Capítulo 15

Normalmente, los planes de batalla que tardan meses en diseñarse y en cubrir cada detalle concebible tienden a ir mal. Quizás por eso, el plan de Cole, concebido en menos de cinco minutos, funcionó como un reloj.

La Esfinge Roja usó los protocolos que los oficiales de seguridad de Khan le habían dado, se aproximó a cincuenta mil kilómetros de su nave y abrió fuego. La nave de Kahn se vio reducida a escombros en cuestión de segundos.

Cole, que había pasado cuatro días adiestrando a los nuevos miembros de su tripulación (y arrojando a un mundo con oxígeno a tres de ellos que no podían o no querían seguir sus órdenes) transmitió su oferta a la Esfinge Roja e hizo que Val la transmitiera a las ocho naves restantes. Dos intentaron huir y la Teddy R. las abatió, como había amenazado. Dos más prefirieron combatir, y la Esfinge Roja y la Teddy R., respectivamente, se encargaron de ambas. Las otras cuatro aceptaron los términos de Cole. Éste hizo que todos los capitanes fueran transferidos a la Teddy R., donde les explicó lo que esperaba (o mejor dicho, lo que exigía) de cada uno de ellos y después los devolvió a sus naves.

Dos días después, Cole y seis naves atracaron en la Estación Singapore, donde fue en busca del Duque Platino, listo para misiones mayores y más lucrativas.

—¡Extraordinario! —exclamó el Duque Platino—. ¡Simplemente extraordinario! En verdad, deberías pagarle al Cártel Apolo en vez de cobrarles. ¡Te fuiste con una nave y regresas con una flota!

—Sí —dijo Cole, un tanto menos impresionado—. Trescientos millones más de naves y podremos enfrentarnos a la República en igualdad de condiciones.