CAPÍTULO 35

LA CARTA

Abril, 2017

Bill, temeroso, se prometió a sí mismo que esa noche, en cuanto viera la silueta del hombre en la acera contraria mirando hacia la ventana del apartamento de Nora, bajaría e iría a por él a pesar de poner en riesgo su vida. A saber qué podía hacerle aquel loco chiflado que estaba convencido de que se había llevado a su amiga. Si García o el gordinflón de Backer no lo creían ni hacían nada al respecto, él mismo se encargaría de atraparlo. Pero si algo salía mal y terminaba muerto como el resto de víctimas, los policías cargarían con la culpa de por vida. Pensar en eso le hacía reír.

Monty, tú vendrás conmigo.

—Miaaaauuuu…

—¿Has visto algo sospechoso?

El gato, esa vez, no respondió.

—Estoy enloqueciendo. Esto me está volviendo loco.

Bill llevaba tres días encerrado en el apartamento de Nora alimentándose a base de palomitas y latas de atún. Seguía contemplando la fotografía más veces que la pantalla de su teléfono móvil y a menudo solía comparar a la mujer retratada de rostro confuso con el que Nora tenía en la documentación que encontró en su cartera, abandonada en la mesita contigua a la puerta de entrada. La cara de «nunca quedo bien en los fotomatones» de Nora era exactamente igual a la de la mujer del año 1965. Trató de buscar alguna diferencia; Nora jamás vestiría de rosa y la mujer idéntica a ella estaba algo más rellenita. Respiró hondo y marcó el número de teléfono de la médium. No sabía por qué, pero necesitaba escuchar su voz.

—Un policía me ha dicho que es usted una estafadora.

—Estoy acostumbrada a que digan eso de mí, Bill. Solo te diré, sin cobrarte un solo dólar, que esta noche he soñado contigo y estás a punto de atravesar una puerta de no retorno.

—¿Lo ve? Está loca.

La paciencia de la médium se agotó y colgó el teléfono. Bill volvió a llamarla varias veces seguidas, pero no obtuvo respuesta. También llamó a su prima Eve con la intención de contarle sus planes, pero al ver que no atendía a sus llamadas, decidió dejar una carta encima del escritorio, justo al lado del ordenador de Nora donde aún se veía escrito en la pantalla: «Tú aún no has vivido lo nuestro».

18 de abril, 2017

 

Queridos amigos y familiares:

 

Si leéis esta carta significa que he muerto o he desaparecido en misteriosas circunstancias como mi amiga Nora y los dos policías del tres al cuarto García y Backer (quiero que quede constancia de esto) no han movido un solo dedo para encontrarla, archivando el caso antes de tiempo. Sin embargo, no estéis tristes porque no habrá sido en vano. Además de demostrarme a mí mismo que soy capaz, voy a encontrar al hombre que se ha llevado a Nora. Os dejaré alguna pista, seguro.

 

Os quiere,

Bill

 

P. D. No quiero dramas en mi funeral. Mi deseo es que bailéis al ritmo de Highway to Hell. Quiero donar mis órganos, ser incinerado y que lancéis mis cenizas, sin que os pillen, por el puente de Brooklyn. Si no hacéis nada de esto, mi espíritu os perseguirá toda la eternidad.

Cogió una Coca Cola light de la nevera, un bol de palomitas y encendió el televisor, acurrucándose junto al gato en un rincón del sofá.

—Ay, Monty, perdóname. Ni siquiera he buscado a tus dueños —se lamentó, acariciando la cabeza del viejo gato negro.

Pero no había tiempo que perder. Por si moría en unas horas, necesitaba ver una vez más a Brad Pitt en Leyendas de pasión, a Julia Roberts en Pretty Woman y El diario de Noah, que para él era la historia de amor más bonita. Tenía tiempo. Aún faltaban unas cuantas horas para que el extraño hombre apareciera en el callejón sin salida, inundando con su presencia la solitaria Front Street.