Capítulo Veintiocho
Los golpes en la puerta hicieron que Mary se sobresaltase. Se dio la vuelta y el champú goteó en sus ojos. Maldiciendo, intentó, sin éxito, aclarar su visión. A ciegas, extendió su brazo y cerró el agua.
Apenas abrió la puerta de la ducha y llegó con su brazo a la toalla. Encontró el grueso tejido de felpa, se frotó los ojos con él y por fin pudo ver. A través del vapor le pareció ver un movimiento rápido en el espejo. El corazón le dio un vuelco. ¿Qué demonios?
Era demasiado temprano para que fuese Earl. Además, Earl ya debía estar dónde pertenecía. ¿Habría otra habitante fantasmal, tomado su lugar?
Hizo una pausa, envolvió la toalla alrededor de su cuerpo y se cercioró de que estaba bien sujeta. Terminó de abrir la puerta de la ducha, el vapor se escapó por toda la habitación, nublando el espejo aún más. Sin dejar que sus ojos se apartasen del espejo, se acercó y abrió la puerta del armario, metiendo la mano en su interior para coger la pistola. Finalmente, la agarró y la acercó contra su pecho.
Esperó, escuchando los sonidos. Mirando a través del vapor de agua, esperando cualquier otro movimiento. Una segunda ronda de golpes en la puerta principal la sobresaltó por segunda vez. Respiró hondo y sacudió la cabeza, sintiéndose bastante ridícula. El movimiento en el espejo debía haber sido fruto de su imaginación.
Dio un paso adelante y se detuvo en seco. Había una huella de barro de gran tamaño. Pertenecía a una bota de hombre. Y estaba justo fuera de la puerta de la ducha.
Se apoyó contra la pared del baño, con la mano sobre su boca. Él había estado allí. Había estado viéndole mientras se duchaba. Comenzó a sentir ganas de vomitar.
No podía moverse. Los golpes continuaron, pero lo único que podía hacer era mirar la marca en su suelo.
El teléfono sonó en su dormitorio. Levantó la cabeza y miró al otro lado de la habitación. Él le había dejado un mensaje en su contestador. Él le había advertido que iba a por ella. Oyó su propia voz en respuesta: —Hola, soy Mary, lo siento, no estoy en casa. Por favor, deja tu mensaje.
—Mary, soy Bradley. Estoy abajo golpeando en su puerta. ¡Baja aquí a abrirla o déjame entrar!
—Bradley —susurró.
La sangre latía en sus sienes, bordeó la pista en el suelo y rápidamente se dirigió hacia las escaleras. Podía ver más huellas en los bordes de los peldaños - imitando su primer intento de subir las escaleras sin hacer ruido. Llegó a la cocina y sintió la corriente de aire frío que entraba por ella.
—¡Mary! Mary! Contesta la maldita puerta —gritó Bradley desde el otro lado de la puerta principal.
Se alejó de la cocina, y de la corriente y corrió hacia la entrada. Quitó la cerradura y abrió la puerta.
—Hola, lo siento —dijo Bradley, cuando vio lo que llevaba puesto. —No me di cuenta...
Entonces vio su cara y su mano apretando firmemente el arma.
—¿Qué ha pasado?— Dijo, cerrando la puerta detrás de él e instintivamente colocándose delante de ella.
Mary respiró profundamente. —Ha estado aquí—, dijo, exhalando entrecortadamente. —Estaba en el baño. Me miraba mientras me duchaba.
—Joder —blasfemó Bradley. —Quédate aquí, voy a revisar la casa.
Mary negó con la cabeza. —Se ha ido. Por la puerta trasera. Ha debido haberte escuchado.
Sacó su teléfono y marcó algunos números. —Tengo un 10-25 - Allanamiento de morada.— empezó a decir, repitiendo la dirección de Mary. —Quiero una unidad forense aquí inmediatamente, junto con algunos oficiales para que rastreen la zona en busca de sospechosos. Alden. Corto.
Se guardó el teléfono y se volvió hacia Mary. Estaba de pie en medio de la sala de estar, sujetando la toalla contra su pecho, su mirada perdida.
—¿Cómo estás?— Le preguntó en voz baja.
Ella se estremeció y sacudió la cabeza. —Todo esto me está superando un poco —respondió ella.
—Sí, ya me imagino —dijo él moviéndose hacia ella. —¿Tienes frío?
Ella asintió con la cabeza. —Un poco.
—No quiero que vayas arriba todavía —dijo Bradley. —Tenemos que buscar huellas. ¿Tienes algo aquí abajo que poder ponerte?
Mary señaló el armario del pasillo. —Tengo un abrigo ahí —dijo.
Bradley fue hacia el mueble. —Mary, hazme un favor y ponte en aquel rincón —le indicó con la cabeza, moviéndola fuera de la línea de visión del armario, por si acaso el intruso no había abandonado la casa.
Abrió la puerta, con el arma preparada, y no encontró a nadie.
—¿Qué abrigo?— Le preguntó, sorprendido por la cantidad de opciones diferentes que colgaban delante de él.
—Este —dijo ella, acercándose a su lado, tirando de una gabardina londinense, la deslizó por encima de su toalla y la ató firmemente.
—Por lo tanto, el malo no está en mi armario —dijo, tomando una respiración profunda y tratando de calmar sus nervios.
Él asintió con la cabeza. —Así es —respondió él, mirando alrededor de la habitación.
Ella sabía lo que él quería. Quería comprobar el resto de la casa. Él sabía, tan bien como ella, que el intruso podía estar fingiendo no estar allí. Esperando una oportunidad más para llegar hasta su víctima. Y ella era la víctima potencial.
Se sentó en el brazo del sillón para ocultar la debilidad de sus rodillas. Sabía que Bradley quería buscar, pero no estaba lista todavía para estar a solas.
—¿Quieres que me siente en algún lugar seguro para que puedas ver el resto de la casa?— Preguntó.
Él la miró, podía ver la duda en sus ojos. —¿Estarías dispuesta a hacer eso?—
Mary sonrió, sintiéndose un poco mejor. —En realidad, me encantaría acompañarte mientras lo haces.
Él asintió con la cabeza. —Sólo hasta que vengan mis hombres —dijo. —Después tendrás que pretender que yo soy el único a cargo.