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—¿Ha oído la historia del jugador del Ittihad? —preguntó el taxista.

Ante mi silencio, continuó:

—Sí, el Ittihad de Alejandría, ¿qué otro va a ser? El Ittihad iba de viaje a jugar un partido en la Copa de África, cuando en el aeropuerto descubrieron que uno de los jugadores había falsificado su pasaporte. A él lo detuvieron, pero el resto del equipo viajó. Llevo cuarenta años escuchando las noticias, y ésta es la primera vez que oigo que un jugador falsifique su propio pasaporte. Se falsifica un visado, un sello, ¿pero todo el pasaporte? Eso sí que es raro. Hace unos días, el cantante Tamer Hosni falsificó el certificado de la mili para conseguir un pasaporte. Justo después, también este cantante que se llama Hayzam[41] hizo lo mismo para poder viajar. Al final consiguieron los pasaportes y los certificados falsos, pero el problema de Tamer es más grave.

—¿Por qué? —le pregunté.

—Porque han descubierto entre sus papeles que también falsificó el título de la Universidad. Parecía un profesional, pero el problema es que es una gran estrella y sus películas han tenido muchísimo éxito. ¿A que nunca en la vida ha oído que Muhammad Fawzi o que Abdel Halim hubieran falsificado sus pasaportes? ¿Y quién es el que va a defenderlos? El presidente del Zamalek. También la cantante Sherin[42] falsificó el carné de identidad para que pusiera que era soltera, a pesar de haberse divorciado. Y hay muchos casos más. El tema de la falsificación en Egipto es tan normal como beber té, y eso es sólo la punta del iceberg. Uno al que llevé una vez me contó que hay muchísimas actrices que falsifican la fecha de nacimiento para que cuando se casen con uno del Golfo o de Arabia Saudí parezcan mucho más jovencitas; es un tipo de falsificación que te da muchísimos riales, o lo que es lo mismo, prostitución legal con contratos firmados. ¿Sabe usted de dónde viene el problema? —¿De dónde?

—El problema viene de que quien tiene un par de piastras se cree que puede hacer lo que quiera. El Estado ya no se hace respetar: con dinero cualquiera puede torear al Gobierno: se pueden falsificar pasaportes, cambiar los datos del carné de identidad, lo que sea… incluso si me retiran el permiso de conducción puedo hacer que me lo envíen inmediatamente a la puerta de mi casa. Todo se puede comprar. Cada vez que uno se mete en un lío, resulta que huye del país. ¿Cómo lo hace? Con dinero. Este mes Mamduh e Ihab Talaat[43], entre otros, han huido el país. Y no hablemos ya de los meses anteriores. Y después van y les cuentan a los niños en los colegios que los valores son más importantes que el dinero. Les hacen memorizar versos que hablan sobre los principios, sobre la poca importancia del dinero, sobre que la moral constituye la nación y es la base de las personas… No son más que palabras que por un oído les entran y por otro les salen, porque ven lo que ocurre a su alrededor. Mi hija todavía es joven, tiene dieciséis años. En nuestros tiempos, esos años eran los años del amor y los suspiros y nos sentábamos a escuchar a Umm Kulzum. Pero la muy puta dice: «Ni amor ni leches, yo lo que quiero es casarme con un rico. Que le quiera o no, no es importante; lo importante es que sea rico». Yo le digo: «No hay nada más bonito en este mundo que el amor. El amor es lo que nos da fuerzas para vivir, es el aire que respiramos y es lo que me hace aguantar a tu madre». Y me contesta que en este mundo no hay nada más bonito que el dinero.