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Permanecieron en silencio durante, quizá, cinco minutos, hasta que los coches de bomberos llegaron a la escuela. Me miraron, y yo les miré. Tal vez todavía hubieran podido largarse, y hay gente que todavía me pregunta por qué no lo hicieron. «¿Por qué no echaron a correr, Charlie? ¿Qué les hiciste?». Algunos lo preguntan casi con temor, como si hubiera algo diabólico en mi interior. Yo no respondo. No contesto a ninguna pregunta sobre lo que sucedió esa mañana en el aula 16. Pero si tuviera que decir algo al respecto, afirmaría que han olvidado qué es ser joven, vivir en estrecha intimidad con la violencia, las habituales peleas a puñetazos en el gimnasio, las riñas en las discotecas de Lewiston, las crudas imágenes en la televisión, los asesinatos en las películas. En el cine al aire libre local la mayoría de nosotros hemos visto a una niña vomitar puré de guisantes sobre un sacerdote. Comparado con eso, la pobre Bolsa de Libros no era nada del otro mundo.
No trato de justificar nada, ¿entendido? Actualmente no estoy de humor para emprender ninguna clase de cruzada. Sólo pretendo plantear que los jóvenes norteamericanos viven rodeados de violencia, tanto real como imaginaria. Además, ese día me convertí en el centro de interés. ¡Eh!, Charlie Decker se ha vuelto loco esta mañana, ¿te has enterado? ¡No! ¿De veras? Sí, sí. Yo estaba allí. Era como ver Bonnie and Clyde, en el cine, salvo que Charlie se había vuelto majara y no había palomitas de maíz.
Sé que los chicos pensaban que no les ocurriría nada. Sin embargo me pregunto, ¿deseaban acaso que me cargara a alguien más?
A la sirena de los bomberos se había unido un segundo sonido estridente que se acercaba con mayor rapidez. No era la policía. Se trataba de esa melodía histérica, parecida a los cantos tiroleses, que es la última moda en sirenas de ambulancias. Siempre he pensado que algún día los vehículos de servicios de emergencia se volverán un poco más inteligentes y dejarán de asustar a aquéllos a quienes acuden a salvar. Cuando se produzca un incendio, un accidente o un desastre natural como yo, todos esos vehículos se dirigirán a la escena del suceso acompañados del sonido amplificado de los Darktown Strutters interpretando Banjo Rag. Llegará ese día. ¡Oh, sí!