12
Spock se sentó en el sillón de mando, consultó los instrumentos de los controles del posabrazos y pulsó los botones de los circuitos que le permitirían acceder a la mayor parte de la información de su terminal científica.
Savaj se encontraba ante la misma, haciéndola funcionar casi como lo hubiera hecho el mismo Spock. El nuevo capitán no se detenía a considerar a la persona que faltaba del puente.
De pronto el voltaje crepitó alrededor de las manos de Spock y lo inmovilizó contra los controles de ambos posabrazos, contrayendo todo su cuerpo de forma que no podía soltarse. De sus manos comenzó a elevarse humo.
Apretó los dientes para defenderse de la agonía y buscó las disciplinas mentales que podían vencer la sobrecarga del cuerpo. El esfuerzo no estaba obteniendo resultados.
Borrosamente, Spock vio que Uhura y Sulu avanzaban.
—Corto la energía —gritó Chekov, pero la energía no se interrumpió.
Savaj saltó de pronto y comenzó a asestar demoledores golpes a los controles con el canto de la mano, pegando y retirándose con tanta fuerza y rapidez, que no resultó atrapado por la corriente eléctrica. Luego las manos de Savaj aferraron a Spock y el chisporroteante voltaje los dejó el uno pegado al otro. Sin embargo, el impulso de Savaj arrojó a Spock fuera de su asiento y ambos se estrellaron contra el suelo, rompiéndose así la conexión.
—McCoy al puente —llamó Uhura—. El señor Spock ha sufrido un accidente. Creo… que está muerto.
—No ha sido ningún accidente —declaró Savaj con los dientes apretados.
Spock perdió el conocimiento con la imagen del rostro de Savaj que anunciaba su propio asesinato.
McCoy vio a Kirk irrumpir en la enfermería. Había sonado la alerta de prioridad médica. El intercomunicador había anunciado la muerte de Spock, y los guardias de Kirk tenían que rendirse ante la urgencia del prisionero o ser derribados por un Kirk que no permitiría que lo detuviesen. Savaj se había reunido con McCoy en el turboascensor cuando llevaba a Spock en volandas. Éste yacía ahora sobre la mesa, inconsciente, con las manos convertidas en una masa de quemaduras. Los lectores mostraban una línea plana del gráfico cardíaco; fallo absoluto del corazón por grave shock eléctrico.
McCoy se inclinaba en aquel momento con los electrodos que podrían quizá conseguir que el corazón del vulcaniano volviera a la vida con otro golpe de electricidad.
—¡Adelante! —dijo con tono seco, y el cuerpo del vulcaniano se convulsionó con el shock.
Nada.
—¡Adelante! —Otra vez.
Una señal suave. Un vacilante salto en la línea de lectura, errático, débil. Luego una repentina serie de rápidos pitidos. Finalmente, el rápido latido cardíaco vulcaniano aumentó hasta su ritmo normal… suave, errático, discontinuo, pero existía.
McCoy le hizo un gesto breve y cauto con la cabeza a Kirk, y continuó trabajando para estabilizar a Spock.
Kirk se acercó, descansó una mano sobre uno de los hombros de Spock, atravesó a Savaj con una mirada y le espetó, con tono de mando:
—¿Qué ha ocurrido? Informe.
—Asesinato —replicó Savaj.
La cabeza de McCoy se levantó bruscamente de Spock, cuyo corazón estaba controlando. Christine Chapel dio un respingo que desvió el aerosol de vendaje que estaba aplicándole al enfermo sobre las manos.
—¿Una sacudida eléctrica? —gruñó McCoy—. ¿Cómo se convierte eso en asesinato?
—El sillón de mando… —comenzó Savaj.
—… tiene todos los interruptores de corriente que existen —acabó Kirk.
—Precisamente —continuó Savaj—. Derivar a él la energía suficiente y suprimir por computadora los interruptores vitales ha tenido que requerir una programación extremadamente compleja por parte de un experto. Alguno de los altos cargos de su tripulación, doctor, es un asesino.
—No si yo puedo evitarlo —juró McCoy.
El vulcaniano estaba todavía al borde de la muerte, pero no era la primera vez que conseguían traerlo de vuelta.
—El intento de asesinato fue llevado a cabo —declaró Savaj—. Todos los intentos normales de cortar la energía fallaron. La fortaleza humana no hubiera sido suficiente para romper el contacto por la fuerza. Si yo no hubiera estado en el puente, el asesinato se hubiera convertido en un hecho.
—Gracias, almirante —dijo Kirk.
Savaj no le respondió.
—Esa enorme cantidad de voltaje podría haberlo atrapado también a usted, almirante —comentó McCoy—. ¿No fue ése, según sus patrones, un riesgo ilógico?
—No, doctor, un riesgo calculado para obtener una ventaja proporcionada. Como ha podido ver, no me atrapó. Sin embargo, alguien resultó atrapado.
Miró a Kirk.
—¿Qué? —exclamó McCoy.
—Los conocimientos requeridos para manipular la computadora sólo están al alcance del señor Scott, Spock, yo mismo… y el señor Kirk.
—En esa lista no hay nadie —dijo cautelosamente McCoy— que no haga años que le tiene cariño a Spock. No dijo «excepto…».
—Excepto yo —completó Savaj—, hasta donde usted sabe y puede llegar a saber. Creo que habrá podido establecer, a través de la historia, que un vulcaniano puede matar por razones suficientemente lógicas.
—Su reputación científica es de salvar vidas —concedió McCoy—, pero ya anteriormente hemos creído en las reputaciones. No constituyen ninguna garantía contra los impostores, alienígenas… ni siquiera contra los hombres que han cambiado. V’Kreeth Savaj, ¿qué nos demuestra que no pueda tratarse de usted?
—Nada, doctor. Absolutamente correcto. Kirk dio un paso adelante.
—Bones, realicé una comprobación de identidad según los patrones registrados en el transportador. Él es Savaj de Vulcano. —Luego, al recordar el poder contra el que debían estar enfrentándose, agregó—: Al menos hasta donde nuestros instrumentos pueden verificarlo.
McCoy suspiró.
—Bueno, no puedo decir que lo haya dudado realmente; pero lo que es condenadamente seguro es que usted no intentó matar a Spock, Jim. Scott no lo intentó.
—Ninguno de nosotros podría haberlo intentado, Bones. Pero alguien lo hizo.
Spock respiraba ya con normalidad, y la marcha cardíaca era casi estable. El psicosoma vulcaniano estaba luchando para sobrevivir.
McCoy asintió mirando a Kirk.
—Alguien ha fracasado.
—Déjelo descansar —dijo Kirk—. Almirante Savaj, voy a asumir el mando de esta nave. No dudo de usted, pero usted es el extraño aquí, bajo una situación de ataque alienígena que implica capacidades que desconocemos.
Hay un asesino suelto por mi nave. Ésta continúa siendo mi nave. Si desea presentar cargos contra mí sobre las bases de la disciplina del servicio, será libre de hacerlo… más adelante. Entre tanto, la sucesión del mando recae sobre mí en ausencia de capacidad demostrada. Ahora va usted a informarme de todo lo que sabe sobre esta misión.
—No —respondió Savaj—. No voy a hacerlo. Tengo la autoridad para reemplazarlo. Mi preocupación inmediata, de todas formas, es que su condición de principal sospechoso ha llegado ahora a una probabilidad de uno. La certeza.
—¿La certeza? —dijo Kirk—. Difícilmente. Existe, como bien ha señalado el doctor, al menos una alternativa. Usted. No sugiero que así sea, pero un efecto alienígena…
—… podría estar operando a través de usted, señor Kirk. El señor Scott no estuvo expuesto a los alienígenas. Tampoco lo he estado yo. El señor Scott ha estado a la vista de todos en los momentos críticos, mientras que usted no. El señor Spock ha sido dos veces víctima de ataques de un potencial indiscutiblemente letal. Es más: usted ha sido severamente tratado por su antiguo primer oficial, y puede esperar serlo mucho peor si sobrevive.
—Almirante —declaró Kirk—, consideraré la posibilidad de algún efecto mental alienígena, incluso en mi propia persona, porque debo hacerlo. Si usted sugiere que yo tengo motivos para asesinar a Spock, dejaré de escuchar esas ridiculeces, señor.
—Esa parte de su mente que podría tener motivos no sería lógica. Ni consciente. Ni estaría bajo su control. Yo podría sugerir dos motivos inconscientes lo bastante poderosos. Consta en su historial que su miedo más profundo es el de perder el mando.
Kirk le dirigió una mirada penetrante.
—Conoce usted ese historial extremadamente bien, señor. —Negó con la cabeza—. Yo he perdido el mando… en una ocasión durante casi tres años, y no me convertí en un frenético asesino.
—¿Ah, no? —dijo Savaj—. ¿Qué considera que fue la manipulación mediante la cual consiguió recuperar la Enterprise?
Kirk lo miró a los ojos.
—Necesaria, era necesaria. Y… no asesinato. Dígame el otro «motivo».
—Está relacionado con ése. Formaban ustedes parte de un grupo de mando y de una amistad que se hizo legendaria en la Flota y en los mundos de ambos. Ésta se rompió, no por su propia decisión, cuando Spock llevó su personalidad dividida de vuelta a Vulcano.
Kirk miró a Savaj con crudeza.
—No voy a negar lo que incluso un vulcaniano puro sospecharía que un ser humano puede sentir ante algo así, pero eso no me convertiría en un asesino.
—¿Ni siquiera cuando yo llegué a ponerlo a usted bajo el mando de él? —inquirió Savaj.
El vulcaniano se encaminó hacia la computadora, que mostraba un programa de interrogación.
—He especificado los parámetros de habilidades para alterar la computadora, momento, logística, motivo, oportunidad e influencia alienígena. —Savaj le habló a la computadora—. Computadora, dados esos parámetros, ¿quién de los que se hallan a bordo de la Enterprise pudo ser responsable de los atentados contra la vida del señor Spock… y posiblemente también contra la mía?
—Trabajando —dijo la computadora—. Considerando todos los parámetros especificados, sólo hay un sospechoso a bordo: James T. Kirk.
Savaj se volvió a mirar a Kirk.
—Según eso, la Enterprise está bajo el mando de un asesino.