Capítulo 30

Lavé las tazas y pasé las siguientes dos horas limpiando la cocina.

Un trabajo manual que no requería pensar era justo lo que necesitaba. Pese a que Calum había ordenado la casa desde el día anterior, una capa de grasa cubría las superficies delanteras de los armarios, las baldosas y las paredes. Froté hasta el último centímetro de la cocina, limpié la nevera y estaba considerando concederme un bien merecido descanso cuando oí una llave en la puerta de la calle.

Me volví y encontré a Abbey de pie en el umbral sujetando una bolsa de comida para llevar de Tesco.

—Hemos pensado que tendrías hambre —dijo al pasar a mi lado para dejar la bolsa en la mesa.

Miré hacia la puerta.

—¿Hemos?

Kevin apareció desde el pasillo con dos bolsas más.

—Tenemos burritos de pollo y de verdura, sándwiches, Pringles y smoothies de fruta. —Dejó las bolsas al lado de Abbey y empezó a hurgar—. Bonitas manzanas de cultivo local... y montones de chocolate.

Llené la tetera y vi que los dos vaciaban el contenido de las bolsas sobre la mesa.

—Supongo que teníais hambre cuando comprasteis todo esto...

—Estábamos famélicos. —Kevin se sentó y estiró las piernas en la cocina—. ¿Cómo va, muñeca?

—Sólo llevo aquí una mañana —dije con una sonrisa—. He tenido una visita de la doctora Patel, la psicóloga de la policía. Me ha contado cosas interesantes.

—¿Sí? —se sentó un poco más recto, con el sándwich a medio comer en la mano—. Yo también tengo un material bastante aleatorio para contarte.

Supuse que el uso del término «aleatorio» significaba fascinante o inusual, y le sonreí.

—No puedo esperar. —Volviéndome hacia Abbey le dediqué una expresión inquisitiva—. ¿Puedo preguntarte dónde has estado y cómo te has encontrado con Kevin? Estaba preocupada por ti después de que te fueras de esa manera. —Tuve que pararme para no añadir «y has inquietado a tu padre, que tenía una cita en el hospital después».

—A nadie le he importado nada durante los últimos seis años —dijo con mordacidad al servirse un burrito de verduras y frijoles—. No tienes que simular ahora que te importa.

—Abbs me llamó —explicó Kevin—. Le di mi número de móvil y le dije que llamara cuando quisiera. Parece que cuando quisiera llegó antes de lo que esperaba. —Le lanzó a Abbey una mirada de disculpa—. Estaba bastante disgustada, así que me la llevé un rato a casa.

—Dios, su casa es un asco —dijo Abbey con la boca llena de comida—. Apenas hay por dónde pasar entre ordenadores y pantallas de televisión y chismes raros. Está llena de cables y enchufes por todos lados.

Kevin lanzó una selección de comida hacia mí.

—Coge lo que quieras.

Elegí un burrito de pollo y di un bocado. Tuve la impresión de que había pasado toda una vida desde el desayuno que había compartido con Matt en el hotel. Todos masticamos en silencio y durante unos minutos el único sonido en la cocina fue el ruido de envases de plástico y el que producía Kevin al sorber un smoothie de frambuesa y grosella negra. Yo cogí una botella de smoothie y leí los ingredientes.

—Esto está muy bueno. ¿Desde cuándo existe? Quizá no era muy aventurera, pero el único smoothie que había tomado antes era algo que hacía con leche en mi batidora.

Abbey me miró, anonadada.

—No sé si creerte o no. Dios, hablas como si hubieras estado seis años en otro planeta.

—No es la única que ha vuelto —dijo Kevin, salpicando la mesa con gotas de crema agria y trozos de Pringles al hablar—. Eso es lo que quería contaros. He estado escuchando las noticias en la furgoneta, un tipo de la Real Sociedad Protectora de las Aves estaba diciendo que había aparecido una manada de golondrinas en Londres después de que su número declinara misteriosamente en dos mil dos. No es la época del año en que llegan, por supuesto, deberían dirigirse al sur para pasar el invierno.

Recordé inmediatamente la ventolera que me había impactado durante el salto. Todos los animales pequeños que hubieran estado en el aire en ese momento se habrían desviado mucho de dirección.

—Varias especies de abejas también han reaparecido, y eso que los expertos pensaban que su número había declinado misteriosamente. —Se metió otro puñado de Pringles en la boca y su voz salió ahogada mientras masticaba.

—Quizá los pilló el mismo viento extraño que encontré yo durante el salto —murmuré en voz alta, tratando de no hacer caso de su repugnante manera de comer—. Era como estar en el centro de un tornado.

—Hummm —murmuró Kevin—. El problema es que el clima era perfectamente apacible ese día y el aire estaba en calma. No sé por qué ibas a encontrarte nada más que una brisa ligera. Cuanto más me hablas de lo que experimentaste, más inclinado estoy a reafirmar la posibilidad de la teoría de una abducción extraterrestre.

Abbey resopló, pero entonces su rostro se iluminó visiblemente.

—Podría intentar preguntárselo a las cartas.

—¿Preguntarles qué, exactamente? —Kevin mordió una manzana y continuó con voz ahogada—: Si puedes descubrir dónde estuvo Michaela con un mazo de cartas, podrías haber preguntado por ella a tus amigos del tarot hace mucho.

—He de hacer una pregunta específica —explicó Abbey, dedicándole una mirada fulminante—, no puedo limitarme a decir: ¿dónde está Kaela? Las cartas sólo pueden mostrarte una respuesta planteada de manera adecuada. —Pensó un momento—. Antes de que nos metamos en la historia de Kaela de que no sabe dónde ha estado en los últimos seis años, podría hacer una tirada sobre su pasado, presente y futuro. —Me miró fijamente—. Las cartas son increíblemente precisas con esa clase de cosas.

Asentí, ansiosa por probarle a Abbey que estaba diciendo la verdad, pero miré el reloj. Eran las dos en punto. La cita de Calum no era hasta las tres y media, así que tardaría una eternidad en volver a casa. Abbey pareció leerme la mente. Las dos sabíamos que a su padre no le haría gracia la lectura del tarot.

—¿Adónde ha ido papá, por cierto?

—Ha dicho que tenía que hacer unos recados.

—Está trabajando.

—Sí, eso creo.

Dejó los restos de su burrito en un envoltorio de plástico transparente.

—Estaba muy cabreado esta mañana, ¿no?

—Más preocupado que cabreado —dije con suavidad—. Se preocupa por ti, Abbey. Sé que crees que no le importas, pero la verdad es que te quiere mucho, y tú no has tenido mucho tacto al darle la noticia de que no ibas a la escuela.

—Lo sé. Supongo que me he pasado un poco. —Se levantó para ir a por las cartas.

Las sacó de una bolsita de terciopelo negro y empezó a barajarlas mientras yo retiraba los residuos de nuestra comida. Cuando la mesa estuvo despejada, Abbey me dio el mazo y me pidió que cortara. Kevin y yo observamos cómo después ella extendía cuidadosamente las siete cartas superiores boca abajo, en forma de triángulo.

—Ésta es la tirada en herradura —nos contó con voz suave mientras se concentraba en las cartas. Tocó la carta de la parte inferior izquierda del triángulo—. Ésta es la carta número uno y representa tu pasado.

Descubrí que estaba conteniendo el aliento cuando le dio la vuelta. La carta tenía un dibujo de tres estrellas de cinco puntas encerradas dentro de circunferencias.

—¿Qué significa?

—Es el tres de pentáculos. Representa el uso de tu capacidad y tu talento para lograr una elevada posición en tu puesto de trabajo, y se atribuye a tu buena posición económica. Esta carta indica que tu éxito probablemente provocaba que tus compañeros de trabajo con menos talento tuvieran envidia de ti.

Pensé en mi carrera en Wayfarers y en cómo había tratado de conseguir un ascenso mientras que Ingrid se desesperaba por la seguridad doméstica. El día anterior me había dicho que me odiaba y me pregunté si la envidia había tenido algo que ver con eso.

—Los pentáculos también son conocidos en ocasiones como discos o monedas y serían los oros de la baraja española o los diamantes en un mazo de naipes normal. Se relacionan con el elemento Tierra. Es un palo muy femenino, y eso es perfecto para ti, Kaela, porque muestra la influencia de los signos de tierra Tauro, Capricornio y Virgo. El tres de pentáculos también puede representar un traslado de casa, y eso fue lo que hiciste cuando te marchaste de casa de tus padres y viniste aquí con papá y conmigo.

Asentí.

—Considerando que podría haber salido cualquier carta, supongo que es una descripción bastante precisa de mi pasado.

Abbey puso la mano sobre la segunda carta, que estaba encima de la primera.

—Ésta es la carta que representa el presente. —Abbey giró la carta y respiró al mirarla.

—¿Qué? —descubrí que estaba muy ansiosa.

De alguna manera, sentada en la cocina observando la expresión seria y de absoluta concentración de Abbey descubrí que su mundo me había absorbido y estaba al borde de mi asiento.

—Éste es el as de espadas. Es una carta enérgica que indica el inicio de una fuerza imparable.

Pensé de inmediato en el extraño viento que me había empujado y me había hecho girar durante el salto. Sin duda la doctora Patel y la detective Smith dirían que la fuerza imparable había empezado cuando alguien me había secuestrado contra mi voluntad. Tragué saliva y traté de contener mi imaginación.

—¿Es tan mala?

Abbey apartó los ojos de la carta y me miró.

—Las espadas son un palo fuerte. En la baraja francesa serían picas, que es la palabra italiana. El palo se relaciona con el elemento aire y tiene que ver con conflictos, problemas y actividad mental.

—Astrológicamente, las espadas están bajo la influencia de Géminis, Acuario y Libra —intervino Kevin.

Abbey y yo lo miramos sorprendidos.

Kevin sonrió.

—Hice un poco de investigación sobre las cartas del tarot después de llegar a casa anoche.

—Entonces sabrás —continuó Abbey— que, igual que con todas las cartas de espadas, hay conflictos y batallas duras por librar. —Volvió su atención a mí—. No obstante, con el as significa que con tu coraje e intelecto, Kaela, nada se interpondrá en tu camino durante mucho tiempo.

—Así pues, es una buena carta —pregunté, exhalando un suspiro de alivio.

—Esta carta es tu presente, lo estás viviendo ahora. Sólo tú puedes decir si está bien o no.

En realidad no tenía mucha elección.

—Estoy aprendiendo a vivir con ello —admití—. Hasta ahora las cartas no han ido del todo mal.

—Eso es sin las influencias ocultas —me advirtió Abbey al girar la siguiente carta—. Esta tercera carta representa influencias escondidas que podrían impedir que alcanzaras tu objetivo.

Miré la imagen del naipe. Siete copas contra un fondo azul pálido en dos filas de tres con una sola copa abajo.

—Esto es el siete de copas. En un mazo francés el palo de copas son los corazones, asociados a las emociones. —Miró a Kevin como si esperara que él lo explicara.

—Las copas están gobernadas por el elemento Agua y están relacionadas con los signos astrológicos de Escorpio, Piscis y Cáncer —citó con una floritura.

Abbey le sonrió y yo deseé que continuara con la lectura. Estaba ansiosa por saber el resto.

—La clave aquí son las elecciones. El siete de copas indica que debes tomar una decisión importante.

Pensé inmediatamente en la decisión que estaba tomando al quedarme ahí con Abbey y Calum. Quizá no era demasiado tarde para cambiar de idea.

—¿Dice qué elección debería tomar?

Abbey negó con la cabeza.

—La elección depende de ti, pero las cartas te advierten que tomes la decisión con cuidado, porque no todo es como parece. Las influencias ocultas son los diferentes caminos que se te abren, pero tienes que desarrollar la intuición para saber cuál tomar.

—Así que hay una fuerza imparable en marcha, pero sólo lograré el éxito si tomo la decisión adecuada.

Abbey asintió.

—Exactamente.

Señalé la cuarta carta, la que coronaba el vértice del triángulo.

—¿Qué significa?

—Ah. —Respiró Abbey—. Ésta es la carta que representa obstáculos que debes superar.

Abbey volvió la carta lentamente, casi de un modo reverencial, y me di cuenta de que yo estaba conteniendo el aliento. Se reveló una carta con la imagen de un hombre colgado boca abajo por un pie del cadalso. Al mirar sentí que un escalofrío me calaba los huesos.