Interludio
—¡Qué majos que son Juan y Diego!
—¿A que sí?
—Sí, me cayeron muy bien. Y a ver si conozco a Ruth, que no hacéis más que hablar de ella.
—¡Uy! Pues ya oíste lo que decíamos, aunque lo niegue se está pillando un huevo por la tía esta y no hace más que irse a Barcelona cada dos por tres. Y cuando la otra viene aquí casi no salen de casa.
—Bueno, ya intentaremos coincidir, ¿no?
—Jo, sí, yo tengo ganas de que Ruth te conozca…
—Pero…
—¿Pero qué?
—No te molestes pero ¿tú has tenido algo con Ruth…? Cariño, no te rías así, sólo es una pregunta…
—Es que me hace mucha gracia… No, Pitu, nunca hemos tenido nada. Nos conocemos hace años pero nunca nos ha dado por ahí. Yo la quiero mucho pero sólo como amiga…
—No, si sólo era curiosidad, como siempre hablas tanto de ella…
—Porque es todo un personaje. Además ahora nos tiene un poco flipados por lo de su historia con la catalana. ¡Quién la ha visto y quién la ve! Aunque, claro, ella niega que sea algo más que una aventurilla pasajera…
—Ya…
—Fíjate que cada vez que va a Barcelona le dice a la otra que es que tiene reuniones de trabajo. Y es verdad que ella tiene a veces que ir allí por el curro pero, vamos, no cada dos semanas…
—El amor es lo que tiene…
—¡Uy! Eso no se lo digas a Ruth a la cara que te miraría con cara de psicópata.
—¡Ah, claro! Que ella es de las que no se enamoran, ¿no?
—Justo.
—Oye, cielo, he estado pensando una cosa…
—Dime.
—Pues que he estado mirando mi cuadrante del mes de diciembre y aunque no tengo libre todo el puente de la Constitución, ajustando los horarios se me quedan libres los últimos tres días, podríamos irnos a algún sitio, ¿no? ¿Te apetece?
—¡Claro que me apetece! ¡Tres días seguidos! ¡Eso es un lujo!
—Por eso te lo digo. ¿Quieres que nos vayamos a alguna casita rural o algo así?
—Guay. Mañana en el curro miraré por Internet a ver si encuentro algo bueno, bonito y barato, ¿vale?
—Y cerquita, cariño, para no perder mucho tiempo en ir y venir.
—Y cerquita, vale. ¿En la sierra te mola?
—En la sierra está bien. O por Ávila o Segovia. Vamos, algún sitio al que lleguemos en un par de horas de coche…
—Pues mañana lo miro.
—Oye, ahora estás en casa, ¿verdad?
—Sí, ¿por qué?
—Es que no creo que pueda dormir más y me apetece verte…
—¿Te apetece verme, mi niña?
—Sí, dame un ratito y estoy ahí. Y así nos vemos un poco antes de que me vaya a currar.
—¡Qué linda eres, cielo! Venga, no pierdas tiempo y vente para acá.
—¡Voy volando! ¡Hasta ahora!