra su tumba y levantó su mirada hacia Earl. —Es lo único que he podido encontrar por ahora —explicó. —Tan pronto como tenga más información, te voy a conseguir una nueva lápida. No serás desconocido nunca más.—

Earl se enderezó y se volvió hacia Mary, la dijo adiós con la mano y poco a poco se desvaneció en la oscuridad de la noche. Mary pasó la mano por la lápida y sus ojos se llenaron de lágrimas. —Hasta siempre Earl, felices viajes.—

—Entonces, ¿Earl no volverá a irrumpir en tu casa nunca más?

Mary casi gritó. ¡Casi me matas de un paro cardiaco!

Bradley se echó a reír y se agachó junto a ella. —Pensé que nada te asustaba —dijo.

—Muy gracioso —respondió Mary, secándose las lágrimas restantes de sus ojos. —¿Cuánto tiempo llevas siguiéndome?

Bradley se encogió de hombros. —Desde que saliste de casa.

—Mi casa —hizo una pausa por un momento. —¿Estoy bajo vigilancia?

Él negó con la cabeza, la culpa, un peso pesado en su conciencia. —No, por supuesto que no, pero el incidente de la bomba me ha dejado un poco intranquilo.

—Bradley, te lo juro, yo no he puesto ninguna bomba —dijo.

Él se puso de pie y le ofreció la mano para ayudarle a levantarse. —No pienso que lo hayas hecho —explicó. —Pero alguien lo hizo. Así que eso significa que alguien está tratando de culparte. ¿Por qué?

—Tal vez fue sólo un error —dijo, restregándose las hojas secas y la suciedad de las rodillas de sus pantalones vaqueros. —Tal vez alguien puso una bomba - como uno de los autores que mandaron esas cartas sin sentido al editor. Pero, sólo porque me vieron allí antes, pensaron que era yo. Una simple cuestión de identidad equivocada.

—No lo creo —dijo.

La guió hasta donde estaba aparcado su coche patrulla.

—¿A dónde me llevas?— Preguntó.

Él sonrió. —Bueno, primero tenemos que conseguir que el pobre gato baje del árbol y luego voy a llevarte a casa.

Mary sonrió. —Gracias. Earl asustó muchísimo al pobre gatito.

—Yo simpatizo con él —dijo Bradley.

Ella se echó a reír mientras se acomodaba en el asiento y se ataba el cinturón de seguridad. —Y esto es mucho mejor que caminar de regreso a casa.

—Sí, así puedo tener un mejor control sobre ti —dijo Bradley, sintiendo otra punzada de culpabilidad por la elección de sus palabras.

Condujo a través de las oscuras calles y aparcó un bloque más abajo de la casa cuyo gato había escalado el árbol más alto un rato antes.

—No quiero atraer demasiada atención —dijo Bradley, bajándose del vehículo.

—Sí, porque una mujer vestida de negro y un policía en uniforme en el jardín de una casa diciendo, —gatito, gatito, gatito —no va a llamar la atención de nadie en absoluto —contestó Mary.

—Mary,

—¿Sí?

—Cierra la boca.

Mary se rió. —Sí, señor.

El pobre gato estaba justo donde Mary lo había dejado antes, aferrándose a una rama de unos tres metros de altura. —Ohhh, pobre gatito —canturreó Mary. —Vamos, baja. El fantasma grande y malo ya se ha ido.—

El gato miró a Mary y maulló lastimeramente, pero no se movió.

—Gatito, gatito, gatito —llamaba Bradley.

—¿Sabías que tu voz se eleva al menos una octava cuando haces eso?— Preguntó Mary. —Es casi insoportable para el oído humano.

—Mary,

Mary se echó a reír. —Sí, lo sé. Me callo.

Bradley se acercó al árbol y extendió la mano hacia las ramas, —Vamos, gatito —suplicó. —Vamos, baja.

Mary se puso a su lado. —Aquí gatito, gatito, gatito.

La puerta principal de la casa se abrió de golpe. Un corpulento hombre de mediana edad con una bata de toalla que apenas cubría su andrajosa camiseta y sus bóxers, salió con una escopeta entre sus manos.

—Eh, vosotros, ¿Qué hacéis en mi jardín?

Bradley se apartó del árbol y caminó hacia la zona donde se reflejaba la luz del porche. —Le pedimos disculpas, estábamos de patrulla y nos dimos cuenta de que su gato estaba en el árbol —dijo. —Estábamos tratando de hacerle bajar.—

El hombre miró hacía la oscuridad donde se encontraba Mary. —¿Tú y quién más? ¿Cat Woman?— Preguntó.

Mary se tragó las ganas de reír y se quedó donde estaba, debajo del árbol.

—No, es un oficial de policía encubierto —Bradley improvisó. —Ayuda al departamento con entrenamiento especializado.

—¿Y os habéis parado para bajar un gato del árbol?— Puso la escopeta hacia abajo y se rascó la cabeza. —¿En qué se está yendo el dinero de mis impuestos? ¿De qué tipo de formación especializada estamos hablando?

—Vigilancia Nocturna —dijo Bradley.

—Vigilancia Nocturna, y una mierda —respondió el hombre. —Horacio, baja de ese árbol ahora mismo y mete el culo en casa.—

El gato bajó por el árbol y se lanzó a través de la puerta abierta. —¿Ahora puedo dormir un poco?— Exigió.

—Sí, señor, que tenga buena noche, señor —dijo Bradley.

—Puñado de chalados, en mitad de la noche, operaciones nocturnas —murmuró el hombre mientras cerraba la puerta.

Mary soltó una gran carcajada dejando escapar toda la fuerza con la que había estado conteniendo las ganas de reír previamente, a la par que Bradley pasaba por delante de ella, sin prestarle atención, dirigiéndose hacia el coche patrulla. —La gente solía tener respeto hacia la ley —dijo.

—Obviamente, ese hombre no aprecia el peligro asociado con tu trabajo —rió. —Podrías haber recibido algunos rasguños muy profundos.

Bradley continuó hacia su coche, tratando de ignorarle.

—Espera, cariño, no te olvides de Cat Woman —gritó ella, las lágrimas mojando todo su rostro. Bradley se volvió. Mary le vio forcejeando consigo mismo para no reírse.

—Vigilancia Nocturna, y una mierda —se burló ella y se echó hacia adelante para recuperar el aliento.

La bala pasó silbando junto a ella y estalló en la corteza de los árboles por encima de su cabeza. Su risa se detuvo inmediatamente. Se tiró al suelo únicamente un par de segundos antes de que Bradley se dejase caer junto a ella, con la pistola en la mano, los ojos muy abiertos mirando para todos lados.

—¿Desde dónde ha venido eso?— Preguntó.

—Desde el otro lado de la calle, por el noroeste —tartamudeó Mary, su cuerpo temblando.

—¿Estás bien?— Preguntó Bradley, deslizándose más cerca.

—La última vez que me dispararon, morí —respondió ella, dando un suspiro tembloroso y profundo. —Dame un minuto y estaré bien.

—¡Joder!— Gritó él. —Aguanta ahí. Voy a pedir ayuda.—

Sacó la radio de su funda. —Se trata de Alden, estoy en Demeter cerca de LaCresta, ha habido un disparo. Necesito refuerzos de inmediato.

—Entonces —dijo él, poniendo su brazo alrededor de Mary y acercándola más hacia su cuerpo. —Nunca he conocido a alguien que haya muerto. Me refiero a alguien que realmente haya podido hablar conmigo al respecto. ¿Era todo luces brillantes y música del Coro del Tabernáculo Mormón?

Ella sonrió a pesar de su miedo. Ella había usado esa táctica antes con las víctimas en sus primeras fases de impacto para calmarles hasta que la ayuda pudiera llegar hasta allí. —Bueno, no estoy muy segura, pero creo que recuerdo haber escuchado la canción de Queen 'Another One Bites The Dust' —bromeó ella.

Él soltó un bufido. —Bueno, al menos no era la de ACDC, 'Highway to Hell'.

Se echó a reír, y aunque era reconfortante tenerlo junto a ella, protegiéndola, sabía que tenía que averiguar lo que estaba pasando. —Entonces, ¿crees que están tratando de matarme?— Preguntó ella.

—Oye, podían estar buscándome a mí —respondió.

—No —ella volvió la cabeza y le miró. —Los dos sabemos que esa bala tenía mi nombre.—

Se dio la vuelta, con el rostro sombrío, sus labios apretados firmemente. —Mary...

Los sonidos de las sirenas acercándose detuvo la conversación por el momento.

—Qué rápido —dijo.

—Son buenos chicos —respondió. —Sé que siempre están protegiendo mis espaldas.

Mary examinó la zona a su alrededor lentamente, buscando en todos los lugares donde la gente se podría ocultar. De repente la calle residencial tan segura por la que había corrido junto a Earl, había pasado de ser un tranquilo jardín a una selva peligrosa. —¿Crees que todavía anda por ahí?— Preguntó Mary.

—No, si es inteligente —respondió Bradley. —Si es inteligente, se habrá marchado tan pronto como disparó el arma.

—¿Así que he estado aquí tirada en este suelo tan frío junto a ti para nada?— Bromeó.

—Oye, pensé que era un momento de unión entre nosotros —sonrió hacia ella.

Ella le devolvió la sonrisa. Tres unidades del Departamento de Policía de Freeport se detuvieron junto a la acera frente a ellos y tres policías uniformados, arma en mano, salieron de los vehículos.

—Jefe, ¿estás bien?— Uno de los oficiales preguntó.

—Sí, gracias por venir tan rápido —respondió Bradley.

—Creo que ahora ya podemos levantarnos —agregó Bradley, de pie, ofreciéndole su mano a Mary.

—Gracias por su ayuda —dijo Mary a los oficiales.

—No hay problema, señora —respondió el más joven de ellos.

—Bueno, todavía te debo un viaje a casa —dijo Bradley.

—Eso estaría bien —dijo.

—Y voy a hacer que uno de estos oficiales tan simpáticos se quede fuera de tu casa esta noche —continuó. —Por si acaso.

—Sabes que tengo licencia de armas —dijo. —Puedo protegerme yo solita.

—Sí, lo pensé —él dijo. —De todos modos, me sentiría mejor sabiendo que hay uno de mis hombres ahí fuera. Sólo te pido un favor.

—Por supuesto. ¿Qué?

—No dispares a mi oficial.

—Bradley,

—¿Qué?

—Cierra la boca.