Capítulo 10
Junté las manos y las retorcí, deseando que Calum se sentara para poder hundirme yo también en aquel sucio sofá. No estaba segura de que mis piernas pudieran sostenerme mucho rato más. Tragué saliva y me aclaré la garganta.
—Algo raro ocurrió durante el salto. Hubo un viento extraño, más como un tornado en realidad. Fue como si me envolviera, y cuando aterricé en el aeródromo estaba oscuro y no había nadie allí.
Me callé de repente al darme cuenta de que Calum no creía ni una palabra de lo que estaba diciéndole. Respiré hondo y continué.
—Eso fue ayer. Sé que suena extraño, pero sólo ocurrió ayer. Por lo que a mí respecta, no he estado ausente. Acaban de traerme aquí desde un bar que hay cerca del aeródromo y los periódicos dicen que es el dos mil ocho y estoy tan confundida... —Mi voz se apagó lánguidamente—. Sólo quería llegar a casa contigo y con Abigail.
Calum estiró el brazo tímidamente y puso su mano en mi brazo. Me di cuenta de que parte de la rabia se había esfumado y sus hombros se estaban hundiendo por el cansancio.
—No sé lo que te ha pasado, Michaela, pero si de verdad crees lo que acabas de contarme, necesitas ayuda.
—No estoy loca, si es eso lo que piensas. Matt y Kevin me creen.
—¿Matt? ¿Estás hablando de ese maldito instructor de paracaidismo? —Dejó caer la mano como si yo la estuviera contaminando de algún modo—. Sabía que tenía algo que ver con tu desaparición. Tus padres también estaban convencidos, pero la policía no pudo acusarlo de nada. ¿Has estado con él todo este tiempo?
—¡No! No ha pasado nada de eso.
—¿Te ha estado reteniendo en alguna parte contra tu voluntad?
—¡No! Ocurrió como te lo he contado. Matt sólo me ha traído hasta aquí, pero no estuvo implicado.
—¿Dónde está ahora?
Me encogí de hombros, casi como un niño malo al que confronta un padre enfadado.
—Supongo que ha vuelto a su casa.
—¿Y por casualidad sabes dónde está la casa de este señor Inocente?
—La verdad es que no.
—Vamos, Michaela. No puedes esperar que crea eso. ¿Se ha cansado de ti? ¿Por eso has vuelto a rastras?
—¡No he estado con él! —insistí, ruborizándome por el recuerdo de la noche anterior y por haberle rogado a Matt que me dejara quedar en su habitación—. Mira, siento mucho todo lo que has pasado, siento que pensaras que estaba muerta, pero desde mi perspectiva, me marché ayer por la mañana. —Bajé la voz, tratando de recuperar cierto semblante de control—. Traté de llamarte ayer desde el bar para pedirte que me vinieras a buscar, pero nadie respondió. El número de Matt estaba en el bolsillo de mi mono, así que lo llamé y él me trajo aquí.
Decidí no mencionar que había dormido en la cama de Matt; eso había sido un error estúpido de todos modos.
—¿Dónde estuviste cuando te necesité?
Calum se hundió de nuevo en el cojín, esta vez negando con la cabeza. Decidí arriesgarme a sentarme en el brazo del sofá a su lado. Nos quedamos unos segundos sentados en silencio, y entonces él se volvió y me miró más de cerca.
—No pareces mayor.
—Eso es porque me viste ayer.
—Ayer —dijo con amargura—, ayer estuve en el hospital con mi hija, a la que un chico encontró comatosa en el parque y la llevó a la sala de urgencias de Guilford, donde le hicieron un lavado de estómago.
—Oh, Calum, lo siento. ¿Abbey se va a poner bien?
Se pasó una mano por los ojos con cansancio y comprendí por qué parecía tan cansado y demacrado.
—Abbey anda con malas compañías. Se llaman emos o algo por el estilo. Les gusta mucho la música alta, el alcohol, fumar, autolesionarse, lo que tú quieras. Parece que yo soy el enemigo número uno y no sé cómo ayudarla.
Imaginé a la niña brillante y descarada a la que había dicho adiós y sentí una punzada de reproche por no haber estado cerca de ella.
—Por favor, dime que no es culpa mía.
Calum negó con la cabeza otra vez.
—No ayudó que la abandonaras después de que ella perdiera a su madre natural, pero no te voy a echar la culpa. La he estado buscando durante los últimos seis años; si hay algún culpable probablemente soy yo. —Miró en torno a la habitación sucia y se encogió de hombros—. Siempre la animaba a que trajera a sus amigos aquí (pensaba que era mejor saber dónde estaba y con quién iba), pero usan la casa como un albergue. Supongo que debería contratar a alguien que limpie porque Abbey se niega a hacerlo, pero ahora mismo andamos justos de dinero.
—¿Abbey y sus amigos han hecho esto? —Miré el caos que nos rodeaba con nuevos ojos—. ¿No la supervisas en absoluto?
Se encogió de hombros.
—Ya no es una niña. Cuando se molesta en levantarse por la mañana se va al instituto, y supongo que he de dejarla vivir su vida. Nadie me supervisó a mí cuando tenía esa edad. De todos modos he de trabajar para que podamos tener un techo.
Me llevé una mano a la cabeza. Por supuesto, el cumpleaños de Abbey era a finales de octubre. Sólo tenía diez años y medio en el mes de abril, cuando yo había hecho el salto, lo cual significaba que ya tendría dieciséis, casi diecisiete.
Me pasé una mano por la cara.
—Oh, Calum...
—No se te ocurra juzgarme después de dejarnos como nos dejaste.
Noté que la rabia aumentaba en su voz otra vez.
—No te estoy juzgando. Parece que has hecho todo lo que has podido.
Nos quedamos una vez más en silencio, pero al menos no me estaba echando a la calle.
—Mira, sólo he venido a decirte que he vuelto antes de que lo averigües por la policía o por los periódicos.
—¿Esperas que lo crea?
Me encogí de hombros.
—Es la verdad. Y lo siento mucho. No quería dejarte, Calum. Y el salto en paracaídas no fue tan peligroso de todos modos. Sobreviví.
—Eso parece.
—Mira, será mejor que me vaya. —Me levanté—. ¿Puedo usar tu teléfono para llamar a mamá? Ella o papá pasarán a recogerme.
Él se estiró de manera inesperada y me cogió la mano.
—¿De verdad no sabes nada de tus padres?
Mi corazón latió cuando lo miré. De repente recordé el comentario de Kevin en la casa de Matt.
—¿Qué pasa?
—No hay una forma fácil de decir esto. Tu padre murió hace cuatro años; dos años después de tu desaparición.
Lo miré al comprender el significado de lo que Calum acababa de decir. Di un grito ahogado y me tapé la cara.
—¡No!
Papá no podía estar muerto, ¿cómo era posible? Siempre había estado tan lleno de vida, siempre había sido una parte constante de mi existencia. Pensé en el hombre atractivo de mediana edad que había sido el centro de mi universo mientras crecía.
—Al principio, él y tu madre se negaron de plano a creer que estabas muerta. —Calum estaba continuando como si el suelo de mi mundo no se hubiera derrumbado de repente—. Después de que la investigación policial se enfriara, ellos aún se pasaban las horas pegando carteles y folletos, preguntando a la gente si te había visto. El corazón de tu padre cedió de repente un día, mientras estaba fuera por enésima vez, preguntando a gente que vivía en los aledaños del aeródromo. Lo llevaron al hospital, pero cuando llegó ya había muerto. Tu madre pensó que no se había resistido mucho, porque estaba preparado para morir y reunirse contigo. —Era una acusación—. Creo que hasta él se rindió al final.
Las lágrimas que había estado conteniendo rodaron ahora por mis mejillas y estaban goteando desde mi barbilla.
—He de ir a ver a mamá.
Calum bajó los ojos y apartó la mirada, con la cara tensa.
—¿Qué? —grité alarmada, al ver la inquietud en su expresión—. ¿Qué más ha pasado?
—Tu madre nunca se recuperó después de perderte. Cuando tu padre murió, fue demasiado para ella y se retiró a un mundo interior. Sufre depresión clínica y está en una residencia psiquiátrica, Kaela. La casa de tus padres se vendió para pagar sus cuidados.
Registré el uso de mi apodo, el nombre que usaban mi familia y mis mejores amigos.
Levanté la mirada, con la cara surcada de lágrimas, y me di cuenta de que Calum me estaba observando con compasión, desaparecida la anterior hostilidad, o al menos aparcada.
—¿Dónde está el psiquiátrico? ¿Tienes la dirección?
—No puedes ir directamente, Kaela. Tal vez deberías sentarte un rato para recuperarte del shock.
—Pensaba que querías que me fuera. —Ahora estaba enfadada, y la cabeza me daba vueltas con sus revelaciones.
Calum se apretó la frente con las yemas de los dedos y negó con la cabeza.
—Nunca quise que te fueras, Kaela. Hubo un tiempo en que habría dado cualquier cosa por recuperarte, por volver a sentir tu cuerpo contra el mío. Es sólo que no puedo pasar por alto el hecho de que has estado ahí viva y bien durante todo este tiempo; que tus padres siempre tuvieron razón.
—No os dejé a ninguno de vosotros a propósito. —Estaba sorbiendo las lágrimas furiosamente—. Te quería, Calum. Te adoré desde el primer momento en que te vi. —Bajé la voz una octava—. ¿Recuerdas que llevabas ese extraño chaleco bajo la chaqueta como Colin Firth en El Diario de Bridget Jones? Aún me siento así contigo. Por lo que a mí respecta, dejé tu cama ayer por la mañana. No sé adónde han ido a parar los últimos seis años. —Suspiré con impotencia—. Y voy a tener problemas para asimilar todo lo que me has dicho. —Miré al espacio, abatida, sintiéndome entumecida casi por completo.
Calum bajó las manos y volvió a mirarme, como si tratara de decidir si era posible que yo estuviera diciendo la verdad. Le devolví la mirada con la mayor calma posible, aunque todavía resbalaban lágrimas por mi cara.
—Si de verdad crees eso, entonces, como te he dicho antes, has de ir a ver a alguien, Kaela. Y hay que informar a la policía de que estás viva y bien.
Descubrí que apenas podía pensar, pero hice un supremo esfuerzo para contenerme.
—Matt y Kevin me han dado dos horas antes de llamar a la policía. He insistido en verte antes.
Calum volvió a encogerse ante la mención de Matt, pero luego pareció ceder.
—Y yo no he sido muy hospitalario. Creo que todavía estoy en estado de shock. ¿Quieres ver a Abbey antes de irte?
Traté de apartar de mis pensamientos el drama de mis padres y concentrarme.
—¿Qué pensará Abbey de que haya vuelto?
—En este momento no está en condiciones de decir nada. Aún está durmiendo bajo los efectos de anoche.
—¿Y cuando se despierte?
—Probablemente te odiará —dijo con el atisbo de una sonrisa de compasión—. Parece que odia a todo el mundo en este momento, pero en el fondo te echa de menos de verdad. Creo que piensa que te fuiste por su comportamiento hacia ti.
—¿La has llevado a ver a alguien? ¿Has buscado apoyo profesional?
Calum me miró con cara inexpresiva y supuse que no lo había hecho. Esa pobre niña, pensé. Primero había perdido a su madre real y luego habían dejado que creyera que yo la había abandonado por algo que ella había hecho.
En ese momento se abrió la puerta de la sala y hubo una extraña aparición en el umbral. La criatura iba vestida con una falda larga negra de borde irregular que terminaba por encima de los tobillos y dejaba entrever lo que parecían unas botas militares. Tenía el torso cubierto por un top negro y púrpura. El cabello, parte del cual se apilaba en su cabeza en un alborotado peinado de colmena estilo años cincuenta, estaba teñido de negro azabache con mechones violeta. Pero no era tanto el cabello o el maquillaje espectral y los piercings en las cejas y en la nariz lo que me quedé mirando, sino las terribles cicatrices autoinfligidas y los tatuajes que llevaba en ambos brazos.
—¿Abbey?
Sus ojos se posaron en los míos bajo la gruesa línea de kohl y sus pupilas se ensancharon de asombro. La piel ya blanca como la tiza se puso todavía más pálida y, llevándose una mano a la boca y la otra al estómago, Abbey vomitó en toda la moqueta.