Capítulo 51

Cuando llegaron a su casa, Wolf vio un auto desconocido frente a la puerta trasera. Miró hacia adentro y vio una sombra que se movía en la ventana de la cocina.

—¿Ed, crees que tendremos problemas?

Eagle miró el auto y frunció el ceño.

—Es el Cherokee de Bárbara.

—¿La hermana de Julia?

—Sí.

—¿Por qué habrá venido?

Eagle apagó el motor de su auto.

—Francamente, no lo sé —dijo—. La dejé en mi casa y a esta hora tendría que estar durmiendo. —Abrió la puerta del vehículo—. Será mejor que lo averigüemos.

Bárbara estaba sentada junto a la mesa de la cocina cuando entraron.

Miró a Wolf.

—Hola —dijo.

—Wolf —intervino Eagle—, te presento a Bárbara Kennerly.

Ella extendió su mano.

—Hola, Wolf —saludó.

Wolf dudó un instante y luego se la estrechó.

—¿Cómo estás dijo, con un tono excesivamente formal pero estaba muy nervioso—. Vayamos al estudio. —Mostró el camino a los otros. Había dejado el arma en el estudio y quería estar cerca de ella—. ¿Les sirvo algo de beber? —preguntó—. Yo de veras necesito un trago. —Buscó el arma con la mirada; la había dejado en la mesa junto al teléfono, pero ya no estaba allí.

—Whisky para mí —pidió Eagle al sentarse en el sillón.

Wolf sirvió una generosa medida y se la alcanzó.

—¿Qué te puedo ofrecer, Bárbara? —preguntó.

—Vodka con hielo, por favor. —Se sentó junto a Ed Eagle y apoyó su enorme cartera en la mesa ratona.

Wolf miró nervioso la cartera, luego tomó la botella de Smirnoff que estaba con las otras en el bar.

—¿Tienes Stolichnaya? —preguntó Bárbara—. Lamento ser tan pedigüeña.

—Creo que tengo algo en la heladera. —Wolf abrió un armario donde estaban las copas y una pequeña heladera empotrada, tomó una botella de vodka ruso, sirvió la bebida y luego se preparó un whisky para él.

—¡Salud! —dijo Eagle al levantar su copa.

Los tres bebieron y Wolf se sentó en una silla.

—Bueno —dijo—, supongo que alguna vez teníamos que conocemos.

—Así es —confirmó Bárbara.

Hubo un incómodo silencio. Wolf notó que Eagle parecía buscar algo con los ojos. Su revólver, probablemente.

—Bueno, aquí estamos —dijo el abogado, tontamente.

—Sí, asintió Wolf. —Miró los utensilios de la chimenea; el atizador sería un arma efectiva. De repente, ya no se sintió nervioso. En realidad, le gustaba estar allí bebiendo con esas dos simpáticas personas. Se dio cuenta de que Bárbara empezaba a caerle bien, a pesar de ser hermana de Julia.

Sin ninguna razón aparente, Eagle se rió.

—¿Cómo? —preguntó Bárbara.

—Nada —contestó Eagle, y bebió otro trago de su copa.

Wolf recordó que había querido saber por qué Bárbara estaba allí, pero eso ya no parecía tener importancia.

—Pensé que no volverías esta noche— explicó Bárbara, como si hubiera leído la mente de Wolf—, de modo que me fui a mi casa.

—Fantástico —comentó Eagle, en medio de una aguda risita. Wolf también comenzó a reírse.

—¿Dónde está la gracia? —preguntó Bárbara.

Eagle emitió de nuevo una risita.

—No lo sé.

Nadie parecía tener nada que decir hasta que, por fin, Eagle rompió el silencio.

—Acabamos de ver a un pandillero en la cárcel —informó en medio de más risas.

Wolf lo acompañó en esa demostración de buen humor.

—¿Qué? —reaccionó Bárbara.

—No es una broma. Se trata de un tipo encantador llamado Spider. Acaba de hacer cenizas un bar de Agua Fría. —Rompió a reír a carcajadas.

—Ese no parece ser uno de tus casos, Ed —comentó ella.

—Normalmente, no —dijo Eagle, tratando de controlarse—. Spider y Wolf fueron compañeros de celda durante una noche cuando a Wolf lo arrestaron. Hoy llamó para decir que sabía de un tipo que había hecho un contrato que ponía en peligro la vida de Wolf. —Se puso una mano sobre la boca y trató de dejar de reír.

Wolf lo imitó. Se sentía contento y cansado a la vez, pero no podía encontrar un motivo para estar contento. Después de todo, al menos una de las hermanas de Julia quería matarlo. Se preguntó cuál de ellas sería.

—Este asunto se pone cada vez más raro —opinó Bárbara—. ¿Por qué alguien querría matar a Wolf?

—Creo que en este momento lo más importante es saber quién querría matarlo —contestó Eagle antes de echarse a reír de nuevo.

—Está bien —dijo ella—. ¿Quién? ¡Y deja de reírte!

—Por la descripción que tenemos, tendría que ser Leah.

Bárbara miró a Eagle con ojos incrédulos.

—¿De qué estás hablando? —quiso saber.

—Todavía no lo veo claro, pero pienso que la presencia de Leah es decisiva en todo cuanto ha estado sucediendo.

—Sin embargo, estoy en esta casa por Leah —objetó Bárbara.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó Wolf—. Encontraba la situación sumamente divertida.

—Cuando llegué a casa esta noche, estaba sonando el teléfono. Era una tal Mónica Collins.

Eagle la miró.

—¿Mónica Collins te llamó a ti? —Esta vez se rió.

—Sí, yo...

—¿Tú la conoces?

—No, nunca oí hablar de ella.

—¿Por qué te llamó?

—Estoy tratando de decírtelo. Por favor, deja de interrumpirme.

—Lo siento; continúa.

—Me dijo que Leah estaba en Santa Fe y le pidió que me diera un mensaje.

—¿Y cuál era el mensaje?

—Leah quería que nos encontráramos aquí.

Eagle rompió a reír a carcajadas y Wolf se le unió.

—¿Leah vendrá aquí! —pudo decir por fin.

—Ese fue el mensaje —contestó Bárbara, mirándolos disgustada— ¡Y si ustedes dos no la acaban con esa risa estúpida, me voy!

—Escucha, Babs —dijo Eagle tratando de controlarse—, todavía no puedo asegurarlo, pero apostaría que una de dos personas mató a Julia, Grafton y Jack Tinney. Probablemente también a Mark Shea. Una de mis candidatas es Mónica Collins, pero mi favorita es tu hermanita Leah.

En ese momento se escuchó una voz muy parecida a la de Bárbara que venía de atrás de ellos.

—No es una mala suposición.

Los tres se volvieron para mirar hacia la puerta. Una mujer estaba allí con lo que Wolf supuso era su arma.

—No una magnífica suposición, pero tampoco mala.

Wolf fue el primero en hablar. Su voz, cuando pudo emitirla, sonó ronca y débil.

—Julia —musitó.