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Le pedí al taxista que me llevara al edificio de la Televisión, en Maspiro. Se le iluminó el rostro mientras me preguntaba si trabajaba en la televisión, y cuando le respondí negativamente, no perdió la esperanza.

—Pero seguro que conoce a alguien allí.

—Sí, conozco.

—Es que necesito ver como sea al señor Mufid Fawzi, es muy urgente.

—¿Y cómo es que es algo tan urgente?

—No es para mí, es para el país. Es que quiero decirle que todos los días por la mañana, la mitad de los que se montan conmigo van al Instituto del Cáncer, algo muy extraño. En cuanto los dejo y doy una o dos vueltas, encuentro a otro cliente que se dirige al Instituto. Es evidente que todo el país tiene cáncer. No sé si por la suciedad que respiramos en la calle, o si por la comida con la que nos envenenamos. Seguro que es por los pesticidas con los que fumigamos. Bueno, lo que quiero decirle al señor Mufid es que todos los días la mitad de pueblo egipcio va al Instituto del Cáncer. Estoy convencido de que él sabrá qué hacer; seguro que conoce al Presidente, le hablará sobre este asunto tan peligroso y, sin lugar a dudas, el Presidente encontrará una solución para esta catástrofe.