Capítulo 33
Cole hizo que los sistemas de comunicaciones de la nave se mejoraran para que las otras naves pudieran conectarse inmediatamente.
La más potente de las nuevas naves era el Dardo Silencioso, y Cole puso a Jacovic al mando. A Pérez le dio la Esfinge Roja. Copperfield y el duque empezaron a poner en común sus contactos y surgieron un par de trabajos fáciles y bien pagados. La Teddy R. y sus compañeras se estaban preparando para hacerse cargo del primero de ellos.
—No es tan fácil encontrar trabajo para una verdadera flota —le estaba explicando Copperfield a Cole mientras ambos estaban sentados en el comedor de la Teddy R—. El noventa y ocho por ciento de los trabajos sencillamente no requiere ni de lejos tantas naves, y los que sí, a menudo el cliente no puede pagarlos.
—Para eso te tenemos, David —dijo Cole, quién lucía una cicatriz en su frente, sobre su ojo izquierdo.
—Bueno, el duque y yo —respondió Copperfield—. Hemos decidido convertirnos en socios.
—¿En todo? —preguntó Cole.
—No, sólo en estos negocios, Steerforth —respondió el alienígena—. Aunque me encantaría convertirme en socio de la Estación Singapore, especialmente desde que decretaste que es nuestro cuartel general.
—Estoy seguro de que puedes invertir en un par de locales de juego —dijo Cole.
—Ya lo he hecho.
Cole sonrió.
—En cierto modo, no me sorprende. —Hizo una pausa—. Por eso podías haberte quedado en la estación, lo sabes.
—No seas idiota —dijo Copperfield—. Sabes que estarías perdido si mí.
—Si tú lo dices…
La imagen de Val apareció.
—Señor —dijo— estamos listos para despegar.
—Bien —dijo Cole—. Comunícaselo a la flota y vamos a poner el espectáculo en marcha.
—Sí, señor —dijo mientras su holograma desaparecía.
—¿Has oído eso, David? —dijo Cole, sonriendo—. Me ha llamado señor. Dos veces.
—Ni siquiera el inmortal Charles podría relatar todos los milagros —replicó Copperfield.
—Me ilusionan las dos próximas misiones —dijo Cole mientras la Teddy R. empezaba a alejarse lentamente del dique—. Estamos a pleno rendimiento, todo el mundo está sano, tenemos una verdadera flota tras nosotros, tenemos al comandante de la Quinta Flota Teroni de nuestro lado y hasta tenemos a Val de vuelta.
—Pareces muy satisfecho Steerforth —dijo Copperfield.
—Lo estoy. Para ser una nave proscrita buscada por todos los gobiernos de la galaxia, hemos recorrido un largo camino.
—¿Hace falta que te recuerde qué precede a una caída, mi viejo compañero de escuela?
—Ahórrame tus sermones, David —dijo Cole—. Mira lo que ya hemos conseguido contra todo pronóstico. —Vació su taza de café—. Empezamos como una nave solitaria, ahora tenemos veintisiete, dirigidas por algunos oficiales condenadamente buenos, y tenemos el arsenal para plantar cara a casi todo lo que podemos encontrar en la Frontera. ¿Qué podría ir mal?
De haber existido, como creían los antiguos navegantes, un Espíritu Galáctico, debió reírse mucho al oír esa frase.